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autor: Arturo Robsy textos disponibles


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La Sobreinformación como Manipulación

Arturo Robsy


Ensayo, artículo


Cuando abrimos un periódico, cuando conectamos un televisor o escuchamos un diario hablado radiofónico, accedemos a una especie de instantánea de nuestro mundo y nos vemos rodeados por la información más actual. O eso tendemos a creer.

Sabemos, simultáneamente, lo que está sucediendo en Filipinas, en Corea, en Nueva York o en Santiago de Chile, aunque ello nos obliga a enterarnos menos de lo que hace nuestro vecino. Oímos, en ocasiones, las voces de los protagonistas de la actualidad y hasta velamos sus cadáveres en la pantalla. Conocemos muy especialmente las desgracias que caen, con regularidad y mala entraña, sobre la humanidad rica y sobre la humanidad pobre.

Casi es posible afirmar que disponemos de un exceso de información. Un hombre que lea un periódico al día, vea un telediario al día y oiga un diario hablado al día, recibe algo más de trescientas noticias interesantes, entre sucesos, catástrofes y declaraciones de personalidades.

Con semejantes fuentes, no es raro que el hombre de hoy tienda a creerse conocedor de la sociedad en la que vive. Mucho más que lo fueron los hombres de las generaciones anteriores, de los siglos anteriores, cuando el mundo era todavía grande y distintas las formas de vivir y de pensar.

La información masiva es un hecho, tanto si se considera el número de personas que se informa diariamente sobre el mundo que les rodea como si se atiende a la cantidad de información que, consciente e inconsciente, recibimos al cabo del día. En ambos casos, este es el mundo de la información y, quizá, ella se ha convertido en uno de sus vínculos fundamentales.


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8 págs. / 14 minutos / 260 visitas.

Publicado el 2 de septiembre de 2024 por Edu Robsy.

La Hora

Arturo Robsy


Cuento


—La tierra es dura
—Al hombre le toca hacerla blanda.
—Lo era. Y no lo es ya por su culpa.

—Jean Cocteau, Bachus.


Es la hora. Se pretende que apagues la luz. Se pretende que dejes penetrar la noche hasta tu cuerpo... En fin: se pretende que seas nada porque la noche todavía es dueña del miedo, encubridora del amor y víctima de los explotadores que comercian en su centro. Del día vive todo el mundo; la noche, muy pocos: los que vigilan y los que burlan la vigilancia; los que tienen largas conversaciones con las copas vacías y los que se las llenan de nuevo; también los que sueñan como tú...

El sueño te sube por las piernas como una tibia cosquilla y sienten que el pecho se te funde con el cuello, y el cuello con la cara, y la cara con el peo hasta ser, por fin, uno sólo contigo.

Regresas, por ejemplo, al astronauta que subió hasta el cielo con su cohete y le oyes hablar de las estrellas. Usa para esto palabras completamente blancas: ¿creerías que las estrellas son de hielo? Pues sí; hielo antiguo y sabio que sonríe y salta en la bóveda del firmamento. Al pasar, saludan alegremente.

—¿Adónde vas, astronauta?

—A la luna.

—¿Tan cerquita? Si es aquí mismo.

Tú, claro, piensas que es cierto y te da vergüenza no ir más allá. Las estrellas, entonces, bailan y te dan a beber su luz tan larga, tan larga:

—¿Por qué no te vienes más lejos?

—¿Adónde?

—Por ahí, al sitio donde se cobran los recibos del rayo, a la fiesta de los cometas vagabundos, o...

—¿Y al cielo? —preguntas.

—También al cielo, astronauta. Pero, para eso...

—¿Qué?

—Para eso has de contar los años de una estrella.

—¿Sí? Veamos.— entonces piensas un poco y sientes el frío del firmamento, por donde muy pocos hombres pasean. —El primer año... ¡Alegría!

—¿Y después? —dicen las estrellas.


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Publicado el 13 de julio de 2021 por Edu Robsy.

Enrique Libre Pons No Irá al Paraíso

Arturo Robsy


Cuento


Enrique Libre Pons no irá al Paraíso. Así se ha decidido.

