Textos más cortos de Benito Pérez Galdós disponibles que contienen 'u' | pág. 4

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Un Voluntario Realista

Benito Pérez Galdós


Novela


I

La ciudad de Solsona, que ya no es obispado, ni plaza fuerte ni cosa que tal valga y hasta se ha olvidado de su escudo, consistente en cruz de oro, castillo y cardo de los mismos esmaltes sobre campo de gules, gozaba allá por los turbulentos principios de nuestro siglo la preeminencia de ser una de las más feas y tristes poblaciones de la cristiandad, a pesar de sus formidables muros, de sus nueve esbeltos torreones, de su castillo romano, indicador de gloriosísimo abolengo, y a pesar también de su catedral a que daban lustre cuatro dignidades, dos canonjías, doce raciones y veinticuatro beneficios. La que Ptolomeo llamó Setelsis, se ensoberbecía con la fábrica suntuosa de cuatro conventos que eran regocijo de las almas pías y un motivo de constante edificación para el vecindario. Este se elevaba a la babilónica cifra de 2.056 habitantes.

Estos 2.056 habitantes setelsinos ocupaban ¿a qué negarlo? lugar muy excelso en el mundo industrial con sus ocho fábricas de navajas, tres de candiles y otras de menor importancia. También se dedicaban a criar mulas lechales que traían del cercano Pirineo; cultivaban con esmero las delicadas frutas catalanas y eran maestros en cebar aves domésticas así como en cazar la muchedumbre de codornices, palomas silvestres, ánades y becadas que tanto abundan en aquellos espesos montes y placenteros ríos. No podían ser tales industrias de las menos lucrativas en tierra tan poblada de canónigos, racioneros y regulares.


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Dominio público
213 págs. / 6 horas, 13 minutos / 354 visitas.

Publicado el 22 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

De Cartago a Sagunto

Benito Pérez Galdós


Novela


I

Arriba otra vez, arriba, Tito pequeñín de cuerpo y de espíritu amplio y comprensivo; sacude la pereza letal en que caíste después de los acontecimientos ensoñados y maravillosos que te dieron la visión de un espléndido porvenir; vuelve a tu normal conocimiento de los hechos tangibles, que viste y apreciaste en la vida romántica del Cantón cartaginés, y refiérelos conforme al criterio de honrada veracidad desnuda que te ha marcado la excelsa maestra Doña Clío. Abandona los incidentes de escaso valor histórico que han ocurrido en los días de tu descanso soñoliento, y acomete el relato de las altas contiendas entre cantonales y centralistas, sin prodigar alabanzas dictadas por la amistad o el amaneramiento retórico.

Obedezco al amigo que me despabila con sacudimiento de brazos y tirones de orejas, cojo mi estilete y sigo trazando en caracteres duros la historia de estos años borrascosos en que, por suerte o por desgracia, me ha tocado vivir. Lo primero que sale a estas páginas llegó a mi conocimiento por los ojos y por el tacto: fue la moneda que acuñaron los cantonales para subvenir a las atenciones de la vida social.

Consistió la primera emisión en duros cuya ley superaba en una peseta a la ley de los duros fabricados en la Casa de Moneda de Madrid. Las inscripciones decían: por el anverso, Revolución Cantonal. — Cinco pesetas; por el reverso, Cartagena sitiada por los centralistas. — Septiembre de 1873.


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214 págs. / 6 horas, 14 minutos / 501 visitas.

Publicado el 5 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

La Primera República

Benito Pérez Galdós


Novela


I

Venid acá otra vez, fieles parroquianos de estas páginas, y escuchad la voz de aquel buen Tito, entrometido indagador de cosas y personas, familiar diablillo que os entretuvo con la vaga historia del Rey saboyano; venid acá otra vez, y os contará cómo saltó España del trono mayestático al tablado de la República, las fatigas, desazones y horribles discordias que afligieron a esta Patria nuestra, tan animosa como incauta, y por fin, el traqueteo nervioso y epiléptico que la precipitó a su desdichada caída.

