Textos más vistos de Alejandro Dumas | pág. 4

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autor: Alejandro Dumas


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Un Baile de Máscaras

Alejandro Dumas


Cuento


Había dado la orden de que se dijese que no estaba en casa para nadie: uno de mis amigos forzó la consigna.

Mi criado me anunció al señor Antony R... Descubrí, detrás de la librea de José, el cuerpo de una levita negra. Era probable, por lo tanto, que el que la llevaba hubiese visto, por su parte, la falda de mi bata de casa. Siendo imposible ocultarme:

—¡Muy bien! Que entre —dije en alta voz.

¡Que se vaya al diablo!", dije en voz baja.

Cuando se trabaja, sólo la mujer que se ama puede interrumpir a uno impunemente; pues, hasta cierto punto, siempre está ella de algún modo en el fondo de lo que se hace.

Me fui, pues, hacia él con el aspecto medio irritado de un autor interrumpido en uno de los momentos en que más teme serlo, cuando le vi tan pálido y tan descompuesto que las primeras palabras que le dirigí fueron éstas:

—¿Qué tenéis? ¿Qué os ha ocurrido?

—¡Oh! Dejadme respirar —dijo—. Voy a contároslo; pero, ¡qué digo!, esto es un sueño o sin duda, estoy loco.

Se arrojó sobre un sofá y dejó caer la cabeza entre sus manos.

Le miré asombrado: sus cabellos estaban mojados por la lluvia; sus botas, sus rodillas y la parte baja de su pantalón, estaban cubiertos de barro. Me asomé a la ventana y vi a la puerta a su criado con el cabriolé: nada comprendía de aquello.

Él vio mi sorpresa.

—He estado en el cementerio del Pére-Lachaise —me dijo.

—¿A las diez de la mañana?

—Estaba allí a las siete... ¡Maldito baile de máscaras!

Yo no podía adivinar la relación que podía tener un baile de máscaras con el Pére-Lachaise. Así es que me resigné, y volviendo la espalda a la chimenea, empecé a envolver un cigarrillo entre mis dedos, con la flema y paciencia de un español.

Cuando terminé de hacerlo, se lo ofrecí a Antony, el cual sabía yo que de ordinario agradecía mucho esta clase de atención.


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10 págs. / 17 minutos / 112 visitas.

Publicado el 22 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Ángel Pitou

Alejandro Dumas


Novela


Capítulo I

DONDE EL LECTOR TRABARÁ CONOCIMIENTO CON EL HÉROE DE ESTA HISTORIA Y CON EL PAÍS QUE LE VIO NACER

En la frontera de Picardía y del Soissons, en esa porción del territorio nacional, que bajo el nombre de Isla de Francia constituía una parte del antiguo patrimonio de nuestros reyes; en medio de la inmensa media luna que forma, prolongándose al norte y al mediodía, un bosque de cincuenta mil fanegadas, se eleva, perdida en la sombra de un grandioso parque plantado por Francisco I y Enrique II, la pequeña ciudad de Villers-Cotterets, célebre por haber dado nacimiento a Carlos Alberto Demoustier, el cual, en la época en que comienza esta historia, escribía sus Cartas a Emilio sobre la Mitología, con gran satisfacción de las lindas mujeres de la época, que se las disputaban a medida que veían la luz pública.

Añadamos, para completar la reputación poética de esa pequeña ciudad, a la que sus detractores se obstinan en dar el nombre de burgo, a pesar de su castillo real y de sus dos mil cuatrocientos habitantes, añadamos que está situada a dos leguas de Laferté-Milon, donde nació Racine, y a ocho de Cháteau-Thierry, donde nació La Fontaine.

Consignemos, además, que la madre del autor de Británico y de Atalia era de Villers-Cotterets.

Volvamos a su castillo real y a sus dos mil cuatrocientos habitantes.


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649 págs. / 18 horas, 56 minutos / 154 visitas.

Publicado el 11 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Blanca de Beaulieu

Alejandro Dumas


Novela corta


Capítulo I

El que, al anochecer del 15 de diciembre de 1793, hubiese salido de la ciudad de Clisson para ir al pueblo de Saint-Crépin y se hubiese detenido en la cresta de la montaña a cuyo pie corre el río Moine, hubiera visto, al otro lado del valle, un extraño espectáculo.

