Libro gratis: Las Golondrinas
de Teodoro Baró


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Cuento infantil


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Las Golondrinas

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Fragmento de «Las Golondrinas»


¡Madre, madre! ¡Pi, pi, pi!
¿Hay comida para mí?
 

Mientras llegaba el feliz momento, las golondrinas permanecían en sus nidos sin que nadie las molestara, pues Isidro había dicho a sus hijos que las golondrinas purifican la atmósfera comiéndose los insectos y alegran el ánimo con su vuelo y su canto, sin pedir, en cambio, otra cosa al labriego sino que las permita embellecer su morada colgando sus nidos debajo de las ventanas y de los aleros. Si queremos ser exactos, hemos de decir que había quien molestaba a los pájaros, que si de día estaban tranquilos, en cambio muchas veces veían interrumpido su sueño durante la noche. Entonces asomaban la cabeza fuera del agujero del nido; abrían sus negros, brillantes y redondos ojos y decían:

—¡Dichoso perro!

El dichoso perro se llamaba Inquieto, nombre que le habían puesto porque no podía estarse un momento parado. Cuando tomaba el sol, tendido en la era, daba guerra a las moscas y mosquitos pegando dentelladas por cogerlos, y al dormir gruñía por no estarse callado. Si por casualidad veía un gato, echaba a correr tras él ladrando como un desesperado. En cuanto atisbaba un pájaro, de un salto procuraba darle alcance; pero mayor era la rapidez del pájaro en escapar que la de Inquieto en acometerle. Al verse burlado se paraba al pie del árbol donde aquél se había refugiado, escarbaba la tierra, y entre gruñidos y ladridos se pasaba buen rato, hasta que se había cansado tontamente. Pero todo esto nada era comparado con lo que ocurría al ver la luna. El perro la tenía guerra declarada y la ladraba hasta desgañitarse; y lo más chistoso era que creía intimidarla, pues cuando la luna estaba en el cuarto menguante y perdía su redondez hasta desaparecer, decíase que se había espantado de sus ladridos y que no se atrevía a asomarse por encima de las montañas. Su vanidad veíase contrariada cuando la luna entraba en el cuarto creciente, y entonces vuelta otra vez a los ladridos, a las carreras y a los saltos por cogerla; pues nada menos que coger la luna se había propuesto Inquieto.


5 págs. / 9 minutos.
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Publicado el 19 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.


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