Reconocedme, soy el mismo: chiquitín, travieso, enamorado, con tendencias a exagerar estas cualidades o defectos, si es que lo son. Mi estatura parece que tiende a empequeñecerse más cada día; la agilidad de mi espíritu y de mis movimientos toca ya en lo ratonil, y en cuanto a mis inclinaciones y aptitudes donjuanescas, debo decir que vivo en constante combustión amorosa.

Ansío penetrar con vosotros en la selva histórica que nos ofrecen los adalides republicanos en once meses del año 1873, año de sarampión agudísimo del que salimos por la intensa vitalidad de esta vejancona robusta que llamamos España. La historia de aquel año es, como he dicho, selva o manigua tan enmarañada que es difícil abrir caminos en su densa vegetación. Es en parte luminosa, en parte siniestra y obscura, entretejida de malezas con las cuales lucha difícilmente el hacha del leñador. En lo alto, bandadas de cotorras y otras aves parleras aturden con su charla retórica; abajo, alimañas saltonas o reptantes, antropoides que suben y bajan por las ramas hostigándose unos a otros, sin que ninguno logre someter a los demás; millonadas de espléndidas mariposas, millonadas de zánganos zumbantes y molestos; rayos de sol que iluminan la fronda espesa, negros vapores que la sumergen en temerosa penumbra.


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Dominio público
214 págs. / 6 horas, 15 minutos / 666 visitas.

Publicado el 21 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

Torquemada en el Purgatorio

Benito Pérez Galdós


Novela


Primera parte

I

Cuenta el Licenciado Juan de Madrid, cronista tan diligente como malicioso de los Dichos y hechos de D. Francisco Torquemada, que no menos de seis meses tardó Cruz del Águila en restablecer en su casa el esplendor de otros días, y en rodearse de sociedad honesta y grata, demostrando en esto, como en todas las cosas, su consumada discreción, para que no se dijera ¡cuidado! que pasaba con famélica prontitud de la miseria lacerante al buen comer y al visiteo alegre.


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215 págs. / 6 horas, 16 minutos / 389 visitas.

Publicado el 9 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

La Vuelta al Mundo en la Numancia

Benito Pérez Galdós


Novela


I

Divagando por el Mare Internum en el falucho de Ansúrez, con pacotillas comerciales de Vinaroz a Denia, de Torrevieja a Ibiza, o de Mahón a Cartagena, pasaron Donata y Confusio luengos días apacibles, sin inclemencias azarosas del viento y las aguas. En la dulce soledad marítima, aprovechando el ocio de las bonanzas, contó Diego Ansúrez a sus amigos diferentes sucesos festivos y graves de su inquieta vida, desde que abandonó a la familia y al padre para lanzarse a correr ásperas aventuras de mar y tierra; y lo que mayormente sorprendió y cautivó a los amantes fue la forma o modo peregrino con que hubo de encontrar y conocer a la hembra que tenía por esposa, o cosa tal... El singularísimo hallazgo de mujer fue dispuesto por Dios con un golpetazo furibundo que a continuación se refiere.

En Febrero del 49 fue a Játiva Diego Ansúrez a negociar cambalache de aguardiente anisado por pieles y arroz (que así el menudo comercio cambiaba las especies, empleando el dinero tan sólo para las diferencias). Dos días no más estuvo allí; y cuando, ultimados los tratos y arreglos, a su vivienda se retiraba en noche tenebrosa por calles solitarias y torcidas, sufrió un grave accidente pasando al ras de los muros de un convento que llaman Consolación. Iba el hombre con el cuidado de la obscuridad echando las manos por delante, los ojos al suelo fangoso y a los traicioneros dobleces de las tapias, cuando de improviso le cayó encima un grande y pesado bulto... El golpe fue tremendo, más por la pesadumbre que por la dureza del objeto caído. ¿Qué era, vive Dios?


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Dominio público
222 págs. / 6 horas, 29 minutos / 430 visitas.

