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Los Dos Amigos

Fernán Caballero


Cuento


Lanzaba el sol sus ardientes rayos sobre una llanura de Andalucía, árida y estéril. No corrían por ella ríos ni arroyos, secas yacían las flores y tiernas plantas de la primavera; sólo verdegueaban allí algunos espinos, lentiscos y aloes, cuya dureza resiste el rigor de las estaciones. Un furioso levante formaba nubes de polvo, ardiente como lava de volcán. —El cielo puro y el día claro parecían sonreírse al dar tormentos a la tierra. —Sólo los ganados del país, con su dura piel, y el animoso e impasible español, que desprecia todo padecimiento físico, podían tolerar aquella encendida atmósfera; ellos, durmiendo, y él, cantando!

Veíanse sobre esta llanura el 20 de Agosto de 1782 las muestras de un reciente combate; caballos muertos, armas rotas, plantas pisadas y teñidas de sangre. —A lo lejos desfilaba en buen orden un destacamento inglés. — A otro lado, el comandante de un escuadrón español ocupábase en formar sus impacientes soldados y sus caballos fogosos, para perseguir a los ingleses, que, inferiores en número, se retiraban con la calma de vencedores.

En el que había sido campo de batalla, un joven, sentado en una piedra al pie de un acebuche, apoyaba en el tronco su pálido rostro; mientras que otro joven, en cuya fisonomía se manifestaba la más violenta desesperación, arrodillado a sus pies, procuraba detener con un pañuelo la sangre que le corría del pecho por una ancha herida.

—¡Ah, Félix, Félix! —exclamaba con la mayor angustia—. ¡Vas a morir, y por mi causa! Has recibido en tu fiel pecho el golpe que me estaba destinado. ¿Por qué, generoso amigo, me libraste de una gloriosa muerte, para entregarme a una vida de desesperación y de dolor?


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9 págs. / 16 minutos / 104 visitas.

Publicado el 28 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Los Dos Caballeros de Verona

William Shakespeare


Teatro, comedia


Acto Dramatis personae

EL DUQUE [de Milán], padre de Silvia
VALENTÍN
PROTEO, los dos caballeros [de Verona]
ANTONIO, padre de Proteo
TURIO, necio [pretendiente de Silvia]
EGLAMOR, cortesano milanés que ayuda a [Silvia en su fuga]
RAUDO, [paje] de Valentín
LANZA, [criado] de Proteo
PANTINO, criado de Antonio
EL POSADERO [de la hostería de Milán] donde se hospeda Julia
LOS BANDIDOS [capitaneados por] Valentín
JULIA, [dama de Verona] amada de Proteo
SILVIA, [hija del duque] amada de Valentín
LUCETA, doncella de Julia
Criados, músicos.

Acto I

Escena I

Entran VALENTÍN y PROTEO.

VALENTÍN.
No intentes persuadirme, amable Proteo.
Los jóvenes caseros tienen mentes caseras.
Si tu amor juvenil no te encadenase
al dulce mirar de tu adorada,
te rogaría que vinieses conmigo
a ver las maravillas del gran mundo
y no quedarte aquí, emperezado,
consumiendo tu ociosa juventud.
Pero, ya que amas, ten suerte en tu amor,
como yo quisiera, si a amar fuese yo.

PROTEO.
¿Te vas? Adiós, querido Valentín.
Recuerda a tu Proteo si en tus viajes
vieras algo notable y singular.
Deséame que comparta tu ventura
cuando seas venturoso, y en el peligro
—si alguna vez el peligro te rodea—
encomienda tu azar a mis plegarias,
pues seré tu intercesor, mi Valentín.

VALENTÍN. ¿Y rezarás por mí en un libro de amor?

PROTEO. Rezaré por ti en un libro que amo.

VALENTÍN.
En la historia trivial de un amor profundo:
cómo Leandro cruzó a nado el Helesponto.

