Libro gratis: La Aflicción de un Viejo Presidiario
de Pierre Loti


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Cuento


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La Aflicción de un Viejo Presidiario

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Edición física


Fragmento de «La Aflicción de un Viejo Presidiario»

Aquí, recuerdo textualmente las palabras de Yves:

—¡Pobre gorrión! Como comida tenía en su jaula un trocito de ese pan gris que se da en las cárceles. Pero parecía encontrarse contento pese a todo; daba saltitos como cualquier otro pájaro.

Unas horas después, cuando se abordaba el buque y los presidiarios iban a embarcar en éste para el largo viaje, Yves, que se había olvidado del viejo, pasó por casualidad cerca de él.

—Tenga, cójala usted —le dijo con una voz cambiada, tendiéndole la jaula— tal vez pueda servirle para algo, o le guste…

—¡No, por supuesto! —le agradeció Yves—. Tiene que llevársela, ya sabe. Él será su pequeño compañero allá…

—¡Oh! —exclamó el viejo— él ya no está dentro… ¿No lo sabía? Él ya no está…— Y dos lágrimas de indecible aflicción le corrían por las mejillas.

Durante un vapuleo de la travesía, la puerta se había abierto, el gorrión se había asustado, se había escapado e inmediatamente después había caído al mar porque tenía un ala cortada. ¡Oh! ¡qué momento de horrible dolor! ¡Verlo forcejear y morir, arrastrado por la rápida estela del barco, y no poder hacer nada por él! En un primer momento y en un impulso muy natural, había querido gritar, pedir socorro, dirigirse incluso al mismo Yves, suplicarle… Impulso que detuvo de inmediato la reflexión, la consciencia inmediata de su degradación personal: un viejo miserable como él, ¿quién se habría apiadado de su gorrión? ¿quién habría escuchado siquiera su ruego? ¿Cómo se le podía ocurrir que detendrían el barco para repescar un gorrión que se estaba ahogando, un pobre gorrión de un presidiario? ¡Qué sueño tan absurdo!… Entonces había permanecido en silencio en su sitio, mirando cómo se alejaba sobre la espuma del mar el cuerpecillo gris que seguía bregando; se había sentido horriblemente solo, para siempre, y gruesas lágrimas, lágrimas de desesperanza solitaria y suprema le nublaban la vista, mientras que el joven de las gafas, su compañero de cadena, reía de ver a un viejo llorar.


3 págs. / 5 minutos.
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Publicado el 29 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.


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