Publicado el 20 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

Zumalacárregui

Benito Pérez Galdós


Novela


I

Ufano de los triunfos de Salvatierra y Alegría, en tierra alavesa, Zumalacárregui invadió la Ribera de Navarra, donde el Ebro se bebe tres ríos: Ega, Arga y Aragón. Bien podría denominarse aquel movimiento procesión militar, porque el afortunado guerrero del absolutismo llevaba consigo el santo, para que los pueblos lo fueran besando unos tras otros, al paso, con religiosa y bélica fe, acto que se efectuaba con suma presteza, aquí te tomo, aquí te dejo, conforme a la táctica de un ejército formado, instruido y aleccionado diariamente en la movilización prodigiosa, en las marchas inverosímiles, cual si lo compusieran no ya soldados monteses y fieros, sino leopardos con alas. Que éstos llevaban en volandas a la tortuga, no hay para qué decirlo. Mostraban el ídolo a los pueblos, y el entusiasmo en que éstos ardían era un excelente botín de moral política que robustecía la moral militar.


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Dominio público
224 págs. / 6 horas, 33 minutos / 466 visitas.

Publicado el 20 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

Los Duendes de la Camarilla

Benito Pérez Galdós


Novela


I

Medio siglo era por filo... poco menos. Corría Noviembre de 1850. Lugar de referencia: Madrid, en una de sus más pobres y feas calles, la llamada de Rodas, que sube y baja entre Embajadores y el Rastro.

La mañana había sido glacial, destemplada y brumosa la tarde; entró la noche con tinieblas y lluvia, un gotear lento, menudo, sin tregua, como el llanto de las aflicciones que no tienen ni esperanza remota de consuelo. A las diez, la embocadura de la calle de Rodas por la de Embajadores era temerosa, siniestro el espacio que la obscuridad permitía ver entre las dos filas de casas negras, gibosas, mal encaradas. El farol de la esquina dormía en descuidada lobreguez; el inmediato pestañeaba con resplandor agónico; sólo brillaba, despierto y acechante, como bandido plantado en la encrucijada, el que al promedio de la calle alumbra el paso a una mísera vía descendente: la Peña de Francia. Ánimas del Purgatorio andarían de fijo por allí; las vivientes y visibles eran: un ciego que entró en la calle apaleando el suelo; el sereno, cuya presencia en la bajada al Rastro se advirtió por la temblorosa linterna que hacía eses de una en otra puerta, hasta eclipsarse en el despacho de vinos; una mendiga seguida de un perro, al cual se agregó otro can, y siguieron los tres calle abajo... En el momento de mayor soledad, una mujer dobló con decidido paso la esquina de Embajadores, y puso cara y pecho a la siniestra calle, sin vacilación ni recelo, metiéndose por la obscuridad, afrontando animosa las molestias y peligros del suelo, que no eran pocos, pues donde no había charco, había resbaladizas piedras, y aquí y allá objetos abandonados, como cestos rotos o montones de virutas, dispersos bultos que figuraban en la obscuridad perros dormidos o gatos en acecho.


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229 págs. / 6 horas, 41 minutos / 338 visitas.

Publicado el 5 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

El Abuelo

Benito Pérez Galdós


Teatro


Prólogo

A los lectores que con tanta indulgencia como constancia me favorecen, debo manifestarles que en la composición de EL ABUELO he querido halagar mi gusto y el de ellos, dando el mayor desarrollo posible, por esta vez, al procedimiento dialogal, y contrayendo a proporciones mínimas las formas descriptiva y narrativa. Creerán, sin duda, como yo, que en esto de las formas artísticas o literarias todo el monte es orégano, y que sólo debemos poner mal ceño a lo que resultare necio, inútil o fastidioso. Claro es que si de los pecados de tontería o vulgaridad fuese yo, en esta o en otra ocasión, culpable, sufriría resignado el desdén de los que me leen; pero al maldecir mi inhabilidad, no creería que el camino es malo, sino que yo no sé andar por él.