PROTEO.
Profunda historia de un amor profundo,
pues su amor le llegaba hasta el pecho.

VALENTÍN.
Cierto, y tu amor te llega hasta la cejas
sin haber cruzado nunca el Helesponto.


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52 págs. / 1 hora, 31 minutos / 349 visitas.

Publicado el 7 de marzo de 2018 por Edu Robsy.

Los Dos Cerdos

José Fernández Bremón


Cuento


—Señor —me dijo una pobre mujer, dejando su periódico—, ¿qué es eso del hipnotismo? No acabo de entenderlo.

—Se han escrito acerca de ello muchos libros, que cuentan maravillas seriamente; pero como usted no los comprendería, diré en términos claros lo que puede y debe usted entender. Un sabio le propone a usted dormirla con la voluntad y la mirada: si usted acepta, toma asiento; el profesor fija en usted la vista y la adormece; en ese estado le da a usted una orden, que no oye usted, pero que, sin querer y necesariamente, cumple usted al despertar.

—¿Y si me manda que mate?

—Mata usted; y si le ordena que robe, roba usted. Aún hay más. Un sabio dijo a un durmiente hipnotizado: «Quiero que mañana te salga una ampolla en el cogote»; y el cogote obedeció la orden, y salió al día siguiente la vejiga: de modo que, no sólo obedece el paciente con sus acciones, sino los miembros de su cuerpo, curándose si están enfermos, y hasta marcando si es preciso una inscripción sobre la espalda, según refiere un profesor de Montpellier.

—¿Tales milagros se ejecutan?

—¿Quiere usted que la duerma y ordene a sus narices que se caigan a la hora que usted guste?

—¡No, por Dios!

—Lo remediaríamos con otro sueño hipnótico, en que, a mi voz de mando, brotaría bajo su frente otra nariz tan linda como la que luce usted en esa cara. Como que trato de abrir un salón de compostura y embellecimiento de personas, a precios arreglados: desfiguración de rostros para huir de la Justicia o acreedores, brote de cabellos en las calvas y cambio de atractivos a los descontentos de su físico.

—¿Eso hará usted?

—He hecho más: he convertido en cerdo a un hombre, como verá usted en la historia que voy a referir: no supongo que la nieguen esos sabios: yo les he creído, y en correspondencia deben creerme a pie juntillas. O se tira de la manta para todos o para ninguno.


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Dominio público
5 págs. / 9 minutos / 17 visitas.

Publicado el 1 de agosto de 2024 por Edu Robsy.

Los Dos Compañeros de Viaje

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Las montañas no se encuentran nunca, pero los hombres se encuentran, y con mucha frecuencia los buenos con los malos. Un zapatero y un sastre se encontraron frente a frente en sus viajes o correrías por su país. El sastre era un hombre bajito, muy alegre y de muy buen humor. Vio venir hacia él al zapatero, y conociendo su oficio por el paquete que llevaba debajo del brazo, se puso a cantar una canción burlesca:

Procura que tus puntadas
queden bien aseguradas;
poco a poco estira el hilo
porque no queden en vilo.

Pero el zapatero, que no entendía de chanzas, puso una cara como si hubiera bebido vinagre: parecía que iba a saltar encima del sastre. Por fortuna, nuestro hombre le dijo, riendo y presentándole su calabaza:

—Vamos, eso era una broma; echa un trago para apagar la bilis.

El zapatero bebió un trago, y el aire de su rostro cambió un poco en la apariencia. Devolvió la calabaza al sastre, diciéndole:

—No me he querido negar a vuestra invitación: he bebido por la sed presente y por la sed futura. ¿Queréis que viajemos juntos?

—Con mucho gusto, dijo el sastre, siempre que vayamos a alguna gran ciudad, donde no falte trabajo.

—Esa es mi intención, dijo el zapatero; en los lugares pequeños no hay nada que hacer: las gentes van con los pies descalzos.

Y comenzaron a caminar juntos a pie, como los perros del rey.

