Libro gratis: Un Parecido
de Emilia Pardo Bazán


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Cuento


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Un Parecido

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Fragmento de «Un Parecido»

—¿De mujeres? ¡Siempre! —afirmó el vizconde de Tresmes, el cual, según malas lenguas, tenía un pasado asaz borrascoso—. ¿Qué otra cosa merece la pena de discutirse en este mundo?

—Entonces, pleito ganado —insistió Donato recalcándose en la butaca—. ¿Sostienen ustedes que la hermosura de determinada mujer es la causa de los sentimientos especiales que esa mujer nos inspira?

—¿Pues qué había de ser? —repuso Tresmes—. ¿Su fealdad? O es hermosa, o hermosa la creemos, y de esa belleza nos enamoramos… , más o menos… ¡Que en eso cabe una escala infinita de grados y matices!

—Oigan —suplicó Donato— no mis razones, sino la historia muy verdadera de un amigo mío que se ha muerto en el extranjero, porque no logrando aliviarse de un delito amoroso, se dedicó a viajar, y en Roma una fiebre palúdica, lo que allí conocen por malaria, le curó la enfermedad de vivir.

Mi amigo era el hijo de segundas nupcias de un señor bastante rico. Los otros, fruto del primer tálamo, le adoraban y le ampararon como padre cuando todos quedaron huérfanos. Casóse el mayor de sus hermanos con una señorita llamada Jacinta, y mi amigo Marcelo le diremos, por no divulgar su verdadero nombre, fue a vivir a Madrid con el nuevo matrimonio, para terminar la carrera de arquitecto. Era «muy bella» la cuñadita Jacinta —ya ven ustedes que me sirvo de lenguaje usual—, y Marcelo, un día tras otro, confianza va y halago viene, se prendó de Jacinta con la pasión más tirana. Cuando comprendió su estado, cuando interpretó su afán, se horrorizó de una inclinación tan culpable y se propuso esconderla, como se esconde la mancha y la vergüenza, y no dejar asomar por ningún resquicio ni reflejos de la hoguera que le consumía la médula de los huesos. Y hubiese cumplido su propósito, a no suceder cosa más terrible aún: que la señora, objeto de tan reprobable afición, o porque la adivinó o porque se contagió con ella sin adivinarla, al cabo dio en padecer del mismo achaque, y menos cauta, lo descubrió con indicios tan claros, que Marcelo, sintiéndose débil y vencido antes de pelear, apeló a poner tierra en medio… Dijo a su hermano que se encontraba enfermo, y esto no era sino relativa mentira, y que necesitaba respirar, por receta del médico, aires puros, aires de campo; y el hermano, solícito y compadecido, le envió a un cortijo que había heredado de su suegro, y que por encontrarse en lo más florido y frondoso de la serranía de Córdoba y ser entonces el mes de abril, debía de estar convertido en vergel delicioso.


4 págs. / 8 minutos.
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Publicado el 26 de octubre de 2020 por Edu Robsy.


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