Textos más vistos de Abraham Valdelomar publicados por Edu Robsy disponibles | pág. 4

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autor: Abraham Valdelomar editor: Edu Robsy textos disponibles


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El Palacio de Hielo

Abraham Valdelomar


Cuento


I

–¿Quieres un cuento oriental en el que pasen caravanas de fetiches sedientos, caballeros en arqueados dromedarios hacia espejismos de plata líquida, o prefieres un cuento ruso de la Perspectiva Nevski o de las desiertas estepas. O la famosa leyenda del Palacio del Hielo o un amor inédito de Catalina II?...

Puedo contarte una escena florentina, un amor en góndola en Venecia, un motivo germano o un cuento turco. Si prefieres oirás una venganza de la vieja Bohemia, una crónica de Albión o una noche del Molino Rojo ilustrada con minués y colombinas.

Puedes ir en mi relato a los campos en flor de Niza, al tapete verde de Montecarlo o a un bosque de Pierre Loti con gheisas y guerreros, lotos, anémonas y crisantemos. Jardines con ciruelos rojos como labios de mujer y árboles, enguirnaldados en rosa. O te agrada la leyenda del rey de Ys, y los amores de Dahnt... ¿Grecia?. Te diré de los bosques de Hircania con afroditas y anadyomenas o será de Roma, el capitolio y los gladiadores de miradas glaucas y nervudos brazos.

Si quieres te contaré de Pompeya con sus frescos clásicos y enervantes, leyendas de Petronio, capiteles de Praxiteles, bajorrelieves eróticos de Fidias y versos sálmicos de Aristipo. Ya sabes tú que he bebido sangre de las vides de Chipre y del Rhin. Que he pensado a la sombra de la esfinge y he subido las escalinatas en mármol de los palacios egipcianos. He visto perderse las líneas del horizonte sobre la mar verde del Adriático y he subido los alpes nevados...

–Prefiero algo ruso, refinado y sangriento...

Y dije:

...fue en un Sahara de hielo. Una larga extensión de millares de leguas sin vegetación donde los hielos jamás se derretían, donde ni se veía salir, ni se ponía el sol. Una claridad velada anunciaba la hora máxima y el gruñir de osos y lobos hambrientos anunciaba la noche.


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3 págs. / 5 minutos / 634 visitas.

Publicado el 2 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

El Peligro Sentimental

Abraham Valdelomar


Cuento


o sea
La causa de la ruina de Siké


(Cuento chino)


Cuando Chin-Fú quedó divorciado, realizó todos los arrozales que constituyeran su heredad y decidió viajar, en compañía de un leal servidor, por todas las aldeas de la China, presa de una cruel neurastenia. En los largos y pesados caminos, ya fuera en sillas cargadas por moghines, o en las canoas de paja, a la sombra de quitasoles leves, bordeando los canales, ensayó todos los medios de olvido: leyó los tres primeros libros del Ayu-Say, donde el filósofo Meng narra la adorable infantilidad de Confucio, pero se le caía el libro de las manos; buscó de intrigar su fantasía con los cuentos picantes de Son-Vi-Hin, pero los arrojaba luego; un día bebió aguardiente de arroz hasta que sus piernas claudicaron y en su rostro encendido los ojos vidriosos durmieron bajo los párpados pesados; otro día bebió la miel del junco amarillo hasta perder la razón; luego aspiró el api-yin de Benarés hasta convertirse en un semidiós, pero pasados los instantes del delirio, la cruel herida de su amor sepultado se reabría nuevamente para sangrar con persistencia lacerante. Entonces pensó en hacerse curar con un sabio famoso, Fan-Sa, hondo sicólogo que habitaba como un eremita en las desoladas ruinas de Siké, la gran aldea china que existiera allá por los tiempos en que Confucio fumaba opio y dictaba lecciones de Moral en la Universidad de Pekín.

Hacia las ruinas de la gran aldea encaminó sus pasos el joven desconsolado y una noche, después de muchas, cuando las adormideras florecían, Chin-Fú llegó a las puertas de la muerta ciudad, donde todo lo que fuera algún día magnificencia, poderío y cortesanas galas, había desaparecido. Chin-Fú, que tenía ánima sensible, se interesó por las minas, y, llegado que hubo a la ermita de Fan-Sa, el sabio, conversó con él de esta manera:


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Dominio público
3 págs. / 5 minutos / 161 visitas.

