Libro gratis: Novela
de Stendhal

Era imposible olvidar aquel rostro sublime cuando se había visto una vez, pero también hay que decir que los vulgares y prosaicos no lo habían visto nunca. A ellos solo les parecía singular; no obstante, a su pesar, y aún más a pesar de ella, los impresionaba, y no se privaban de vengarse de ello llamándola «singular».

La duquesa dejaba que dijesen lo que quisieran, pero no era ni a una cabeza tan clara como la suya ni a un alma de aquel temple a los que iban a pasarle inadvertidos los méritos de Bianca.

Se regía por igual la duquesa de Empoli por dos necesidades, la de amar y la de dominar. Sintió adoración por su cuñada, hizo de ella su esclava, la mató con sus imprudencias y ahora tanto lamentaba aquella pérdida que vivía envenenada. El tiempo, que tanto imperio tiene sobre las penas vulgares, parecía haber perdido todo poder sobre esa alma tenaz. Toda Bolonia admiraba aquella constancia y aquella fidelidad al sepulcro. Veían a la duquesa más resignada, pero la herida le seguía sangrando en lo hondo del corazón; y lo que demuestra la nobleza de su alma es que era ante todo por remordimiento por lo que parecía tener siempre presente la imagen de su primera amiga. Si hubiera dejado por un momento de reprocharse aquella pérdida, le habría parecido que incurría voluntariamente en la culpa de esa muerte; y, de hecho, aquella muerte tan llorada era fruto de una de esas desdichadas casualidades que suceden a veces en sociedad y de la que cualquiera que no fuese la duquesa se habría olvidado pasados unos meses. Aquel dolor, que exhibió en sociedad con las manifestaciones más aparatosas, parecía no mitigarse hasta cierto punto más que cuando estaba con la condesa. Por ser ambas muy desdichadas desde hacía tiempo, la señora de Empoli quiso a Bianca porque podía hablarle con total libertad de su primera amiga. Ahora, tenerla a su lado, poder en cualquier momento dar con ella una vuelta por el jardín, le era necesario para ser feliz.