La Marca de la Bestia

Rudyard Kipling


Cuento


Tus dioses y mis dioses: ¿sabes tú o sé yo
quiénes son más poderosos?

Proverbio indio

Al este de Suez, sostienen algunos, la Providencia deja de ejercer su control. Los hombres quedan sometidos al poder de los dioses y demonios de Asia, y la Iglesia anglicana se limita a supervisar a los ingleses tan sólo moderada y esporádicamente.

Esta teoría explica una parte de los horrores más innecesarios de la vida en la India, por eso me propongo ampliarla para contar esta historia.

Mi amigo Strickland, que es policía y buen conocedor de los nativos de la India, puede dar fe de los hechos que aquí van a relatarse. Dumoisa, nuestro médico, también presenció lo mismo que Strickland y yo presenciamos. Su interpretación de las pruebas, sin embargo, fue del todo errada. Ahora está muerto; murió de un modo bastante curioso y ya descrito en otro lugar.

Cuando Fleete llegó a la India, tenía algo de dinero y un poco de tierra en el Himalaya, cerca de un lugar llamado Dharamsala. Había heredado ambas cosas de un tío suyo, y tomó la firme decisión de conservarlas. Era un hombre grande, gordo, inofensivo y genial. Su conocimiento de los nativos era, naturalmente, limitado, y se quejaba de las barreras lingüísticas.

Bajó a caballo desde su propiedad en las montañas para pasar el Año Nuevo en el cuartel, y se alojó en casa de Strickland. La víspera de Año Nuevo se celebró una gran cena en el club, y la noche transcurrió excusablemente empapada en alcohol. Cuando los hombres se reúnen, llegados desde los más remotos rincones del Imperio, tienen derecho a alborotar un poco. De la frontera había llegado un contingente de aguerridos soldados que en todo un año no había visto ni veinte caras blancas y que a diario debía recorrer veinticinco kilómetros a caballo para cenar en el fuerte más próximo, a riesgo de recibir en el Jiber una bala en lugar de una copa. Supieron aprov

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Publicado el 5 de marzo de 2017 por Edu Robsy.
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