Textos más populares este mes de Antonio de Trueba disponibles que contienen 'u' | pág. 8

Mostrando 71 a 80 de 89 textos encontrados.


Buscador de títulos

autor: Antonio de Trueba textos disponibles contiene: 'u'


56789

El Modo de Dar Limosna

Antonio de Trueba


Cuento


I

Una tarde íbamos en la diligencia de Bilbao a Durango un señor cura, un aldeano y yo. El señor cura era lo que se llama un bendito, porque con el candor y el buen corazón suplía lo mucho que le faltaba de talento y perspicacia. El aldeano era más hablador que el mus y más agudo que lengua de envidioso. Y yo era un curioso observador que, aunque parezca que mira al plato, mira a las tajadas, es decir, que cuando parece que sólo piensa en los cuentos y anécdotas populares que escucha, piensa en la filosofía que aquellos cuentos y anécdotas encierran.

Como Vizcaya no tiene más que diez y seis o diez y siete leguas de largo y once o doce de ancho, y la población apenas se interrumpe y está toda ella cruzada de carreteras y casi todos los vizcaínos nos reunimos con frecuencia en los mercados de las villas, y en las romerías, y en las ferías, y en las juntas generales de Guernica, donde hace más de mil años nos gobernábamos libremente y sin ocurrírsenos si éramos liberales o dejábamos de serlo, todos nos conocemos, y por donde quiera que vayamos vamos entre amigos, o cuando menos entre conocidos. Así era que el señor cura, el aldeano y yo íbamos conversando como amigos, a lo que contribuía también la rarísima circunstancia de ir solos en la diligencia, que casi siempre va atestada de gente.

Siempre que la diligencia se detenía o acortaba el paso al emprender una cuesta, se subía al estribo algún mendigo a pedirnos limosna, porque si los vascongados rarísima vez mendigan ni en su tierra ni en la agena, en cambio las Provincias Vascongadas son la tierra de promisión para los de otras más infortunadas.

El aldeano y yo dábamos limosna a todos los pobres; pero el señor cura, después de llevarse la mano al bolsillo del chaleco, la retiraba como arrepentido de su buena intención, y era el único que no daba limosna.


Leer / Descargar texto

Dominio público
7 págs. / 12 minutos / 60 visitas.

Publicado el 26 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

El Tío Interés

Antonio de Trueba


Cuento


I

Hace ya muchos años, caminaba yo en una galera de Medina del Campo a Valladolid, y entre los viajeros que me acompañaban, iba una mujer que se quejaba amargamente de que no se le había hecho justicia en un pleito que estaba a punto de resolverse en segunda instancia en la Audiencia de Valladolid, donde temía que tampoco se le hiciera justicia.

Con tal motivo o tal pretesto, se dijeron allí perrerías de los tribunales, y el que más benévolamente los juzgó fue un señor cura de aldea que se limitó a decir que los jueces tienen ojos y no ven.

Yo quise tomar la defensa de la justicia, porque esta señora de vidas y haciendas es muy respetable; pero fuese que el auditorio estuviese poco dispuesto a dejarse convencer, o fuese que la santidad de la causa que yo defendía no diese la suficiente elocuencia a mi palabra, de suyo poco persuasiva, es lo cierto que tuve que callarme porque creí que mis compañeros de viaje me comían vivo.

—¿No saben Vds. lo del tío Interés? preguntó un labrador gordo, alegrote, malicioso y decidor, que era de los que más parte habían tomado en la disputa, animado sin duda por las frecuentes caricias que tras un «¿Ustedes gustan?» hacía a una enorme bota que asomaba la gaita en sus alforjas.

—No señor, le contestamos todos.

Y yo, que doy a las narraciones y cuentos populares la importancia que se les da en todos los países cultos donde se las recoge, imprime y estudia como documentos preciosos para conocer la historia y el espíritu popular, uní mis ruegos a los de mis compañeros para que el labrador contase lo del tío Interés, que, en efecto, nos contó sustancialmente en estos términos:


Leer / Descargar texto

Dominio público
5 págs. / 10 minutos / 68 visitas.

Publicado el 26 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

La Yesca

Antonio de Trueba


Cuento


I

Éste era un hombre casado, a quien llamaban Juan Lanas, porque era como Dios le había hecho y no como Dios quiere que nos hagamos nosotros mismos con ayuda del entendimiento que para ello nos ha dado.