En primer término, hubiera advertido, en el lugar en que sus ojos hubiesen buscado el pueblo perdido entre los árboles y en medio de un horizonte obscurecido ya por el crepúsculo, tres o cuatro columnas de humo que, separadas por la base, se juntaban ensanchándose, se agrupaban un instante formando una oscura cúpula, y cediendo blandamente al húmedo viento del oeste, rodaban en aquella dirección, confundidas con las nubes de un cielo bajo y brumoso. Hubiera visto aquella base enrojecer lentamente, después cesar el humo, y techos de casas y agudas lenguas de fuego reemplazar a aquéllas con sordo temblor, ya retorciéndose en forma de espirales, ya encorvándose y elevándose como el palo mayor de un navío. Le hubiera parecido que muy pronto todas las ventanas se abrían para vomitar fuego. De vez en cuando, y si algún tejado se hundía, hubiera oído un ruido sordo, hubiera distinguido una llama más viva, mezclada con millares de chispas, y, al sangriento resplandor del incendio que crecía, armas relucientes y un círculo de soldados que se oían a lo lejos. Hubiera oído gritos y risas, y hubiera dicho con terror: «Dios me perdone: es un ejército que se calienta al amor de una ciudad que arde».

Efectivamente, una brigada republicana de mil doscientos o mil quinientos hombres había encontrado abandonado el pueblo de Saint-Crépin y le había pegado fuego.

Esto no era una crueldad; era una táctica guerrera, un plan de campaña como otro cualquiera, plan que la experiencia demostró que era el único bueno.


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48 págs. / 1 hora, 24 minutos / 214 visitas.

Publicado el 11 de febrero de 2019 por Edu Robsy.

Cecilia de Marsilly

Alejandro Dumas


Novela


Introduccion

Era entre la paz de Tilsitt y la conferencia de Erfurth, esto es, cuando se hallaba el esplendor imperial en todo su apogeo.

Una mujer, en traje de mañana, vestida con un largo peinador de muselina de la india, guarnecido de magníficos encajes, al extremo del cual no se divisaba más que la punta de una pequeña zapatilla de terciopelo, y peinada como se estilaba en aquella época, es decir, con el pelo sobre lo alto de la cabeza y la frente rodeada de numerosos bucles castaños, que indicaban, por la regularidad de sus anillos, la obra reciente del peluquero, se hallaba recostada en una larga silla forrada de raso azul, en un lindo gabinete, que era la pieza más retirada de una habitación situada en el piso principal de la calle Taithout, número 11.

Digamos cuatro palabras acerca de la mujer, otras cuatro del gabinete, y luego entraremos en materia.


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204 págs. / 5 horas, 58 minutos / 123 visitas.

Publicado el 19 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Caballero de Harmental

Alejandro Dumas


Novela


I. EL CAPITÁN ROQUEFINNETTE

Cierto día de Cuaresma, el 22 de marzo del año de gracia de 1718, un joven caballero de arrogante apariencia, de unos veintiséis o veintiocho años de edad, se encontraba hacia las ocho de la mañana en el extremo del Pont Neuf que desemboca en el muelle de L’École, montado en un bonito caballo español.

Después de media hora de espera, durante la que estuvo interrogando con la mirada el reloj de la Samaritaine, sus ojos se posaron con satisfacción en un individuo que venía de la plaza Dauphine.

Era éste un mocetón de un metro ochenta de estatura, vestido mitad burgués, mitad militar. Iba armado con una larga espada puesta en su vaina, y tocado con un sombrero que en otro tiempo debió de llevar el adorno de una pluma y de un galón, y que sin duda, en recuerdo de su pasada belleza, su dueño llevaba inclinado sobre la oreja izquierda. Había en su figura, en su andar, en su porte, en todo su aspecto, tal aire de insolente indiferencia, que al verle el caballero no pudo contener una sonrisa, mientras murmuraba entre dientes:

—¡He aquí lo que busco!

El joven arrogante se dirigió al desconocido, quien viendo que el otro se le aproximaba, se detuvo frente a la Samaritaine, adelantó su pie derecho y llevó sus manos, una a la espada y la otra al bigote.

Como el hombre había previsto, el joven señor frenó su caballo frente a él, y saludándole dijo:

—Creo adivinar en vuestro aire y en vuestra presencia que sois gentilhombre, ¿me equivoco?

—¡Demonios, no! Estoy convencido de que mi aire y mi aspecto hablan por mí, y si queréis darme el tratamiento que me corresponde llamadme capitán.

—Encantado de que seáis hombre de armas, señor; tengo la certeza de que sois incapaz de dejar en un apuro a un caballero.

El capitán preguntó:

—¿Con quién tengo el honor de hablar, y qué puedo hacer por vos?


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239 págs. / 6 horas, 58 minutos / 122 visitas.

Publicado el 12 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Caballero de la Casa Roja

Alejandro Dumas


Novela


I. LOS VOLUNTARIOS

Era la noche del 10 de marzo de 1793.

