Textos más vistos de Alejandro Dumas | pág. 6

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autor: Alejandro Dumas


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Los Cuarenta y Cinco

Alejandro Dumas


Novela


I. La puerta de San Antonio

Etiamsi omnes.

A las diez de la mañana del 26 de octubre de 1585 no se habían abierto aún las barreras de la puerta de San Antonio.

A las diez y tres cuartos, un piquete de unos veinte suizos, cuyo uniforme daba a entender que pertenecían a los pequeños cantones, es decir, a los más fieles partidarios de Enrique III, desembocó por la calle de la Mortellerie hacia la puerta de San Antonio, la cual se abrió, volviendo a cerrarse luego de haberles dado paso. En la parte exterior de dicha puerta los suizos se alinearon a orillas del soto que por aquel lado cercaba las dos líneas del camino.

Su aparición hizo entrar en la ciudad antes de las doce a gran número de paisanos que a ella se encaminaban desde Montreuil, Vincennes y Saint-Maur, operación que antes no habían podido llevar a efecto por hallarse cerrada la puerta.

En vista de la referida aparición del piquete, pudo pensarse que el señor preboste intentaba prevenir el desorden que era fácil tuviese lugar en la puerta de San Antonio con la afluencia de tanta gente.

En efecto, a cada momento llegaban, por los tres caminos convergentes, religiosos de los conventos circunvecinos: mujeres que cabalgaban en lucidos asnos, labradores tendidos en sus carretas que penetraban por entre aquella masa ya considerable, detenida en la barrera por la clausura inesperada de las puertas, que nada tenían que ver con la mayor o menor prisa de los que a ella acudían, formaban una especie de rumor semejante al bajo continuo de la armonía, al paso que algunas voces, dejando el diapasón general, subían hasta la octava para expresar sus amenazas o sus quejas.


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779 págs. / 22 horas, 44 minutos / 440 visitas.

Publicado el 11 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Mil y Un Fantasmas

Alejandro Dumas


Cuento


Un día en Fontenay-aux-roses

A M***

Con frecuencia me habéis dicho —en aquellas placenteras veladas que van siendo raras, donde cada cual charla a su placer dando forma a los ensueños del corazón, entregado a los caprichos del ingenio o desperdiciando el tesoro de los propios recuerdos, —a menudo me habéis dicho que después de Scheherezada y Nodier, era yo el más entretenido narrador de cuentos que habíais oído.

En esto me escribís hoy diciéndome que mientras aguardáis de mí una larga novela por de contado, una de aquellas interminables novelas como escribo yo, y en las cuales hago entrar a todo, un siglo, quisierais que os enviase algunos cuentos, dos, cuatro o seis volúmenes, lo más, pobres flores de mi jardín que vais a lanzar al viento en medio de las preocupaciones políticas, entre el proceso de Bourges, por ejemplo, y las elecciones de mes de mayo.

Pero ¡ay amigo mío!, la época es triste y he de advertiros que mis cuentos no serán alegres. Me permitiréis tan sólo que cansado de lo que veo pasar todos los días en el mundo real, vaya a buscar mis cuentos al mundo imaginario. ¡Ah!, por desgracia, temo que las inteligencias algo superiores, algo poéticas, algo soñadoras, se hallen a estas horas donde se halla la mía; es decir, en busca del ideal, el único refugio que nos deja Dios contra la realidad.

Ahí me tenéis ahora mismo rodeado de cincuenta volúmenes abiertos con ocasión de una historia de la Regencia que acabó de concluir, y que os suplico, si acaso de ella habláis, que invitéis a las madres a no dejar leer a sus hijas. Ahí me tenéis, repito, y mientras estoy escribiendo, se fijan mis ojos en una página de las memorias del marqués de Argenson, donde, debajo de estas palabras: De la conversación en otro tiempo y de la conversación en el día, leo estas otras:


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369 págs. / 10 horas, 47 minutos / 346 visitas.

