Proemio
Cazando en Lesbos, en un bosque consagrado a las Ninfas, vi lo más
lindo que vi jamás: imágenes pintadas, historia de amores. El soto, por
cierto, era hermoso, florido, bien regado y con mucha arboleda. Una sola
fuente alimentaba árboles y flores; pero la pintura era más deleitable
que lo demás: de hábil mano y de asunto amoroso. Así es que no pocos
forasteros acudían allí, atraídos por la fama, a dar culto a las Ninfas y
a ver la pintura. Parecíanse en ella mujeres de parto, otras que
envolvían en pañales a los abandonados pequeñuelos, cabras y ovejas que
les daban de mamar, pastores que de ellos cuidaban, mancebos y rapazas
que andaban enamorándose, correría de ladrones y algarada de enemigos.
Otras mil cosas, y todas de amor, contemplé allí con tanto pasmo, que
me entró deseo de ponerlas por escrito; y habiendo buscado a alguien
que me explicase bien la pintura, compuse estos cuatro libros, que
consagro al Amor, a las Ninfas y a Pan, esperando que mi trabajo ha de
ser grato a todos los hombres, porque sanará al enfermo, mitigará las
penas del triste, recordará de amor al que ya amó y enseñará el amor al
que no ha amado nunca; pues nadie se libertó hasta ahora de amar, ni ha
de libertarse en lo futuro, mientras hubiere beldad y ojos que la miren.
Concédanos el Numen que nosotros mismos atinemos otros.
Libro primero
Ciudad de Lesbos es Mitilene, grande y hermosa. La parten canales,
por donde entra y corre la mar, y la adornan puentes de lustrosa y
blanca piedra. No semeja, a la vista, ciudad, sino grupo de islas. A
unos doscientos estadios de Mitilene, cierto rico hombre poseía
magnífica hacienda, montes abundantes de caza, fértiles sembrados,
dehesas y colinas cubiertas de viñedo: todo junto a la mar, cuyas ondas
besaban la arena menuda de la playa.
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