Textos más populares este mes de Arturo Robsy | pág. 7

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autor: Arturo Robsy


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A Vida y Muerte

Arturo Robsy


Cuento


Miguel de los Santos tenía una mujer muy bella y unos celos muy feos que le llevaron a convertir su casa en comisaría. Paseaba por ella reparando en los detalles y practicando interrogatorios:

—¿Qué hace este hilo verde en el respaldo? —preguntaba.

—Será de cuando ayer cosí.

—¿Por qué está la toalla en el dormitorio?

—Al salir de la regadera y vestirme la olvidé, seguramente.

Miguel de los Santos miraba a su bella mujer y sospechaba. Unas veces en silencio y otras, no. Ella era la muleta en la que apoyaba el peso de sus miedos secretos.

—Tú me quieres, ¿verdad?

Y le quería. Sintieron un amor que reventaba en el pecho; un ansia desconocida. Pero amar y vivir son cosas distintas y las continuas sospechas de Miguel de los Santos no podían menos que provocar tentaciones y ensueños.

Por fin hubo otro hombre. Si Miguel sospechaba sin razón, sospecharía de igual modo con ella, como así fue hasta que en una discusión los ánimos subieron a gritos y los gritos a las verdades que no deberían serlo:

—¡Claro que te engaño! —dijo Amalia como una furia.— Con un hombre mejor que tú. ¿Y qué?

Nada. Miguel de los Santos quedó mudo y frío. Había pensado demasiado en la posibilidad para tener alguna duda. Así pasó al plan B, que era la pistola. Sin una palabra de despedida, sin un reproche, le disparó bajo el seno izquierdo y ella le siguió mirando con furia hasta que comprendió lo que pasaba en el momento que la muerte la pilló por los cabellos.

Miguel de los Santos la llevó al lecho y dispuso el cuerpo con cariño. Lo lavó, recordando toda la vida que llegó a haber en cada parte. Lo besó, sintiéndose tan herido en el corazón como ella.


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3 págs. / 6 minutos / 365 visitas.

Publicado el 28 de enero de 2018 por Edu Robsy.

El Fantasma de Blandings

Arturo Robsy


Novela


Prólogo

"El fantasma de Blandings" es una auténtica y original novela de Pseudo Wodehouse. Se trata de aliviar al aficionado que no encuentra más que libros cuyos derechos de autor se han caducado. Muy buenos libros de P.G. Wodehouse, pero aquel talentazo ha emigrado a otros mundos y no parece que tenga ganas de escribir más, por el momento.

Se salvan las dificultades pero se advierte que el autor de esta novela, que va a ser escrita ante sus ojos asombrados, es sólo un aficionado que, al no hallar más libros del genial Wodehouse, se los escribe para uso doméstico y para vivir en la permanente compañía de Lord Emsworth, de su hijo Freddie, de la Emperatriz, de Dunstable, de Bertie, de Jeeves, de Lord Tilbury, y de todas las imposturas que se suceden en el Castillo de Blandings. ¡Aquel Baxter! ¡Aquella Lavender! ¡El pillo de Lord Tílbury, conocido como "maloliente" por el singular Galahad! Qué tiempos ésos que nunca pasan.

Primera entrega

Con un rápido giro hacia el sur, el sol inundó Convent Garden y cayó de lleno sobre la esbelta figura de Frederick Altamond Cornwallis Twistleton, quinto conde de Ickenham, que rondaba por los alrededores seguido por su sobrino Pongo, del que es posible obtener informes en el Drones Club, si se pregunta por Oofy Prooser.

En otros tiempos, tío y sobrino corrieron a velocidad de crucero emocionantes aventuras, aprovechando los rayos de luz que en Londres estimulan la fantasía de los condes. Como cuando se hicieron pasar por pedicuros de loros y arreglaron una familia en descomposición.


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19 págs. / 34 minutos / 91 visitas.

