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Quase morro de tanto amor.

H. Santos


Amor, Paixão, desejo, reencontro, Amor.


Eu quase morri de amor


Quase morri de amor.
Um dia, senti falta de um par de olhos. Mas não éramos só olhos — éramos aqueles que te devoram só como olhar, que dizem tudo sem uma única palavra.
Eu me perdi para, bem, me reencontrar.
Mas como foi difícil voltar atrás.
Choro, sorriso, uma mistura de amor e ódio.
Saudade que abre as bases da alma, um riacho silencioso.
O dia amanhece... e como você se sente? Às vezes, uma palavra não é capaz de descrer.
Você acorda e, mesmo antes de sair da cama, seus pensamentos estão apenas no céu brilhante, como nada mais significativo — apenas o desejo inexplicável de viver na loucura do amor.

Quase morreu de amor.
Ou primeiro toque, ou primeiro beijo... ah, ou primeiro beijo. Que loucura!
Tanto desejo - coisas que tornam difícil ficar juntos, coisas que o universo abre quando os lábios se encontram.
Ah, isso é lindo...
Quase morreu de amor, sem primeiro encontro, sem toque, sem desejo, sem sexo.
Tudo era novo, tudo era intenso, tudo era... tudo.
Nada descreve o encontro de almas.
Era mais do que química, mais do que desejo - era eu, viver tudo o que realmente sou, em outra pessoa.

Quase morri de amor.
Os meses passariam. Veríamos sombras, veríamos segredos.
E como elas, como dúvidas e como perguntas:
"Mas eu não posso ser assim..."
"Quem me o direito de fazer isso comigo?" "
Por quê?"
Nenhuma resposta. Nenhum comentário.
Nenhum.
Nada.

Quase morri de amor.
Quanto mais eu amava, mais amado eu queria ser.
Nos encontramos proibidos, os momentos separados, as mensagens, as conexões, aquele "Isso é com saudades"...
Todo dia. Ou tempo, tudo.
Essas palavras se fizeram presentes quando os corpos não podiam estar juntos.
Como mensagens de carinho, como uma forma de falar, de desejar... ah, assim. Era ainda mais impressionante.


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2 págs. / 4 minutos / 6 visitas.

Publicado el 9 de junio de 2025 por Helen Santos.

Qué Difícil Es Ser Dios

Arturo Robsy


Cuento


Sólo los que se aferran a la vida más de lo reglamentario creen que se les puede hacer una biopsia de puro trámite cuando se quejan de que un catarro no se les cura. Y, cuando en vez de una aspirina, les recetan veinte sesiones bajo el acelerador lineal, sólo los de piel de rinoceronte siguen creyendo que las cosas marchan bien.

Eduardo Libre, que soportaba desde niño las desventajas de un espíritu burlón, sonrió, de cara al médico:

—¿Y, a pesar de esto, cree que me curaré?

—Naturalmente.

Libre, que era de otra escuela de pensamiento más propensa a la acción, salió directamente hacia el banco y pidió un cartucho de monedas de cincuenta pesetas. Lo pagó y, con él en el puño, dio un formidable golpe en el mentón del guardia se seguridad de aquella desventurada sucursal. Ya tenía pistola y un total de veinticinco balas.

Cuando, además de cáncer, se tiene un arma de fuego con alguna munición, sobreviene un momento de optimismo. Aguzando el oído se oyen cánticos de aves. Quizá es pasajero, pero alivia la tensión.

De haberse enterado su médico, hombre de escasa psicología y de nómina profunda, hubiera pensado que los últimos manejos perseguían el fin de dotar a Eduardo de un pasaporte a la eternidad: rápido aunque ruidoso. Por eso se hubiera extrañado al ver como su cliente, lejos de perforarse el cráneo, se acomodaba en el escritorio e invertía su valioso tiempo en sumirse en los recuerdos.

Aspiraba a escribir en un blanco papel los nombres de quienes le hubieran perjudicado gravemente, para remitirlos al más allá como avanzadilla. Tenía la impresión de que su cáncer no era más que el resultado del cúmulo de injusticias sufridas y, católico ligeramente heterodoxo, pensaba hacer de Dios durante unos días, decidiendo sobre el destino de ciertos elementos perjudiciales para la salud.

