Textos por orden alfabético | pág. 723

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¿Quién Teme al Lobo Feroz?

Isabel Petrus


Cuento


Es un jueves cualquiera, o podría serlo. Pero no. Es jueves, siete de enero, y son las diez y media de la noche. Mi amiga Laly lleva ocho horas en el quirófano, y yo estoy sentada al lado del teléfono, esperando una llamada que me diga, simplemente:

—Todo ha ido bien. No hay peligro, y Laly se recupera.

Pero no. No llega esta llamada, que me haría reconciliarme hoy con el mundo. Elisa, amiga mutua y cuñada de Laly, ha prometido llamarme apenas su marido, Paco, la llame desde la clínica Quirón. Y yo mato las horas y la angustia escribiendo, mientras este maldito teléfono se empeña en permanecer mudo.

Porque Laly es mucha Laly, incluso dormida, incluso bajo los efectos de la anestesia. Incluso luchando, como hace ahora, por volver a la vida normal, esta vida que nos gusta a todos, y que suele despertarse cualquier viernes, cuando me llama.

—¿Bel? ¿Terminarás hoy muy tarde?

Y yo ya sé, entonces, que es una buena noche para dar una vuelta, para despejar fantasmas, para enfrentamos juntas a este vivir de cada día que se asoma sin remedio, sin solución, y que sólo estos buenos ratos nos ayudan a sobrellevar.

Y a Laly y a mí, entonces, nos encanta tomar una pizza en el puerto, cuando el buen tiempo nos lo permite, o cualquier cosa en La Jarrita. La noche, aunque sea larga, resulta corta para estas amigas que, de vez en cuando, juegan a recuperar unos tiempos que, de ningún modo, pueden morir en el recuerdo. Luego, por supuesto, Es Cau, es nuestro mejor sitio. Allí mueren muchas angustias, entre las canciones de Biel, la dulce guitarra de Curro, y los comentarios que bordean la broma:

—Manitas de plata, eres un manitas de plata —repite Biel, entre canción y canción.

Y yo les pido, como siempre, que canten «Si tu me dices ven», esta canción que hace soñar, imaginar un mundo imposible.


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Licencia limitada
3 págs. / 6 minutos / 92 visitas.

Publicado el 7 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Quiero Vivir mi Vida

Carmen de Burgos


Novela


Dedicatoria

Ofrenda al ilustre doctor Marañón, que de modo tan competente, sereno y noble, ha estudiado la intersexualidad, iluminando este problema con luces de ciencia y de piedad.

Carmen de Burgos.

Prólogo

Breve ensayo sobre el sentido de los celos,
Por Gregorio Marañón

Carmen de Burgos, atenta siempre a los progresos del pensamiento, ha escrito una novela en la que desarrolla un conflicto de la psicología y del instinto de la mayor modernidad, de un interés actual apasionante, En la literatura clásica, los hombres y las mujeres representaban, cada cual, un tipo de pasión sostenida y única: Otelo, era los celos; Hamlet, la duda; Don Quijote, la generosidad suprahumana a fuerza de ser radicalmente humana (obsérvese la coincidencia final de Don Quijote con los místicos, y sin embargo, la divergencia total de sus raíces respectivas); Werther, esa pasión sexual, sin escape hacia el sensualismo pagano, que caracterizó al romanticismo; y así sucesivamente.


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Dominio público
196 págs. / 5 horas, 44 minutos / 860 visitas.

Publicado el 26 de diciembre de 2018 por Edu Robsy.

Quieta la Cruz, Impasible el Guardia

Arturo Robsy


Cuento


Tony subió al cielo con la sensación de sólo haber encendido la luz larga y, todo lo más, apretado un poco el acelerador. Las almas, expulsadas violentamente de los cuerpos, sufren confusiones así al principio.

Luego miran hacia abajo y ven la moto por el suelo y, la materia que fueron, como un juguete abandonado. En el caso de Tony, el alma vio también como se alejaba el coche que le había sacado de la carretera de un golpe, llevándose su vida en una aleta.

Tuvo un primer pujo de ira al comprender que le acababan de asesinar. Sus nuevos sentidos, más penetrantes, le dijeron que el conductor llevaba un medio pedalete y mucho miedo por lo que acababa de suceder.

