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El Collar de la Princesa

Alejandro Larrubiera


Cuento


Los ojos de la hermosa princesa Brisamor son como esmeraldas cuando el sol las acaricia con su lumbre de oro.

Los ojos de la hija del rey Amaranto jamás han sido empañados por el pesar.

Desconoce lo que es padecer, y su vida es como la de esos riachuelos del país del Encanto, que se deslizan plácidos entre riberas cuajadas de flores, sin que el espejo movible de sus aguas copie el negro nubarrón de las tempestades: el cielo que copia es eternamente azul, sonríe eternamente.

Todo cuanto rodea á Brisamor es azul y risueño: ni la más ligera nubecilla, formada por el desencanto ó la contrariedad, ha ensombrecido el espejo de su alma inocente.

Ni aun Eros, la más tiránica de las divinidades, ha sido huésped enojoso, como lo es casi siempre que se alberga en los humanos corazones: Brisamor se ha casado enamorada de su primero y único pretendiente, el príncipe que para galán hubieran soñado las más románticas princesas.

Todo sonríe en el camino de flores y de venturas que el destino ha trazado á la gentil y hermosa hija del rey Amaranto.

Sus ojos, del color de las esmeraldas cuando el sol las acaricia con su lumbre de oro, jamás han sido empañados por el dolor, antes por el contrario, de día en día es su brillo más intenso: que la alegría de vivir es antorcha prodigiosa para iluminar las pupilas de los mortales.


Ha llegado á la corte de Amaranto un viejo estrambótico llamado Alfa, que cubre su esquelético cuerpo con una arlequinesca hopalanda bipartida: rosa y negro son sus colores, y la caperuza con que se cubre es de un tejido de oro que deslumbra.


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Dominio público
5 págs. / 9 minutos / 87 visitas.

Publicado el 18 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

Corazón

Alejandro Larrubiera


Cuento


I

Terminada la carrera de ciencias en la Universidad de Berlín, no quiso el doctor Franz ser uno de esos sabios de biblioteca, pobres folicularios que no saben de la vida más allá de lo que buenamente les cuentan sus libracos. Estudiar la naturaleza en todas sus manifestaciones, exhumar el recuerdo de pasados tiempos, contemplar de cerca tanta y tanta grandeza como yace olvidada entre el polvo del tiempo y el polvo del olvido, esos eran los propósitos del joven y rico doctor alemán.

Visitó el Egipto, primitiva cuna de la civilización, pudo desenmarañar los signos de su escritura ideográfica esculpidos en las suntuosas moles de granito de sus tumbas faraónicas, y quedó sorprendido del espíritu ferviente de aquellos hombres que se construían para la eternidad palacios gigantescos; en Oriente leyó en los artísticos ladrillos de sus pagodas y mezquitas las máximas del Alcorán y cuanto la fantasía de los pueblos árabes ha producido; Persia, Asiria y la Media descubriéronle los secretos del poderío de sus imperios en los enrevesados ideogramas de su escritura cuneiforme; pero estos conocimientos no tenían para el doctor otro interés que el de aumentar su cultura; no le llevaban á ningún fin práctico.

Imbuido por una filosofía extraña á toda escuela conocida, Franz quiso descubrir el logos, el verbo, palabra ó signo de un algo que él no había encontrado en ningún códice ni en incunable alguno, pero que debía existir. La mitología pagana describe con el más seductor de los optimismos las fuentes de salud que por siempre conservaban incólume la hermosa juventud del cuerpo á los que bebían de su agua milagrosa.


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Dominio público
6 págs. / 11 minutos / 61 visitas.

Publicado el 19 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

Vida Fantástica

Alejandro Larrubiera


Novela


Al Excmo. Sr. D. Antonio Royo Villanova

Ilustre orador y publicista, paladín de la cultura patria y hombre que cautiva todas las voluntades con su alta intelectualidad y nobleza de alma.


En testimonio de cariño, gratitud y admiración, su amigo


Alejandro Larrubiera

Al lector

El ilustre novelista y maestro querido y admirado, Jacinto Octavio Picón, afirma que la picara vanidad forma el fondo de todo literato, puesto que sin ser algo vanidoso a nadie se le ocurre que lo que ha imaginado en la soledad de su gabinete pueda servir de entretenimiento al prójimo.

Ojalá que esta pueril vanidad innata en todos los que escriben obras de imaginación, y aun en los que no las escriben, merezca de tu parte una bondadosa disculpa, si logro mis anhelos de proporcionarte algún esparcimiento con el libro ofrecido a tu curiosidad.

