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autor: Benito Pérez Galdós fecha: 06-10-2016


El Grande Oriente

Benito Pérez Galdós


Novela


I

Sí; era en la calle de Coloreros, en esa oscura vía que abre paso desde la calle Mayor hasta la plazuela y arco de San Ginés. Allí era, sin duda alguna, y hasta se puede asegurar que en la misma casa donde hoy admira el atónito público fabulosa cantidad de pececillos de colores dentro de estanques de madera y muestras preciosas de una importantísima industria: las jaulas de grillo. Allí era, sí, y no es fácil que ningún contemporáneo lo niegue, como han negado que Francisco I estuviese en la torre de los Lujanes y que Sertorio fundara la Universidad de Huesca (que es achaque de los modernos meterse a desmentir la tradición). Allí era, sí, en la calle de Coloreros y en la casa de los rojos peces y de las jaulas de grillos, donde vivía el gran D. Patricio Sarmiento.

En lugar de los estanques de madera, vierais, corriendo el año 1821, una ventana baja con rejas verdes a la derecha del portal. Aplicad el oído, ya que la cortineja de indiana rameada no permita dirigir hacia dentro la vista, y oiréis una voz sonora y grandilocuente, ante cuya majestad las de Demóstenes y Mirabeau serían un pregón desacorde. Oíd sin cuidado. Es de día. Detiénense los curiosos y atienden todos sin que nadie les estorbe.

"Cayo Graco, hijo de Tiberio Sempronio Graco y de Cornelia, era liberal, señores; tan liberal, que se rebeló contra el Senado. Decid, niño: ¿qué era el Senado en aquella época?

Una voz infantil contesta:

— El Senado era una camarilla de serviles y absolutistas que no iban más que a su negocio".


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205 págs. / 5 horas, 59 minutos / 367 visitas.

Publicado el 6 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

La Segunda Casaca

Benito Pérez Galdós


Novela


I

¡Qué infames eran los liberales de mi tiempo! En vez de conformarse a vivir pacífica y dulcemente gobernados por el paternal absolutismo que habíamos establecido, no cesaban en sus maquinaciones y viles proyectos, para derrocar las sabias leyes con que diariamente se atendía al sosiego del Reino y a hundir a todos los hombres eminentes que describí en la primera parte de mis Memorias.

¡Miserables, bullangueros! ¿Qué volcán os escupió de su pecho sulfúreo, qué infierno os vomitó, qué hidra venenosa os llevó en sus entrañas? No os contentabais con aullar en los presidios, clamando contra nosotros y contra la augusta majestad soberana del mejor de los Reyes, sino que también, ¡oh, vileza!, agitasteis con nefandas conspiraciones la Península toda, amenazándonos con un nuevo triunfo de la aborrecida revolución. Después de insultarnos a todos los que componíamos aquel admirable conjunto y oligarquía poderosa, para mangonear en lo pequeño y lo grande, con el Reino en un puño y el Trono en otro, os atrevisteis a conjuraros con militares descontentos y paisanos inquietos para cambiar el Gobierno. ¡Trece veces, trece veces alzó su horrible cabeza y clavó en nosotros sus sanguinolentos ojos el monstruo de la revolución! Trece veces temblaron nuestras pobres carnes, cubriéndose del sudor de la congoja y susto que tales tentativas de desorden nos producían. Así es que, en medio de la privanza y regalo en que vivíamos, se nos podía ahorcar con un cabello, y al despertar cada mañana, nos preguntábamos si había llegado ya la hora de bajar del machito.


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211 págs. / 6 horas, 10 minutos / 317 visitas.

Publicado el 6 de octubre de 2016 por Edu Robsy.