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La Mitología Contada a los Niños e Historia de los Grandes Hombres de la Grecia

Fernán Caballero


Mitología, Historia, Filosofía


Prólogo de los editores

Aun cuando es cierto que la musa de las mentiras ha sido derrotada por la musa de las verdades, según la hermosa frase de Chateaubriand, y que por lo mismo las bellezas del Cristianismo han oscurecido y desterrado casi por completo la Mitología del campo de la poesía y de las bellas artes, no lo es menos que el conocimiento de las falsas deidades del Paganismo y de sus héroes o semidioses es indispensable para estudiar con provecho la historia de los grandes pueblos de la antigüedad, en particular del griego, tan fecundo en esclarecidos hechos, como portentoso en sus producciones artísticas y literarias, admirables por su originalidad, por su perfección y belleza.

Dar a conocer la Mitología a los niños, es prepararles para que puedan comprender, gozar y admirar las obras que nos legaron como modelos de buen gusto los sublimes genios que brotaron de Grecia y Roma.


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Dominio público
99 págs. / 2 horas, 53 minutos / 614 visitas.

Publicado el 7 de enero de 2019 por Edu Robsy.

El Vendedor de Tagarninas

Fernán Caballero


Cuento


«El que llora será consolado».

(San Mateo)


Lo que vamos a referir no es ficción, es realidad; es una sencillísima historia que literariamente no merezca quizá ni ser escrita ni leída; no obstante, algo nos dice en el fondo de nuestro corazón que por algunos, aunque pocos, será leída esta relación con simpatía; a estos pocos nos dirigimos para referirles la corta historia de un pobre niño vendedor de tagarninas.

Dice Bulwer, ese excelente moderno autor inglés: «No hay duda que existen poetas que nunca han soñado con el Parnaso», lo que quiere decir que se puede mover al corazón y cautivar la imaginación sin valerse para lograrlo del arte, ni del saber, ni seguir la senda trazada: basta sentir y expresar lo que se ve.

Era Ortega guarda de un olivar en un pueblo pequeño y cumplía bien con su deber; era bien querido, pero sobre todo de su mujer, que criaba una niña, y de su hijo Miguelito, que tenía cinco años. Érale a Ortega la vida suave y el trabajo ligero, como lo es al caballo la carga de oloroso heno que lleva para su propio sustento. Pero el guarda se había granjeado la animadversión de unos cabreros que tenían sus cabrerizas en un coto limítrofe del olivar que estaba al cuidado de Ortega.

Por repetidas veces habían dejado penetrar sus cabras en el olivar, con grave perjuicio de la sementera y del arbolado, hasta que acabó Ortega por denunciarlos, y esto bastó, ¡Dios mío!, para que un día, al pasar Ortega cerca de un vallado se disparase entre las zarzas un tiro, cuya bala atravesó su pecho. ¡Oh, en qué mina se crio el fatal pedazo de plomo que hizo a un tiempo un cadáver, un asesino, una viuda y dos huérfanos!


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Dominio público
5 págs. / 9 minutos / 11 visitas.

Publicado el 6 de julio de 2025 por Edu Robsy.

La Familia de Alvareda

Fernán Caballero


Novela


Una palabra al lector

El argumento de esta novela, que hemos anunciado como destinada exclusivamente a pintar al pueblo, es un hecho real, y su relación exacta en lo principal, hasta el punto de haber conservado las mismas expresiones que gastaron los que en ella figuran, sin más que haber quitado a alguna que otra crudeza. También se ha trasladado la acción a una época anterior a la en que tuvo lugar, y se ha añadido algo al principio y al fin.

No se nos oculta que con los elementos que presta el asunto, se hubiera podido sacar más partido literario, tratándolo con el énfasis clásico, el rico colorido romántico o la estética romancesca.

Pero como no aspiramos a causar efecto, sino a pintar las cosas del pueblo tales cuales son, no hemos querido separamos en un ápice de la naturalidad y de la verdad. El lenguaje, salvo aspirar las h, y suprimir las d, es el de las gentes de campo andaluzas, así como lo son sus ideas, sentimientos y costumbres.

