Textos de Arturo Robsy publicados el 2 de abril de 2019

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autor: Arturo Robsy fecha: 02-04-2019


La Muerte de Julio Sánchez

Arturo Robsy


Cuento


Julio Sánchez ha muerto de "no se sabe qué". Quizá de amor, como él mismo dijo en la cárcel sepulcral de su cama de hospital; pero todos coinciden en que a Julio Sánchez se le había pasado ya la edad de la lujuria y los melindres.

Muerto Julio Sánchez, la cosa es como sigue: nada deja si no es su cadáver reseco. Nada se lleva más que recuerdos y decepciones. Su casa, que ahora soporta una hipoteca, queda cerrada y con cinco habitaciones. En una Julio Sánchez se sentaba a esperar las horas, en una mecedora con agujeros de carcoma. Al alcance de la mano, una mesita con libro: "La muerte en la Pradera", "Los Pensamientos de Pascual", "El Viaje a la Luna" y "El libro de los Muertos". La ventana de este cuarto tiene cortinas azules y rota la persiana. El suelo es de baldosa roja y tosca. Por el papel del cielo raso se adivinan las vigas del techo, y en la mesa grande, donde Julio Sánchez comía dos veces al día, permanece quieto para siempre un cenicero de plata que fue de un tío navegante que tuvo.

En la otra habitación Julio Sánchez remataba todas y cada una de sus noches. La cama, de estilo colonial, casi negra y puntiaguda, no es la cada donde murió Julio Sánchez. En ella, por cierto, le engendraron y en ella alimentó los sueños de hombre maduro que le vinieron, y los miedos de verse sin compañía mientras la vejes se preparaba en contra suya.

El armario, casi negro también, tiene por dentro una luna a la que Julio Sánchez se llegaba para estudiar los caminos que las arrugas le abrían en su cara triste y para asustarse de la curva rígida que su espalda adoptaba. En las perchas, para siempre se le han quedado el traje del domingo y el que utilizaba para las visitas. El otro, más solemne y con menos brillos, el útil para los duelos que se hizo al fallecer su madre, le ha servido de mortaja y se lo ha llevado consigo.


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Publicado el 2 de abril de 2019 por Edu Robsy.

Uno, Dos, Tres, Cuatro, Cinco, Seis, Siete, Ocho, Nueve y Diez

Arturo Robsy


Cuento


¿Cómo? Así de fácil: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve y diez: lo que se tiene que decir en voz alta antes de enfadarse, antes de tomar una decisión importante. Así la ira se toma un respiro y el seso dispone de un poco más de tiempo para restablecer el orden de lo conveniente y de lo inconveniente.

¿Es que nadie le ha dicho a usted que cuente hasta diez antes de enfadarse? Naturalmente: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve y diez.

Esto es, más o menos, lo que cientos de españolitos se repiten en el exilio social y económico en que viven más allá de nuestras fronteras. Es, sin duda, el encantamiento del que se valen (uno, dos, tres, cuatro, etcétera) para pasar, por unas tragaderas bastante anchas ya, insultos e injusticias que reciben en el extranjero solo por ser españoles, solo por haber tenido que emigrar en busca de dinero, ya que no en busca de una vida mejor y más digna.

Existe un catálogo de las cosas que diariamente degluten los españolitos en el extranjero, una lista de insultos y desdenes que se ven obligados a soportar una considerable cantidad de miserias a que les someten sus compadres europeos de los países subdesarrollados. Superdesarrollados —entendámonos— en algunas cosas que nada tienen que ver con la buena educación.

Todo esto —y algo más— se lo decía un hombre de experiencia; un tipo seco, bajito y moreno, con una incipiente calva en el occipucio, superviviente de unas cuantas aventuras emigratorias de las que no volvió ni más rico, ni más culto, ni más rubio, ni más nada... salvo, quizá, más explotado, más decepcionado y, si se me permite decirlo, más cabreado que nunca.

Este hombre está de vuelta ahora. Tiene siete u ocho años más que cuando atravesó la frontera por primera vez y muy poca confianza en los milagros económicos que, según él, se hacen con el sudor y las manos de los obreros importados.


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Publicado el 2 de abril de 2019 por Edu Robsy.