Publicado el 9 de abril de 2019 por Edu Robsy.

La Muerte de Julio Sánchez

Arturo Robsy


Cuento


Julio Sánchez ha muerto de "no se sabe qué". Quizá de amor, como él mismo dijo en la cárcel sepulcral de su cama de hospital; pero todos coinciden en que a Julio Sánchez se le había pasado ya la edad de la lujuria y los melindres.

Muerto Julio Sánchez, la cosa es como sigue: nada deja si no es su cadáver reseco. Nada se lleva más que recuerdos y decepciones. Su casa, que ahora soporta una hipoteca, queda cerrada y con cinco habitaciones. En una Julio Sánchez se sentaba a esperar las horas, en una mecedora con agujeros de carcoma. Al alcance de la mano, una mesita con libro: "La muerte en la Pradera", "Los Pensamientos de Pascual", "El Viaje a la Luna" y "El libro de los Muertos". La ventana de este cuarto tiene cortinas azules y rota la persiana. El suelo es de baldosa roja y tosca. Por el papel del cielo raso se adivinan las vigas del techo, y en la mesa grande, donde Julio Sánchez comía dos veces al día, permanece quieto para siempre un cenicero de plata que fue de un tío navegante que tuvo.

En la otra habitación Julio Sánchez remataba todas y cada una de sus noches. La cama, de estilo colonial, casi negra y puntiaguda, no es la cada donde murió Julio Sánchez. En ella, por cierto, le engendraron y en ella alimentó los sueños de hombre maduro que le vinieron, y los miedos de verse sin compañía mientras la vejes se preparaba en contra suya.

El armario, casi negro también, tiene por dentro una luna a la que Julio Sánchez se llegaba para estudiar los caminos que las arrugas le abrían en su cara triste y para asustarse de la curva rígida que su espalda adoptaba. En las perchas, para siempre se le han quedado el traje del domingo y el que utilizaba para las visitas. El otro, más solemne y con menos brillos, el útil para los duelos que se hizo al fallecer su madre, le ha servido de mortaja y se lo ha llevado consigo.


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5 págs. / 8 minutos / 51 visitas.

Publicado el 2 de abril de 2019 por Edu Robsy.

El Affaire Sodoma

Arturo Robsy


Cuento


"Entonces Jehová le dijo: por cuanto el clamor contra Sodoma y Gomorra se aumenta más y más y el pecado de ellos se ha agravado en extremo, descenderé ahora y veré si han consumado su obra según el clamor que ha venido hasta mí; y si no, lo sabré." (Génesis, 18-20 y 21).
 

Y más abajo, se lee:


"Entonces respondió Jehová: si hallare en Sodoma cincuenta justos dentro de la ciudad perdonaré todo este lugar por amor a ellos." (Génesis, 18-26).
 

Y fueron los observadores a Sodoma, ciudad de muchos pecados y pocas advertencias, de donde les había llegado un gran clamor. Un clamor que empezaron a notar tan pronto como estuvieron a las puertas de Sodoma.

Cien sirenas de aire bramaron por encima de los tejados. Millares de máquinas trepidaron al empezar el mecánico y trabajoso despertar de la ciudad. Centenares de motores, pasando por su lado, les ensordecieron.

—Sodoma —dijo uno— es una gran ciudad.

—Sodoma —dijo al otro— ha crecido demasiado.

Un vapor oscuro enturbiaba el aire. Surgía del asfalto muchas veces recorrido por los automóviles; las enormes chimeneas de las factorías; de los poderosos compresores y hasta de los hombres que continuamente fumaban.

A través de este vapor, los contornos y perfiles de la ciudad se distorsionaban. Nada era exactamente íntimo. Nada recordaba al aire vecinal y humano que tuvo una vez Sodoma.

—¡Vaya clamor! ¡Cuánta razón han tenido al quejarse!