Muchos años de un estudio hecho con constancia y con amore, nos permiten asegurar a todo el que disputase lo contrario, que no está tan enterado en el particular como lo estamos nosotros.

Primera parte

Capítulo I

Siguiendo la curva que forman las viejas murallas de Sevilla, ciñéndola cual faja de piedra, al dejar a la derecha el río y las Delicias, se encuentra la puerta de San Fernando.

Desde esa puerta se extiende en línea recta sobre la llanura, hasta la base del cerro llamado Buenavista, un camino que pasa sobre un puente de piedra el riachuelo y sube la cuesta bastante pendiente del cerro, en cuya derecha se ven las ruinas de una capilla.


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Dominio público
138 págs. / 4 horas, 2 minutos / 287 visitas.

Publicado el 18 de octubre de 2018 por Edu Robsy.

La Estrella de Vandalia

Fernán Caballero


Novela


Prólogo

Al comenzar estas pobres líneas, miserable fachada que pego con vergüenza a dos tan graciosos monumentos, y al escribir de novelas, según creo, por primera vez, después de tanto como he escrito en este mundo, juzgo que mis lectores no llevarán a mal el que principie confesándome con ellos sobre esta materia, a fin de que conozcan desde luego mis aficiones, mis hábitos, casi iba a decir mis doctrinas, algo de lo que siento y lo que pienso acerca de una lectura tan generalizada en nuestro siglo y en nuestro país.


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Dominio público
109 págs. / 3 horas, 12 minutos / 175 visitas.

Publicado el 1 de enero de 2019 por Edu Robsy.

La Flor de las Ruinas

Fernán Caballero


Cuento


Capítulo I

A principios de este siglo, y antes de la invasión de los franceses en la Península Ibérica, se había reunido una numerosa sociedad en una de las casas de campo que circundan a Lisboa como macetas de flores.

Entonces la política estaba circunscrita al Gobierno. ¡Ojalá sucediese hoy lo mismo! Así podríamos decirle con el descanso que exclamaba un marido al contemplar el panteón de su mujer:


Ci gît ma femme... ¡Ah! qu'elle est bien
pour son repos, et pour le mien!


(Aquí yace mi mujer...
Ella descansa, y yo también.)


De esto resultaba que en las sociedades no disputaban, sino que se divertían, los concurrentes. No tomaban los hombres, para darse importancia y talante de hombres públicos, esos afectados aires de madurez, harto desmentidos en la vida privada; ni se anticipaba una agria y criticadora vejez. Por el contrario, se prolongaba, alguna vez con exceso, una alegre y móvil juventud; lo que, a lo menos, no hacía a los hombres antipáticos, hipócritas y arrogantes, ni peor al Gobierno.

Las mujeres, sin tener pretensiones algunas al espíritu de independencia que les quieren inocular las ideas avanzadas, no aspiraban a ser libres; pero eran de hecho soberanas; lo que engendraba el buen gusto y finura de aquella sociedad. La influencia de la mujer es la más selecta cultura que recibe el hombre.


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Dominio público
18 págs. / 31 minutos / 253 visitas.

Publicado el 28 de junio de 2020 por Edu Robsy.

Un Vestido

Fernán Caballero


Cuento


Caridad quiere decir amor. Hay tres clases de amor incluidas en esta denominación: el amor a Dios, que es la adoración; el amor a nuestros iguales, que es la benevolencia, y el amor a los pobres y los que padecen, que conserva el nombre de este amor teologal: caridad.

Si, por desgracia, en nuestra acerba y descreída era están tibios y aminorados los dos primeros, no lo está por suerte el último, que permanece en el siglo como una cruz en la cúspide de un edificio que van invadiendo, al menos al exterior, las frías aguas del indiferentismo.

