Kim

Rudyard Kipling


Novela



Capítulo 1

¡Oh, vosotros que tomáis la senda angosta,
guiados por el fulgor del Tofet al Juicio Final!,
¡sed afables cuando «los gentiles» oran
a Buda en Kamakura!

«Buda en Kamakura»

Se encontraba, desafiando las leyes municipales, sentado a horcajadas en el cañón de Zam-Zamma, que estaba montado sobre una plataforma de ladrillo ubicada justo enfrente de la antigua Casa de las Maravillas, como llaman los nativos al museo de Lahore. Quien detenta el control de Zam-Zamma, el «dragón escupefuego», detenta el control del Punjab pues la gran pieza de bronce verde siempre es lo primero en el botín del conquistador.,

Kim tenía cierta justificación —había sacado de un puntapié al chico de Lala Dinanath del muñón—, ya que los ingleses detentaban el control del Punjab, y él era inglés. Pese a tener la piel tostada como cualquier nativo, pese a sentir preferencia por hablar la lengua vernácula y hablar su lengua materna con un vacilante sonsonete apocado, pese a relacionarse con los pequeños del bazar de igual a igual, Kim era blanco, un blanco pobre, pobre entre los pobres. La mujer de casta media que lo cuidaba (fumaba opio y fingía regentar una mueblería de artículos usados en la plaza donde aguardaban los coches de alquiler más baratos) contó a los misioneros que era la hermana de la madre de Kim. Sin embargo, la madre de Kim había sido niñera en la familia de un coronel y se había casado con Kimball O’Hara, joven sargento abanderado de los Maverick, un regimiento irlandés. Más adelante, O’Hara había empezado a trabajar para Ferrocarriles de Sind, Punjab y Delhi, y su regimiento regresó a casa sin él. Su esposa falleció víctima del cólera en Ferozepore, y O’Hara se dio a la bebida y se dedicó a ir dando tumbos como un holgazán con la criatura de tres años y mirada despierta. Las sociedades benéficas y los cap

Fin del extracto del texto

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.
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