Un Caballero de la Tabla Redonda

Robert E. Howard


Cuento


Aquella noche, en el Peaceful Haven Fight Club, cuando el árbitro levantó la mano de Kid Harrigan, y la mía de paso, al acabar el combate, declarando que había sido un enfrentamiento nulo, lo mismo habría podido golpearme la cabeza con la barra de un cabrestante. Tenía la sensación de haber ganado a los puntos, y de largo. En el décimo asalto, maltraté y paseé por el ring a un Kid totalmente groggy, y yo no soy hombre que se deje arrebatar una victoria con impunidad. Sin embargo, si lo hubiera pensado un momento, no le habría dado un mamporro al árbitro. Pero soy un hombre impulsivo. El árbitro efectuó un corto vuelo y aterrizó en las rodillas de los espectadores de la primera fila y, reconozco que fue algo impulsivo, le hice seguir a Harrigan el mismo camino. A todo esto le siguió un período bastante confuso en el que yo, cubos, patas de sillas, espectadores furiosos, policías y mi bulldog Spike estuvimos tan entrelazados que soltarnos fue como resolver un rompecabezas chino. Cuando finalmente pude salir de la comisaría, mi corazón estaba sumido en la amargura y el desánimo.

Entré en un bar y me instalé en un rincón. Mientras estábamos allí sentados, Spike y yo, aureolados por una grandeza solitaria, sorbiendo alcohol y meditando sombríamente sobre las injusticias del mundo, Bill Stark apareció en el local. Era fácil ver que Bill estaba de mal humor. Pidió una jarra de Schlitz y, como el barman no entendía lo que le pedía, repitió el pedido bajo la forma de un aullido sanguinario que consiguió que varios clientes se refugiaran debajo de las mesas. Abatió el puño en el mostrador con tanta fuerza que la madera se agrietó y, a continuación, lanzando miradas centelleantes a su alrededor, preguntó con voz alta y ruda si había alguien en la sala que tuviera alguna objeción en cuanto a su presencia. Los clientes se mantuvieron en un silencio pálido, luego me vio y se vi

Fin del extracto del texto

Publicado el 12 de julio de 2018 por Edu Robsy.
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