Mientras más cunda la miseria merced a causas que no es del caso ni de nuestra incumbencia examinar, pero entre las cuales, no obstante, citaremos el lujo, que, semejante a un despreciable afeite, pero siendo en realidad una mortífera lepra, se va extendiendo sobre toda la sociedad y la carestía de los artículos de primera necesidad, que oprime y ahoga a las clases menesterosas como un dogal, mientras más cunda, decimos, la miseria, más ostensiblemente corre a su auxilio la caridad. Desde los graves hermanos de San Vicente de Paúl, que edifican al público, hasta los alegres histriones que lo divierten, todos concurren al misino objeto. Centuplica la caridad sus recursos y después que las señoras, imitando el ejemplo de las santas, le han dedicado los primores de sus agujas, los hombres, a su vez, las imitan, dedicando al mismo fin los trabajos de sus plumas. No elogiaremos este buen propósito; las buenas obras, sinceras y puras, tienen su pudor, que rechaza el elogio como una recompensa, puesto que la dádiva que obtiene premio no es tan dádiva como la que nada recibe, y esta es la razón por la que tantas almas piadosas ocultan el bien que hacen, mortificadas que son por la alabanza que excita.


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Dominio público
7 págs. / 12 minutos / 159 visitas.

Publicado el 2 de enero de 2019 por Edu Robsy.

Leonor

Fernán Caballero


Cuento


I

—Conde —decía una señora a un grande de España—, he oído hablar de vuestra galería de retratos de familia, y desearía verla, deseos que abrigan igualmente estos amigos míos.

El conde, que era un hombre tan fino como bondadoso y franco, se apresuró a acceder a un deseo que no podía menos de lisonjearle, y al día siguiente recibía en su galería, a aquellas señoras, acompañadas de algunos de sus amigos.

Mientras recorrían aquel recinto, parando su atención ya en uno, ya en otro de aquellos rostros conservados por la pintura, cuando nada quedaba existente de los originales, como si el corazón hubiese pedido al estable pincel el auxilio que le negaba la frágil memoria humana, dos jóvenes, considerando aquel conjunto de retratos, hacían reflexiones, moneda hoy muy corriente, pero en la que se encuentran piezas falsas, tanto como de buena ley.

—Yo —decía uno de ellos, gallardo oficial de caballería— pondría los ricos trajes, las cruces y las mitras con que se engalanan estos retratos a esqueletos, lo cual, no sólo sería incontestablemente propio y exacto, sino también una justa censura de las antiguallas y la vanidad, dos cosas que son un anacronismo patente en nuestra época y modernas tendencias. ¡Qué poesía y qué filosofía habría en colgar una banda y una cruz de los desnudos huesos de un pecho vacío, y en colocar esas mitras sobre huecas calaveras!

—Sí, por cierto —contestó su interlocutor—; pero tu pensamiento poético-filosófico y palpitante de actualidad, según la expresión moderna, es un plagio.

—¡Un plagio! ¿Cómo?


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Dominio público
19 págs. / 34 minutos / 128 visitas.

Publicado el 2 de enero de 2019 por Edu Robsy.

Los Dos Memoriales

Fernán Caballero


Cuento


En una de las humildes casas cobijadas por techos de anea o chamiza, de los que en casi su totalidad se compone el pueblo de Dos Hermanas, estaba, a fines del verano de 1862, una anciana, en cuyo expresivo rostro se pintaba la aflicción y la angustia, ocupada en reunir unas sillas bastas, unos cuadritos y otros enseres de poco valor, pero de gran precio para su dueña, pues constituían todo su ajuar.

—¿Qué está usted haciendo, tía Manuela? —la preguntó otra mujer joven y alta, cuyas ropas raídas demostraban suma pobreza, y cuyo semblante abatido atestiguaba también en ella pesares—. ¿Se va usted a mudar?

—Yo, no, Josefa, hija —contestó la anciana—, pero voy a mudar mi ajuar. Arrepara el techo de mi casa, que se ha vencido y está para desplomarse, por lo que voy a pedirle a Rosalía que me recoja estos chismes en su casa.

—Yo ayudaré a usted a mudarlos —repuso la joven, y cargando con parte del ajuar, precedida por la dueña, que llevaba lo restante, atravesaron la calle y entraron en la casa de la indicada vecina.

—¿Qué es esto, tía Manuela? —exclamó ésta al verla entrar—. ¿La echan a usted de su casa?

—Sí, hija —contestó la interpelada—; me echan y con cajas destempladas, esas nubes, que si les da gana de descargar, van a hacer de mi casa un lodazal, pues el techo, que es más viejo que yo, se ha vencido y está hecho una criba. Quiero, al menos, resguardar mi ajuar, y para eso déjame, hija, que lo meta en tu sobrado, y Dios te premiará la buena obra.

