Textos mejor valorados de Emilio Salgari | pág. 4

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autor: Emilio Salgari


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El Continente Misterioso

Emilio Salgari


Novela


1. EL LAGO TORRENS

—¡Vaya un país! Incluso bajo los árboles se quema uno vivo. ¿Árboles? A fe mía que no merecen ese nombre. ¡Henos aquí en medio de un bosque y sin un palmo de sombra! ¡Extraña idea de la naturaleza ésta de que las hojas crezcan de través!

—Estamos en el país de la paradoja, marinero.

—¡Menudo país, por Baco! Nunca había visto una tierra semejante, y eso que he recorrido el globo terráqueo en todas direcciones. Fíjate qué continente, donde los árboles no dan sombra…

—Y en vez de perder las hojas como en nuestras tierras, pierden la corteza, marinero.

—Donde los cisnes son negros…

—Y las águilas blancas.

—Sí, Cardozo. Donde las ortigas son altas como árboles y los álamos pequeños como arbustos.

—Y donde se pesca el bacalao en los ríos y se encuentra la perca en el mar, marinero.

—Las serpientes tienen alas como los pájaros.

—Y las grandes aves no vuelan porque tienen muñones en vez de alas.

—Donde el termómetro sube cuando llueve y baja cuando hace buen tiempo…

—Y el aire es húmedo cuando hace buen tiempo y seco cuando llueve, marinero.

—Sí, Cardozo. Donde los perros no ladran y tienen cabeza de lobo y cuerpo de zorro.


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178 págs. / 5 horas, 12 minutos / 607 visitas.

Publicado el 23 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

La Estrella de la Araucania

Emilio Salgari


Novela


I. El esqueleto de una ballena

En la guanera del puerto de Stokes se trabajaba febrilmente y sin un momento de tregua, entre el incesante vocerío de los vigilantes y las roncas imprecaciones de los mineros. Unos y otros se sentían a un tiempo casi asfixiados por las pestíferas emanaciones del guano y por el polvo que éste levantaba entre espesísimas nubes sobre las hediondas capas de excremento que por espacio de siglos y siglos depositaran allí las aves marinas.

Había empezado el mes de julio y se presentaba frío y tempestuoso entre frecuentes huracanes que al desencadenarse, levantaban las poderosas olas del Océano Pacífico.

Las numerosísimas islas que flanquean el borde extremo de la América meridional y la cercana tierra del Fuego se hallaban cubiertas de nieve; hasta las mismas costas del Estrecho de Magallanes empezaban a hacerse impracticables a causa de las violentísimas resacas producidas por los impetuosos vientos que suelen reinar en aquellas desoladas regiones.

En la América meridional el mes de julio corresponde al de enero; de modo que cuando en nuestro hemisferio septentrional nos abrasa el calor, allí se hielan de frío.

Había llegado, pues, el momento de abandonar la guanera del puerto de Stokes, de dar un adiós a la isla de la Desolación que estaba a punto de convertirse en un desierto de nieve y retirarse a Punta Arenas o a los puertos chilenos del Pacífico.

Sólo faltaba completar la carga del último buque, que se balanceaba desesperadamente entre las olas del puerto y tenía prisa por salir, antes que un huracán formidable lo lanzara contra la costa o lo condujese a las peligrosísimas y selváticas escolleras de las Once mil Vírgenes.


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224 págs. / 6 horas, 32 minutos / 482 visitas.

Publicado el 23 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Los Pescadores de Ballenas

Emilio Salgari


Novela


CAPÍTULO I. EL CACHALOTE

Durante la noche del 24 de agosto de 1864, un buque navegaba en alta mar con todas las velas desplegadas, cruzando ciento treinta millas al sur de las islas Aleutianas, prolongado archipiélago que se extiende frontero al mar de Behring, entre las costas de América y de Asia.

Era el barco magnífico velero de unas cuatrocientas veinte toneladas, aparejado de fragata, con la proa cortada casi en ángulo recto, y provisto de un sólido espolón de acero, bien ancho, de banda a banda, y éstas perfectamente defendidas con planchas de cobre de un considerable espesor. La arboladura alta, con grandísimo desarrollo de velas, casi despejada la cubierta, como un salón, limpia, lustrosa, sin que sobresalieran de ella castillos ni puentes. En la popa llevaba el barco escritos con doradas letras estos dos nombres: Danebrog-Aalborg.

En la gavia más alta podía distinguirse a dos hombres aferrados al palo, sosteniéndose con una mano metida entre las cuerdas de los rizos y ligeramente inclinados hacia delante sus atléticos cuerpos.

Estaban en observación, con la mirada fija en la oscuridad del mar, cuyas olas venían a estrellarse con ronco rumor contra los costados del buque.

