El Rubí Mandarín

Robert E. Howard


Cuento


Nunca olvidaré la noche en la que luché contra Butch Corrigan en el Peaceful Haven, la sala de boxeo de los muelles de Hong Kong. Butch parecía más un gorila que un ser humano, y se comportaba como tal. Fue una noche dura para un marino, incluso para Dennis Dorgan, el campeón del Python. En el tercer asalto me lanzó tal directo a la mandíbula que caí de cara, hundiendo la nariz totalmente en la lona; intentaba desclavarla cuando me salvó la campana. En el cuarto asalto, me echó la cabeza hacia atrás, tan lejos que pude contarme las pecas de la espalda. En el quinto, me tiró por encima de las cuerdas y uno de sus compañeros me rompió una botella en el cráneo mientras intentaba volver al ring. Fue lo del botellazo lo que me puso de mal humor; Butch estaba muy cerca de mí y hundí en su vientre peludo el puño izquierdo hasta el codo para, acto seguido, golpear como si lo hiciera con un mazo su oreja derecha mientras el pobre hombre intentaba incorporarse. Ya estaba medio noqueado a fuerza de machacarle su mandíbula de acero y aquel último golpe, que prácticamente arrancó desde mi talón derecho, le desmoralizó tanto que se fue al suelo y se olvidó de levantarse. Sus acólitos debieron llevársele, con los pies por delante, y arrojarlo a un abrevadero de caballos para que volviera a la vida.

Informado por el árbitro de que la matanza había terminado, me volví medio a tientas a mi vestuario, donde, tras limpiarme con una esponja húmeda la sangre y el sudor del ojo que me quedaba sano —porque el otro llevaba cerrado ya un buen rato— me vestí lo mejor que pude sin ayuda de mis segundos. Éstos ya se habían largado para participar en una partida de dados que se estaba celebrando en el callejón que había a espaldas de la sala de boxeo. Luego, me encaminé hacia el despacho de Dutchy Tatterkin, el dueño del Peaceful Haven, para recoger mi dinero. Según salía al pasillo, me llevé una sorp

Fin del extracto del texto

Publicado el 12 de julio de 2018 por Edu Robsy.
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