Textos más vistos de Federico García Lorca disponibles | pág. 3

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autor: Federico García Lorca textos disponibles


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Quimera

Federico García Lorca


Teatro, Teatro breve


Personajes

ENRIQUE.
MUJER.
VIEJO.
NIÑA.
Voces.

Quimera

Puerta.

ENRIQUE.— Adiós.

SEIS VOCES.— (Dentro.) Adiós.

ENRIQUE.— Estaré mucho tiempo en la sierra.

VOZ.— Una ardilla.

ENRIQUE.— Sí, una ardilla para ti y además cinco pájaros que no los haya tenido antes ningún niño.

VOZ.— No, yo quiero un lagarto.

VOZ.— Y yo un topo.

ENRIQUE.— Sois muy distintos, hijos. Cumpliré los encargos de todos.

VIEJO.— Muy distintos.

ENRIQUE.— ¿Qué dices?

VIEJO.— ¿Te puedo llevar las maletas?

ENRIQUE.— No.

(Se oyen risas de niños.)

VIEJO.— ¿Son hijos tuyos?

ENRIQUE.— Los seis.

VIEJO.— Yo conozco hace mucho tiempo a la madre de ellos, a tu mujer. Estuve de cochero en su casa; pero si te confieso la verdad, ahora estoy mejor de mendigo. Los caballos, ¡jajajá! Nadie sabe el miedo que a mí me dan los caballos. Caiga un rayo sobre todos sus ojos. Guiar un coche es muy difícil. ¡Oh! Es dificilísimo. Si no tienes miedo, no te enteras, y si te enteras, no tienes miedo. ¡Malditos sean los caballos!

ENRIQUE.— (Cogiendo las maletas.) Déjame.

VIEJO.— No, no. Yo, por unas monedillas, las más pequeñas que tengas, te las llevo. Tu mujer te lo agradecerá. Ella no tenía miedo a los caballos. Ella es feliz.

ENRIQUE.— Vamos pronto. A las seis he de tomar el tren.


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Dominio público
2 págs. / 4 minutos / 488 visitas.

Publicado el 11 de septiembre de 2018 por Edu Robsy.

Mariana Pineda

Federico García Lorca


Teatro


Personajes

MARIANA PINEDA
ISABEL LA CLAVELA
DOÑA ANGUSTIAS
AMPARO
LUCÍA
NIÑO
NIÑA
SOR CARMEN
NOVICIA PRIMERA
NOVICIA SEGUNDA
MONJA PRIMERA
FERNANDO
DON PEDRO SOTOMAYOR
PEDROSA
ALEGRITO
CONSPIRADOR PRIMERO
CONSPIRADOR SEGUNDO
CONSPIRADOR TERCERO
CONSPIRADOR CUARTO
MUJER DEL VELÓN
NIÑAS
MONJAS

Prólogo

Telón representando el desaparecido arco árabe de las Cucharas y perspectiva de la plaza Bibarrambla. La escena estará encuadrada en un margen amarillento, como una vieja estampa, iluminada en azul, verde, amarillo, rosa y celeste. Una de las casas que se vean estará pintada con escenas marinas y guirnaldas de frutas. Luz de luna. Al fondo, las Niñas cantarán, con acompañamiento, el romance popular:

¡Oh! Qué día tan triste en Granada,
que a las piedras hacía llorar
al ver que Marianita se muere
en cadalso por no declarar.

Marianita, sentada en su cuarto,
no paraba de considerar:
«Si Pedrosa me viera bordando
la bandera de la Libertad».

(De una ventana saldrá una Mujer con un velón encendido. Cesa el Coro).

MUJER.

¡Niña! ¿No me oyes?

NIÑA.

(Desde lejos). ¡Ya voy!

(Por debajo del arco aparece una Niña vestida según la moda del año 1850, que canta).

Como lirio cortaron el lirio,
como rosa cortaron la flor,
como lirio cortaron el lirio,
mas hermosa su alma quedó.

(Lentamente, entra en su casa. Al fondo, el Coro continúa).

¡Oh! Qué día tan triste en Granada,
que a las piedras hacía llorar.

Telón lento


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Dominio público
41 págs. / 1 hora, 13 minutos / 2.523 visitas.

Publicado el 21 de marzo de 2018 por Edu Robsy.

El Paseo de Buster Keaton

Federico García Lorca


Teatro, teatro breve


Personajes

BUSTER KEATON.
EL GALLO.
EL BÚHO.
UN NEGRO.
UNA AMERICANA.
UNA JOVEN.

El paseo de Buster Keaton

GALLO.— Quiquiriquí.

(Sale BUSTER KEATON con sus cuatro hijos de la mano.)

BUSTER KEATON.— (Saca un puñal de madera y los mata.) Pobres hijitos míos.

GALLO.— Quiquiriquí.

