Textos más populares este mes de Charles Dickens | pág. 4

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autor: Charles Dickens


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La Raspa Mágica

Charles Dickens


Cuento infantil


Érase una vez un rey que tenía una reina; él era el más viril de los hombres, y ella la más hermosa de las mujeres. La profesión del rey era funcionario. El padre de la reina había sido médico en otra ciudad.

Tenían diecinueve hijos y no paraban de tener más. Diecisiete de los niños cuidaban del bebé; y Alicia, la mayor, cuidaba de todos. Sus edades iban desde los siete años a los siete meses.

Pero sigamos con nuestra historia.

Un día el rey iba camino de la oficina cuando se detuvo en la pescadería para comprar una libra y media de salmón —pero no de la parte de la cola— que la reina (una prudente ama de casa) quería que le enviaran. El Sr. Pickles, el pescadero, dijo:

—Desde luego, señor. ¿Alguna cosa más? Buenos días.

El rey continuó melancólico hacia la oficina, porque faltaba mucho para el día de cobro trimestral y a varios de sus queridos hijos la ropa se les quedaba pequeña. No se había alejado mucho cuando el chico de los recados del Sr. Pickles llegó corriendo en su busca y le dijo:

—Señor, no se ha fijado usted en la anciana dama que estaba en la tienda.

—¿Qué anciana dama? —preguntó el rey— Yo no vi ninguna.

El rey no había visto a la anciana porque, para él, la anciana era invisible, aunque el chico del Sr. Pickles sí la veía. Probablemente porque ensuciaba y salpicaba con el agua, en la que dejaba caer los lenguados con violencia, de tal manera que si la dama no hubiese resultado visible para él, le habría estropeado la ropa.

En ese momento la anciana llegó corriendo. Su vestido era de seda tornasolada de una calidad magnífica, y olía a lavanda seca.

—¿Es usted el rey Watkins I? —preguntó la anciana.

—Me llamo Watkins, sí —respondió el rey.

—Padre, si no me equivoco, de la hermosa princesa Alicia —afirmó la dama.

—Y de otras dieciocho preciosidades más —replicó el rey.


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Publicado el 7 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

El Misterio de Edwin Drood

Charles Dickens


Novela


Prólogo

Pickwick fué una obra proyectada parcialmente por otros, pero completada finalmente por Dickens. Edwin Drood, su último libro, fué un libro proyectado por Dickens, pero completado finalmente por otros. Los papeles de Pickwick mostraron cuánto podía hacer Dickens con las sugestiones de otras personas; El misterio de Edwin Drood muestra qué poco pueden hacer otras personas con las sugestiones de Dickens.


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324 págs. / 9 horas, 27 minutos / 184 visitas.

Publicado el 7 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Barnaby Rudge

Charles Dickens


Novela


Prefacio a la edición de 1849

Tras haber expresado el ya fallecido señor Waterton, hace algún tiempo, que los cuervos se estaban extinguiendo poco a poco en Inglaterra, le ofrecí las siguientes palabras acerca de mi experiencia con esas aves.

El cuervo de esta historia esta concebido a partir de dos grandes originales de los que fui, en distintos momentos, orgulloso propietario. El primero estaba en la flor de la juventud cuando fue descubierto en un modesto retiro de Londres por un amigo mío, que me lo dio. Tuvo desde el principio, como dice sir Hugh Evans de Anne Page, «buenas dotes» que mejoró por medio del estudio y la atención de manera ejemplar. Dormía en un establo —generalmente encima de un caballo— y tenía atemorizado a un perro ladrador gracias a su sobrenatural sagacidad; era conocido por poder, gracias a la superioridad de su genio, llevarse la comida del perro ante sus narices con total tranquilidad. Estaba adquiriendo rápidamente conocimientos y virtudes cuando, en una mala hora, su establo fue pintado. Observó a los pintores con atención, vio que manejaban con cuidado la pintura, e inmediatamente deseó poseerla. Cuando se fueron a comer, se comió toda la que habían dejado allí, una libra o dos de plomo blanco, y su juvenil indiscreción le llevó a la muerte.