Pero la ira se desvaneció al descubrir Tony que no le importaba lo sucedido. Su parte astral flotaba en la brisa nocturna y se encontraba cómoda y relajada. Las volutas de humo, seguramente, se sienten bien y olvidan el fuego que les hizo arder. Las almas, lo mismo.

Además, la suya todavía conservaba una notable dosis de ron con cocacola que le ayudaba a contemplar la eternidad con una sonrisa. Incluso sospechaba que podía tratarse de un sueño.

Con curiosidad de fantasma, se quedó por allí contemplando el panorama. Lo que había sido un cuerpo aparentaba un lamentable estado. Pero su moto estaba peor: no sólo la llanta delantera se había plegado, sino que el depósito aparecía definitivamente roto. Calculando por lo bajo, la reparación pasaría de los doscientas mil pesetas, por no hablar de los gastos del entierro.

Estaba todavía entretenido con estos cálculos cuando el alba —de rosados dedos, notó el espíritu liberado— alargó la mano por occidente y empezó a distribuir los colores.

Tras el alba, muy de cerca, llegó una camioneta de albañiles. Se detuvieron e inspeccionaron el lugar de autos, como se bautizó después. No tocaron el cadáver: eran partidarios de otros métodos:


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4 págs. / 7 minutos / 72 visitas.

Publicado el 21 de abril de 2016 por Edu Robsy.

Quijote de Avellaneda

Alonso Fernández de Avellaneda


Novela, Apócrifo


SEGUNDO TOMO DEL INGENIOSO HIDALGO DON QUIXOTE DE LA MANCHA

que contiene su tercera salida: y es la quinta parte de sus auenturas.

Compuesto por el Licenciado Alonso Fernandez de Avellaneda, natural de la Villa de Tordesillas.

Al Alcalde, Regidores, y hidalgos, de la noble villa del Argamesilla, patria feliz del hidalgo Cavallero Don Quixote de la Mancha.

Con Licencia, En Tarragona en casa de Felipe Roberto, Año 1614.

VIDA, Y HECHOS DEL INGENIOSO HIDALGO DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
QUE CONTIENE SU QUARTA SALIDA, Y ES LA QUINTA PARTE DE SUS AVENTURAS.

COMPUESTO POR EL LICENCIADO ALONSO FERNANDEZ de Avellaneda, natural de la Villa de Tordesillas.

PARTE II. TOMO III.

NUEVAMENTE AÑADIDO, Y CORREGIDO EN ESTA Impression, por el Licenciado Don Isidro Perales y Torres.

DEDICADA, AL ALCALDE, REGIDORES, HIDALGOS
de la Noble Villa de Argamesilla, Patria feliz del Hidalgo Cavallero Don Quixote de la Mancha.

Año 1732.

CON PRIVILEGIO:
EN MADRID. Acosta de Juan Oliveras, Mercader de Libros, Heredero de Francisco Lasso. Se hallará en su casa enfrente de San Phelipe el Real.

Por comision del señor dotor Francisco de Torme y de Liori, Canonigo de la santa Iglesia de Tarragona, Oficial y Vicario general, por el ilustrísimo y reverendisimo señor don Juan de Moncada, Arçobispo de Tarragona y del Consejo de su Magestad: he leydo yo Raphael Orthoneda, dotor en santa Theologia, el libro intitulado Segundo tomo del ingenioso hidalgo don Quixote de la Mancha, compuesto por el Licenciado Alonso Fernandez de Avellaneda, y me parece que no contiene cosa deshonesta ni prohibida, por lo cual no se deba imprimir, y que es libro curioso y de entretenimiento; y por tanto lo firmo de mi mano, hoy á 18 de Abril del año de 1614.


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Dominio público
411 págs. / 12 horas / 698 visitas.

Publicado el 30 de diciembre de 2019 por Edu Robsy.

Quilapán

Baldomero Lillo


Cuento


Quilapán, tendido con indolencia delante de su rancho, sobre la hierba muelle de su heredad, contempla con mirada soñadora el lejano monte, el cielo azul, la plateada serpiente del río que, ocultándose a trechos en el ramaje oscuro de las barrancas, reaparece más allá, bajo el pórtico sombrío, cual una novia sale del templo, envuelta en el blanco velo de la niebla matutina.