Su mujer y él se llevaban muy bien; pero no por eso dejaban de tener de higos a brevas sus altercados por la falta de filosofía de Juan Lanas. Uno de los altercados que solían tener era éste:

—¡Cuidado que son dichosas las señoras mujeres!

—Más dichosos son los señores hombres.

—¡No digas disparates, mujer!

—¡No los digas tú, marido!

—Pero, mujer, ¿quieres comparar la vida aperreada que nosotros pasamos trabajando como negros para mantener a la mujer y los hijos, con la vida que vosotras pasáis sin más trabajo ni quebraderos de cabeza que cuidar de la casa?

—Y qué, ¿es poco trabajo ese?

—¡Vaya un trabajo! Parir y criar tantos y cuantos chicos, y luego cuidar de ellos y del marido. ¡No hay duda que el trabajo es para reventar a nadie!

—Ya te quisiera yo ver en nuestro lugar, a ver si mudabas de parecer.

—Pues no mudaría.

—Pues te equivocas de medio a medio: una legua andada con los pies cansa más que veinte andadas con la imaginación.

—Será todo lo que tú quieras; pero lo que yo sé es.....

—¡Qué has de saber tú, si eres un Juan Lanas!

—¡Adiós, ya salió a relucir el pícaro mote!

—Los motes no los pone el que los usa.

—¡Otra te pego, Antón! ¿Pues quién los pone si no?

—El que los merece.

—¡No, si a las señoras mujeres las dejan hablar!.....

—¡No, si a los señores hombres los dejan hacer y decir disparates!.... Jesús, ¡y luego dicen que los hombres se casan! Mentira, mentira, que las que se casan son las mujeres.


Leer / Descargar texto

Dominio público
6 págs. / 10 minutos / 52 visitas.

Publicado el 26 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

El Primer Pecado

Antonio de Trueba


Cuento


I

¿Quién no recuerda haber oído a su madre la historia de un gran criminal que empezó su triste carrera robando un alfiler y la terminó muriendo ajusticiado en un patíbulo? Historia muy parecida a la de este desdichado es la del pueblecito de San Bernabé, sobre cuyas solitarias ruinas, cubiertas de zarzas y yezgos y coronadas con una cruz, como la sepultura de los muertos, me la contaron una melancólica tarde a la sombra septentrional de la cordillera pirenaico-cantábrica.

II

En una de aquellas colinas, pertenecientes al noble valle de Mona, hoy perteneciente a la provincia de Burgos, aunque la naturaleza y la historia le hicieron hermoso y honrado pedacito de Vizcaya; en una de aquellas colinas que se alzan entre Arceniega y el Cadagua, dominadas por la gran peña a cuyo lado meridional corre ya caudalosísimo el Ebro, existía desde el siglo VIII un santuario dedicado al apóstol San Bernabé.

Este santuario era uno de los muchos que hay desde el Ebro al Océano, separados por un espacio de diez leguas, debidos a la piedad de aquella muchedumbre de monjes y seglares que se refugiaron en aquellas comarcas cuando los mahometanos invadieron las llanuras de Castilla y se detuvieron en la orilla meridional del gran río sin atreverse a pasar a la opuesta, en cuyas fortalezas naturales los esperaban amenazadores y altivos los valerosos cántabros, reforzados con los fugitivos de Castilla.


Leer / Descargar texto

Dominio público
24 págs. / 42 minutos / 60 visitas.

Publicado el 26 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

El Judas de la Casa

Antonio de Trueba


Cuento


Sígueme, amor mío, con los ojos del pensamiento a las riberas del Cadagua, a las ribera,; que más envanecen por bellas a aquel espumoso y fresco y cristalino río, desde que pierde de vista a su nativo valle de Mena, hasta que Dios le hunde en el Ibaizábal, apenas ha andado cinco leguas, en castigo de la prisa que se da a alejarse del valle nativo.

Sígueme con el pensamiento hasta el concejo de Güeñes, uno de los más pintorescos de las Encartaciones, que le he escogido por teatro de uno de mis cuentos más dolorosos, y por lo mismo menos sonrosados.