Vida fantástica es el título que, después de desechar otros muchos, hallé como el más apropiado a esta novela.

Pero bueno será declarar, para que nadie se llame a engaño, que en esta narración novelesca no ha de encontrarse lo que acaso el rótulo haga suponer de estupendo y maravilloso, pues si bien toca realmente en tales extremos por lo inconcebible, la vida del protagonista, éste, después de todo, se produce en ella como lo que es, como un pobrecito hombre que hace su rota por el mundo a la manera trivial de la inmensa mayoría de los mortales.

Y esto que a primera vista resulta un tanto paradójico no puede ser explicado ahora, porque si lo fuera quebrantaríase inoportunamente el interés que intenté despertar en las siguientes páginas. ¡Y sea yo tan venturoso, amigo lector, que cautive tu atención desde la primera hasta la última!


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114 págs. / 3 horas, 20 minutos / 122 visitas.

Publicado el 27 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

Pues Señor...

Alejandro Larrubiera


Cuento


I

Érase que se era un hombre tan pobre que no tenía un céntimo, ni poseía cosa mejor que un traje todo girones, remiendos y corcusidos.

El hombre, por las mañanas, al levantarse del montón de heno que le servía de cama en lo hondo de una cueva, preguntábase invariablemente con inquietud de sobra justificada:

—¿Comeré hoy?...

Salía de la cueva é íbase á la ciudad, en donde se dedicaba á recitar con voz de hambriento, que es la voz más sombría y cascada que se conoce, romances, en los cuales se contaban maravillas de Eoldán, Gaiferos, Blancaflor, Merlín y Aladino: gente sí reunía el pobre hombre, que nunca faltan desocupados que con tales historias se queden boquiabiertos; lo que no reunía era un solo perro chico con que remediar su infelicísima suerte. Discurría socarronamente el concurro, que no debía necesitar de su auxilio quien se pasaba la vida entreteniéndole con tan fantásticas coplas, y Basilio —así se llamaba el malaventurado y parlante romancero— si quería comer tenía que mendigar las sobras de los hartos y blandos de corazón.

Parientes no se le conocían á Basilio, así como tampoco mujer alguna que con él compartiese su mísero destino.

Y no obstante, el mendigo, cada vez que recitaba en sus romances amores más ó menos extraordinarios, endulzaba la voz y en los ojos brillábale un deseo jamás confesado ni nunca satisfecho.

Si alguna pareja de novios se detenía en su corro, la miraba entre hosco y complaciente.

—¿Por qué no te casas? —hubo de preguntarle uno de tantos prójimos como en el mundo se desviven por averiguar lo que nada les importa.

—Eso no reza conmigo —replicó el hombre suspirando.

—¡Que! ¿No te gustan las mujeres?...

—¡Muchísimo!... —afirmó Basilio con vehemente sinceridad.

—Entonces...

—Yo no encontraré jamás una mujer que me quiera, porque jamás la he de buscar.


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4 págs. / 7 minutos / 41 visitas.

Publicado el 22 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

La Mujer de Palo

Alejandro Larrubiera


Cuento


La Fama, que muchas veces trompetea á tontas y á locas, pregonaba que no había en la patria del Cid mortal tan venturoso como el mesonero de Pedrules, Juan Otáñez, marido de la mujer más gentil, graciosa y encantadora que hubo de verse metida en el rudo tráfago de hospedar la variada y pintoresca muchedumbre de viandantes que hacían su camino por tierra de Castilla.

Por hombre dichoso teníase á Otáñez; su mesón era uno de los más frecuentados en muchas leguas á la redonda; en su gaveta escondíanse prudentemente, para evitar deslumbres de ojos y malos pensamientos, algunos centenares de áureos redondelitos sellados con la efigie del señor rey D. Felipe III; ningún marido más afortunado, por ser Maricruz, su mujer, dechado de gracias y perfecciones pertinentes al cuerpo, y de aquellas, más preciadas y perennales, del alma.

Pero, la felicidad es fruto que nadie saborea con entera placidez: al envidiado y envidiable Otáñez amargábale el dulzor de sus venturas el acíbar de los celos, que era el mesonero sobrado receloso, sin duda por el natural temor que en los varones avisados y prudentes pone un excesivo y continuado bienestar.


* * *


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5 págs. / 10 minutos / 53 visitas.

Publicado el 18 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

La Hada de los Ojos Verdes

Alejandro Larrubiera


Cuento


¡Ay de aquellos que no posean una flor
de la hada de los ojos verdes!