Con los codos en el suelo y el cobrizo y ancho rostro en las palmas de las manos, piensa, sueña. En su nebulosa alma de salvaje flotan vagos recuerdos de tradiciones, de leyendas lejanas que evocan en su espíritu la borrosa visión de la raza, dueña única de la tierra, cuya libre y dilatada extensión no interrumpían entonces fosos, cercados ni carreteras.

Una sombra de tristeza apaga el brillo de sus pupilas y entenebrece la expresión melancólica de su semblante. Del cuantioso patrimonio de sus antepasados sólo le queda la mezquina porción de aquella loma: diez cuadras de terreno enclavado en la extensísima hacienda, como un islote en medio del océano.

Y luego, a la vista de la cerca derruida, de las hierbas y malezas que cubren la hijuela, acuden a su memoria los incidentes y escaramuzas de la guerra que sostiene con el patrón, el opulento dueño del fundo, para conservar aquel último resto de la heredad de sus mayores.

¡Qué asaltos ha tenido que resistir! ¡Cuántos medios de seducción, qué de intrigas y de asechanzas para arrancarle una promesa de venta!

Pero todo se ha estrellado en su tenaz negativa para deshacerse de ese pedazo de tierra en que vio la luz, donde el sol a la hora de la siesta tuesta la curtida piel, y desde el cual la vista descubre tan bellos y vastos horizontes.


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12 págs. / 21 minutos / 189 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Quimera

Federico García Lorca


Teatro, Teatro breve


Personajes

ENRIQUE.
MUJER.
VIEJO.
NIÑA.
Voces.

Quimera

Puerta.

ENRIQUE.— Adiós.

SEIS VOCES.— (Dentro.) Adiós.

ENRIQUE.— Estaré mucho tiempo en la sierra.

VOZ.— Una ardilla.

ENRIQUE.— Sí, una ardilla para ti y además cinco pájaros que no los haya tenido antes ningún niño.

VOZ.— No, yo quiero un lagarto.

VOZ.— Y yo un topo.

ENRIQUE.— Sois muy distintos, hijos. Cumpliré los encargos de todos.

VIEJO.— Muy distintos.

ENRIQUE.— ¿Qué dices?

VIEJO.— ¿Te puedo llevar las maletas?

ENRIQUE.— No.

(Se oyen risas de niños.)

VIEJO.— ¿Son hijos tuyos?

ENRIQUE.— Los seis.

VIEJO.— Yo conozco hace mucho tiempo a la madre de ellos, a tu mujer. Estuve de cochero en su casa; pero si te confieso la verdad, ahora estoy mejor de mendigo. Los caballos, ¡jajajá! Nadie sabe el miedo que a mí me dan los caballos. Caiga un rayo sobre todos sus ojos. Guiar un coche es muy difícil. ¡Oh! Es dificilísimo. Si no tienes miedo, no te enteras, y si te enteras, no tienes miedo. ¡Malditos sean los caballos!

ENRIQUE.— (Cogiendo las maletas.) Déjame.

VIEJO.— No, no. Yo, por unas monedillas, las más pequeñas que tengas, te las llevo. Tu mujer te lo agradecerá. Ella no tenía miedo a los caballos. Ella es feliz.

ENRIQUE.— Vamos pronto. A las seis he de tomar el tren.


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Dominio público
2 págs. / 4 minutos / 488 visitas.

Publicado el 11 de septiembre de 2018 por Edu Robsy.

Quince Años

Isabel Petrus


Cuento


Ella tiene quince años en esta foto. Y luego, en la misma caja de recuerdos, hay fotos de quince, dieciséis, dieciocho años: estos años que compartimos, en los que los sueños se acumulaban, hablar de ellos era hablar de todo un mundo, y nuestras ilusiones jugaban a la par con nuestras ansias.

Como digo, en esta foto, ella tiene quince años. A su lado, a mi lado, otros chicos y chicas de quince y dieciséis años miran expectantes a la cámara, como preguntándole al tiempo que será de ellos, que pasará con su vida.

Pero ella no lo pregunta. Ella se queda anclada en estos quince años que la satisfacen en este momento, y que nunca más, nunca más, se repetirán.

Porque después de esta época, la vida fue, para ella, distinta. Aquí, en sus quince años, acumula todavía la ilusión, y esto le basta. Sabe que la vida no la ha favorecido hasta este momento, con muchas cosas. Por ello, espera una compensación, y está segura de obtenerla. Qué inocente.

