Tres Casos

Silverio Lanza


Cuento



Aunque los curanderos están perseguidos por las leyes, declaro que lo soy, y no extrañara á ustedes lo que voy á referir.

Primer caso

El Sr. D. José Zúñiga é Iriarte, individuo del Cuerpo diplomático, observa, á los dos meses de casado, que su esposa presenta síntomas de demencia. Los doctores P. y Q. recomiendan que la enferma se distraiga, y el Sr. Zúñiga viaja con su esposa.

Convencido de que su mujer se agrava, y teniendo noticia de mis prodigiosas curas, me dispensa el honor de su visita, y, de común acuerdo, voy el siguiente día á almorzar con el diplomático y con su esposa.

La señora está muy delgada, es rubia, tiene los ojos azules, la boca grande y el cutis finísimo. Se fatiga fácilmente y se distrae á menudo.

El Sr. Zúñiga me presenta como poeta y hombre de ciencia. Yo me hago el chiquitín, y la señora no me invita á recitar versos. Observo que hay un piano en el gabinete, suplico á la enferma que nos recuerde alguna obra de las aplaudidas en la última temporada de conciertos, y la señora de Zúñiga contesta con alguna acritud, que el piano está desafinado y que ella toca muy mal. Entablo conversación sobre las bellezas de Nápoles y de Colonia; pido á la esposa su opinión acerca de las orillas del Rhin y de los lagos de Suiza, y me contesta con monosílabos.

Empieza el almuerzo, y la señora reprende al criado porque los huevos están partidos á lo ancho y no á lo largo, y encarga que otra vez sirvan la Bechamel aparte. Las conversaciones se suspenden, y mi copa de vino se tambalea porque la señora de Zúñiga tira del mantel para acercarse el plato.

El sirviente presenta el pescado, y la señora lo rechaza de tal modo, que un lenguado cae sobre la alfombra, y el criado se excusa de no haber traído antes las pechugas á la Financiere.

La señora se serena un poco y me refiere que aquel Burdeos les cuesta á cincuenta reales la botella.

Llegamos sin novedad hasta el asado, y aparecen dos pollos enteros, que la señora se dispone á trinchar para lucir sus habilidades; pero un pollo está duro, el trinchante resbala y da en la vacía copa de Sauterne, que empuja la copa llena de Burdeos, cuyo liquido cae sobre el chantilly. En sentido contrario salta el pollo desde el plato á la falda de la señora de Zúñiga, y ésta se levanta con el rostro lívido, las corneas inyectadas de sangre y los dedos contraídos, y se retira á su habitación.

El Sr. Zúñiga no sabe que determinar, y yo propongo que vayamos á su despacho donde tomaremos el café.

Así lo hacemos, y se presenta una doncella diciendo que la señorita está indispuesta y se ha acostado.

—Por amor de Dios, no se vaya usted, porque ahora la vera con el ataque—me dijo Zúñiga.

—Usted perdone, pero ya tengo hecho mi juicio.

—¿Y qué?

—¿Usted está decidido á curarla?

—Desde luego.

—Pues dele usted azotes con observación.

—Supongo que hablara usted en serio.

—Y supone usted bien. Es el único medio de facilitar la acumulación de la sangre en el raquis.

—Pero es tan violento, que yo...

—Es cierto; pero supongo que no llamara usted á un practicante para que...

—Es verdad.

—Por supuesto, no ande usted bromeando y de usted fuerte.

—¡Qué compromiso!

—No olvide usted dárselos con observación, y en caso extremo me avisa usted.

—Pero, ¿cree usted que lograremos algo?

—Empeño á usted mi palabra, y adiós; usted con la enferma; y yo, á casa.

A las cuatro de la tarde recibí una tarjeta de Zúñiga en la que decía:

«Está resuelta á separarse de mí. ¿Qué hago?»

Y contesté:

«Aumente usted la dosis hasta que termine la crisis.»

A las diez de la noche, y en vista de que no recibía más noticias, envié á un criado de parte del presidente del Consejo, y le dijeron que el señor estaba en cama con un ligero catarro y que la señora le cuidaba.

Los señores de Zúñiga viven felices, y la esposase ha restablecido, gracias á la prescripción de un alienista extranjero.

Nota: No me han pagado la consulta ni me saludan cuando me ven.

Aforismo: La mitad de los locos estaban mal educados, y la otra mitad son cuerdos distinguidos.

Segundo caso

La señora doña María Gutiérrez, esposa de mi amigo D. Juan José Moreno, se presenta en mi casa y me suplica amoneste á su marido para que deje de fumar.

—¿Le perjudica, eh?