I

Era el amanecer de un día de mayo: el mes de las flores, del amor y de las hadas: las tres cosas más espirituales que pueden existir en el mundo; la aurora, como maga invisible, recogía los negros tules en que aparecía envuelto el bosque; los árboles, que en la noche semejaban medroso batallón de gigantes que dormía un sueño agitado, mostrábanse en toda su lozanía cuajados de hojas y de canciones; al pie de uno de estos árboles había un hombre joven vestido de pastor.

Dormía, y su sueño debía ser tan alegre como la aurora de aquel día, por cuanto en su rostro dibujábase una sonrisa. ¿Quién sabe si el amor, el interés ó alguna de esas ocultas ambiciones del espíritu satisfarían éste en la quimérica realidad del sueño?..

Los rayos del sol naciente vinieron á despertar al joven, el cual, refregándose los ojos, miró en torno suyo, y al verse así, tan solo, al pie de un árbol, hizo un gesto de asombro.

—¡Todo mentira!, balbuceó con acento de amargura.

Y poniéndose en pie, echó á andar por entre el laberinto del bosque; andaba el pastor á paso tardo, la cabeza inclinada al pecho, caídos los brazos: como anda quien se ve bajo el peso de una gran preocupación.

—¡Sería yo tan feliz!, pensaba en voz alta, poco cuidadoso de que los pájaros interrumpiesen sus cantos para escucharle. Si yo poseyera como el amo una casa, un huerto y un millar de ovejas, podría atreverme á hablar á Marcela, la hija del señor alcalde… ¡Y sería dichoso, dichosísimo: no me cambiaría por ningún rey ni príncipe, porque el que se case con Marcela puede decir que se casa con la propia felicidad!

Y moviendo tristemente la cabeza continuó:


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3 págs. / 6 minutos / 58 visitas.

Publicado el 27 de julio de 2023 por Edu Robsy.

La Famosa Historia de Maese Antón

Alejandro Larrubiera


Cuento


La amplia cocina de maese Antón hallábase en tal noche de Nochebuena, hace de esto ya siglos, iluminada por la alegre y chisporroteadora llama de los verdosos troncos que se consumían en el llar, y por los monumentales candiles de hierro que pendían de la ahumada y robliza techumbre, decorada con lomos, chorizos, jamones, morcillas y otros substanciosos fililíes; las luces de los candiles semejaban almendras de oro flotantes en un espacio neblinoso.

Las mejillas y las narices de los comensales tenían un sospechoso barniz de escarlata; chispeaban los ojos y sonreían las bocas; habíase dado fin al pantagruelesco banquete, que empezó pasadas las doce de la noche. Maese Antón y su mujer, la hermosa Fredegunda, y los dos oficiales y los seis aprendices de la herrería considerábanse, en tal hora y en tal sitio, como los seres más venturosos de la tierra, que no hay cosa que despierte más pronto el regocijo en almas buenas y sencillas, libres de inquietud y de ambición, que una cena espléndida, pródigamente rociada con vinillo de lo añejo.


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Dominio público
10 págs. / 17 minutos / 46 visitas.

Publicado el 18 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

La Diosa de los Ojos Verdes

Alejandro Larrubiera


Cuento


I

¡Ay de aquellos que no
posean una flor de la diosa
de los ojos verdes!...


Era el amanecer de un día del mes de las flores y del amor y con esto se ha dicho Mayo; la aurora desvanecía las sombras en que se encontraba cubierto el bosque, cuyos árboles, que en la noche parecían medroso batallón de gigantes que murmuraban una pavorosa é ininteligible plegaria, mostrábanse á la rosada luz del amanecer en toda su lozanía, poblados de hojas y de canciones; al pie de uno de estos árboles había un pastor.

Dormía, y su sueño debía de ser tan alegre como la aurora de aquel día; en su rostro dibujábase una sonrisa. ¿Quién sabe si el amor, el interés ó alguna de esas locas ambiciones del espíritu satisfarían á éste en la quimérica realidad del sueño?...

Los rayos del sol naciente vinieron á despertar al que dormía, quien, refregándose los ojos, miró en torno suyo, y al verse así á solas, al pie de un árbol, hizo un gesto de asombro.

—¡Todo mentira! —balbuceó con acento de amargura.

Y poniéndose en pie, echó á andar internándose en el laberinto del bosque; andaba el pastor á paso tardo, la cabeza inclinada al pecho, caídos los brazos: como anda quien se ve bajo la pesadumbre de grave preocupación.