En efecto: el clamor era más bien espantoso; tanto para los oídos, que temblaban como tirantes parches de tambor, como para los ojos, que se perdían en el humo, como para el olfato, que se irritaba a fuerza de olores espesos y polvorientos.


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7 págs. / 13 minutos / 83 visitas.

Publicado el 15 de junio de 2019 por Edu Robsy.

Lea y Hágase Rico, Según su Coveniencia

Arturo Robsy


Artículo, humor


"La riqueza no es una situación. Es una forma de ser". Que diría aquel.

La duración del aburrimiento

La vida media del hombre (70 años) abarca un período de 25 mil 550 días, cifra más que reducida al comprarla con las que se barajan semanalmente en las quinielas y en la lotería.

Suponiendo que ese mismo hombre venga a ganar una media de 15.000 pesetas mensuales durante toda su vida, resulta que ha gastado (o ahorrado) un mínimo de 12 millones y medio de pesetas, que son 500 por día.

Saquemos algunas consecuencias: quinientas pesetas diarias durante veinticinco mil quinientos días, suponiendo que los precios no suban demasiado dan para vivir muy justos y nada más. Ahora bien, si a cada ciudadano se le entregara (al llegar a su mayoría de edad, por ejemplo) la bonita cifra de doce millones y medio de pesetas que equivalen a los beneficios de toda la vida, ¿qué sucedería?

Varias cosas, claro. La primera, que tendríamos un nuevo millonario. La segunda, que el ciudadano en cuestión dispondría de un capital real con el que maniobrar y establecerse. La tercera, que se iría al diablo una gran parte de la sociedad actual y que, por lo tanto, volverían los tiempos de la escasez y del hambre. La cuarta, que el mundo está estudiado para que haya pocos ricos y muchos pobres, porque, si no, nadie trabajaría. Y la quina, a modo de consecuencia, es que el noventa por cien de los hombres comerciamos y especulamos con nuestra persona, mientras el 10 por 100 restante especula y comercia también con la nuestra y no con la suya.

Y, en suma, veinticinco mil quinientos días no se pasan así como así: son largos aunque vengan repetidos. Son penosos, aunque se les cuente por meses. Son productivos, aunque uno de cada siete sea de holganza. Parados los primeros tres mil quinientos (3.650 exactamente), que corresponden a la niñez consciente, desaparecen la mayor parte de las sorpresas de la vida.


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7 págs. / 12 minutos / 424 visitas.

Publicado el 10 de septiembre de 2020 por Edu Robsy.

Tírese Después de Usar

Arturo Robsy


Cuento


A no es siempre A (salgo en algunos momentos).

C no es A (hasta que se demuestre lo contrario).

B coincide siempre con A y con C.

Éste es el cuento: un imposible lógico.

(Recuerden: A no es no-A. Si C no es A, B=A no puede coincidir con C. B no puede ser más que B).

Y, sin embargo, uno puede ilustrar el cuento anterior a fin de que la lógica clásica (tan "clásica" como la trirreme) medite largamente.

Imaginen el Buen Hombre que se casó a los veintiocho años, justo en cuanto tuvo apañadito lo porvenir. De eso, por supuesto, hace ya otro veinte. Procedente de un pueblo urbano, sus alternativas estaban entre la "industria" y los "servicios". En la industria, jamás hubiese llegado a gerente; ni siquiera a segundo contable. Y eso lo sabía él. En la industria no se asciende (casi nunca) a las oficinas desde las máquinas. El siervo del acero, como recompensa, cambia de aparato y su escala va desde los más simples e incómodos, casi manuales, a los automáticos y semi-perfectos artilugios que sólo por compromiso tienen a un hombre delante. Después se interrumpe el escalafón. Y, sin máquina ya, uno se convierte en encargado, jefe de sección, de taller o capataz. No más. No queda, por cierto, el tiempo suficiente.

