Libro gratis: La Tierra es un Ángel
de Armando Palacio Valdés


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La Tierra es un Ángel


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Fragmento de «La Tierra es un Ángel»

—Todo eso estaría muy bien—respondí—si la Tierra tuviera conciencia de sí misma.

—Y ¿por qué no ha de tenerla? No será una conciencia individual como la nuestra, pero la tendrá colectiva. Habituados nosotros a la relación y al choque con las conciencias individuales, y observando la unidad que en nuestro interior se ofrece, nos cuesta enorme trabajo suponer que existe otro género de conciencia. Y, sin embargo, a cada momento se nos presenta en la vida. ¿Por qué separamos en una sociedad la intención de ella de la de los individuos que la componen, y decimos, como aquel inglés, «la cabilda, mala; la canóniga, buena»? Y con la nación inglesa constantemente hacemos la misma distinción: decimos que los ingleses suelen ser hombres generosos, caritativos, rectos en su proceder, mientras Inglaterra es la más egoísta y pérfida de las naciones. Pero aún hay más; esta conciencia individual que en nosotros observamos, y de la cual estamos tan ufanos, acaso sea, en último término, también una conciencia colectiva; porque así como nuestro cuerpo se halla compuesto por innumerables células, que todas tienen su voluntad y su iniciativa, así nuestro espíritu puede haberse formado por la agregación de muchos espíritus. La experiencia parece que nos lo está diciendo. En el carácter de cada hombre se hallan unidos los rasgos del carácter de sus abuelos; en los instantes sucesivos de su vida parece que todos ellos van asomando la cabeza uno en pos de otro. Cada ser, según su importancia, tendrá una conciencia más o menos vasta. No negamos que una sociedad tiene su conciencia, que una nación la posee, pero nos irrita que se diga lo mismo de un planeta. Figurémonos que un ser inmensamente mayor que nuestra Tierra la haya venido observando desde que se desprendió del Sol en estado gaseoso, y la siga observando hasta que perezca, bien por virtud de una catástrofe, o porque la vida desaparezca de ella, y su materia, por incesante radiación, se pierda en el éter. Figurémonos que este ser guarda la misma relación con nosotros que un naturalista con un pequeño y efímero animal. Cuando nuestro planeta hubiera desaparecido, este ser, este gran naturalista, ¿no guardaría de él un recuerdo claro y preciso, como el pequeño naturalista lo guarda del pequeño animal? ¿No podría definir su carácter, sus tendencias, el lugar que ocupa en el escalafón de los seres, su grado de espiritualidad, sus cualidades y sus deficiencias? Las conciencias de los seres que existen dentro de nosotros forman nuestra conciencia, nuestras conciencias forman la conciencia de nuestra raza, las conciencias de nuestras razas forman la del planeta, las de los planetas forman la del sistema solar..., y así sucesivamente hasta llegar a la conciencia absoluta, que no puede ser otra que la del gran Universo. La constitución de este Universo es idéntica en toda su extensión. Así como en nosotros, no sólo cada sensación, sino cada conciencia de una sensación contribuye a formar una mayor conciencia que llamamos yo, así nuestras conciencias individuales contribuyen a formar la conciencia de nuestro país, la de nuestra raza, la de nuestro planeta.


5 págs. / 10 minutos.
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Publicado el 26 de octubre de 2020 por Edu Robsy.


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