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798 págs. / 1 día, -1 horas, 16 minutos / 167 visitas.

Publicado el 7 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

La Pequeña Dorrit

Charles Dickens


Novela


Prólogo a la edición de 1857

He dedicado a esta historia muchas horas de trabajo a lo largo de dos años. Muy mal las habría empleado si no pudiera dejar que sus méritos y defectos, en conjunto, hablaran por sí mismos al lector. Pero del mismo modo que no deja de ser razonable suponer que he prestado una atención más constante a los hilos que la recorren que la que haya podido prestarles nadie en el curso de su publicación intermitente, también es razonable pedir que se contemple como una obra completa y con el dibujo terminado.

Si tuviera que disculparme por las ficciones exageradas relacionadas con los Barnacle y el Negociado de Circunloquios, buscaría en la experiencia común de cualquier inglés y no me atrevería a mencionar el hecho irrelevante de que yo mismo falté a los buenos modales en los tiempos de la guerra con Rusia y del Tribunal Militar de Chelsea. Si tuviera la osadía de defender a un personaje tan extravagante como el señor Merdle, insinuaría que está inspirado en la época de las acciones ferroviarias, en los tiempos de determinado banco irlandés y en un par de empresas más igualmente admirables. Si tuviera que alegar algo para atenuar la absurda fantasía de que a veces una mala intención se presenta como buena y de carácter religioso, señalaría la curiosa coincidencia que ha llegado a su clímax en estas páginas en los días del examen público de los anteriores directores de determinado Banco Real Británico. Pero me someto a juicio en todos estos asuntos, si fuera necesario, y aceptaré el testimonio (procedente de una autoridad contrastada) de que nada semejante ha sucedido nunca en este país.


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1.087 págs. / 1 día, 7 horas, 42 minutos / 283 visitas.

Publicado el 8 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Entrar en Sociedad

Charles Dickens


Cuento


En una de sus malas épocas, la casa cayó en manos de un hombre de circo. Figuraba en calidad de arrendatario en los correspondientes registros parroquiales y, por tanto, no fue necesario indagar mucho para averiguar su nombre. Por el contrario, seguirle la pista no fue tan sencillo, pues, debido a la vida itinerante que llevaba, las gentes sedentarias lo habían perdido de vista y las que presumían de respetables se avergonzaban de reconocer que alguna vez hubieron sabido algo de él. Por último, entre los fangales que desde las orillas del río se extienden por los aledaños de Deptford y las huertas vecinas, se halló a un personaje canoso, vestido de pana, con la cara tan curtida por la vida a la intemperie que parecía un tatuaje, estaba fumando en pipa a la puerta de una casa de madera sobre ruedas. La casa, en la desembocadura de un arroyo lodoso, pasaba allí el invierno, y todo lo que la rodeaba —el neblinoso río, los brumosos fangales y las vaporosas huertas— echaba humo también, en compañía del hombre canoso. En medido de la reunión de ahumadores, no se quedaba atrás el humero de l chimenea de la casa de madera sobre ruedas, pues enristraba su pipa con camaradería, como todo lo de alrededor.

Cuando le preguntaron si era él quien en una ocasión había arrendado la casa de alquiler, el hombre canoso vestido de pana puso cara de asombro y respondió que sí. Y que si se apellidaba Magsman. Que sí, que se llamaba Toby Magsman…, de Robert, pero Toby desde pequeño. Y que no lo buscarían por nada malo, ¿verdad? Y que si era sospechoso de algo… ¡que se lo dijeran inmediatamente!

Que no era nada de eso, que se tranquilizase. Solamente estaban indagando algunos datos sobre la casa y que si no le importaría contar por qué la había dejado.

Que no, en absoluto, ¿por qué iba a importarle? Que la había dejado por lo del enano.