En los servicios, las cosas van de otro modo. Existe realmente una posibilidad de promoción. Existe un escalafón más o menos rígido y ésta es la tabla de náufrago de muchos que, en otras condiciones, hubiesen sido devorados por la máquina.


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Dominio público
6 págs. / 10 minutos / 44 visitas.

Publicado el 18 de julio de 2021 por Edu Robsy.

Cuentos y Patrañas

Arturo Robsy


Cuento


"Otrosí el saber, quando es en el coraçón, faze bueno todo el cuerpo."

—Libro de los engaños. Don Fadrique.

I. Historial del padre de un viejo

Esto me lo contó un viejo en los tiempos en los que yo creía que los ancianos nacían así y que los niños siempre serían niños. Andaríamos a mediados de la primavera, cuando a los ancianos les viene esa formidable hambre de sol que entonces es dorado y poco doloroso a través del aire trasparente.

Cerca de nosotros estaba el silencio de las antiguas calles, donde una pareja de perros se olían sabe dios qué historias. Un hombre, en el bordillo, hinchaba suavemente la rueda de su bicicleta y una mujercilla iba al paso de su enorme cochecito de mamá reciente.

Por supuesto que el cielo estaba limpio (no convienen las nubes a ningún buen cuento) y que la hierba de los parterres brillaba tanto en verde como el horizonte en blanco y oro. El viejo, sin embargo, era oscuro, moreno, con la cara tocada de viruelas y los labios hacia adentro, ya sin el soporte marfileño de sus dientes. Fumaba el viejo un tabaco dulzón y penetrante cuyo humo se retorcía entre nosotros y se metía por detrás del aire y nos subía lentamente, por pecho y nariz, cielo arriba.

Entre bocanada y bocanada vino el viejo a contarme esto:

"De Villa-Carlos a Mahón, cerca de Cala Figuera, había antes una piedra gris, redonda y plana. Una piedra como las demás, a la orilla misma del camino, donde al mediodía caía la sombra de una higuera silvestre. Allí paré cuando llevaba a mi padre al asilo".


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6 págs. / 12 minutos / 66 visitas.

Publicado el 15 de julio de 2021 por Edu Robsy.

La Parábola del Último

Arturo Robsy


Cuento


Para Elena Arias-Salgado Robsy


Cuando desperté nadie quedaba a mi alrededor. Todo había terminado, aunque no sabía muy bien en qué pudo consistir ese todo. Simplemente regresé del sueño como cada mañana. La boca pastosa me daba el informe general sobre mi cuerpo y me recordaba el festín de la noche anterior. Los ojos, entrecerrados todavía, me enviaban turbias imágenes del mundo. Las manos... bueno: las manos: sirven siempre para lo mismo al despertar: para rascarse y taparse los bostezos de la boca.

Un detalle más: estaba solo. Y esto lo supe nada más emerger del pegajoso sueño: fue una sensación automática como de despertar y saber que estás despierto. Bien: yo estaba, además, solo y no había remedio para ello. Debo avisar que, en un principio, me pareció de perlas.

He aquí que hoy no tendría que acudir al trabajo, por ejemplo. Para después, le había prometido a mi mujer llevarla de tiendas... ¡Imagínense! Dos o tres horas de inaplazable aburrimiento, diciendo que sí y esforzándome por atender a los dibujos y colores de los vestidos que ella me enseñaría. Dos o tres horas de viril soledad en lo profundo del más femenino de los mundos... También estaba el asunto del dentista, para el que tenía hora: ya no me dolía la muela que había que extraer, de modo que era bendición del cielo esto de haber despertado solo, solo, solo.

Vagueé cuanto pude en la cama. Probé todas las posturas del lado derecho y luego hice de ellas una versión libre en el izquierdo. Me abracé a la almohada. Me la puse, por fin, bajo los riñones y quedé todo lo arqueado que me permitió mi pobre columna vertebral. Repasé a tientas con el índice cada una de las molduras de la cabecera. Me destapé y me volví a tapar. Encendí un cigarrillo y pensé en la vez en que quemé todo un colchón y parte de mi codo. Entonces reconocí que me aburría y me puse a gritar.


