Descargar ePub «Excelencias de Madrid», de Serafín Estébanez Calderón

Crónica


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  Crónica.
8 págs. / 14 minutos / 190 KB.
20 de noviembre de 2020.


Fragmento de Excelencias de Madrid

Así en un pilar del puente,
enfaldándose las mangas,
don Crispín con voz ronquilla
al Manzanares hablaba;
iba a seguir relatando
sus aniegos, sus hazañas,
sus estragos y sus iras,
cuando miró...; no vio nada,
sino que el soberbio río,
que antes al mundo espantaba,
menguó tanto, que por verle
hubo de ponerse gafas.


Pero deja allá el Manzanares por invisible y desde allá vente por acullá al hermosísimo prado hollando siempre el césped y hermosa alfombra de las Delicias: una nube, un celaje como aquellos que rodeaban a Minerva en las visiones de Telémaco, te acercará con sus alas, empapándote en un polvo tan sutil y entremetido que te lo tentarás en lo más recóndito de la mollera, en el parénquima del pulmón, entre la laringe y la faringe, en el cristalino del ojo, en la concha de la oreja, en los trebejos y trompetilla del oído, y en la nariz te morderá tan vivamente la membrana pituitosa, que te contarás por estante en la Real Fábrica de Sevilla y que andas entre el vapor del tabaco cucarachero, más acre, ventoso y avinagrado que tenemos en los estancos. Esto es en cuanto a tu individuo mirado por dentro, que en lo tocante a las afueras, parecerás con tus vestiduras y sombrero a trozo informe de atún emborrizado, rebozado y espolvoreado con aquella harina bastarda, afrecho a cabezuela que levanta la cítola del molino. Pero si lo seco os daña, lo húmedo os hará mejor provecho, y para ello en pie juntillas saltemos en medio en medio del estrado del invierno: digo a pie puntillas, de arranque y como quien dice de golpe y voleo, porque en este país las estaciones no se truecan y declinan mansa e insensiblemente como para acostumbrar la frágil naturaleza humana a no dar al traste con tales violencias: no señor, entereza y vigor, cruja el parche y rompa el hilo por lo más enteco: no hay placer más subido como pasar de 25 grados sobre cero a 10 por bajo y todo en el espacio de doce horas. Pero ya tenéis ahí las lluvias, miradlas cual se columpian y descienden en madejas de plata, trayendo en pos de sí el aseo, la limpieza y la ablución general de tejados y plazas. Observad las calles y las veréis cubiertas de un líquido turbión y anegadizo que revela la topografía de la laguna Estigia, pero para que no os maculéis asaltad el andito enlosado de la calle. Ya esto es otra cosa: hollad con pie seguro y cierto que camináis sobre una nata o sémola que si aquí os escurre y dispara como cerbatana a pelotilla, allá os sorbe y chupa como boca golosa o dedo almibarado. Pero picad de firme y tirad los pies con brío y resueltamente, que de otro modo os pudiérais quedar plantados y sembrados repitiendo aquella vera historia del Dafne que se convirtió en laurel; pero como este país no lleva tal planta, os habríais de contentar con poder crecer hasta bojes, quejigos y alcornoques.


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