El sistema dialogal, adoptado ya en Realidad, nos da la forja expedita y concreta de los caracteres. Estos se hacen, se componen, imitan más fácilmente, digámoslo así, a los seres vivos, cuando manifiestan su contextura moral con su propia palabra, y con ella, como en la vida, nos dan el relieve más o menos hondo y firme de sus acciones. La palabra del autor, narrando y describiendo, no tiene, en términos generales, tanta eficacia, ni da tan directamente la impresión de la verdad espiritual. Siempre es una referencia, algo como la Historia, que nos cuenta los acontecimientos y nos traza retratos y escenas. Con la virtud misteriosa del diálogo parece que vemos y oímos sin mediación extraña el suceso y sus actores, y nos olvidamos más fácilmente del artista oculto; pero no desaparece nunca, ni acaban de esconderle los bastidores del retablo, por bien construidos que estén. La impersonalidad del autor, preconizada hoy por algunos como sistema artístico, no es más que un vano emblema de banderas literarias, que si ondean triunfantes, es por la vigorosa personalidad de los capitanes que en su mano las llevan.


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Dominio público
229 págs. / 6 horas, 41 minutos / 1.594 visitas.

Publicado el 5 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Los Ayacuchos

Benito Pérez Galdós


Novela


I

In diebus illis (Octubre de 1841) había en Madrid dos niñas muy monas, tiernas, vivarachas, amables y amadas, huérfanas de padre, de madre poco menos, porque ésta andaba como proscripta en tierras de extranjis, con marido nuevo y nueva prole, y aunque se desvivía por volver, empleando en ello las sutilezas de su despejado entendimiento, no acertaba con las llaves de la puerta de España. Vivía la parejita graciosa en una casa tan grande, que era como un mediano pueblo: no se podía ir de un extremo a otro de ella sin cansarse; y dar la vuelta grande, recorriendo salas por los cuatro costados del edificio, era una viajata en toda regia. Subiendo de los profundos sótanos a los altos desvanes, se podían admirar regiones y costumbres diferentes en capas sobrepuestas, distintos estados de sociedad que encajaban unos sobre otros como las bandejas de un baúl mundo. En la bandeja central, prisioneras en estuches, vivían las dos perlas, apenas visibles en la inmensidad de su albergue.


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Dominio público
236 págs. / 6 horas, 53 minutos / 381 visitas.

Publicado el 17 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

La Revolución de Julio

Benito Pérez Galdós


Novela


I

Madrid, 3 de Febrero de 1852.— En el momento de acometer Merino a nuestra querida Reina, cuchillo en mano, hallábame yo en la galería del Norte, entre la capilla y la escalera de Damas, hablando con doña Victorina Sarmiento de un asunto que no es ni será nunca histórico... La vibración de la multitud cortesana, un bramido que vino corriendo de la galería del costado Sur, y que al pronto nos pareció racha de impetuoso viento que agitaba los velos y mantos de las señoras, y precipitaba a los caballeros a una carrera loca tropezando en sus propios espadines, nos hizo comprender que algo grave ocurría por aquella parte... «Ha sido un clérigo», oí que decían; y en efecto, recordé yo haber visto entre el gentío, poco antes, a un sacerdote anciano, cuyas facciones reconocí sin poder traer su nombre a mi memoria... Hacia allá volé, adelantándome a los que iban presurosos, o tropezando con damas que aterradas volvían, y lo primero que vi fue un oficial de Alabarderos que a la Princesita llevaba en alto hacia las habitaciones reales. Luego vi a la Reina llevada en volandas... ¡Atentado, puñalada... un cura! ¿Había sido herida gravemente? Muerta no iba. Creí oírla pronunciar algunas palabras; vi que movía su hermoso brazo casi desnudo, y la mano ensangrentada. Rápida visión fue todo esto, atropellada procesión de carnes, terciopelos, gasas, mangas bordadas de oro, tricornios guarnecidos de plata, Montpensier lívido, el infante don Francisco casi llorando... Al Rey no le vi: iba por el lado de la pared, detrás del montón fugitivo... Vi a Tamames; creo que vi también a Balazote...


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242 págs. / 7 horas, 4 minutos / 374 visitas.

Publicado el 5 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

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