—Sí, señora, con mil amores; pero usted, ¿qué se va a hacer sin su ajuar?

—No lo sé, hija; pero como tenerlo en casa es lo mismo que tenerlo en la calle, preciso era buscar donde cobijarlo.

—El caso es, tía Manuela, que si usted no ve de componer el techo de su casa, se le va a desplomar a las primeras aguas de la otoñada, y ya no será mojados, sino aplastados, como van ustedes a hallarse.


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Dominio público
12 págs. / 22 minutos / 96 visitas.

Publicado el 2 de enero de 2019 por Edu Robsy.

Los Dos Amigos

Fernán Caballero


Cuento


Lanzaba el sol sus ardientes rayos sobre una llanura de Andalucía, árida y estéril. No corrían por ella ríos ni arroyos, secas yacían las flores y tiernas plantas de la primavera; sólo verdegueaban allí algunos espinos, lentiscos y aloes, cuya dureza resiste el rigor de las estaciones. Un furioso levante formaba nubes de polvo, ardiente como lava de volcán. —El cielo puro y el día claro parecían sonreírse al dar tormentos a la tierra. —Sólo los ganados del país, con su dura piel, y el animoso e impasible español, que desprecia todo padecimiento físico, podían tolerar aquella encendida atmósfera; ellos, durmiendo, y él, cantando!

Veíanse sobre esta llanura el 20 de Agosto de 1782 las muestras de un reciente combate; caballos muertos, armas rotas, plantas pisadas y teñidas de sangre. —A lo lejos desfilaba en buen orden un destacamento inglés. — A otro lado, el comandante de un escuadrón español ocupábase en formar sus impacientes soldados y sus caballos fogosos, para perseguir a los ingleses, que, inferiores en número, se retiraban con la calma de vencedores.

En el que había sido campo de batalla, un joven, sentado en una piedra al pie de un acebuche, apoyaba en el tronco su pálido rostro; mientras que otro joven, en cuya fisonomía se manifestaba la más violenta desesperación, arrodillado a sus pies, procuraba detener con un pañuelo la sangre que le corría del pecho por una ancha herida.

—¡Ah, Félix, Félix! —exclamaba con la mayor angustia—. ¡Vas a morir, y por mi causa! Has recibido en tu fiel pecho el golpe que me estaba destinado. ¿Por qué, generoso amigo, me libraste de una gloriosa muerte, para entregarme a una vida de desesperación y de dolor?


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Dominio público
9 págs. / 16 minutos / 110 visitas.

Publicado el 28 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

La Farisea

Fernán Caballero


Novela


Prólogo

No se te entrará por debajo de la puerta de tu casa, lector benigno, este tomo de novelas, nuevo fruto de la fecunda pluma de Fernán Caballero. Ese modo furtivo de penetrar en el sagrado del hogar doméstico no cuadra bien con el propósito elevado y generoso que inspira todas las obras de este afamado novelista andrógino. No es propio de caballeros de noble alcurnia que saben mantener su decoro y conservar incontaminado el lustre de su casa, el mendigar relaciones buscando pretextos para introducirse en el trato y familiaridad de la gente de valía, y menos amoldarse a las mañas rastreras de la gente baladí para lograr por cansancio o por sorpresa lo que cara a cara se les niega. ¿Es por aristocrático orgullo y por desprecio de los hábitos generales por lo que el hombre bien nacido se desdeña de pordiosear de casa en casa, y más aún de introducirse clandestinamente en la morada ajena, como el malhechor que se propone robar o asesinar al dueño desapercibido? No por cierto: la decencia, la moral, la ley, se lo prohíben; sírvanse tenerlo presente los autores de buenos libros que sin dar importancia al antiguo recato literario, y acomodándose al uso tan generalizado de propagarse por mano de los repartidores, se dejan ir de puerta en puerta en compañía con la pestífera falange de publicaciones ilustradas y baratas, o silenciosamente se ingieren y deslizan con ellas dentro de las casas sin permiso de los padres de familia.


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75 págs. / 2 horas, 12 minutos / 248 visitas.

Publicado el 17 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

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