Publicado el 11 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Napoleón

Alejandro Dumas


Historia, Biografía


I. Napoleón de Buonaparte

El día 15 de agosto de 1769 nació en Ajaccio un niño que recibió de sus padres el nombre de Buonaparte y del cielo el de Napoleón.

Los primeros días de su juventud transcurrieron en medio de la agitación febril propia que sigue a las revoluciones. Córcega, que desde hacía medio siglo soñaba con la independencia, acababa de ser en parte conquistada y en parte vendida; no se había librado de la esclavitud de Génova sino para caer en poder de Francia. Paoli, vencido en Pontenuovo, iba a buscar con su hermano y sus sobrinos un asilo en Inglaterra, donde Alfieri le dedicó su Timoleone. El aire que el recién nacido respiró estaba impregnado de los odios civiles y la campana que resonó en su bautismo parecía vibrar aún con los últimos toques de alarma.

Carlos de Buonaparte, su padre, y Leticia Ramolino, su madre, ambos de raza patricia y oriundos de San Miniato, ese pueblo encantador que domina desde su colina la ciudad de Florencia, tras una larga relación de amistad con Paoli, habían decidido abandonar su partido, declarándose a favor de la influencia francesa. De esta manera no tuvieron problema para obtener la protección de M. de Marbœuf, que volvía como gobernador a la isla donde diez años antes había entrado como general, consiguiendo que el joven Napoleón pudiera ingresar en la Escuela Militar de Brienne. La petición acabó siendo admitida y algún tiempo después, M. Berton, subdirector del colegio, dejaba escrito en sus registros la nota siguiente:

Hoy, día 23 de abril de 1779, Napoleón de Buonaparte ha ingresado en la Real Escuela Militar de Brienne-le-Château, a la edad de nueve años, ocho meses y cinco días.


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202 págs. / 5 horas, 54 minutos / 394 visitas.

Publicado el 11 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Un Alma por Nacer

Alejandro Dumas


Cuento


Hace seis mil años aproximadamente...

El mundo estaba creado hacía medio siglo. Dios ya había expulsado a Adán y Eva del paraíso terrestre. No había, pues, en el cielo, más que almas que un día debían descender a la tierra y animar sucesivamente los cuerpos que nacerían.

La primera que se presentó a Dios fue la de Abel, y los cantos de los arcángeles y la bendición del señor acogieron el retorno del alma exiliada y mártir que debió la luz a una falta y la muerte a un crimen.

La segunda fue la de Eva, y cuando las puertas del cielo volvieron a abrirse ante esta alma pecadora, mancillada por el pecado pero depurada por el dolor, todas las almas del futuro se apiñaron a su alrededor para saber algo de la tierra.

Eva se había limitado a responder: «He pecado, he sufrido, he rezado; la vida tiene muchas pasiones, muchos dolores y muchas alegrías.». Luego se había retirado a la diestra de Dios, para acabar junto a él su plegaria iniciada en el mundo.

Para todas estas almas que no conocían más que el cielo, pasiones y dolores eran dos palabras completamente desconocidas. No comprendían más que una eternidad de calma, puesto que no veían más que una extensión de serenidad; por eso se paseaban soñadoras por los jardines de estrellas que Dios hizo abrir bajo sus pasos, preguntándose unas a otras qué podían ser las cosas ignoradas que en la tierra se denominaban pasiones y dolores.

Entonces a veces se alejaban del grupo que forman los elegidos junto al Señor, y seguían misteriosamente un sendero aislado hasta que, llegadas a un lugar en que ninguna otra las había seguido, podían inclinarse sobre la bóveda del cielo y tratar de ver lo que pasaba entre los hombres; pero las tinieblas de las pasiones eran tan impenetrables a sus ojos celestes como los resplandores de la eternidad a nuestra ciencia humana.


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7 págs. / 13 minutos / 155 visitas.

Publicado el 22 de junio de 2016 por Edu Robsy.

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