Textos más vistos de Charles Dickens no disponibles | pág. 3

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autor: Charles Dickens textos no disponibles


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El Barón de Grogzwig

Charles Dickens


Cuento


El barón Von Koëldwethout, de Grogzwig, Alemania, era probablemente un joven barón como cualquiera le gustaría ver uno. No es necesario que diga que vivía en un castillo, porque es evidente; tampoco es necesario que diga que vivía en un castillo antiguo, pues ¿qué barón alemán viviría en uno nuevo? Había muchas circunstancias extrañas relacionadas con este venerable edificio, entre las cuales no era la menos sorprendente y misteriosa el hecho de que cuando soplaba el viento, éste rugía en el interior de las chimeneas, o incluso aullaba entre los árboles del bosque circundante, o que cuando brillaba la luna ésta se abría camino por entre determinadas pequeñas aberturas de los muros y llegaba a iluminar plenamente algunas zonas de los amplios salones y galerías, dejando otras en una sombra tenebrosa. Tengo entendido que uno de los antepasados del barón, que andaba escaso de dinero, le han clavado una daga a un caballero que llegó una noche pidiendo servidumbre de paso, y se supone que tos hechos milagrosos tuvieron lugar como consecuencia de aquello. Y, sin embargo, difícilmente puedo saber cómo sucedió, pues el antepasado del barón, que era un hombre amable, se sintió después tan apenado por haber sido tan irreflexivo, y haber puesto sus manos violentas sobre una cantidad de piedras y maderos pertenecientes a un barón más débil, que construyó como excusa una capilla obteniendo un recibo del cielo como saldo a cuenta.


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11 págs. / 20 minutos / 134 visitas.

Publicado el 22 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

El Misterio de Edwin Drood

Charles Dickens


Novela


Prólogo

Pickwick fué una obra proyectada parcialmente por otros, pero completada finalmente por Dickens. Edwin Drood, su último libro, fué un libro proyectado por Dickens, pero completado finalmente por otros. Los papeles de Pickwick mostraron cuánto podía hacer Dickens con las sugestiones de otras personas; El misterio de Edwin Drood muestra qué poco pueden hacer otras personas con las sugestiones de Dickens.


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324 págs. / 9 horas, 27 minutos / 184 visitas.

Publicado el 7 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

El Presidente del Jurado

Charles Dickens


Cuento


Han pasado ya algunos años desde que se cometió en Inglaterra un asesinato que atrajo poderosamente la atención pública. En nuestro país se oye hablar con bastante frecuencia de asesinos que adquieren una triste celebridad. Pero yo hubiese enterrado con gusto el recuerdo de aquel hombre feroz de haber podido sepultarlo tan fácilmente como su cuerpo lo está en la prisión de Newgate. Advierto, desde luego, que omito deliberadamente hacer aquí alusión alguna a la personalidad de aquel hombre.

Cuando el asesinato fue descubierto, nadie sospechó —o, mejor dicho, nadie insinuó públicamente sospecha alguna— del hombre que después fue procesado. Por la circunstancia antes expresada, los periódicos no pudieron, naturalmente, publicar en aquellos días descripciones del criminal. Es esencial que se recuerde este hecho.

Al abrir, durante el desayuno, mi periódico matutino, que contenía el relato del descubrimiento del crimen, lo encontré muy interesante y lo leí con atención. Volví, incluso, a leerlo otra vez, o quizá dos. El descubrimiento había tenido lugar en un dormitorio. Cuando dejé el diario tuve la impresión, fugaz, como un relámpago, de que veía pasar ante mis ojos aquella alcoba. Semejante visión, aunque instantánea, fue clarísima, tanto que hasta pude observar, con alivio, la ausencia del cuerpo de la víctima en el lecho mortuorio.

Esta curiosa sensación no se produjo en ningún lugar misterioso, sino en una de las vulgares habitaciones de Piccadilly en que me alojaba, próxima a la esquina de St. James Street. Y fue una experiencia nueva en mi vida.


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12 págs. / 22 minutos / 135 visitas.