Uno de aquellos hombres podría tener hasta cuarenta años; era de baja estatura, pero de fuerte complexión, ancho de espaldas y robustísimo de miembros, de cutis un tanto trigueño, pelo y barba rubios, ojos azules muy oscuros, y nariz algo encamada, sin duda por el abuso continuado de las bebidas alcohólicas.

En el momento que comienza nuestra narración, hallábase aquel hombre explorando atentamente la inmensa extensión del mar con un anteojo de larga vista.


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225 págs. / 6 horas, 35 minutos / 416 visitas.

Publicado el 24 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Los Bandidos del Rif

Emilio Salgari


Novela


CAPÍTULO I. LA NAVE CONTRABANDISTA

Un gran destello, parecido a una cimitarra de fuego surcó las nubes tormentosas, proyectando sobre las islas Chafarinas un vivo resplandor. En ese instante, el barco español a pesar de que tenía recogidas todas sus velas y tenía casco muy ancho, se ladeó bajo una terrible ráfaga, mientras que una gran ola barrió la cubierta.

El capitán, un hombre de casi dos metros, negro como un senegalés, gritó a sus cuatro marineros argelinos una serie de órdenes.

Casi al mismo tiempo, entre el sonido del silbido del viento y el ruido de las olas, se oyó una voz gritar:

—¡Abajo esa navaja o te estrello la guitarra en la cabeza!

—¡No, señor! Has hablado largamente con Zamora, aprovechándote de la tormenta.

—¿Es que no puedo hablar con la gitana de Salamanca que viene aquí?

—¡No!…

—¿Con qué derecho?

—El jefe de los gitanos me ha mandado vigilar a Zamora.

—¿Por qué?…

—¡Ve y pregúntale!

—Entonces… ¿me quieres matar?

—¡Si!, antes de que el barco tome tierra en las orillas del Rif.

—¿Quién lo dice?…

—¡Yo, Janko!…

—¡Atácame valiente, si tienes la suficiente audacia! Usa tu navaja, yo usaré mi guitarra, y luego te echaré al mar.

Los dos adversarios, que se enfrentaban en medio de la tormenta que asaltaba el barco contrabandista, eran dignos uno del otro.


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285 págs. / 8 horas, 20 minutos / 380 visitas.

Publicado el 24 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

La Perla del Río Rojo

Emilio Salgari


Novela


1. LA PAGODA DEL ESPÍRITU MARINO

Un trueno espantoso, que parecía que iba a derrumbarlo todo, seguido de un relámpago deslumbrador, había hecho conmover las inseguras bóvedas de la antigua pagoda Tang-Ki.

La campana, suspendida en lo alto de la pirámide, que ni el tiempo ni los huracanes habían destruido todavía, a pesar de que contaba ya con más de seis siglos de existencia, produjo un sonido broncíneo, semejante al lamento de un moribundo.

Siguieron después mil extraños rumores, como si una muchedumbre de almas en pena se complaciese en, recorrer las desiertas galerías del Monasterio de los bonzos. Retemblaban las paredes, oscilaban, las gigantescas linternas que aún pendían de las bóvedas, golpeaban las pesadas puertas de madera de teca, abriéndose y cerrándose con estrépito.

Gemían los armazones de las pirámides con incesante lamento, mientras ráfagas impetuosas de viento entraban, por las puertas abiertas de la pagoda, arrojando al interior montones de hojas arrebatadas a los bosques vecinos, las cuales rodaban por el pavimento brillante, con un rumor que daba escalofríos.

Sai-Sing se había acurrucado a los pies de Nairan, el dios marino de los tonkineses, cuya estatua, aún blanca, se erguía en medio de la pagoda agigantándose en la oscuridad. Vivo terror se había dibujado en las graciosas facciones de la muchacha y su rostro de color casi alabastrino, se había tornado lívido.

—Tengo miedo —murmuró, envolviéndose apretadamente en su amplio manto de seda blanca—. ¿Oyes, Man-Sciú?

Una forma humana, que estaba echada en tierra junto a la estatua del espíritu Marino, se levantó, dejando oír una carcajada burlona.

—¿La Perla del Río Rojo tiene miedo? —preguntó con voz estridente. ¿Para qué, entonces, me hizo venir? ¿Habrá olvidado ya el juramento de vengar el secuestro del valeroso Lin-Kai?


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152 págs. / 4 horas, 26 minutos / 373 visitas.

Publicado el 24 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Águilas de la Estepa

Emilio Salgari


Novela


PRIMERA PARTE

Capítulo 1. Un Suplicio Espantoso

—¡A él, sartos!… ¡Ahí está!…

Alaridos ensordecedores respondieron a este grito y una ola humana se derramó por las angostas callejuelas de la aldea flanqueadas por pequeñas casas de adobe, de color gris y miserable aspecto, como todas las habitadas por los turcomanos no nómades de la gran estepa turana.