—Juan Valls. —escribió.


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Licencia limitada
3 págs. / 6 minutos / 232 visitas.

Publicado el 12 de julio de 2016 por Edu Robsy.

¿Qué es la Libertad?

Juan Jose Suarez


Libertad


El Hombre es Libre porque tiene voluntad y entendimiento.

 

El Objeto de la voluntad es el Amor.

El Objeto del entendimiento es La Verdad.

 

Dios es El Amor, Jesucristo es La Verdad. No hay nada de relativo en ello.

 

Lo bueno es lo que te lleva a La Verdad, que es nuestro Objetivo.

 

Lo bueno es lo que te lleva a La Verdad, no tiene nada de relativo. Ese es el principio del relativismo: creer que lo bueno y lo malo es relativo.

 

Si logras demostrar que todo es relativo, entonces has demostrado que Dios no existe, porque Él es Lo Absoluto, La Vedad Absoluta y el Amor Absoluto.

 

El entendimiento discierne lo qué es bueno, y la voluntad busca alcanzarlo.

 

Pero el entendimiento implica la Fe, que rebasa las cosas materiales.

 

Solo hay una Verdad (Absoluta), es ilógico e irracional que haya dos o más verdades, porque no serían vedad ninguna de las dos, ya que solo serían verdad cada una cuando la otra se ignore o se descalifique o se desaparezca.

 

Cuando logramos nuestros Objetivos (Amor y Verdad) somos LIBRES.

 

El relativismo se traduce en agnosticismo. Un relativista no cree que haya una Verdad (Absoluta), y no aceptar La Verdad es ser agnóstico.

 

Cuando aplicamos nuestras potencias (Voluntad y Entendimiento) en lo que les corresponde (Amor y Verdad), nuestra vida funciona bien.

Cuando las aplicamos en otra cosa que no les corresponde cometemos uno o varios errores y nuestra vida funciona mal, es decir, nos esclavizamos a una mentira.

Si usamos un martillo para cortar madera, nos estamos esclavizando a un error, vivimos en una mentira, y no logramos nuestro objetivo de cortar la madera, o la cortamos mal.


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Dominio público
1 pág. / 1 minuto / 92 visitas.

Publicado el 31 de julio de 2017 por Juan Jose Suarez.

Qué es la poesía?

Cristóbal Miró Fernández


Reflexión


Qué es la poesía? Hay bien pocas cosas, a mi parecer, tan complicadas de describir como lo es la poesía. En una célebre cita se dice que la poesía está en todas partes por el hecho de que, según mi punto de vista, es una serie de latidos que compartimos todos los seres vivos y que son exclusivos de cada uno de nosotros, tiene todos los nombres y no tiene ninguno, tiene todas las formas y no tiene ninguna… Es la misma luna y el mismo sol y sus rayos que iluminan a todos los seres que se desperezan de día y de noche, se halla lo mismo bajo un mar de niebla o en la espuma de una ola de una playa desierta, en el paraíso de una dulce y ardiente noche de amor o en la pesadilla de una batalla sangrienta o un naufragio letal. La poesía es la negación innegable de la primera persona del singular a favor del resto de pronombres personales. Yo escribo según mi visión del mundo en latidos tan precisamente imprecisos y particularmente comunes que de inmediato tú lo interpretarás según tus experiencias vitales todas mis palabras constituyendo un universo nuestro… La poesía es la pintura de un mundo sin fronteras, cuyo pincel es la pluma o el bolígrafo, o el lápiz, o el teclado de Safo y de Homero, hija de la memoria de Gilgamesh. No se puede poner fronteras a la Humanidad como especie, más allá de diferencias de etnia, religión, cultura, ideología o sexo. La poesía es la bandera más universal de todas, la del cielo protector que es el techo que a todos nos acoge… pues todas las culturas la han cultivado a través de sus Escrituras desde los inicios de la Historia plasmada en tablillas de barro, papiro, pergamino, papel o soporte informático, e incluso antes de la misma. La poesía es, a tenor de la pupila de nuestras páginas, un nexo común que une a toda la Humanidad en un solo corazón de tres venas por donde circulan infinitas gotas de sangre…


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1 pág. / 1 minuto / 42 visitas.