Por el fondo del valle corre, corre, corre, corre, como alma que lleva el diablo, el desatentado Cadagua, y al Norte y al Mediodía se alzan altísimas montañas, en cuyas faldas blanquean algunas caserías a la sombra de los castaños y los rebollos.

En una de las colinas que dominan a la iglesia parroquial de Santa María, y que puede decirse forman los primeros escalones de los Somos, que este nombre se da a las montañas del Norte, había a principios de este siglo una casería conocida por el nombre de Echederra.

Verdaderamente correspondía a aquella casería la denominación de Casa Hermosa, que no es otra la significación de su nombre vascongado.

La casa se alzaba, blanca como una pella de nieve rodeada de la montaña, en un bosque de nogales y cerezos, y a su espalda se extendían unas cuantas fanegas de tierra cuidadosamente labradas.

Hermosos parrales orlaban toda la llosa, costeando interiormente toda la cárcava, y lozanas hileras de perales y manzanos ocupaban los linderos de las diferentes piezas en que la llosa estaba dividida.


Leer / Descargar texto

Dominio público
47 págs. / 1 hora, 22 minutos / 53 visitas.

Publicado el 26 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

El Expósito

Antonio de Trueba


Teatro


Personas

MARI-CRUZ.
MARTÍN.
ISABEL.
DON LIBORIO.
ANTÓN.
UN MOZO.


Portalada o plazoleta que precede a la puerta de una casería en la vertiente meridional del valle de Zemudio, en Vizcaya.— Un nogal grande sombrea la portalada.— Al pie del nogal, un banco rústico.— Sobre la puerta de la casería, un balcón con antepecho de madera y una parra por adorno y quitasol.— En el rondo del valle, heredades verdes y caserías blancas.— En la vertiente opuesta, en primer término, collados con algunas caserías rodeadas de heredades, y en último, las altas cumbres del Jata.— Al Oeste, el mar, que comienza en el abra que separa a Santurce y Algorta, y se ensancha y se dilata y se pierde en la azul inmensidad del horizonte.

Escena I

MARTÍN, solo.— Es un joven de veinte a veintidós años, que viste pantalón blanco de lienzo, blusa azul y boina encarnada.— Repican campanas hacia el fondo del valle, donde se descubre un campanario.


Leer / Descargar texto

Dominio público
16 págs. / 29 minutos / 71 visitas.

Publicado el 26 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

No Hay Patria Fea

Antonio de Trueba


Cuento


I

Hacía más de veinte años que yo ansiaba continuamente volver al valle nativo, ansia á que contribuía no poco la circustancia de no haber vuelto á ver á mis padres, á mis hermanos, á mis compañeros de la infancia, desde que me alejé de ellos casi niño.

Comprendo que el amor al hogar paterno y al valle nativo ha sido siempre en mí una pasión que en lo intensa y, si se quiere, en lo insensata, me ha diferenciado de la generalidad de los hombres, porque me parece que entre cada millón de ellos apenas es posible encontrar uno que sienta esa pasión con la intensidad con que yo la siento. Esta pasión en mí era hija de mi naturaleza, y no de las circunstancias y vicisitudes de mi vida, porque ni en el hogar paterno había dejado delicias materiales de tal magnitud y encanto que fuera imposible olvidarlas, ni lejos de aquel hogar había encontrado miserias y trabajos tan grandes que fuera imposible acostumbrarse á ellos. Más aún: la hermosura real de mi tierra nativa y la fealdad de aquella por que la había trocado no contrastaban de tal modo que justificasen mi ansia por tornar á la primera.

Ahora que he visto satisfecho, hasta cierto punto, mi deseo de vivir donde nací; ahora que mi cabeza se deja dominar menos por mi corazón, y conozco que cuando se escribe para el público es necesario buscar modo de que cabeza y corazón se auxilien mutuamente; ahora comprendo que el corazón embellece muchas cosas que son feas, y afea muchas cosas que son bellas.


Leer / Descargar texto

Dominio público
11 págs. / 19 minutos / 44 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

La Obligación y la Devoción

Antonio de Trueba


Cuento


I

Andaba yo a caza de cuentos populares para esta novena colección que voy á dar luz, y después de mediodía salí de Durango con ánimo de transmontar la cordillera de Oiz y pernoctar en Marquina; pero como desde Bérriz dirigiese la vista hacia el Oeste y viese que hacia los Siete Concejos del vallo de Somorrostro habían empezado á aventar trigo, pues se veía el tamo, como dicen en las Encartaciones cuando ven que cierra en agua la costa, y me pareciese que el tamo iba avanzando hacia el Este, me decidí á dejar para la mañana siguiente la continuación de mi viaje, no pasando aquella tarde de Mallabia.