—¡Deténganlo con una bala en el cráneo!

—¡Maten a ese perro!… ¡Fuego!. . .

Una voz autoritaria que no admitía réplica dominó todo ese alboroto.

—¡Guay de quien dispare!!… Cien "thomanes" al que me lo traiga vivo!

El que había pronunciado estas palabras era un soberbio tipo de anciano, mayor de sesenta años, de aspecto rudo y robusto, anchas espaldas, brazos musculosos y bronceada piel que los vientos punzantes y los rayos ardientes del sol de la estepa habían vuelto áspera. Sus ojos negros y brillantes, la nariz como pico de loro y una larga barba blanca le cubría hasta la mitad del pecho. Por las prendas que vestía se notaba en seguida que pertenecía a una clase elevada: su amplio turbante era de abigarrada seda entretejida con hilos de oro; la casaca de paño fino con alamares de plata y las botas, de punto muy levantada, de marroquí rojo. Empuñaba un auténtico sable de Damasco, una de esas famosas hojas que se fabricaban antiguamente en la célebre ciudad y que parecían estar formadas por sutilísimas láminas de acero superpuestas para que fueran flexibles hasta la empuñadura.

A la orden del anciano todos los hombres que lo rodeaban bajaron los fusiles y pistolas y echaron mano de sus "cangiares", arma muy parecida al "yatagán" de los turcos, para proseguir su furiosa carrera a los gritos de:

—¡Atrápenlo!… ¡Rápido!

—¡No hay que dejarlo escapar!

—¡Cien "thomanes" a ganar!…


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183 págs. / 5 horas, 21 minutos / 454 visitas.

Publicado el 26 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Los Dos Tigres

Emilio Salgari


Novela


Primera parte. Los estranguladores

1. «El Mariana».

En la mañana del día 20 de abril de 1857, el vigía del faro de Diamond-Harbour, advertía la presencia de un barco pequeño, que debía de haber entrado en la embocadura del río Hugly durante la noche sin reclamar los servicios de ningún piloto.

A juzgar por sus enormes velas, parecía un velero malayo; pero el casco no se parecía a los de los praos, pues no llevaba los balancines que usan éstos para apoyarse mejor en las aguas, cuando las ráfagas de viento son muy violentas, ni tampoco aquella especie de toldilla, propia de las embarcaciones de ese tipo y que los indígenas denominan con el nombre de attap.

Estaba construido con franjas de hierro y durísima madera, no tenía la popa baja, y su desplazamiento era tres veces mayor que el de los praos ordinarios, los cuales en muy pocas ocasiones llegan a las cincuenta toneladas.

Fuera lo que fuese, era un velero muy bonito, largo y estrecho, que, con un buen viento de popa, debía de bogar mucho mejor que todos los buques de vapor que por entonces poseía el Gobierno anglo-hindú. En suma, era un barco que recordaba, si exceptuamos su arboladura, a aquellos otros famosos que violaron el bloqueo en la guerra entre el Sur y el Norte de Estados Unidos.

Pero, probablemente, lo que asombró más al vigía del faro fue la tripulación de aquel velero, demasiado numerosa para un barco tan pequeño y tan extraño.

Estaban allí representadas las razas más belicosas que existían en toda Malasia. Había malayos de color moreno y torva mirada, bugueses, mascareños, dayakos, etc.; se veían muchos negros de Mindanao y algunos papúas, con la enorme cabellera recogida por un peine de grandes proporciones.


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314 págs. / 9 horas, 9 minutos / 637 visitas.

Publicado el 26 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Las Panteras de Argel

Emilio Salgari


Novela


PRIMERA PARTE. LAS PANTERAS DE ARGEL

CAPÍTULO I. UNA FALÚA MISTERIOSA

Era una noche espléndida, una de esas noches dulces y serenas que con frecuencia pueden admirarse en las costas italianas, donde el firmamento tiene una transparencia que supera a la del cielo de las regiones tropicales, y que tanta admiración produce en los navegantes que recorren el Atlántico y el Océano Indico.

La luna se reflejaba vagamente, titilando sus reflejos plateados sobre la plácida superficie del mar Tirreno, y las estrellas más próximas al horizonte parecían dejar caer sobre el mar largos rayos de oro fundido. Una fresca brisa, impregnada de perfumes de los naranjos, todavía en flor, soplaba a intervalos por la costa de Cerdeña, cuyas ásperas montañas se dibujaban claramente sobre el cielo, proyectando la sombra gigantesca de sus cimas.

