Textos más vistos de Edith Wharton | pág. 3

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autor: Edith Wharton


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Las Costumbres Nacionales

Edith Wharton


Novela


Libro primero

I

—Undine Spragg, ¿cómo te atreves? —protestó su madre, levantando una mano prematuramente ajada y repleta de anillos para salir en defensa de la nota que acababa de entregar un apático botones.

Pero su defensa era tan frágil como su protesta, y siguió sonriendo a su visita mientras la señorita Spragg, con un rápido movimiento de sus jóvenes dedos, se apoderaba de la carta y se apartaba para leerla junto a la ventana.

—Supongo que es para mí —se limitó a decirle a su madre por encima del hombro.

—¿Ha visto usted cosa igual, señora Heeny? —murmuró la señora Spragg con orgullo y reprobación.

La señora Heeny, una mujer de aspecto enérgico y profesional, con impermeable, el velo gastado y caído hacia atrás, y un bolso de cocodrilo bastante usado a sus pies, siguió la mirada de la madre con gesto de conformidad y buen humor.

—Nunca he visto a una joven más adorable —asintió, respondiendo más al espíritu que a la letra de la pregunta de su anfitriona.


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459 págs. / 13 horas, 24 minutos / 81 visitas.

Publicado el 28 de agosto de 2018 por Edu Robsy.

Santuario

Edith Wharton


Novela corta


Primera parte

I

Resulta poco frecuente que la juventud se permita una felicidad perfecta. Da la impresión de que deben realizarse demasiadas operaciones de selección y rechazo como para poder ponerse al alcance del subyugante despertar de la vida. Pero, por una vez, Kate Orme había decidido rendirse a la felicidad permitiendo que ésta impregnara cada uno de sus sentidos como una lluvia primaveral empapa un fértil prado. No había nada que justificara tan repentina placidez. Y, sin embargo, ¿no era precisamente eso lo que la hacía tan irresistible, tan irrefrenable? A lo largo de los dos últimos meses —desde su compromiso con Denis Peyton— nada significativo se había añadido a la suma total de su felicidad y no existía posibilidad alguna, tal y como ella misma habría afirmado, de que nada viniese a aumentar de modo apreciable lo que constituía ya de por sí un saldo incalculable. Las circunstancias de su vida se mantenían inalterables tanto en lo externo como en lo que se refería a su propio mundo interior. Pero mientras antes el aire había estado cargado de alas que revoloteaban a su alrededor, ahora esas mismas alas parecían haberse posado sobre ella, y podía entregarse a su protección.


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95 págs. / 2 horas, 47 minutos / 64 visitas.

Publicado el 29 de agosto de 2018 por Edu Robsy.

Tercera Parte

Edith Wharton


Cuento


1

¿No se ha sentido nunca inquieto ante la alta fachada con persianas echadas de una vieja casa italiana? ¿Esa impávida máscara, uniforme, muda y engañosa como el semblante de un cura tras el cual continúan zumbando los secretos escuchados en el confesionario? Hay casas que proclaman la actividad que albergan; son la clara y expresiva cutícula de una vida que fluye próxima a la superficie. Pero el palacio en su callejón o la villa oculta entre cipreses en su colina resultan impenetrables como la muerte. Los ventanales asemejan ojos ciegos, y el portón, una boca cerrada. En el interior tal vez podría brillar el sol, oler a fragantes arrayanes… O podría percibirse algún latido de vida recorriendo las arterias de la colosal estructura. O una soledad mortal en cuyo seno se hospedan los murciélagos, entre las desencajadas piedras, donde las llaves se oxidan en las cerraduras de puertas sin franquear…

2

Desde la galería con sus desvaídos frescos, mirando hacia la avenida flanqueada por una escalera de sombras de ciprés, divisé el escudo ducal y los desportillados jarrones de la verja. El mediodía caía de plano sobre los jardines, sobre las fuentes, sobre los pórticos y las grutas. Al pie de la terraza, donde un liquen color cromo había tapizado la balaustrada como si se tratase de laminae de oro, se sucedían los viñedos inclinándose hacia el fértil valle encajado entre montañas. Las lomas más bajas aparecían salpicadas de blancas aldeas, como estrellas cubriendo de lentejuelas una noche de verano. Y algo más allá, cadenas de azulados montes, livianos contra el cielo de gasa. El aire de agosto era débil, pero ligero y vivificante en contraste con la enrarecida atmósfera de las estancias por las que me habían conducido. Sentí su frescor y acogí agradecida el calor del sol.

—Los aposentos de la duquesa están al otro lado —dijo el anciano.


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27 págs. / 47 minutos / 47 visitas.

Publicado el 29 de agosto de 2018 por Edu Robsy.

Un Viaje

Edith Wharton


Cuento


Acostada en su litera, con la mirada prendida en las sombras que se cernían sobre su cabeza, el apremiante ritmo de las ruedas persistía en su cerebro sumiéndola en círculos cada vez más profundos de desvelada lucidez. El coche cama había sucumbido al silencio nocturno. A través de los húmedos cristales de las ventanas contemplaba las luces fugaces, los largos jirones de presurosa oscuridad. De vez en cuando giraba la cabeza y miraba entre las rendijas de las cortinas de su marido, al otro lado del pasillo…


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15 págs. / 26 minutos / 251 visitas.

Publicado el 29 de agosto de 2018 por Edu Robsy.

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