Publicado el 22 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

Entrar en Sociedad

Charles Dickens


Cuento


En una de sus malas épocas, la casa cayó en manos de un hombre de circo. Figuraba en calidad de arrendatario en los correspondientes registros parroquiales y, por tanto, no fue necesario indagar mucho para averiguar su nombre. Por el contrario, seguirle la pista no fue tan sencillo, pues, debido a la vida itinerante que llevaba, las gentes sedentarias lo habían perdido de vista y las que presumían de respetables se avergonzaban de reconocer que alguna vez hubieron sabido algo de él. Por último, entre los fangales que desde las orillas del río se extienden por los aledaños de Deptford y las huertas vecinas, se halló a un personaje canoso, vestido de pana, con la cara tan curtida por la vida a la intemperie que parecía un tatuaje, estaba fumando en pipa a la puerta de una casa de madera sobre ruedas. La casa, en la desembocadura de un arroyo lodoso, pasaba allí el invierno, y todo lo que la rodeaba —el neblinoso río, los brumosos fangales y las vaporosas huertas— echaba humo también, en compañía del hombre canoso. En medido de la reunión de ahumadores, no se quedaba atrás el humero de l chimenea de la casa de madera sobre ruedas, pues enristraba su pipa con camaradería, como todo lo de alrededor.

Cuando le preguntaron si era él quien en una ocasión había arrendado la casa de alquiler, el hombre canoso vestido de pana puso cara de asombro y respondió que sí. Y que si se apellidaba Magsman. Que sí, que se llamaba Toby Magsman…, de Robert, pero Toby desde pequeño. Y que no lo buscarían por nada malo, ¿verdad? Y que si era sospechoso de algo… ¡que se lo dijeran inmediatamente!

Que no era nada de eso, que se tranquilizase. Solamente estaban indagando algunos datos sobre la casa y que si no le importaría contar por qué la había dejado.

Que no, en absoluto, ¿por qué iba a importarle? Que la había dejado por lo del enano.

¿Qué por lo del enano?


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15 págs. / 27 minutos / 169 visitas.

Publicado el 9 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Estampas de Caballeretes

Charles Dickens


Cuento


DEDICADAS A LAS SEÑORITAS

A LAS SEÑORITAS DEL REINO UNIDO DE LA GRAN BRETAÑA E IRLANDA Y
A LAS SEÑORITAS
DEL PRINCIPADO DE GALES
E IGUALMENTE
A LAS SEÑORITAS
RESIDENTES EN LAS ISLAS DE
GUERNSEY, JERSEY, ALDERNAY Y SARK

HUMILDE DEDICATORIA
DE SU DEVOTO ADMIRADOR

ADORADAS:

Quien os dedica estas líneas ha leído con virtuosa indignación una obra que pretende ser unas Estampas de señoritas escrita por Quiz, ilustrada por Phiz y publicada en un volumen en duodécimo.

Después de una lectura atenta y vigilante de dicha obra, quien esto os dedica es de la humilde opinión que nunca se han incluido tantas calumnias contra vuestro honrado sexo en ninguna obra, en duodécimo o cualquier otro décimo.

En la portada y el prefacio de dicha obra, vuestro honrado sexo se describe y clasifica como si fueseis animales; y, aunque quien esto os dedica no está en condiciones de negar que lo seáis, sí afirma humildemente que no es educado decirlo.

En el citado prefacio, vuestro honrado sexo se define también como troglodita, una palabra muy severa que, pese a todo lo que vuestro honrado sexo o quien esto os dedica pueda decir al respecto, podría considerarse una palabra injuriosa y poco considerada.

El autor de dicha obra se ha aplicado a su tarea con maldad alevosa, algo que quien esto os dedica cree que queda suficientemente claro por el hecho de que se haga llamar Quiz, lo que demuestra una conclusión preconcebida y la intención implícita de burlarse.

Para poner en práctica tan pérfido propósito, el citado Quiz, o quienquiera que sea el autor de la obra en cuestión, debe de haber traicionado la confianza de algunos miembros de vuestro honrado sexo: de lo contrario no habría podido reunir tanta información sobre los modos y costumbres de vuestro honrado sexo en general.


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51 págs. / 1 hora, 30 minutos / 77 visitas.