Una chalupa de forma esbelta y elegante, con la borda incrustada de ricos dorados y la proa adornada con un escudo también dorado, donde lucían una corona de Barón con tres manoplas de hierro y un león rampante, se deslizaba sobre las aguas bajo el poderoso impulso de doce remos manejados por vigorosos brazos. La embarcación se recataba a la sombra de la costa, como si deseara ocultarse de los barcos que pudieran venir del sur, en cuya dirección proyectaba la luna sus haces de rayos plateados.

Doce hombres, vigorosos todos, con el rostro bronceado, el pecho resguardado por corazas de acero, sobre las cuales se veía pintada en negro una cruz y la cabeza cubierta con cascos brillantes, bogaban afanosamente. Delante de ellos se veían picas, alabardas, mandobles, mazas de acero y también aquellos pesados mosquetes que hasta fin del siglo XVI hacían sudar a los más robustos combatientes que tenían que servirse de ellos.


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317 págs. / 9 horas, 15 minutos / 405 visitas.

Publicado el 26 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

El Misterio de la Jungla Negra

Emilio Salgari


Novela


1. EL ASESINATO

El Ganges, el famoso río loado por los indios antiguos y modernos, cuyas aguas son consideradas sagradas por estos pueblos, después de haber atravesado las nevadas montañas del Himalaya y las ricas provincias de Delhi, Uttar Pradesh, Biliar y Bengala, a doscientas veinte millas del mar se bifurca en dos brazos formando un delta gigantesco, intrincado, maravilloso y quizás, en su género, único en el mundo.

La imponente masa de agua se divide y subdivide en una multitud de riachuelos, canales y pequeños canales que accidentan, de todos los modos posibles, la inmensa extensión de tierra comprendida entre el Hugli, el verdadero Ganges y el golfo de Bengala. De aquí que se formen una infinidad de islas, islotes y bancos que hacia el mar reciben el nombre de sunderbunds.

Nada más desolador, extraño y espantoso que la vista de estas sunderbunds. Ni ciudades, ni poblados, ni cabañas, ni un refugio cualquiera; desde el sur al norte y desde el este al oeste no se divisan más que inmensas extensiones de bambúes espinosos cuyos altos vértices ondean bajo el soplo del viento, apestadas por las emanaciones insoportables de millares y millares de cuerpos humanos que se pudren en las envenenadas aguas de los canales.

Durante el día reina, soberano, un silencio gigantesco, fúnebre, que infunde pavor a los más audaces; durante la noche, por el contrario, lo hace un estruendo horrible de gritos, rugidos, aullidos y silbidos que hiela la sangre.

Nadie osa adentrarse en estas junglas, sembradas de pestilentes charcas, porque están pobladas por serpientes de toda especie, tigres, rinocerontes e insectos venenosos, pero, sobre todo, porque a veces son visitadas por los thugs, los sanguinarios devotos de la diosa Kalí, siempre sedienta de víctimas humanas.


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229 págs. / 6 horas, 41 minutos / 1.034 visitas.

Publicado el 26 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Al Polo Austral

Emilio Salgari


Novela


CAPÍTULO PRIMERO. EL NAUFRAGIO DEL «EIRA»

—¿Es cierto lo que se dice, señor Linderman?

—¿A propósito de qué, señor Wilkye?

—De la expedición polar organizada por sus compatriotas de usted. Se asegura que ha naufragado lastimosamente.

—Es verdad —respondió secamente el llamado Linderman.

—¿Conque su ilustre explorador polar ha sido vencido nuevamente por los hielos?

—¿Y eso qué le importa a usted?

—¡Por Dios! A un miembro distinguido de la Sociedad Geográfica de los Estados Unidos puede interesarle mucho.

—Me lo dice usted con cierta ironía, señor Wilkye, lo cual me hace suponer que está contento de que mi compatriota Smith no haya salido victorioso de su empresa.

—Puede ser, señor Linderman. ¡Qué quiere usted! Me agradaría que el descubridor del Polo fuera un americano y no un inglés.

—Ya se ha visto cómo lo han descubierto sus compatriotas de la Jannette.

—Su misión era diferente, señor Linderman. La Jannette iba en busca de un paso libre entre el estrecho de Bering y el de Davis, y no del Polo Norte.

—Y naufragó lastimosamente —repitió el señor Linderman con tono zumbón.

—Es que si se hubiera dirigido directamente hacia el Polo, sin perder tantos meses en buscar el paso, habría llegado.

—Sí; a estrellarse contra los hielos muchos meses antes.

—¡No tanto, señor Linderman!

—¿Eh? ¿Tiene usted la pretensión de que los americanos han de triunfar en todo? ¿Qué cree usted que somos los ingleses? ¿Acaso hombres de cartón-piedra? Mis compatriotas navegaban ya por los mares polares cuando en Europa no se sabía aún que existiera América.


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188 págs. / 5 horas, 30 minutos / 470 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

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