—Muchísimo. Antes solo fumaba una cajetilla al día; pero compro una boquilla para puros, se ha empeñado en culotarla y va para tísico á todo escape.

—No será tanto.

—Sí, señor. Usted entiende estas cosas mejor que una, y ya vera usted, señor Lanza, que chupado se está poniendo.

—¿Escupe mucho?

—Nunca, y dicen que eso es lo malo.

—Según. Y ¿qué vida lleva?

—Pues entra en el Banco de España á las ocho.

—¿Tan temprano?

—Sí, señor; son muy exigentes. A las doce almuerza allí y sale de la oficina á las seis. Da una vuelta y viene á casa á las siete; cenamos y se marcha otra vez al Banco.

—¿Al Banco?

—Sí, señor; lleva cuatro meses haciendo el balance.

—Y ¿á qué hora se retira?

—A la una.

—Pues es mucho trabajo.

—Mucho, pero el lo resiste; lo que le mata es el tabaco.

—¿Esta usted decidida á salvarle?

—¡Y tan decidida!

—Pues déjele usted que fume cuanto quiera; pero échele usted un brazo por encima del cuello, y fume usted con el.

—Eso es una broma.

—Hablo en serio.

—Y ¿usted cree?...

—Haga usted la prueba.

A los dos días se había terminado el balance, y al mes Juan José estaba gordo.

Nota: La señora no ha vuelto á hablarme de este asunto, y sigue sin pagarme.

Aforismo: El fumar perjudica cuando se escupe fuera de casa.

Tercer caso

Sr. D. Silverio Lanza.—Muy señor mío. Enterada de las notables curas que usted realiza, le ruego tenga la bondad de pasar á visitarme para consultarle acerca de una dolencia que me preocupa.

Soy su afectísima servidora, q. b. s. m., Josefina Luque de Aranaz, viuda de Del Valle, condesa de Safo.


Señora doña Josefina Luque, viuda de Del Valle.—Muy señora mía: Ruego á usted tenga la bondad de honrarme con su visita, porque me es imposible abandonar mi despacho.

Me tiene usted á sus ordenes desde las seis de la mañana hasta las doce de la noche.

Soy su afectísimo seguro servidor, que sus pies besa, Silverio Lanza.


—¿Da usted su permiso?

—Adelante.

—La señora condesa de Safo.

—Que pase esa señora.

Llego á la puerta del despacho, saludo ¿1 la condesa, la cojo de una mano y la aproximo á un sillón, donde se sienta.

—Usted será tan buena que me perdone mi descortesía, pero el trabajo me agobia.

—Yo temía que aquí no le fuera fácil...

—Usted dirá, señora.

—Yo sé que usted cura á muchos desahuciados.

—No, no; lo que hago es evitar que molesten á los médicos las personas que están sanas.

—Pues yo estoy enferma.

—Permítame usted que lo dude. Tiene usted buen semblante.

—Porque ahora estoy agitada.

—Pues tranquilícese usted y expóngame sus molestias si le merezco confianza.

—Sí, señor; confianza completa.

—Muchas gracias.

—Todo mi mal está en el corazón.

—¿Qué nota usted?

—Que unas veces palpita muy deprisa y otras muy despacio.

—¿Ha notado usted si esas palpitaciones se aceleran después de comer?

—No, señor; la digestión no influye.

—¿Y después de un movimiento brusco?

—Tampoco.

—¿Tiene usted alguna pena grave?

—No, señor.

—¿Usted es viuda?

—Si; pero enviude hace tiempo.

—¿Y su familia de usted no le ha producido algún disgusto?

—No, señor; nos tratamos poco. En estos meses pasados he tenido con asma á un pariente, que es con quien tengo mayor intimidad y á quien he asistido.

—Pero, ¿se ha repuesto?

—Sí, señor; me escribe diciéndome que se halla mejor.

—¿Tiene usted la bondad de ponerse en pie?

—¿Así?

—Sí, señora. Levante usted el brazo izquierdo... Está bien... ahora el derecho... Perfectamente. Inclínese usted como si fuese á coger un objeto del suelo... Muy bien, señora. Échese usted hacia atrás como mirando al techo. Basta, es suficiente.

—Y ¿qué opina usted?

—Que dentro de siete meses tendrá usted un hijo.

La condesa se retiro indignada, y, al salir del despacho, me miro con desprecio diciéndome:

—Miente usted.

—Y tenía razón, porque á los siete meses tuvo una niña.

Nota. La condesa advierte á todo el mundo que soy un grosero. Y no me ha pagado la visita.

Aforismo: El asma y los embarazos suelen depender de afecciones del corazón.


Publicado el 28 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.
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