—¡Sería yo tan feliz— pensaba en voz alta, poco cuidadoso de que los pájaros interrumpieran sus cantos para escucharle— si tuviese como el amo una casa, un huerto y un millar de ovejas! Con todo esto podría atreverme á hablar á Marcela, la hija del alcalde... ¡Y sería dichoso, dichosísimo: como cambiaría por rey ni príncipe alguno, porque el que se case con Marcela puede decir que se casa con la propia felicidad!

Y moviendo tristemente la cabeza continuó:


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3 págs. / 5 minutos / 42 visitas.

Publicado el 22 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

Función de Títeres

Alejandro Larrubiera


Cuento


I

Si eran ó no verídicas las voces que corrían en el pueblo de Villabrin á propósito de la conducta de Marcela, la hija del alcalde, sirviendo de sabrosos chichisveos entre mozas y mozos, sábelo Dios; lo que sí se sabía era que tío Juan, el padre, andaba cariacontecido, sin atreverse — á pesar de su autoridad y de las simpatías que gozaba en el pueblo — á meterse, como de costumbre, en la lonja á formar tertulia con los dueños y tres ó cuatro notables del lugarejo que á primera hora de la noche allí se congregaban: si alguien le pedía noticias de su hija, poníasele al hombre torva la faz, y con acento que helaba por lo frío, gruñía un «¡Está buena!», que no alentaba á continuar el interrogatorio. Además de esto, que ya era bastante para fijar la atención de sus convecinos, ni el alcalde ni su hija asistían á la iglesia en los días de precepto. Decíase que Marcela estaba como reclusa en el caserón paternal; algunas tardes, cerca de anochecido, los que cruzaban por delante de la alcaldía veían á la moza asomada á una de las ventanas contemplando tristemente la vega, llena de verdor y susurrante al ser azotadas las cañas de los maizales por el viento ábrego.

Empezábanse á cotejar fechas y á recordar detalles que pasaron inadvertidos: que no hay juez instructor más diligente que una aldea á caza de un misterio. Asegurábase que la reclusión de la moza, el mal humor y el retraimiento del padre, databan desde el día aquel en que regresó á la corte César, un lejano pariente de tío Juan, que vino de Madrid á pasar una temporada en el pueblo: que César y Marcela fueron novios en tal tiempo, podía jurarse, aunque los interesados jamás confiaron á nadie su noviazgo: que tío Juan no veía estas relaciones con malos ojos, era cosa indudable, porque el pariente poseía un bonito caudal y… ¿á quién le amarga un dulce?


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8 págs. / 14 minutos / 43 visitas.

Publicado el 21 de julio de 2023 por Edu Robsy.

Fonógrafo Perfeccionado

Alejandro Larrubiera


Cuento


I

La mayoría de los amigos de D. Ruperto, al saber la fausta nueva de su enlace, hicieron muy sabrosos comentarios, porque á los cincuenta y pico de años, es loco el empeño de acometer tan arriesgada empresa, mucho más si la novia, como en el caso presente ocurría, contaba menos primaveras que reales un duro.

Y con maleante intención murmuraban los amigos:

—¡Incauto manchego! ¡En que lances se aventura!...

A ésta, como á otras más exageradas muestras caritativas, hacia D. Ruperto oídos de mercader, y si alguno de sus íntimos, machacón y suspicaz, le enumeraba las aprensiones que el casorio le producía, encogíase bonitamente de hombros, sonreía desdeñoso y, engallándose, replicaba en son de ciudadano que sabe ver más allá de sus narices:

—¡Hombre! Ya se yo lo que me hago. ¿Crees que si no estuviera bien convencido de que nada malo ha de ocurrirme me metería así como así en la boca del lobo?... ¡Quiá! Estoy á cubierto de cualquiera catástrofe que pudiera sobrevenirme...Tengo el orgullo de proclamarme, urbis et orbe, el único marido que sabrá sorprender el pensamiento de su mujer sin que ella lo advierta... No, no he hecho pacto con ningún espíritu infernal; he arrancado á la ciencia uno de sus más peregrinos secretos, que no en balde pasé la vida estudiándola, y aunque esto no fuera así, mi futura es una muchacha de conducta irreprochable, y si se casa conmigo no es por un interés grosero, sino por un cariño apacible, puro, fraternal.

Si á D. Ruperto se le estrechaba para que indicase la índole de su invento, excusaba el deseo, exclamando con acento de orgullosa satisfacción:

—¡Ese es mi gran secreto!


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3 págs. / 6 minutos / 45 visitas.

Publicado el 19 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

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