Publicado el 3 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

Historia de una Vida Documentada y Trunca

Abraham Valdelomar


Cuento


Cómo se suicidó Garatúa

–¡Azar!, gritó la voz cavernosa del chino. Y su garra, tirante y ávida, enflaquecida por el opio y ciertos pecados orgánicos, echóse sobre el puñado de monedas. Allí, en la pomposa compañía de libras, soles, medios soles y billetes, fueron anónimos, casi vergonzantes, las dos últimas pesetas de Gerónimo.

Él no tuvo gesto alguno de indignación. Aceptaba serenamente la fuerza del Destino. Más que a probar fortuna, había ido a jugar para constatar su mala estrella. Era lo único que no había hecho en su vida: jugar. Iba a suicidarse y no quería realizar esta disposición desesperada sin haber buscado todos los caminos. Él había adulado -método eficacísimo-; él había sido desde inspector de colegio hasta cronista de periódico; había debido; había convidado; había sido orador político en las plazuelas y los clubs; había tenido amigos en todas partes, y sin embargo todo ello había tenido una sola coronación: el fracaso. Se suicidaba después de haber tocado todas las puertas. Antes de haber arrojado sus dos pesetas sobre el tapete, al presentarse ante Dios, con la venia del portero barbudo, Dios podría haber tenido que increparle, pero ahora cuando él se presentase ante el Gran Arquitecto, éste le preguntaría:

–¿Por qué te has suicidado?

–Porque todo me salía mal.

–¿Pero por qué no jugaste? Si hubieras jugado...

Pero ahora el del triángulo y la paloma no podría objetar. Gerónimo quería tener la satisfacción de verlo perplejo. Porque, ¿qué le podría decir Dios?


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11 págs. / 20 minutos / 188 visitas.

Publicado el 12 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

Tres Senas, Dos Ases

Abraham Valdelomar


Cuento


A mi amigo Rafael Marquina

I

Dos amigos me fueron presentados esa noche bajo la luz violeta del Manhattan, en Nueva York: Archibald Scheefer e Irving Winder. Desde el primer instante, toda mi atención fue dedicada a Irving. Era un tipo de estudio. Bien sabéis cuán difícil es encontrar en un tipo caucásico una cara interesante. Siendo común encontrar en los tipos morenos espíritus pensativos, es raro hallarlos entre los hombres blancos. Sólo en los tipos que han nacido bajo el sol y se han criado en la perezosa molicie de los trópicos o en los arenales, se enseñorea un espíritu. Los climas fríos no dejan pensar a los hombres porque hacen trabajar demasiado a los músculos.

Sin embargo, Irving tenía un raro tipo pensativo. Me pareció tan desoladamente triste, que llegó a preocuparme y me propuse desentrañar el misterio de su tristeza, rompiendo la valla de su madurez. El mozo nos había servido manzanas. En el gran comedor, las mujeres ostentaban sus senos y sus amantes con discreción. Cruzábanse los garçons, oíase a menudo destapar el champagne y la música modelaba a media voz un turkey trot. Invité a almorzar a Irving para el día siguiente, en Coney Island. Iríamos en auto. Nos despedimos. En efecto, a la hora precisa el auto de Irving se detenía en el Wotham Hotel, y juntos con dirigirnos hacia Coney Island. Atravesamos las avenidas congestionadas, los edificios colosales huían a nuestro paso, y por fin, pasado el puente de Brooklyn, entramos en aquella maravillosa avenida de abetos que sombrean la asfaltada carretera que conduce a la playa infantil de Coney Island. Allí elegimos un hotel que da al mar, y en una especie de recodo conversamos largamente lo que os voy a referir.


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19 págs. / 33 minutos / 339 visitas.

Publicado el 8 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

El Cantor Errante

Abraham Valdelomar


Cuento


Chasca avanzaba silenciosamente por el borde de los sembríos. El cielo principiaba a oscurecer. El Sol habíase dormido sobre el mar lejano, y él debía estar en el Castillo entrada la noche. Tenía prisa para poder hacer la caminata en seis horas. Como tuviera que saltar muchas vallas, Chasca salió de los sembrados y se internó por su sendero poco traficado; sin embargo iba encontrándose en el camino con gañanes rezagados que caminaban a prisa, temerosos de llegar a sus terrados demasiado tarde.