¿Qué por lo del enano?


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15 págs. / 27 minutos / 169 visitas.

Publicado el 9 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Sentimental

Charles Dickens


Cuento


La señorita Crumpton, o, para citar con toda autoridad a la inscripción que aparecía en la verja del jardín del «Minerva House», en Hammersmith, «Las señoritas Crumpton», eran dos personas de una estatura fuera de lo común, particularmente delgadas y excesivamente flacas; tiesas como un palo y de color apergaminado.

La señorita Amelia Crumpton contaba treinta y ocho años y la señorita María Crumpton admitía tener cuarenta, confesión que era perfectamente innecesaria por cuanto era evidente que por lo menos tenía cincuenta. Vestían de la manera más interesante —como si fueran mellizas—; tenían un aire tan feliz y satisfecho como un par de clavelones a punto de echar grano. Eran muy precisas, tenían las ideas más estrictas posibles respecto de la propiedad, usaban peluca y siempre despedían un fuerte olor a lavanda.

«Minerva House» —«La Casa de Minerva», diosa de la Sabiduría— dirigida bajo los auspicios de las dos hermanas, era un establecimiento dedicado a completar la educación de jóvenes señoritas, donde una veintena de muchachas, cuya edad oscilaba entre los quince y los diecinueve abriles, adquirían un conocimiento superficial de todo y un verdadero conocimiento de nada: enseñanza de los idiomas francés e italiano; lecciones de baile dos veces por semana y otras cosas convenientes para la vida. Era un edificio todo blanco, un poco apartado del camino, cercado por una valla. Las ventanas de los dormitorios estaban siempre entreabiertas para que, a vista de pájaro, pudieran admirarse las numerosas camas de hierro y unos muebles tapizados de blanquísima cotonada, e imprimir así en el transeúnte el debido sentido de la fastuosidad del establecimiento.


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15 págs. / 26 minutos / 221 visitas.

Publicado el 9 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Estampas de Parejitas

Charles Dickens


Cuento


CON UNA
URGENTE APELACIÓN A LOS CABALLEROS DE INGLATERRA
(VIUDOS O SOLTEROS),
A PROPÓSITO DE LA ALARMANTE CRISIS ACTUAL

Por el autor de Estampas de caballeretes

Urgente apelación etc.
A LOS CABALLEROS DE INGLATERRA,
(VIUDOS O SOLTEROS),
LLAMADA DE SU LEAL CONCIUDADANO

ADORADOS:

Dado que su Muy Graciosa Majestad, Victoria, Defensora de la Fe, y Reina, por la gracia de Dios, del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda declaró, el pasado 23 de noviembre, ante su Muy Honorable Consejo Privado, la Muy Graciosa Intención de su Majestad de adoptar el vínculo del matrimonio.

Puesto que su Muy Graciosa Majestad, al dar a conocer su Muy Graciosa Intención a su Muy Honorable Consejo Privado, como antes se ha dicho, utilizó las palabras: «Es mi intención unirme en matrimonio con el príncipe Alberto de Sajonia Coburgo y Gotha».

Teniendo en cuenta que éste es año bisiesto, por lo que se considera legítimo que una dama se ofrezca en matrimonio a un caballero y le insista y obligue a aceptarla bajo pena del pago de una multa o castigo; a saber: un vestido de seda o satén de la mejor calidad, escogido por la dama y pagado (o adeudado) por el caballero.

Ya que éstos y otros horrores y peligros con los que el susodicho año bisiesto amenaza a los caballeros de Inglaterra con ocasión de su reiterado retorno se han visto agravados y aumentados por las palabras de la citada Muy Graciosa comunicación de su Majestad, que ha llenado la cabeza de muchas señoritas del reino de ciertas ideas destructivas para la paz de la humanidad que nunca antes se les habían pasado por la imaginación.


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56 págs. / 1 hora, 39 minutos / 91 visitas.

Publicado el 14 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

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