Publicado el 14 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Estampas de Italia

Charles Dickens


Viajes


Pasaporte del lector

Si los lectores de este libro tienen a bien aceptar del propio autor las credenciales para visitar los diferentes lugares que constituyen el tema de sus recuerdos, quizá los vean con la imaginación de forma más agradable y con una idea más clara de lo que deben esperar.

Se han escrito muchos libros sobre Italia, que aportan múltiples medios de estudiar la historia de ese país tan interesante y las innumerables asociaciones con él relacionadas. Yo hago en este escasas alusiones a ese caudal informativo, ya que no considero en modo alguno consecuencia necesaria de haber tenido que recurrir a ese arsenal en beneficio propio el que haya de reproducir ante los ojos de mis lectores su contenido, fácilmente asequible.

Tampoco hallaréis en estas páginas análisis profundos sobre el gobierno o desgobierno de ninguna región del país. Todo el que visite esa hermosa tierra tendrá sin duda convicciones propias sobre el tema. Pues así como decidí yo cuando residía allí, como extranjero, abstenerme de analizar esas cuestiones con toda clase de italianos, así también preferiría no entrar en el tema ahora. En los doce meses que residí en una casa de Génova, nunca vi que las autoridades constitucionalmente celosas desconfiaran de mí; y lamentaría darles ahora motivo de arrepentirse de su generosa cortesía conmigo o con cualquiera de mis compatriotas.

Tal vez no haya en toda Italia una sola pintura o escultura que no pueda cubrirse sin problema con una montaña de papel impreso dedicado a estudios sobre ella. Así que no me extenderé en detalles sobre los cuadros y las estatuas célebres, pese a considerarme un sincero admirador de la pintura y la escultura.


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218 págs. / 6 horas, 21 minutos / 186 visitas.

Publicado el 9 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Juicio por Asesinato

Charles Dickens


Cuento


He observado siempre el predominio de una falta de valor, incluso entre personas de cultura e inteligencia superiores, para hablar de las experiencias psicológicas propias cuando éstas han sido de un tipo extraño. Casi todos los hombres tienen miedo de que las historias de este tipo que puedan contar no encuentren paralelo o respuesta en la vida interior de quien les oye, y, por tanto, sospechen o se rían de ellos. Un viajero sincero que hubiera visto un animal extraordinario parecido a una serpiente marina no tendría miedo alguno a mencionarlo; pero si ese mismo viajero hubiera tenido algún presentimiento singular, un impulso, un pensamiento caprichoso, una (supuesta) visión, un sueño o cualquier otra impresión mental notable, se lo pensaría mucho antes de mencionarlo. Atribuyo en gran parte a esa reticencia la oscuridad en la que se encuentran implicados estos temas. No comunicamos habitualmente nuestra experiencia de estas cosas subjetivas lo mismo que lo hacemos con nuestras experiencias de la creación objetiva. Como consecuencia, la experiencia general a este respecto parece algo excepcional, y realmente es así por cuanto es lamentablemente imperfecta.


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14 págs. / 25 minutos / 203 visitas.

Publicado el 16 de junio de 2016 por Edu Robsy.

La Casa Hechizada

Charles Dickens


Novela corta


Los mortales de la casa

La casa que es el tema de esta obra de Navidad no la conocí bajo ninguna de las circunstancias fantasmales acreditadas ni rodeada por ninguno de los entornos fantasmagóricos convencionales. La vi a la luz del día, con el sol encima. No había viento, lluvia ni rayos, no había truenos ni circunstancia alguna, horrible o indeseable, que potenciaran su efecto. Más todavía: había llegado hasta ella directamente desde una estación de ferrocarril; no estaba a más de dos kilómetros de distancia de la estación, y en cuanto estuve fuera de la casa, mirando hacia atrás el camino que había recorrido, pude ver perfectamente los trenes que recorrían tranquilamente el terraplén del valle. No diré que todo era absolutamente común porque dudo que exista tal cosa, salvo personas absolutamente comunes, y ahí entra mi vanidad; pero asumo afirmar que cualquiera podría haber visto la casa tal como yo la vi en una hermosa mañana otoñal.

La forma en que yo la vi fue la siguiente.

Viajaba hacia Londres desde el norte con la intención de detenerme en el camino para ver la casa.


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36 págs. / 1 hora, 4 minutos / 136 visitas.