Bien pronto tuvo que ocultarse para no encontrarse con un grupo numeroso que comentaba la cacería de Makta-Sumac. Los hombres acaloradamente discutían y hablaban de los destinos y de los oráculos, Chasca salió cuando hubo pasado el último quechua. Ya era de noche y el silencio reinaba en todo el Imperio. El viejo guerrero caminaba de prisa. Tenía que concluir el sendero y cortar luego hacia el lado del río, luego subir por el camino de la orilla hasta el puente y pasarlo, para internarse en el vallecito en cuyo fondo se elevaba el castillo del noble joven.

Al acercarse al río, principió a percibirse el ruido del agua desgarrándose entre los peñascales y, serpenteando entre ese ruido, un eco apenas perceptible, suave como un suspiro, el eco de una música lejana. Chasca no reparó; mas, a medida que se acercaba a la caja del río, las notas, entre el ruido rocalloso, se hacían más perceptibles. Era como un quejido sin reproches, un dulce lamento, un dolor supremo e inconsolable, que llegaba a los ojos y les robaba lágrimas, que se filtraba entre los huesos y abría el pecho a todos los dolores pasados.


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4 págs. / 7 minutos / 347 visitas.

Publicado el 1 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

La Ciudad Sentimental

Abraham Valdelomar


Cuento


Yo tengo miedo negro de las cosas;
las cosas en la noche tienen miedo.
Cuando voy por las calles, misteriosas
sombras no puedo atravesar, no puedo!

César A. Rodríguez


A Servando Gutiérrez: bienvenida.


Si yo os digo: anoche me han asaltado, me preguntaréis todos: ¿quién? A ninguno se le ocurrirá esta pregunta: ¿qué cosa? Porque no se concibe que a un hombre que va a media noche por la calle de Guadalupe, taciturno, con anteojos, rumiando una idea nueva y con un cigarrillo agonizante en los carnosos labios desencantados, le asalte una cosa, una idea, un recuerdo, un mal pensamiento. ¿Ha de asaltarte, necesariamente un bandido? No. Yo no temo a los bandidos salteadores de las calles de Lima porque no llevo nunca más dinero que ellos.

Temo a otros salteadores, a los que nos roban el precioso tesoro de las ideas. No conozco sino una diferenciación entre el Bien y el Mal; lo Perfecto y lo Imperfecto. Todo lo que hay en un cuerpo, en un organismo, en una idea o en un sentimiento, de bello, es el Bien; todo lo que hay de imperfecto es el Mal. por eso los más artistas son los más buenos. Los malos odian la Belleza.

El mal es poliforme. ¡Con cuántos trajes, con cuántos rostros, con cuántas cosas se disfraza! Es menester conocer el mal, saber cuáles y cuántas son sus trapacerías y los medios de que dispone, para evitarlo y vencerlo. Siempre el mal se ensaña en lo que más amamos, en lo más íntimo, en lo más bueno. Nuestro ángel tutelar nos ofrece siempre nuevas ideas, como una abuelita cariñosa nos ofrecía de niños un juguete o una fruta madura. Y allí está el mal para quitámosla.


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4 págs. / 7 minutos / 247 visitas.

Publicado el 9 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

La Tragedia en una Redoma

Abraham Valdelomar


Cuento


(Cuento simiesco)


Bajo la luz roja del quinqué, hablaba yo con "Aquel" que vive dentro de mí, de esta manera:

–Necesito un cuento –le dije.

–Mi querido Valdelomar, –repuso "Aquel"– voy a relatarle el que he visto...

Tu hermano te trajo, desde la fecunda lejanía del Madre de Dios, junto con la tortuga "Cleopatra" de que te hablara el otro día, unas flechas de chonta, vistosos collares de huesecillos, ricos atavíos de las Tahís montañeses y además, un mono...

Yo no he tratado muy de cerca a los monos, de quienes solo tengo referencias por Rudyard Kipling, quien los agrupa bajo el mote despectivo y genérico de los "vanderloog". Si bien es cierto que creía todo lo que de ellos apunta el poeta inglés, jamás mi alma fue enturbiada por la más leve aversión a tan ágiles pre-hombres, ya que los monos no son en el fondo sino trogloditas retardados. El mono de hoy será el sabio de mañana, así como el catedrático de hoy no es sino el mono de ayer...

–Ja! Ja! Ja! –le interrumpí...