BUSTER KEATON.— (Contando los cuerpos en tierra.) Uno, dos, tres y cuatro. (Coge una bicicleta y se va.)

(Entre las viejas llantas de goma y bidones de gasolina, un NEGRO come su sombrero de paja.)

BUSTER KEATON.— ¡Qué hermosa tarde!

(Un loro revolotea en el cielo neutro.)

BUSTER KEATON.— Da gusto pasearse en bicicleta.

EL BÚHO.— Chirri, chirri, chirri, chi.

BUSTER KEATON.— ¡Qué bien cantan los pajarillos!

EL BÚHO.— Chirrrrrrrrrrrr.

BUSTER KEATON.— Es emocionante.

(Pausa. BUSTER KEATON cruza inefable los juncos y el campillo de centeno. El paisaje se achica entre las ruedas de la máquina. La bicicleta tiene una sola dimensión. Puede entrar en los libros y tenderse en el horno del pan. La bicicleta de BUSTER KEATON no tiene el sillón de caramelo y los pedales de azúcar, como quisieran los hombres malos. Es una bicicleta como todas, pero la única empapada de inocencia. Adán y Eva correrían asustados si vieran un vaso lleno de agua, y acariciarían, en cambio, la bicicleta de KEATON.)

BUSTER KEATON.— ¡Ay amor, amor!

(BUSTER KEATON cae al suelo. La bicicleta se le escapa. Corre detrás de dos grandes mariposas grises. Va como loco, a medio milímetro del suelo.)


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Dominio público
2 págs. / 3 minutos / 509 visitas.

Publicado el 11 de septiembre de 2018 por Edu Robsy.

Historia de este Gallo

Federico García Lorca


Cuento


El año 1830 llegó a Granada, procedente de Inglaterra, donde había permanecido una larga temporada perfeccionando sus estudios, el granadino don Alhambro.

En Londres había sorprendido de lejos la belleza de su ciudad natal y llegaba deseoso de observarla hasta en sus más íntimos detalles.

Se instaló en un pequeño cuarto lleno de relojes de bolsillo y daba largos paseos, de los cuales volvía con el traje florecido de ese verde musgo melancólico que la Alhambra pone en los aires y en los tejados. Su granadinismo era tan agudo, que masticaba constantemente hojas de arrayán y veía de noche el gran fulgor histórico que Granada envía a todas las demás ciudades de la tierra. Se hizo, además, un excelente catador de agua. El mejor y más documentado catador de agua en este Jerez de las mil aguas.

Hablaba del agua que sabe a violetas, del agua que sabe a reina mora, de la que tiene gusto de mármol y del agua barroca de las colinas, que deja un recuerdo a clavos de metal y aguardiente.

Amaba con ternura deshecha de coleccionista todos los permanentes filtros mágicos de Granada, pero odiaba lo típico, lo pintoresco y todo lo que trascendía a marcha castiza o costumbrismo.

Poco a poco la gente se familiarizó con su figura… Los enemigos decían que estaba loco y que era aficionado a los gatos y a los mapas. Sus amigos, para defenderlo en esta rara sede de los avaros, afirmaban que don Alhambro tenía guardadas cuarenta onzas de oro dentro de un calcetín de seda.

Era hombre de corazón panorámico y prudencia económica.

Por su levita azul bogaba una etiqueta de cartulina que llevaba su nombre escrito en inglés.


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Dominio público
7 págs. / 12 minutos / 453 visitas.

Publicado el 8 de diciembre de 2018 por Edu Robsy.

Llanto por Ignacio Sánchez Mejías

Federico García Lorca


Poesía, Elegía


I. La cogida y la muerte

A las cinco de la tarde.
Eran las cinco en punto de la tarde.
Un niño trajo la blanca sábana
a las cinco de la tarde.
Una espuerta de cal ya prevenida
a las cinco de la tarde.
Lo demás era muerte y sólo muerte
a las cinco de la tarde.

El viento se llevó los algodones
a las cinco de la tarde.
Y el óxido sembró cristal y níquel
a las cinco de la tarde.
Ya luchan la paloma y el leopardo
a las cinco de la tarde.
Y un muslo con un asta desolada
a las cinco de la tarde.
Comenzaron los sones del bordón
a las cinco de la tarde.
Las campanas de arsénico y el humo
a las cinco de la tarde.
En las esquinas grupos de silencio
a las cinco de la tarde.
¡Y el toro, solo corazón arriba!
a las cinco de la tarde.
Cuando el sudor de nieve fue llegando
a las cinco de la tarde,
cuando la plaza se cubrió de yodo
a las cinco de la tarde,
la muerte puso huevos en la herida
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
A las cinco en punto de la tarde.


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Dominio público
4 págs. / 7 minutos / 465 visitas.

Publicado el 15 de agosto de 2018 por Edu Robsy.

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