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5 págs. / 9 minutos / 50 visitas.

Publicado el 1 de septiembre de 2021 por Edu Robsy.

Tres Finales para un Cuento

Arturo Robsy


Cuento


La historia —ésta, al menos— empieza así:


"El hombre exclamó: esto sí que es ya hueso de mis huesos y carne de mi carne" (Génesis, 2, 23).


"Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, sin avergonzarse de ello" (Génesis, 2, 25).


"Vio, pues, la mujer que el árbol era bueno para comerse, hermoso a la vista y deseable para alcanzar por él sabiduría y tomó su fruta y comió y dio también de él a su marido, que también con ella comió" (Génesis, 3, 6).


Se trata, pues, de una triste y larga historia que ha tenido muchos finales, ninguno definitivo, ninguno excesivamente distinto. Se trata del primer pecado de la humanidad, que no fue la desobediencia, que no fue el orgullo, sino el hecho claro y contundente de que Adán y Eva no estaban casados. Así, como suena: no realizaron más ceremonia que la de buscarse un rinconcito donde experimentar sus anatomías.

Ignoro si hemos mejorado o no desde aquel entonces. Ellos no estaban casados, sí, pero es que no podían estarlo, porque, siendo los dos únicos seres humanos de la Tierra, ¿quién iba a oficiar? Ahora, en cambio, hay oficiantes y, aún así, son muchos los que siguen prefiriendo el sistema de Adán y Eva, y son más todavía los que vienen a estar desnudos y a ser una sola carne sin experimentar ni vergüenza ni intranquilidad.

El cuento que pretendo explicarles no es el de que Adán y Eva comieran de la manzana, sino la especial circunstancia que les permitió llegar a hacerlo, a saber: que eran hombre y mujer y estaban solos a merced de su mundo, a merced de su carne y a merced de su demonio. Visto así, éste es un cuento que nunca termina.


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Publicado el 29 de abril de 2022 por Edu Robsy.

La Sobreinformación como Manipulación

Arturo Robsy


Ensayo, artículo


Cuando abrimos un periódico, cuando conectamos un televisor o escuchamos un diario hablado radiofónico, accedemos a una especie de instantánea de nuestro mundo y nos vemos rodeados por la información más actual. O eso tendemos a creer.

Sabemos, simultáneamente, lo que está sucediendo en Filipinas, en Corea, en Nueva York o en Santiago de Chile, aunque ello nos obliga a enterarnos menos de lo que hace nuestro vecino. Oímos, en ocasiones, las voces de los protagonistas de la actualidad y hasta velamos sus cadáveres en la pantalla. Conocemos muy especialmente las desgracias que caen, con regularidad y mala entraña, sobre la humanidad rica y sobre la humanidad pobre.

Casi es posible afirmar que disponemos de un exceso de información. Un hombre que lea un periódico al día, vea un telediario al día y oiga un diario hablado al día, recibe algo más de trescientas noticias interesantes, entre sucesos, catástrofes y declaraciones de personalidades.

Con semejantes fuentes, no es raro que el hombre de hoy tienda a creerse conocedor de la sociedad en la que vive. Mucho más que lo fueron los hombres de las generaciones anteriores, de los siglos anteriores, cuando el mundo era todavía grande y distintas las formas de vivir y de pensar.

La información masiva es un hecho, tanto si se considera el número de personas que se informa diariamente sobre el mundo que les rodea como si se atiende a la cantidad de información que, consciente e inconsciente, recibimos al cabo del día. En ambos casos, este es el mundo de la información y, quizá, ella se ha convertido en uno de sus vínculos fundamentales.


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8 págs. / 14 minutos / 268 visitas.

Publicado el 2 de septiembre de 2024 por Edu Robsy.

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