Publicado el 22 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

La Historia del Tío del Viajante

Charles Dickens


Novela corta


Mi tío, caballeros, dijo el viajante, era uno de los tipos más alegres, agradables y listos que haya existido nunca. Me gustaría que lo hubieran conocido, caballeros. Aunque pensándolo bien, no desearía que lo hubieran conocido, pues en ese caso todos estarían ya, siguiendo el curso ordinario de la naturaleza, si no muertos, en todo caso tan cerca de la desaparición como para haberse quedado en casa abandonando la compañía, lo que me habría privado del inestimable placer de dirigirme a ustedes en este momento. Caballeros, desearía que sus padres y madres hubieran conocido a mi tío. Se habrían encariñado notablemente con él, especialmente su: respetables madres; sé que habría sido así. Si entre las numerosas virtudes que adornaban su carácter tuviéramos que dar predominio a dos de ellas, diría, que eran su ponche mixto y sus canciones de sobremesa. Excúsenme si me extiendo en estos recuerdo: melancólicos sobre el fallecido, no se ve a un hombre como mi tío todos los días de la semana.

Siempre he considerado como algo importante del carácter de mi tío, caballeros, el hecho de que fuera compañero y amigo íntimo de Tom Smart, de la importante empresa de Bilson y Slum, Cateator

Street, City. Mi tío vendía para Tiggin y Welps, pero durante mucho tiempo estuvo muy cerca del mismo recorrido que Tom, y la primera noche que se conocieron mi tío se encaprichó por Tom y éste por mi tío. No había pasado media hora desde que se habían conocido cuando se habían apostado ya un sombrero nuevo a ver quién de los dos hacía el mejor litro de ponche y se lo bebía con mayor rapidez. Se consideró que mi tío ganó en la elaboración del ponche, pero que Tom Smart le venció al beberlo en la mitad de tiempo. Pidieron otro litro entre los dos para beber cada uno a la salud del otro, y desde ese momento se convirtieron en los amigos más fieles. En estas cosas hay un destino caballeros, y no podemos evitarlo.


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23 págs. / 41 minutos / 184 visitas.

Publicado el 22 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

La Raspa Mágica

Charles Dickens


Cuento infantil


Érase una vez un rey que tenía una reina; él era el más viril de los hombres, y ella la más hermosa de las mujeres. La profesión del rey era funcionario. El padre de la reina había sido médico en otra ciudad.

Tenían diecinueve hijos y no paraban de tener más. Diecisiete de los niños cuidaban del bebé; y Alicia, la mayor, cuidaba de todos. Sus edades iban desde los siete años a los siete meses.

Pero sigamos con nuestra historia.

Un día el rey iba camino de la oficina cuando se detuvo en la pescadería para comprar una libra y media de salmón —pero no de la parte de la cola— que la reina (una prudente ama de casa) quería que le enviaran. El Sr. Pickles, el pescadero, dijo:

—Desde luego, señor. ¿Alguna cosa más? Buenos días.

El rey continuó melancólico hacia la oficina, porque faltaba mucho para el día de cobro trimestral y a varios de sus queridos hijos la ropa se les quedaba pequeña. No se había alejado mucho cuando el chico de los recados del Sr. Pickles llegó corriendo en su busca y le dijo:

—Señor, no se ha fijado usted en la anciana dama que estaba en la tienda.

—¿Qué anciana dama? —preguntó el rey— Yo no vi ninguna.

El rey no había visto a la anciana porque, para él, la anciana era invisible, aunque el chico del Sr. Pickles sí la veía. Probablemente porque ensuciaba y salpicaba con el agua, en la que dejaba caer los lenguados con violencia, de tal manera que si la dama no hubiese resultado visible para él, le habría estropeado la ropa.

En ese momento la anciana llegó corriendo. Su vestido era de seda tornasolada de una calidad magnífica, y olía a lavanda seca.

—¿Es usted el rey Watkins I? —preguntó la anciana.

—Me llamo Watkins, sí —respondió el rey.

—Padre, si no me equivoco, de la hermosa princesa Alicia —afirmó la dama.

—Y de otras dieciocho preciosidades más —replicó el rey.


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11 págs. / 20 minutos / 270 visitas.

Publicado el 7 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

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