Sin equivocarnos, podríamos echar la culpa a sus muchos pecados. Amaba, por ejemplo, con fundir a las jovencitas retándolas a repetir, a toda velocidad, "del coro al caño y del caño al coro", en espera de que se les trabucase alguna vocal entre coro y caño y resultara una palabra contra la moral.

Daba extraños consejos a los amigos, siempre con aquel tono entre burlón e incitante de marginado social: "no pongas un solo cojín en la bandeja de tu coche —decía—: pon dos y bien grandes y hermosotes. Así, cuando pases por ahí la gente podrá comentar: ¡vaya dos cojines que tiene el tipo! Algo es algo, ¿no?"

Predicaba alegremente en el desierto y encontraba divertidas las angustias que a los hombres les calientan el vientre y les hacen sentir la infelicidad de su especie. A un amigo le dijo en cierta ocasión, a raíz de una historia morbosa que acababa de contarle: "si la vecina de enfrente duerme con las ventanas abiertas, ve al oculista o aprende a respetar la intimidad. Todos, bajo los vestidos o tras de las paredes, estamos igualmente desnudos. Pienso que existen más de mil novecientos millones de cosas como las que ves en tu vecina, por muy redonditas y tersas que te parezcan".

A principios de año jugaba a desanimar. "Año nuevo, vida nueva —explicaba—. Pero como tu vida no va a cambiar mientras no lo haga la de tu vecino, si de verdad te interesa ser otro, vivir de distinta manera, pertenecerte o ensayar una nueva forma de ser feliz, aléjate de él. Vete a los espacios libres. Hazte jipi (hippie) o vagabundo. ¿Por qué no? Y, si no te interesa, ya es otra cosa: no digas año nuevo, vida nueva".


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7 págs. / 12 minutos / 51 visitas.

Publicado el 6 de septiembre de 2020 por Edu Robsy.

El Día Vacío

Arturo Robsy


Cuento


A la hora de picar las columnas de los periódicos que, al día siguiente, aparecerían oliendo a tinta fresca y ensuciando los dedos de los lectores poco precavidos a esa hora precisamente, los linotipistas consultaban con los ojos a los redactores y éstos a los inmóviles teletipos.

Todos —menos los teletipos impávidos— menearon la cabeza con desesperanza.

—Nada —dijo uno.

—Nada —repitió otro.

Y la palabra nada fue rodando por las mesas plastificadas de la redacción, por los teléfonos blancos y negros y grises (según la categoría), por los pasillos estrechos, hasta las profundidades del taller, donde aguardaban las linotipias inmóviles.

Desde las doce de la noche anterior (las 24:00) el mundo parecía haberse detenido y, con él, los teletipos, los teléfonos y las emisoras.

Desde las doce de la noche anterior ningún jeque árabe había embargado suministros de petróleo, ningún judío había apiolado a un par de palestinos, ningún general había establecido la ley marcial.

Desde las doce de la noche anterior nadie dio un golpe de estado, nadie secuestró un avión con ciento ochenta pasajeros, nadie pagó un rescate por un hijo o un cuñado.

Desde aquella hora ningún club de fútbol traspasó jugadores, ningún entrenador se peleó con la directiva, ningún equipo marcó un gol.

Casi parecía el fin del mundo. Ningún ministro inauguró pantanos o polígonos industriales y ni siquiera salió al extranjero a cumplir una apretada agenda de trabajo. Ningún ex dio conferencias fingiéndose rojillo o demócrata, ni murió un solo muchimillonario.

El monstruo del Lago Ness, tan oportuno y cumplidor antaño, tampoco se removió en las profundidades ni devoró a las inocentes ovejas de la orilla. Los americanos del norte tampoco inventaron ningún nuevo deporte, ni permitieron desmandarse y hacer de las suyas a sus negros.


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7 págs. / 13 minutos / 65 visitas.

Publicado el 24 de marzo de 2019 por Edu Robsy.

