Descargar ePub «El Primer Día de Libertad», de Rosario de Acuña

Cuento


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Este texto, publicado en 1881, está etiquetado como Cuento.


  Cuento.
8 págs. / 14 minutos / 212 KB.
28 de agosto de 2019.


Fragmento de El Primer Día de Libertad

Por fin un día le canté, con todo el entusiasmo de mi juventud, sobre las altas ramas de un ciprés…estaba libre, ¡libre!, y mi canto resonaba en el árbol, emblema de la muerte… Desde mi jaula, por un descuido abierta, volé a aquel árbol, que dominaba a todos; aunque corto el trayecto, la fatiga me rindió y allí posé mi planta y canté a la libertad; el cielo era mío, no tenía más que tender las alas y mecerme en sus etéreas gasas; el horizonte era mío; batiendo el aire con mis plumas, cruzaría lomas, vegas, olivares y montes; el más allá para mí no existía; la tierra era mi mundo, el cielo mi techo, la creación mi jaula. ¡Hermosa libertad…! Tendí mis alas, un dolor agudísimo me obligó a recogerlas, ¿cómo es esto?, ¿con alas no he de poder volar? ¡Ay de mí!, ¡no podía, el hecho era bien cierto…! ¡Cómo volar con ellas, si las cien generaciones de mis antepasados y yo con ellos nunca hicieron uso de aquellos miembros que para volar nos dio el cielo…! ¡Fatalidad! ¿Tendré que volverme a ese mundo en caricatura donde pasé mi vida? ¿Será posible que siendo pájaro, tenga que ir a encerrarme en el estrecho recinto de un antro informe…? ¡No!, dije con un arranque de indomable valor, mi sitio es éste; si logro acostumbrarme a este mundo en que jamás viví, mis hijos serán libres; probemos; no yendo lejos, tal vez pueda volar… Tendí las alas; el poderoso esfuerzo de mi voluntad a quien la libertad aguijoneaba, me dio fuerzas y volé; un árbol grande al borde de un camino fue mi parada; el sol se alzaba majestuoso en medio del cenit y su fuego, cayendo en abrasadores rayos, tornaba el ramaje del árbol en ardiente recinto; mi pico se entreabría de calor y cansancio, tenía hambre también. ¿Dónde comer…? Busqué con la mirada, y nada; sin embargo, yo veía algunos pájaros más pequeños que yo, que desde larga distancia, venían a recoger algo que yo no veía sino cuando ellos lo levantaba; me fijé bien y comprendí mi desgracia, no veía como ellos…; es decir, ¡que no solo mis alas eran miembros inútiles, sino que mis ojos también!


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