En Notre Dame acababan de sonar las diez, y cada hora, descolgándose como un pájaro nocturno lanzado desde un nido de bronce, había volado triste, monótona y vibrante.

Sobre París había descendido una noche fría y brumosa.

El mismo París no era en absoluto el que conocemos, deslumbrante en la noche por mil luces que se reflejan en su fango dorado; era una ciudad avergonzada, tímida y atareada, cuyos escasos habitantes corrían para atravesar de una calle a otra.

Era, en fin, el París del 10 de marzo de 1793.

Tras algunas palabras sobre la extrema situación que había ocasionado este cambio en el aspecto de la capital, pasaremos a los acontecimientos cuyo relato es el objeto de esta historia.

A causa de la muerte de Luis XVI, Francia había roto con toda Europa. A los tres enemigos con los que había combatido al principio, Prusia, el Imperio y d Piamonte, se habían unido Inglaterra, Holanda y España. Sólo Suecia y Dinamarca, atentas al desmembramiento de Polonia realizado por Catalina II, conservaban su neutralidad.

La situación era alarmante. Francia, temida como potencia física, pero poco estimada como potencia moral tras las masacres de septiembre del 21 de enero, estaba literalmente bloqueada por toda Europa, como una simple ciudad. Inglaterra se hallaba en las costas, España en los Pirineos, el Piamonte y Austria en los Alpes, Holanda y Prusia en el norte de los Países Bajos, y en un solo punto, entre el Rin y el Escalda, doscientos cincuenta mil soldados avanzaban contra la República.


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228 págs. / 6 horas, 40 minutos / 226 visitas.

Publicado el 12 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Drama de 1793

Alejandro Dumas


Historia, Crónica


Capítulo I

Sumario.—El rey vuelve a París.—Escarapela nacional.—La nación.—El león y el perro.—La Asamblea sigue los pasos del rey.—El palacio arzobispal.—Guerra declarada a las palabras.—Abandono de Versalles.—Madlle. de Montansier.—Mirabeau.—La ley marcial.—El panadero François.—Sus defensores.—Su muerte.—Su mujer.—Su hijo.—Se pide, discute y decreta la ley marcial.—Fleur d’Epine.—Socorros a la viuda del panadero.—Texto de la ley marcial.—Loustalot y Marat.—Mirabeau.—Lafayette. —Destierro del duque de Orleans.—El siervo del monte Jura.—Su recibimiento en la Asamblea.—Visitas hechas a las cárceles civiles y eclesiásticas.—Los votos.—Los judíos.—Los cómicos.—Los protestantes.—Rabaud-Saint-Etienne.—Errores de la Asamblea.—Electores.—Elegibles.—Ciudadanos activos y pasivos.—Robespierre y Gregorio.—Prieur de la Marne.—Camillo Desmoulins.—Las caricaturas.—Los bienes del clero.—El obispo de Autun.—Vacaciones de los parlamentos.—Esquelas funerales de convite.—El picadero.—Los caballos.—El cartel de teatro.—Los actores.—Los Bayos.—Los Negros.—Los Imparciales.


Hubiéramos podido titular esta obra Luis XVI y la Revolución; porque, en efecto, partiendo de la época en que principiamos nuestro relato, esto es, del 6 de octubre de 1789, Luis XVI y la Revolución se encuentran ya frente a frente.

La vuelta del rey a París, reconquistado, como dijo Bailly, por su pueblo, completado una manera lógica la insurrección que tuvo origen en la Bastilla y obligó al monarca a que dejase momentáneamente su palacio de Versalles para ir a reconocer en el Hôtel-de-Ville la escarapela tricolor como escarapela nacional.


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Publicado el 10 de febrero de 2019 por Edu Robsy.

El Hombre del Alfanje

Alejandro Dumas


Cuento


En Ferdj'Ouah vive un Jeque llamado Bou Akas ben Achour. Es uno de los nombres más antiguos de la región y puede encontrársele en la historia de las dinastías árabes y bereberes de Ibu Khaldoun.

Bou Akas tiene cuarenta y nueve años de edad. Viste a la usanza de los cabilas, esto es, una gandoura de lana ceñida por un cinturón de cuero y ajustada a la cabeza por un fino cordón. Lleva un par de pistolas en el tahalí, en el lado izquierdo usa la flissa de los cabilas y colgando del cuello un pequeño alfanje negro. Ante él camina el negro portaespadas y a su lado va un enorme podenco.

Cuando una tribu vecina a cualquiera de las doce que él gobierna le inflige alguna pérdida, no se toma el trabajo de lanzarse contra ella. Se contenta con enviar al negro a la ciudad principal para exhibir el arma de Bou Akas y la injuria es inmediatamente reparada.