Ambos tenían más tiempo que perder que dinero que gastar. En todas las ciudades donde entraban, visitaban a los maestros de sus oficios, y, como el sastrecillo era un muchacho muy guapo y de muy buen humor, le daban trabajo con mucho gusto, y aún a veces la hija del maestro le daba además algún que otro apretón de manos por detrás de la puerta. Cuando volvía a reunirse con su compañero, su bolsa era siempre la más repleta. Entonces el zapatero, gruñendo siempre, se ponía aún más feo, refunfuñando por lo bajo:


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Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Los Dos Consolados

Voltaire


Cuento


Decia un dia el gran filósofo Citofilo á una dama desconsolada, y que tenia sobrado motivo para estarlo: Señora, la reyna de Inglaterra, hija del gran Henrique quarto, no fué ménos desgraciada que vos: la echáron de su reyno; se vió á pique de perecer en el océano en un naufragio, y presenció la muerte del rey su esposo en un patíbulo. Mucho lo siento, dixo la dama; y volvió á llorar sus desventuras propias.

Acordaos, dixo Cilofilo, de María Estuardo, que estaba honradamente prendada de un guapo músico que tenia excelente voz de sochantre. Su marido mató al músico; y luego su buena amiga y pariente, la reyna Isabel, que se decia doncella, le mandó cortar la cabeza en un cadahalso colgado de luto, después de haberla tenido diez y ocho años presa. ¡Cruel suceso! respondió la señora; y se entregó de nuevo á su afliccion.

Bien habréis oido mentar, siguió el consolador, á la hermosa Juana de Nápoles, que fué presa y ahorcada. Una idea confusa tengo de eso, dixo la afligida.

Os contaré, añadió el otro, la aventura sucedida en mi tiempo de una soberana destronada despues de cenar, y que ha muerto en una isla desierta. Toda esa historia la sé, respondió la dama.


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1 pág. / 2 minutos / 309 visitas.

Publicado el 4 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Los Dos Hermanitos

Hermanos Grimm


Cuento infantil


El hermanito cogió de la mano a su hermanita y le habló así:

— Desde que mamá murió no hemos tenido una hora de felicidad; la madrastra nos pega todos los días, y si nos acercamos a ella nos echa a puntapiés. Por comida sólo tenemos los mendrugos de pan duro que sobran, y hasta el perrito que está debajo de la mesa, lo pasa mejor que nosotros, pues alguna que otra vez le echan un buen bocado. ¡Dios se apiade de nosotros! ¡Si lo viera nuestra madre! ¿Sabes qué? Ven conmigo, a correr mundo.

Y estuvieron caminando todo el día por prados, campos y pedregales, y cuando empezaba a llover, decía la hermanita:

— ¡Es Dios y nuestros corazones que lloran juntos!

Al atardecer llegaron a un gran bosque, tan fatigados a causa del dolor, del hambre y del largo camino recorrido, que, sentándose en el hueco de un árbol, no tardaron en quedarse dormidos.

A la mañana siguiente, al despertar, el sol estaba ya muy alto en el cielo y sus rayos daban de pleno en el árbol. Dijo entonces el hermanito:

— Hermanita, tengo sed; si supiera de una fuentecilla iría a beber. Me parece que oigo el murmullo de una.

Y levantándose y cogiendo a la niña de la mano, salieron en busca de la fuente. Pero la malvada madrastra era bruja, y no le había pasado por alto la escapada de los niños. Deslizándose solapadamente detrás de ellos, como sólo una hechicera sabe hacerlo, había embrujado todas las fuentes del bosque. Al llegar ellos al borde de una, cuyas aguas saltaban escurridizas entre las piedras, el hermanito se aprestó a beber. Pero la hermanita oyó una voz queda que rumoreaba: «Quién beba de mí se convertirá en tigre; quien beba de mí se convertirá en tigre». Por lo que exclamó la hermanita:

— ¡No bebas, hermanito, te lo ruego; si lo haces te convertirás en tigre y me despedazarás!