Publicado el 15 de febrero de 2022 por Cristóbal Miró Fernández .

¿Qué es mejor, ser Legal o ser Moral?

Juan José Suárez


Legal, Moral, Ético, Actos Humanos, Criterios


¿Qué es mejor, ser Legal o ser Moral? 

 

¿Qué tienen en común el Derecho, la Psicología, la Ética y la Moral? Estas 4 áreas del conocimiento tienen en común su objeto de estudio: las cuatro estudian los actos humanos, la diferencia entre cada una de ellas es el punto de vista desde el que estudian dichos actos.

 

El Derecho estudia los actos humanos desde el punto de vista jurídico;

 

La Psicología los estudia desde el punto de vista sanitario (de la salud);

 

La Ética lo hace desde el punto de vista filosófico y

 

La Moral los estudia desde el punto de vista Teológico.

 

Así pues tenemos que la Moral es el estudio de los actos humanos desde el punto de vista Teológico, el cual es mucho más profundo, más completo, más trascendental, más perfecto, más perene y más universal que el filosófico y que clínico o sanitario y que el jurídico. La Moral es además la Ley de Dios puesta en práctica.

 

La legalidad o ilegalidad de un acto depende de las circunstancias en las que se encuentre el individuo que realiza los actos de los que hablamos, y/o depende del contexto histórico y/o social determinado en el que se ubique o al que haga referencia la persona que lleva a cabo ese acto y/o las personas que califican o juzgan dicho acto.

 

Lo que es moral hoy fue moral hace 100 años, y hace 5000 años, y seguirá siendo moral hasta el fin de los tiempos; la moral no depende del lugar dónde se ponga en práctica los actos humanos, tiene el mismo valor para los asiáticos, que para los americanos y que para los de Oceanía y los de Europa. 

 


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Dominio público
1 pág. / 2 minutos / 203 visitas.

Publicado el 7 de agosto de 2017 por Juan Jose Suarez.

¡Qué hermosa!

Hans Christian Andersen


Cuento infantil


El escultor Alfredo —seguramente lo conoces, pues todos lo conocemos— ganó la medalla de oro, hizo un viaje a Italia y regresó luego a su patria. Entonces era joven, y, aunque lo es todavía, siempre tiene unos años más que en aquella época.

A su regreso fue a visitar una pequeña ciudad de Zelanda. Toda la población sabía quién era el forastero. Una familia acaudalada dio una fiesta en su honor, a la que fueron invitadas todas las personas que representaban o poseían algo en la localidad. Fue un acontecimiento, que no hubo necesidad de pregonar con bombo y platillos. Oficiales artesanos e hijos de familias humildes, algunos con sus padres, contemplaron desde la calle las iluminadas cortinas; el vigilante pudo imaginar que había allí tertulia, a juzgar por el gentío congregado en la calle. El aire olía a fiesta, y en el interior de la casa reinaba el regocijo, pues en ella estaba don Alfredo, el escultor.

Habló, contó, y todos los presentes lo escucharon con gusto y con unción, principalmente la viuda de un funcionario, ya de cierta edad. Venía a ser como un papel secante nuevito para todas las palabras de don Alfredo: chupaba enseguida lo que él decía, y pedía más; era enormemente impresionable e increíblemente ignorante: un Kaspar Hauser femenino.

—Supongo que visitaría Roma —dijo—. Debe ser una ciudad espléndida, con tanto extranjero como allí acude. ¡Descríbanos Roma! ¿Qué impresión produce cuando se llega a ella?

—Es muy fácil describirla —dijo el joven escultor—. Hay una gran plaza, con un obelisco en el centro, un obelisco que tiene cuatro mil años.


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7 págs. / 13 minutos / 96 visitas.

Publicado el 4 de julio de 2016 por Edu Robsy.

¡Que me engañen siempre así!

