Los Juerguistas

Robert Louis Stevenson


Cuento



1. Eilean Aros

Hacía una hermosa mañana de finales de julio cuando emprendí a pie por última vez el camino de Aros. La noche anterior un bote me había dejado en Grisapol. Desayuné lo poco que me pudo ofrecer la pequeña posada donde me hospedaba, dejé allí todo mi equipaje hasta que llegase la ocasión de ir a recogerlo por mar y emprendí la marcha a través del promontorio con el corazón animoso.

No era ni mucho menos nativo de aquel lugar, sino que procedía de una estirpe sin mezcla de las tierras bajas escocesas. Pero un tío mío, Gordon Darnaway, después de pasar una juventud pobre y ruda y varios años en el mar, se había casado con una joven de las islas llamada Mary Maclean, que era la última superviviente de su familia. Cuando murió al dar a luz a una niña, Aros, la granja rodeada por el mar, pasó a manos de mi tío. Yo sabía muy bien que apenas le proporcionaba lo justo para vivir, pero era un hombre en quien se había cebado la desdicha y, agobiado como estaba ahora con la carga de la niña, temía emprender una vida nueva, por lo que se había quedado en Aros lamentándose de su destino. Los años fueron pasando en aquellas soledades sin depararle ayuda ni satisfacciones. Entretanto, nuestra familia agonizaba en las tierras bajas: los de esa raza no tenemos mucha suerte, y tal vez se contara mi padre entre los más afortunados, pues no solo fue de los últimos en morir, sino que dejó un hijo que llevase su apellido y un poco de dinero para mantenerlo. Yo estudiaba en la Universidad de Edimburgo y vivía bastante bien a mis expensas, aunque sin parientes ni amigos, cuando mi tío Gordon oyó hablar de mí en el monte Ross, en Grisapol. Y, como para él los lazos de sangre tenían mucha importancia, me escribió el mismo día que supo de mi existencia y me pidió que considerase Aros mi propia casa. Así fue como empecé a pasar las vacaciones en dicha parte del país, lejos de cualquier compañía y com

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Publicado el 28 de febrero de 2017 por Edu Robsy.
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