Pero siempre fue muy dura. Obstinada. Consecuente. Ella dejaba pasar las tardes del domingo, con el libro de la mano, repasando lecciones difíciles, mientras nosotros dábamos vueltas a la Explanada, perseguíamos al chico de ojos claros que nos enredaba el alma, y dejábamos transcurrir un tiempo difícil, a la sombra de esta dorada inocencia. Pero ella no. Ella, estudiaba, luchaba, porque estaba segura de que tarde o temprano la vida le devolvería lo que le había robado.


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3 págs. / 5 minutos / 54 visitas.

Publicado el 7 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Quince Días en el Desierto Americano

Alexis de Tocqueville


Viajes, Historia


Una de las cosas que más excitaba nuestra curiosidad al venir a Norteamérica era recorrer los confines de la civilización europea y, si el tiempo nos lo permitía, visitar incluso algunas de las tribus indias que han preferido huir hacia las soledades más salvajes a plegarse a lo que los blancos llaman «las delicias de la vida social». Pero hoy en día llegar hasta el desierto es más difícil de lo que se cree. Habíamos salido de Nueva York y, a medida que avanzábamos hacia el Noroeste, el objetivo de nuestro viaje parecía alejarse cada vez más. Recorríamos lugares célebres en la historia de los indios, atravesábamos valles a los que habían dado nombre, cruzábamos ríos que aún llevan el de sus tribus, pero, en todas partes, la choza del salvaje había dado paso a la casa del hombre civilizado; los bosques habían sido arrasados, la soledad cobraba vida.

Sin embargo, parecíamos seguir el rastro de los indígenas.

—Diez años atrás —nos decían— estaban aquí; allá, hace cinco años; más allá, hace dos.

—En aquel lugar, donde se alza la iglesia más hermosa del pueblo —nos contaba uno—, tiré abajo el primer árbol del bosque.

—Aquí —nos contaba otro— estaba el gran consejo de la Confederación de los Iroqueses.

—¿Y qué ha pasado con los indios? —decía yo.

—Los indios —proseguía nuestro anfitrión— se han ido más allá de los Grandes Lagos, ¡quién sabe dónde! Es una raza que se extingue; no están hechos para la civilización: ella los mata.


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64 págs. / 1 hora, 52 minutos / 376 visitas.

Publicado el 18 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

Quintar los Muertos

José Fernández Bremón


Cuento


La conversación había llegado a su mayor grado de interés: mientras los diversos contertulios expusimos nuestros planes de gobierno, los debates habían sido lánguidos: unos en nombre de la religión, otros en el de la libertad, o de los intereses permanentes, todos queríamos mandar del mismo modo, es decir, imponiendo cada cual al país sus pensamientos. Pero desde que empezó a hablar don Pancracio, prestamos gran atención a su programa extravagante. En su Constitución la soberanía reside en la mujer, por tradición que empieza en Eva. En sus Cortes discutirán los diputados usando el alfabeto de los mudos, y sólo serán admitidos a votar leyes después de sufrir un examen riguroso. Recordamos entre sus derechos individuales el derecho al pan y al agua: sus presupuestos tenían la sencillez de la cuenta de la lavandera: y en lo tocante a quintas, dijo que sólo admitía la quinta de los muertos.

Esta última base de gobierno produjo gran extrañeza en la reunión. ¿Quería don Pancracio un ejército permanente de fantasmas? ¿Trataba de regularizar por medio de un reemplazo equitativo la desordenada leva de la muerte? ¿Pretendía disminuir administrativamente la mortalidad escandalosa de esta corte? Para quintar los muertos, ¿habría ideado tal vez diezmar los médicos?

—Señores, dejen ustedes de dar tormento a su fantasía —dijo don Pancracio con el orgullo de un reformador—. Mi proyecto es demagógico, como lo fue en otro tiempo la igualdad ante la ley; pero es justo: hoy pido la igualdad ante la muerte. ¿Qué dirían ustedes si para el servicio de las armas, que es una necesidad social, utilizáramos únicamente, cuando tuviesen edad, los niños de la Inclusa y del Hospicio, los pobres de los asilos y cuantos ingresan en los establecimientos oficiales de beneficencia, sin exigir ese tributo a los demás?

—Sería injusto —respondimos.


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Dominio público
5 págs. / 8 minutos / 7 visitas.

Publicado el 11 de julio de 2024 por Edu Robsy.

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