Marqués de Sade


Cuento


Hay pocos seres en el mundo tan libertinos como el cardenal de…, cuyo nombre, teniendo en cuenta su todavía sana y vigorosa existencia, me permitiréis que calle. Su Eminencia tiene concertado un arreglo, en Roma, con una de esas mujeres cuya servicial profesión es la de proporcionar a los libertinos el material que necesitan como sustento de sus pasiones; todas las mañanas le lleva una muchachita de trece o catorce años, todo lo más, pero con la que monseñor no goza más que de esa incongruente manera que hace, por lo general, las delicias de los italianos, gracias a lo cual la vestal sale de las manos de Su Ilustrísima poco más o menos tan virgen como llegó a ellas, y puede ser revendida otra vez como doncella a algún libertino más decente. A aquella matrona, que se conocía perfectamente las máximas del cardenal, no hallando un día a mano el material que se había comprometido a suministrar diariamente, se le ocurrió hacer vestir de niña a un guapísimo niño del coro de la iglesia del jefe de los apóstoles; le peinaron, le pusieron una cofia, unas enaguas y todos los atavíos necesarios para convencer al santo hombre de Dios. No le pudieron prestar, sin embargo, lo que le habría asegurado verdaderamente un parecido perfecto con el sexo al que tenía que suplantar, pero este detalle preocupaba poquísimo a la alcahueta… «En su vida ha puesto la mano en ese sitio —comentaba ésta a la compañera que la ayudaba en la superchería—; sin ninguna duda explorará única y exclusivamente aquello que hace a este niño igual a todas las niñas del universo; así, pues, no tenemos nada que temer…».

Pero la comadre se equivocaba. Ignoraba sin duda que un cardenal italiano tiene un tacto demasiado delicado y un paladar demasiado exquisito como para equivocarse en cosas semejantes; comparece la víctima, el gran sacerdote la inmola, pero a la tercera sacudida:


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1 pág. / 2 minutos / 490 visitas.

Publicado el 13 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

¡Qué Público!

Antón Chéjov


Cuento


—¡Basta! ¡Ya no vuelvo a beber!... Por nada del mundo. Tiempo es de ponerme al trabajo... ¿Te gusta recibir tu sueldo? Pues trabaja honradamente, con celo, sin tregua ni reposo. Acaba de una vez con las granujerías... Te has acostumbrado a cobrar tu paga en balde, y esto es malo...; esto no es honrado...

Luego de haberse hecho tales razonamientos, el jefe del tren, Podtiaguin, siente un deseo invencible de trabajar. Son casi las dos de la madrugada, mas, a pesar de lo temprano de la hora, despierta a los conductores y va con ellos por los vagones para revisar los billetes.

—¡Los billetes! —exclama alegremente, haciendo sonar el taladro.

Los viajeros, dormidos en la penumbra de la luz atenuada, se sobresaltan y le pasan los billetes.

—¡El billete! —dice Podtiaguin dirigiéndose a un pasajero de segunda clase, hombre flaco, venoso, envuelto en una manta y pelliza y rodeado de almohadas.

—¡El billete!

El hombre flaco no contesta; duerme profundamente. El jefe del tren le golpea en el hombro y repite con impaciencia:

—¡El billete!

El pasajero, asustado, abre los ojos y se fija con pavor en Podtiaguin.

—¿Qué? ¿Quién?

—¿No me ha oído usted? ¡El billete! ¡Tenga la bondad de dármelo!

—¡Dios mío! —gime el hombre flaco, mostrando una faz lamentable—. ¡Dios mío! ¡Padezco de reuma! Tres noches ha que no he podido conciliar el sueño... He tomado morfina para dormirme y me sale usted... con los billetes. ¡Es inhumano! ¡Es cruel! Si supiera usted lo que me cuesta conseguir el sueño, no vendría usted a molestarme con esas majaderías... ¡Esto es tonto y cruel! ¿Para qué le hace a usted falta mi billete? Esto es inepto.

Podtiaguin reflexiona si tiene que ofenderse o no; decide ofenderse.

—¡No grite usted aquí! ¿Estamos acaso en una taberna?


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Dominio público
3 págs. / 6 minutos / 125 visitas.

Publicado el 20 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

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