Libro gratis: Los Canastos
de Clemente Palma


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Cuento


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Los Canastos

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Este texto forma parte del libro «Cuentos Malévolos».

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Fragmento de «Los Canastos»

Iba yo una tarde caminando, con mi pipa en la boca, por un largo y estrecho puente. Un carretero sordo llamado Vassielich seguía el mismo camino que yo, conduciendo en su carro más de veinte canastos de pescado fino, que diferentes dueños le habían comisionado que llevara al mercado para la venta del siguiente día. El carro, a causa de la curvatura del puente, se inclinaba hacia el borde derecho, pero no había peligro de que cayese, porque el pretil era suficientemente alto para impedir la caída. Con todo, hubiera querido darle un buen susto a Vassielich. Creedme que no soy malo, pero deseaba con toda mi alma darle un susto, aunque no fuera sino arrojarle con carreta y todo al río. De repente, la cuerda que sujetaba los canastos rompió o desató… A fe que sentí un vuelco en el corazón. El puente es estrecho y largo, el carro caminaba despacio y saltaba mucho, el suelo del puente tiene una inclinación sensible del centro hacia los bordes… A los pocos segundos, ¡pum!, uno de los canastos se desprendió, cayó pesadamente sobre el pretil y desde allí se precipitó al río. Lo vi caer y una voz muy débil murmuraba dentro algo así como: «avisa a ese infeliz carretero que su carga se va al río». Pero el invierno me gritaba más alto: «cállate, hombre, y limítate a mirar, ¿no es curioso y entretenido ver caer veinte canastos, uno detrás de otro, como una manada de estúpida; carneros?» Y la verdad es que preferí esto. Cierto que Vassielich, un buen hombre que jamás me había hecho daño alguno, iba a sufrir mucho con esta desgracia, pero ¿a mí qué me importaba?, ¿perdía yo algo con el desastre de Vassielich? No; al contrario, ganaba una diversión durante el trayecto del puente, que tiene unos cien metros de largo. Callé y vi caer la segunda canasta, luego la tercera y la cuarta, y la quinta y otras muchas. El pobre Vassielich, sea porque fuera sordo, o porque iba distraído, no advirtió el ruido delicioso de los canastos al romper la superficie ondulosa del río, haciendo saltar chorros de espuma. El caballo advirtió mejor lo que pasaba, pues, al sentir el carro menos pesado, aligeró el paso. Cuando llegamos al término del puente, corrí hacia la carreta:


3 págs. / 6 minutos.
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Publicado el 14 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.


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