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autor: Eugène Sue etiqueta: Novela


El Judío Errante

Eugène Sue


Novela


Dedicatoria

Aceptad la dedicatoria de este libro, mi querido Camilo; es un recuerdo de sincera amistad y a la par un testimonio de vivo agradecimiento. Nunca olvidaré que vuestros excelentes trabajos, frutos de una larga y hábil experiencia, me han servido para poner de relieve y en movimiento en mi modesta esfera de narrador, algunos hechos consoladores o terribles, más o menos relacionados con el problema de la organización del trabajo, cuestión que dominará bien pronto todas las otras, por ser de vida o muerte para las masas.

Si en la mayor parte de los episodios de esta obra, he intentado poner de manifiesto la acción admirablemente benéfica y práctica que un hombre de corazón noble y de espíritu ilustrado, podría ejercer sobre la clase obrera, a vos os lo debo.

Si por contraste he pintado las horribles consecuencias del olvido de la justicia, de toda caridad, de toda simpatía hacia los desgraciados, que llenos de privaciones, de miserias y de dolor, hace mucho tiempo sufren en silencio sin reclamar más que el derecho al trabajo, es decir, un salario cierto, proporcionado a sus labores y a sus módicas necesidades, a vos también debe agradecerse.

La tierna y respetuosa afección que os profesa esa muchedumbre de obreros a quien empleáis, y cuya condición moral y material mejoráis cada día, es una de esas raras y gloriosas excepciones que hacen más censurable aún el egoísmo, al cual un pueblo de trabajadores honrados y laboriosos se ve con frecuencia impunemente sacrificado.

Adiós, amigo; dedicaros este libro, a vos, artista eminente, a vos, uno de los más nobles corazones y de los más claros talentos que conozco, es manifestar que a falta de ingenio, se encontrarán por lo menos en mi obra tendencias saludables y convicciones generosas. Es todo vuestro.
 


EUGENIO SUE.

París 25 de junio de 1844.


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1.278 págs. / 1 día, 13 horas, 17 minutos / 292 visitas.

Publicado el 11 de febrero de 2019 por Edu Robsy.

Plick y Plock

Eugène Sue


Novela


Prefacio

15 enero 1831.

A través de la profunda concentración que cautiva todos los intereses en un orden de ideas graves y elevadas, el autor de estos relatos espera deslizarse inadvertido entre el mundo literario. Después, habiéndose asignado fecha y lugar, como tantas honradas gentes a las que se encuentra, pasadas nuestras largas tormentas sociales, colocadas muy alto en la opinión de un gran número, aspira a colocarse, como ellas, en una decente reputación negativa, nublada al silencio de la crítica y a la oportunidad de los grandes acontecimientos, tan favorable a los espíritus mezquinos.

Porque la carrera de esos veteranos de que hablamos ha sido plena, entera, honrada, gracias a su ancianidad que en la literatura prueba el mérito, casi lo mismo que un costurón prueba el valor.

El tranquilo porvenir, la dulce y perezosa quietud de esos gruesos canónigos de la literatura, han engolosinado de tal modo al autor de este libro, que se apresura a inscribirse como profeso, en su orden, estimando que las mismas circunstancias llevarán sin duda un día a los mismos resultados.

Un certificado de vida literaria es, pues, toda la ambición del autor.

Dicho esto, continuemos.

Antes de Cooper, hubiera tenido, quizá, la audacia de intentar interesar al público francés en las costumbres, en los caracteres que no despiertan en él ninguna simpatía. Ignorante, además, de las costumbres marítimas, le sería verdaderamente imposible apreciar la exactitud de los cuadros que se desarrollaran ante sus ojos.


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Dominio público
185 págs. / 5 horas, 23 minutos / 84 visitas.

Publicado el 12 de febrero de 2019 por Edu Robsy.

El Arte de Agradar

Eugène Sue


Novela


1. El sastre

En el año de 1769, había en la calle de San Honorato, no lejos del palacio real, una modesta tienda de sastre, cuya insignia era un enorme par de tijeras doradas, suspendidas sobre la puerta por un gancho de hierro.

Existía un sorprendente contraste entre el maestro Landry, propietario de la tienda de las tijeras doradas, hombrecillo delgado, pálido y apático, y su mujer, madame Magdalena Landry.

Esta, de treinta y cinco a cuarenta años de edad, era activa y robusta; sus facciones pronunciadas, su modo de andar varonil, su tono brusco e imperioso daban a entender que ejercía un dominio absoluto en la casa.

Era un día de diciembre sombrío y lluvioso: acababan de dar las once.

El maestro Landry, sentado en su banquete, manejaba alternativamente las tijeras y la aguja, en compañía de Martin Kraft, su aprendiz, alemán grande, grueso y flemático, de cerca de veinte años, de hinchadas y encendidas mejillas, de cabello largo, más bien amarillo que rubio, y de empaque estúpido y lento.

La mujer del sastre parecía hallarse poseída de un violento acceso de mal humor. Landry y su aprendiz guardaban un silencio respetuoso.

Finalmente, Magdalena, dirigiéndose a su marido, le dijo con desprecio:

—Anda, que no tienes sangre en las venas… ¡te has de dejar quitar por imbécil hasta el último parroquiano!

Landry cambió un codazo y una mirada con Martin Kraft, se estuvo quedo, y maniobró con su aguja con doble agilidad.

Irritada sin duda madame Landry por la resignación de su marido, dijo dirigiéndose a este:

—¿A quién hablo yo?

El sastre y el aprendiz callaron.

Magdalena, exasperada, dio un fuerte bofetón a su marido, diciéndole:

—Me parece que cuando hablo de imbécil, a ti es a quien me dirijo, y debieras responderme… ¡Mal conoces lo que eres!


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Dominio público
136 págs. / 3 horas, 59 minutos / 123 visitas.

Publicado el 12 de febrero de 2019 por Edu Robsy.