Sin embargo, su míster Bovary (cuando no peón narrador sepultado en una antecámara del infierno, rufián y desenfrenado) me dejó, como letraherido, bobalicón. A Elvira, ¿la sirena que perturba a Odiseo?, la descrubrí consanguínea de María Iribarne, Susana San Juan o Ligeia, yo le aconsejearía prescibirle un Oliver Merllors (o bien clonazepan).
Sí. Ud. convirtió una situción fortuita, mínima pues, en algo pomposo: una montaña de palés (tarimas, acá) la transformó en un torre de Babel y me puso en jaque; pero en cuentos y novelas cortas, discúlpeme milord, el cierre abrupto por su «unidad de efecto», es mi droga. El cierre de la historia, dije. Cortar de tajo mis alas lectoras es preferible a darme plumas para intentar volar. ¿Acaso se escabulló de su pluma (autor) su narrador protagonista?
Cabe señalar, que de Milady de Winter conocemos sus maquinaciones, ¿pero de Elvira?, ¿qué? Sino: «Stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus».
Sinceramente,
@mceronmejia
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