El Affaire Sodoma

Arturo Robsy


Cuento


"Entonces Jehová le dijo: por cuanto el clamor contra Sodoma y Gomorra se aumenta más y más y el pecado de ellos se ha agravado en extremo, descenderé ahora y veré si han consumado su obra según el clamor que ha venido hasta mí; y si no, lo sabré." (Génesis, 18-20 y 21).
 

Y más abajo, se lee:


"Entonces respondió Jehová: si hallare en Sodoma cincuenta justos dentro de la ciudad perdonaré todo este lugar por amor a ellos." (Génesis, 18-26).
 

Y fueron los observadores a Sodoma, ciudad de muchos pecados y pocas advertencias, de donde les había llegado un gran clamor. Un clamor que empezaron a notar tan pronto como estuvieron a las puertas de Sodoma.

Cien sirenas de aire bramaron por encima de los tejados. Millares de máquinas trepidaron al empezar el mecánico y trabajoso despertar de la ciudad. Centenares de motores, pasando por su lado, les ensordecieron.

—Sodoma —dijo uno— es una gran ciudad.

—Sodoma —dijo al otro— ha crecido demasiado.

Un vapor oscuro enturbiaba el aire. Surgía del asfalto muchas veces recorrido por los automóviles; las enormes chimeneas de las factorías; de los poderosos compresores y hasta de los hombres que continuamente fumaban.

A través de este vapor, los contornos y perfiles de la ciudad se distorsionaban. Nada era exactamente íntimo. Nada recordaba al aire vecinal y humano que tuvo una vez Sodoma.

—¡Vaya clamor! ¡Cuánta razón han tenido al quejarse!

En efecto: el clamor era más bien espantoso; tanto para los oídos, que temblaban como tirantes parches de tambor, como para los ojos, que se perdían en el humo, como para el olfato, que se irritaba a fuerza de olores espesos y polvorientos.


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7 págs. / 13 minutos / 78 visitas.

Publicado el 15 de junio de 2019 por Edu Robsy.

Camarada Dólar

Arturo Robsy


Novela


A todos los que No.

1

Emilio, conocido trabajador intelectual, desembarcó del ascensor ayudado por cierta cantidad de gin tonic que conservaba en sus depósitos supletorios. Por la posición de las estrellas y por una muesca del cercano pasamanos, comprobó que había llegado a su nebuloso destino. Así aliviado su corazón, flotó de Este a Oeste, cómodamente instalado en una sonrisa amistosa, y acabó dirigiendo una mirada llena de amor a la causa al ojo de su cerradura.

Emilio regresaba de añadir unas gotas de aventura y emoción a su vida, sólo que las gotas, a fuerza de perseverancia y graduación, le habían llenado hasta las amígdalas, induciéndole a instalarse en una especie de transparente beatitud.

El ojo de la cerradura, con el ceño fruncido, le devolvió la mirada: era un artilugio fosco y aburrido, poco amigo de ser interrumpido cuando meditaba a solas con la noche, abrumado por sus problemas individuales.

—Uy, uy. —le dijo Emilio, aceptando su silencioso reproche.— A ver cómo te portas hoy.

Sacó el llavero y se lo enseñó al altivo mecanismo para que tuviera una clara idea de lo que se esperaba de él:

—La última vez —le explicó con toda confianza— me hiciste repetir catorce veces. Sé bueno y ponte donde yo te pueda ver.

La cerradura, con su ojo negro y vertical, se apresuró a cambiar de sitio tan pronto como escuchó las pretensiones de Emilio: tenía ideas propias acerca de cómo pasar el tiempo.

—¿Así que ya empezamos? —le recriminó el joven, que confiaba en que todos tuvieran su misma amplitud de miras a aquellas horas de la madrugada.

La cerradura volvió a moverse, refractaria a todo razonamiento. En su opinión, Emilio tendría que cazarla como a una liebre.


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227 págs. / 6 horas, 37 minutos / 288 visitas.

Publicado el 13 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Arte Parietal

Arturo Robsy


Cuento


El Arte Parietal empezó en España pintando bisontes o arqueros con sus atributos al aire. Los franceses, cuando Marcelino de Sautuola publicó su descubrimiento en 1880, no se lo creyeron. Sólo cuando ellos encontraron los grabados de La Mouthe y de Font—de—Gaume, en 1901, y necesitaron presumir, acabaron aceptando que los bisontes de Altamira eran verdaderamente antiguos.