El hermanito se aguantó la sed y no bebió, diciendo:

— Esperaré a la próxima fuente.


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4 págs. / 7 minutos / 100 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Los Dos Hermanos

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Éranse una vez dos hermanos, rico uno, y el otro, pobre. El rico tenía el oficio de orfebre y era hombre de corazón duro. El pobre se ganaba la vida haciendo escobas, y era bueno y honrado. Tenía éste dos hijos, gemelos y parecidos como dos gotas de agua. Los dos niños iban de cuando en cuando a la casa del rico, donde, algunas veces, comían de las sobras de la mesa.

Sucedió que el hermano pobre, hallándose un día en el bosque, donde había ido a coger ramas secas, vio un pájaro todo de oro, y tan hermoso como nunca viera otro semejante. Cogió una piedra y se la tiró, pero sólo cayó una pluma, y el animal escapó volando. Recogió el hombre la pluma y la llevó a su hermano, quien dijo:

— Es oro puro —y le pagó su precio.

Al día siguiente encaramóse el hombre a un abedul, para cortar unas ramas. Y he aquí que del árbol echó a volar el mismo pájaro, y al examinar el hombre el lugar desde donde había levantado el vuelo, encontró un nido, y, en él, un huevo, que era de oro. Recogió el huevo y se lo llevó a su hermano, quien volvió a decir:

— Es oro puro —y le pagó su precio. Pero añadió—: Quisiera el pájaro entero.

Volvió el pobre al bosque, y vio de nuevo el ave posada en el árbol. La derribó de una pedrada y la llevó a su hermano, quien le pagó por ella un buen montón de oro.

— Ahora ya tengo para vivir —pensó el hombre, y se fue a su casa muy satisfecho.

El orfebre, que era inteligente y astuto, sabía muy bien qué clase de pájaro era aquél. Llamó a su esposa y le dijo:

— Ásame este pájaro de oro, y pon mucho cuidado en no tirar nada, pues quiero comérmelo entero yo solo.


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5 págs. / 9 minutos / 235 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Los Dos Hermanos y el Oro

León Tolstói


Cuento


En tiempos lejanos cerca de Jerusalem vivían dos hermanos bien avenidos, el mayor se llamaba Atanasio y el menor Juan. Vivían sobre una colina, no lejos de la ciudad, y se alimentaban de lo que les daba la gente. Todos los días los pasaban en el trabajo. No tenían su propio trabajo sino el de los pobres. Allí donde hubiera tareas dificultosas, donde hubiera enfermos, huérfanos y viudas, allí iban los hermanos y trabajaban sin paga. Así pasaban los hermanos separados toda la semana y solo los sábados por la tarde volvían a su morada. Únicamente los domingos permanecían en casa rezando y conversando. Y el ángel del Señor descendía a su morada y los bendecía. Los lunes se iban cada uno por su lado. Así vivieron los hermanos muchos años y cada semana el ángel del Señor descendía a su vivienda y los bendecía.

Un lunes, cuando los hermanos iban al trabajo y ya se habían separado en distintas direcciones, al hermano mayor, Atanasio, le dió pena separarse de su querido hermano y se detuvo y lo observó. Juan iba con la cabeza gacha por su camino y no miró atrás. Pero de repente Juan también se detuvo y como viendo algo, haciéndose sombra con la mano, se puso a mirar fijamente allí. Entonces se acercó a lo que miraba y después saltó de repente hacia un lado y, sin girarse, se puso a correr colina abajo y colina arriba, alejándose de ese sitio, como si una fiera lo persiguiera corriendo. Atanasio se sorprendió y volvió atrás a ese lugar, para saber, de qué se había asustado de esa manera a su hermano. Fue acercarse y ver que algo brillaba con el sol. Se acercó más y encontró que sobre la hierba, como derramado, había un montón de oro. Y aún se sorprendió más Atanasio por el oro y por los saltos de su hermano.