Tiene a su disposición dos o tres tolbas que leen el Corán al pueblo. Todas las personas que pasan por su casa en peregrinación a la Meca reciben tres francos, permaneciendo en Ferdj'Ouah por cuenta del Jeque durante el tiempo que deseen. Pero si por ventura Bou Akas descubre que hospedó a un falso peregrino, ordena en seguida a sus emisarios que lo sigan, lo detengan donde quiera que lo encuentren, y que allí mismo le apliquen veinte bastonazos en las plantas de los pies.

Bou Akas a veces alimenta a trescientas personas y en lugar de participar del banquete, camina por entre los comensales con una vara en la mano, dirigiendo a los criados. Después, caso de que haya sobrado algo, come, pero siempre el último.


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8 págs. / 14 minutos / 112 visitas.

Publicado el 23 de junio de 2016 por Edu Robsy.

El Paje del Duque de Saboya

Alejandro Dumas


Novela


I. El campamento de Carlos V y sus alrededores

Trasladémonos sin prólogo ni preámbulo a la época en que reinan Enrique II en Francia, María Tudor en Inglaterra, y Carlos V en España, Alemania, Flandes, Italia y las dos Indias, o lo que es igual, en la sexta parte del mundo.

Empieza la escena en el día 5 de mayo de 1555, cerca de la pequeña ciudad de Hesdin-Fert, recién reedificada por Manuel Filiberto, príncipe del Piamonte, para reemplazar la de Hesdinle-Vieux, por él tomada y destruida en el año anterior; y, por lo tanto, nos hallamos en la parte de la Francia antigua, que a la sazón llamaban Artois, y en el día denominamos departamento del Paso de Calais. Decimos Francia antigua, porque el Artois estuvo unido por poco tiempo al patrimonio de nuestros reyes por Felipe Augusto, vencedor de San Juan de Acre y de Bouvines. Transmitido en 1180 a la casa de Francia y cedido en 1237 por San Luis a Roberto, su hermano menor, perdióse en manos de Mahaud, Juana I y Juana II, pasando luego al conde Luis de Mâle, cuya hija lo transmitió con los condados de Flandes y Nevers, a la casa de los duques de Borgoña. Por último, muerto Carlos el Temerario, el día en que María de Borgoña, última heredera del famosísimo nombre y de los innumerables bienes de su padre, unióse con Maximiliano, hijo del emperador Federico III, fue a unir su nombre y riquezas al dominio de la casa de Austria, los que desaparecieron en él como un río en el océano.


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513 págs. / 14 horas, 59 minutos / 95 visitas.

Publicado el 11 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Georges

Alejandro Dumas


Novela


I. LA ISLA DE FRANCIA

¿No te ha sucedido alguna vez, durante una de esas largas, tristes y frías veladas de invierno, que, hallándote sólo con tus pensamientos, oyeras soplar el viento por los pasillos y la lluvia tamborilear en las ventanas? ¿No te ha sucedido que, con la frente apoyada en la chimenea, y mirando, sin ver, las ascuas chisporrotear en el hogar, no te ha sucedido, decía, que sintieras grima por nuestro clima sombrío, nuestro París húmedo y fangoso, y soñaras con un oasis encantado, tapizado de hierba y lleno de frescor, donde, en cualquier estación del año, al borde de un manantial de agua fresca, al pie de una palmera o a la sombra de los yambos, pudieras adormecerte poco a poco entre una sensación de bienestar y languidez?

Pues bien, ese paraíso que soñabas existe; ese edén que ambicionabas te está esperando; ese arroyo que debe acunar tu somnolienta siesta cae en cascada y se convierte en espuma; la palmera que debe albergar tu sueño ofrece a la brisa del mar sus largas hojas, semejantes al penacho de un gigante. Los yambos, cubiertos de frutos irisados, te ofrecen su fragante sombra. Sígueme, ven conmigo.

Ven a Brest, esa ciudad hermana de la comerciante Marsella, centinela armado que vela sobre el océano. Y aquí, de entre el centenar de barcos que se refugian en su puerto, escoge una de esas bricbarcas de fondo estrecho, velas ligeras y mástiles esbeltos, como las de los osados piratas que describe el rival de Walter Scott, el poético novelista de la mar. Justamente estamos en septiembre, el mes propicio para los largos viajes. Sube a bordo del navío al que hemos confiado nuestro destino común, dejemos atrás el verano y boguemos al encuentro de la primavera. ¡Adiós, Brest! ¡Hola, Nantes! ¡Hola, Bayona! ¡Adiós, Francia!


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373 págs. / 10 horas, 53 minutos / 68 visitas.

Publicado el 10 de febrero de 2019 por Edu Robsy.

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