No obstante, estos sabios no supieron librarse de la idea de que el hombre antiguo, además de barbudo, sólo pensaba en la religión y en la comida y decidieron que las pinturas eran elementos de alguna práctica chamánica para propiciar la caza: magia imitativa. Hay que decir en su descargo que a principios de siglo todavía no se pintaba en las paredes.

Han tenido que pasar muchos años hasta que las nuevas costumbres políticas reprodujeran el arquetipo psicológico del pringatapias. Hoy el tal arquetipo, armado con aerosoles, vive su edad de oro dibujando ideogramas de elevado contenido filosófico y moral, pero los especialistas en historia antigua no parecen percibirlo; no son capaces de encontrar concomitancias entre Altamira y una valla de Madrid.

Afortunadamente, una nueva escuela prehistórica, encabezada por el Historiador Fernández, tiene algo más lógico que decir. Así, el mismo Historiador Fernández, en OLD TIME (Oxford, septiembre, 1989), se pregunta: «¿No es posible imaginar cómo debió sentirse el hombre dibujado desnudo, rodeado de mujeres que le contemplaban, según aparece en el abrigo de El Cogul (Lérida)? ¿No estamos ante un intento de ridiculizar la virilidad de alguien, posiblemente un cargo de la administración de la época? Y todas aquellas mujeres mirando hacia abajo y señalando con el dedo...Esta teoría se refuerza por el hecho de que muy cerca, a los pies del jerarca, está dibujado lo que parece un asno.»


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1 pág. / 2 minutos / 94 visitas.

Publicado el 10 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Tragedia Electrónica

Arturo Robsy


Cuento


(ensayo poético)


"Cuento viene de compto, del latín, computare".


FICHA 10.01.00 OBJETO CONTESTACION PREGUNTA 010 CLAVE 01.00. PRIORIDAD: NORMAL LA FICHA DICE ASI (sic) LAFICHADICEASI: PROBLEMAS REDUCIDOS: A—A.— A AMA a B. B NO AMA a A. B AMA a C. A ODIA a C. C ODIA a A. A—B.— A AMA a B. — B NO SABE NADA DE A. A SUFRE. B—A.— A ODIA a B. B AMA a A (IMPROBABLE). B SE MATA. B—B.— A MATA a B. B AMA a A. BODA. HIJOS (VULGAR) C—B.— EXCLUIDOS ESTOS CASOS IMPOSIBLE CUALQUIER OTRO TEMA EN LIRICA Y EN DRAMATICA. FICHA. 10.01.00. OBJETO: CONTESTACION PREGUNTA 010. CLAVE 01.00. PRIORIDAD: NORMAL. LA FICHA TERMINA ASI: FIN (sic) FIN.


La respuesta era, pues, desalentadora y a nadie puede extrañarle que, al leerla, quedara hondamente decepcionado: no todos los días uno llega a la conclusión de que, ya, es imposible escribir una obra maestra, una "chef d'oeuvre", un "capolavoro", al estilo de Hamlet, la Ilíada o la Divina Comedia. Esto, quizá, es lo malo de haber nacido tan tarde y en plena sociedad del ocio: lo que merece la pena ya está dicho.

La esperanza es lo último que se pierde (a decir de ciertos optimistas), y yo acababa de hacerlo con la contestación de mi ordenador (lo que la gente llama "cerebro electrónico"). Pepe en la intimidad. Llevaba dos meses en paro forzoso: había decidido escribir una gran obra, algo que me colocase, de golpe y porrazo, en el pináculo del arte, de la poesía apenas entrevista, de las sensaciones sublimes y únicas. Eso fue dos meses antes y, desde entonces, cavilé a más y mejor sin conseguir resultados apreciables.

Había escrito, sí, mediocridades que hoy en día podrían pasar por buenas:


A solas con tu alma la noche te conforta.
Ese alma tan escasa de palabras,
que duele tantas veces
y que tantas veces escapa a la distancia...