–Además –siguió diciendo "Aquel"– este mono pequeño y juguetón, parecía conducirse tan bien! Sus mayores audacias eran subírseme al hombro por el codo, coger con delicado gesto furtivo una aceituna a la hora del refectorio, trepar a los muebles, cazar moscas y mirarse en el espejo. Cosas inofensivas y muy humanas, como ves.


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4 págs. / 7 minutos / 172 visitas.

Publicado el 5 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

Los Chin-Fú-Tón

Abraham Valdelomar


Cuento


o sea
La historia de los hambrientos desalmados


(Cuento chino)


Caminando, pausadamente, por la avenida de los melocotoneros y ciruelos que va desde la Gran Portada hasta el sagrado rincón donde se venera, bajo los floridos ramajes, la Grande, Divina y Noble figura de Buda, a la hora del Crepúsculo, encontramos a nuestro paso, mi anciano tío y yo, a muchos transeúntes. Pasaban viejos de enorme abdomen, cansados bajo el peso de sus múltiples ropajes; jóvenes que canturreaban canciones rituales; mujeres que con la mirada baja acusaban su estado matrimonial, y ciertos individuos, que caminaban con la cabeza levantada, insolentes, ostentando ricos vestidos, con la demacrada palidez que produce el uso del a-pi-hin, o sea el opio de la primera cosecha de amapolas, y por lo cual el más caro; y hube de interrogar a mi bueno y anciano tío sobre tales gentes, que parecían ser muy reverenciadas:

–Mi tío y gran señor, podrás decirme ¿quién es este señor que te saluda?

–Es un chin-fú-tón. Habrás observado que no le he contestado.

A poco pasó otro y dijo a mi tío:

–Buda te proteja, Gran Señor y conserve el largo de tus uñas curvas y transparentes, el color de tus mejillas que parecen a la flor del cáñamo que se copia en la tranquila corriente del lago azul...

–Y a ti el demonio te lleve a Chin Gau, se apodere de tu alma y seas vendedor de cuyes en los siete cielos, y te escupa un leproso, y te pida limosna tu mujer, asquerosa culebra, le respondió mi tío iracundo.

Yo me atreví a volver a interrogarle:

–Quién es este hombre, Gran Señor y Tío que así te saluda?...

–Es otro chin-fú-ton.

–Y quiénes son estos chin-fú-tón, Gran Señor? Son una secta? Una casta social? Un grupo político? Acaso profesores de la Academia?...

Mi tío respondió:


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4 págs. / 7 minutos / 192 visitas.

Publicado el 7 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

Los Hermanos Ayar

Abraham Valdelomar


Cuento


El gran aposento incaico era de piedra, finamente labrado, y sus grises paredes de sillería estaban decoradas por chapas de oro y nichos en forma de alacenas, en las cuales brillaban innumerables objetos de oro representando animales fantásticos, y vistosos huacos, hechos de arcilla, dibujados con variadas figuras mitológicas. Contenían unos, polvos de colores, illas o piedras bezoares que se crían en el vientre de los llamas, amuletos contra la melancolía, remedios infalibles contra los venenos y las enfermedades. Guardaban otros, cubiertos con transparentes velos, la chicha preparada por las doncellas nobles. Corría por lo alto de toda la pieza y resaltaba entre los sombríos muros y las gruesas vigas que apoyaban la pajiza techumbre una cornisa de oro en la que se veían esculpidas serpientes y cabezas de pumas. Frente a la gran puerta de entrada que, a manera de trapecio, tenía el dintel más estrecho que el umbral y de la cual pendía un tapiz de lana de vicuña con figuras de colores, se alzaba el trono de oro macizo, banquillo trabajado y repujado con primor, a manera de dragón, incrustado de piedras preciosas y puesto encima de una gradería elevada y de un estrado rectangular.

En los escalones del trono, y como indicio de que el noble acababa de levantarse, yacía descuidadamente un aterciopelado manto de pieles de murciélago.

Un indio, vestido con el resplandeciente cumbi y las tornasoladas plumas de la servidumbre imperial, quemaba en un rincón de la pieza maderas fragantes y hierbas aromáticas en ancho brasero de plata que representaba monstruos marinos. Cubría las recias y cuadradas losas del pavimento una alfombra finísima hecha de pelo de alpaca.


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Dominio público
16 págs. / 28 minutos / 490 visitas.

Publicado el 7 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

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