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2 págs. / 4 minutos / 59 visitas.

Publicado el 5 de febrero de 2025 por Edu Robsy.

Los Dos Memoriales

Fernán Caballero


Cuento


En una de las humildes casas cobijadas por techos de anea o chamiza, de los que en casi su totalidad se compone el pueblo de Dos Hermanas, estaba, a fines del verano de 1862, una anciana, en cuyo expresivo rostro se pintaba la aflicción y la angustia, ocupada en reunir unas sillas bastas, unos cuadritos y otros enseres de poco valor, pero de gran precio para su dueña, pues constituían todo su ajuar.

—¿Qué está usted haciendo, tía Manuela? —la preguntó otra mujer joven y alta, cuyas ropas raídas demostraban suma pobreza, y cuyo semblante abatido atestiguaba también en ella pesares—. ¿Se va usted a mudar?

—Yo, no, Josefa, hija —contestó la anciana—, pero voy a mudar mi ajuar. Arrepara el techo de mi casa, que se ha vencido y está para desplomarse, por lo que voy a pedirle a Rosalía que me recoja estos chismes en su casa.

—Yo ayudaré a usted a mudarlos —repuso la joven, y cargando con parte del ajuar, precedida por la dueña, que llevaba lo restante, atravesaron la calle y entraron en la casa de la indicada vecina.

—¿Qué es esto, tía Manuela? —exclamó ésta al verla entrar—. ¿La echan a usted de su casa?

—Sí, hija —contestó la interpelada—; me echan y con cajas destempladas, esas nubes, que si les da gana de descargar, van a hacer de mi casa un lodazal, pues el techo, que es más viejo que yo, se ha vencido y está hecho una criba. Quiero, al menos, resguardar mi ajuar, y para eso déjame, hija, que lo meta en tu sobrado, y Dios te premiará la buena obra.

—Sí, señora, con mil amores; pero usted, ¿qué se va a hacer sin su ajuar?

—No lo sé, hija; pero como tenerlo en casa es lo mismo que tenerlo en la calle, preciso era buscar donde cobijarlo.

—El caso es, tía Manuela, que si usted no ve de componer el techo de su casa, se le va a desplomar a las primeras aguas de la otoñada, y ya no será mojados, sino aplastados, como van ustedes a hallarse.


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12 págs. / 22 minutos / 91 visitas.

Publicado el 2 de enero de 2019 por Edu Robsy.

Los Dos Nobles Parientes

William Shakespeare


Teatro


Dramatis personae

EL PRÓLOGO

Tebanos

TRES REINAS, viudas de reyes muertos en Tebas

PALAMÓN
ARCITE
VALERIO, primos, sobrinos de Creonte, rey de Tebas

Tres CABALLEROS de Palamón
Tres CABALLEROS de Arcite

Atenienses

TESEO, Duque de Atenas
HIPÓLITA, reina de las amazonas y novia de Teseo
EMILIA, hermana de Hipólita
PIRÍTOO, amigo de Teseo
ARTESIO, militar ateniense
DAMA de compañía de Emilia
HERALDO
El CARCELERO
La HIJA DEL CARCELERO
PRETENDIENTE de la hija del carcelero
HERMANO DEL CARCELERO
DOS AMIGOS del carcelero
Un MÉDICO
Gerardo, MAESTRO de escuela
CAMPESINOS
CAMPESINAS
TIMOTEO, tamborilero
Actor haciendo de BABUINO
MUCHACHO cantor
HIMENEO
NINFAS

El EPÍLOGO

Criados, mensajeros, señores, verdugo, guardias y acompañamiento.

Prólogo

Clarines. [Entra el PRÓLOGO.]


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74 págs. / 2 horas, 11 minutos / 201 visitas.

Publicado el 31 de diciembre de 2018 por Edu Robsy.

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