El Pabellón de las Dunas

Robert Louis Stevenson


Cuento



EL PABELLÓN DE LAS DUNAS

Dedicado a D. A. S.
en recuerdo de los días pasados cerca de Fidra

1

En el que se cuenta cómo acampé junto al mar, en el bosque de Graden, y vi una luz en el pabellón

De joven fui un gran solitario. Me enorgullecía quedarme al margen y estar a mi aire, y puede decirse que no tuve ni amigos ni conocidos hasta que conocí a la que acabó convirtiéndose en mi mujer y en la madre de mis hijos. Tan solo con un hombre tuve algún trato: con el caballero R. Northmour, de Graden Easter, en Escocia. Nos habíamos conocido en la universidad y, a pesar de no tener mucho en común ni gozar de demasiada confianza, compartíamos ciertas semejanzas de carácter que nos permitieron relacionarnos sin dificultad. Nos creíamos unos misántropos, aunque luego he pensado que quizá fuéramos solo hoscos. Y apenas podía hablarse de camaradería, sino de coexistencia entre dos seres insociables. El temperamento extraordinariamente violento de Northmour le hacía casi imposible relacionarse con nadie más que yo, e igual que él soportaba mis hábitos taciturnos y me dejaba ir y venir a mi antojo, yo toleraba su presencia sin complicaciones. Creo que nos teníamos por amigos.

Cuando Northmour se licenció y yo decidí dejar la universidad sin hacerlo, me invitó a pasar una larga temporada en Graden Easter, y así fue como llegué por primera vez al escenario de mis aventuras. La mansión Graden ocupaba una franja desolada de terreno a unos cinco kilómetros del mar del Norte. Era tan grande como un cuartel, y, como la habían construido con una piedra blanda y fácil de erosionar por la brisa marina, por dentro era húmeda y propensa a las corrientes de aire y por fuera estaba casi en ruinas. Era imposible que dos jóvenes se alojaran con comodidad en una casa semejante. Sin embargo, en la parte norte de la finca, en medio de un sinfín de colinas herbosas y dunas batidas po

Fin del extracto del texto

Publicado el 28 de febrero de 2017 por Edu Robsy.
Leído 29 veces.