O bien:


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Publicado el 13 de mayo de 2022 por Edu Robsy.

Tírese Después de Usar

Arturo Robsy


Cuento


A no es siempre A (salgo en algunos momentos).

C no es A (hasta que se demuestre lo contrario).

B coincide siempre con A y con C.

Éste es el cuento: un imposible lógico.

(Recuerden: A no es no-A. Si C no es A, B=A no puede coincidir con C. B no puede ser más que B).

Y, sin embargo, uno puede ilustrar el cuento anterior a fin de que la lógica clásica (tan "clásica" como la trirreme) medite largamente.

Imaginen el Buen Hombre que se casó a los veintiocho años, justo en cuanto tuvo apañadito lo porvenir. De eso, por supuesto, hace ya otro veinte. Procedente de un pueblo urbano, sus alternativas estaban entre la "industria" y los "servicios". En la industria, jamás hubiese llegado a gerente; ni siquiera a segundo contable. Y eso lo sabía él. En la industria no se asciende (casi nunca) a las oficinas desde las máquinas. El siervo del acero, como recompensa, cambia de aparato y su escala va desde los más simples e incómodos, casi manuales, a los automáticos y semi-perfectos artilugios que sólo por compromiso tienen a un hombre delante. Después se interrumpe el escalafón. Y, sin máquina ya, uno se convierte en encargado, jefe de sección, de taller o capataz. No más. No queda, por cierto, el tiempo suficiente.

En los servicios, las cosas van de otro modo. Existe realmente una posibilidad de promoción. Existe un escalafón más o menos rígido y ésta es la tabla de náufrago de muchos que, en otras condiciones, hubiesen sido devorados por la máquina.


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Dominio público
6 págs. / 10 minutos / 41 visitas.

Publicado el 18 de julio de 2021 por Edu Robsy.

Primer Cuento Sobre la Esclavitud

Arturo Robsy


Cuento


—¿Puede escribirse un cuento de cualquier cosa?

—De cualquier cosa, no. De casi todas, sí.

—¿Hasta un cuento de la verdad?

—Hay verdades que, aún sin escritor, son cuentos, y muy divertidos. Hay otras que son tan verdad que parecen mentira, y por fin, de las que se pueden decir cosas interesantes: este es el caso de los sacacorchos, por ejemplo.

—¿De mí podrías escribir un cuento?

—Supongo que muchos.

—¿Cómo?

—Di tu nombre. Preséntate.

—Me llamo Pedro Martínez. Nací, según me dicen, el doce de agosto de 1948. Fui al colegio de los Hermanos: estudié hasta cuarto de bachillerato y ahora trabajo como oficial administrativo en...

—¡Chis! No importa el nombre de la empresa.

—¿No? Bueno: ¿me haces el cuento?

—De acuerdo: ¿qué hiciste el domingo pasado?

—Dormí un buen rato, para desquitarme de la semana. Luego me lavé bien, me vestí y me fui de paseo.

—¿Adónde?

—¿Adónde va a ser? A la calle. Di una vuelta solo y me encontré después con Juan: así otra vuelta acompañado. Tomamos un aperitivo en la bodega y, como no nos venía el hambre del todo, nos calzamos otro en un bar. Anduvimos un rato más y nos fuimos a comer.

—¿Y por la tarde?

—Hombre: miré la tele y me fumé unos cigarrillos. Arreglé un enchufe que daba calambre y me fui al cine de las siete.

—¿Solo?

—Solo.

—¿No tienes amigos?

—Claro que sí, pero ellos, además, tienen novia.

—Y tú, ¿por qué no?

—¿Qué quieres? Esto de las novias tiene sus más y sus menos. Cuando te enamoras de una, pues, a lo mejor, nada, te entra el miedo. En cambio cuando no lo piensas, ¡zas!, ya estás cogido.

—Pero, ¿por qué no tienes novia?

—Porque no la encuentro.

—¿Y por qué no la encuentras?

—Porque no la busco.

—¿Y por qué no la buscas?


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6 págs. / 11 minutos / 87 visitas.

Publicado el 31 de mayo de 2019 por Edu Robsy.

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