Viendo un grupo de cuatro ó cinco casas medio escondidas en el castañar de Basagóiti, me dirigí á ellas con ánimo de pedir hospitalidad en la que mejor me pareciese, seguro de que en cualquiera de ellas la había de encontrar muy afectuosa y franca.

Mi querido amigo Marcelino Menéndez Pelayo, en cuyo elogio basta decir que á la edad de veintidós años ha obtenido, en porfiada y luminosa oposición con contrincantes de altísimo valer, la cátedra de Literatura é Historia crítica en la Universidad Central, me ha dado un varapalo, á la vuelta de corteses piropos, diciendo que tengo el defecto de extremar el optimismo en la pintura de las costumbres populares, y todo con objeto de enaltecer el pesimismo de José María de Pereda, insigne y querido amigo suyo y mío, que emplea en el estudio y pintura de las costumbres montañesas procedimiento distinto del que yo empleo en el estudio y pintura de las vascongadas. Concedamos que el campo que yo recorro sea igualmente fértil en flores y en espinas que el que recorre Pereda, aunque no era de esta opinión un paisano de ambos escritores montañeses, que abogando en 1876 porque se quitaran los fueros á Vizcaya, hacía el siguiente paralelo entre Vizcaya y la Montaña:


Leer / Descargar texto

Dominio público
20 págs. / 35 minutos / 48 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

El Ten-con-ten

Antonio de Trueba


Cuento


I

Este era un joven Monarca (ignoro si del sexo, masculino ó del femenino, pues la tradición popular sólo le da el ambiguo nombre de Monarca) que se propuso, al empezar su reinado, hacerse amar de todos sus súbditos por medio del ten-con-ten, ó lo que es lo mismo, procurando complacer á todos.

Firmo en este propósito, que por inspiración propia, y no por consejo ajeno, había adoptado como base de su difícil misión de reinar en un pueblo dividido y encismado por la picara política, quiso completar su plan de conducta gubernamental oyendo los consejos del General Robles, que había sido Ministro y Consejero muy amado del Rey, su augusto padre

El General Robles, más conocido por este nombre que por su título de Duque de no sé qué pueblo, donde había alcanzado una gran victoria sobre extranjeros invasores de la patria, era un venerable anciano.

Hijo de honrados y pobres labradores, había ingresado en la milicia como soldado raso, y á fuerza de tiempo, de talento, de valor, de patriotismo y de honradez, había ascendido á General,y de General á Duque, y de Duque á Ministro, y de Ministro á todo lo más á que entonces se podía ascender, que era el calificativo de ilustre, que ahora se planta á cualquier cabecilla de motín triunfante.

Las genialidades del General. Robles eran muy célebres y enamoraban al Rey mismo. Como muestra de ellas, voy á citar una.


Leer / Descargar texto

Dominio público
24 págs. / 42 minutos / 44 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

Marta la Inocente

Antonio de Trueba


Cuento


La delicada composición con que termina este libro necesita un prologuito.

En Agen, ciudad del mediodía de Francia, murió hacia 1868 un peluquero llamado Jazmín. Este peluquero era un gran poeta gascón, que había asombrado, conmovido y entusiasmado, no sólo á todo el Mediodía de Francia, sino también á la sociedad literaria parisiense, con sus poemitas populares, que recitaba admirablemente. Pudo ocupar altos puestos en la capital de Francia, pero no quiso dejar de ser peluquero en su ciudad natal, y siéndolo murió, honrado de todos y de todos querido.

¿Ocurría una gran calamidad en las provincias del Mediodía? Jazmín tomaba su báculo, llegaba allá, anunciaba que iba á recitar sus poemas populares, se reunían diez ó veinte mil personas para oirle, y cuando las veía llorar y estallar de ternura y entusiasmo, invocaba su caridad, y las diez ó veinte mil personas vaciaban sus bolsillos, y la gran calamidad era instantáneamente aliviada y remediada.


Leer / Descargar texto

Dominio público
14 págs. / 25 minutos / 41 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

56789