Textos más populares esta semana de Fernán Caballero disponibles | pág. 3

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autor: Fernán Caballero textos disponibles


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Un Vestido

Fernán Caballero


Cuento


Caridad quiere decir amor. Hay tres clases de amor incluidas en esta denominación: el amor a Dios, que es la adoración; el amor a nuestros iguales, que es la benevolencia, y el amor a los pobres y los que padecen, que conserva el nombre de este amor teologal: caridad.

Si, por desgracia, en nuestra acerba y descreída era están tibios y aminorados los dos primeros, no lo está por suerte el último, que permanece en el siglo como una cruz en la cúspide de un edificio que van invadiendo, al menos al exterior, las frías aguas del indiferentismo.

Mientras más cunda la miseria merced a causas que no es del caso ni de nuestra incumbencia examinar, pero entre las cuales, no obstante, citaremos el lujo, que, semejante a un despreciable afeite, pero siendo en realidad una mortífera lepra, se va extendiendo sobre toda la sociedad y la carestía de los artículos de primera necesidad, que oprime y ahoga a las clases menesterosas como un dogal, mientras más cunda, decimos, la miseria, más ostensiblemente corre a su auxilio la caridad. Desde los graves hermanos de San Vicente de Paúl, que edifican al público, hasta los alegres histriones que lo divierten, todos concurren al misino objeto. Centuplica la caridad sus recursos y después que las señoras, imitando el ejemplo de las santas, le han dedicado los primores de sus agujas, los hombres, a su vez, las imitan, dedicando al mismo fin los trabajos de sus plumas. No elogiaremos este buen propósito; las buenas obras, sinceras y puras, tienen su pudor, que rechaza el elogio como una recompensa, puesto que la dádiva que obtiene premio no es tan dádiva como la que nada recibe, y esta es la razón por la que tantas almas piadosas ocultan el bien que hacen, mortificadas que son por la alabanza que excita.


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Dominio público
7 págs. / 12 minutos / 167 visitas.

Publicado el 2 de enero de 2019 por Edu Robsy.

Un Servilón y un Liberalito

Fernán Caballero


Novela corta


Prólogo

Sr. D. Fermín de la Puente y Apecechea.

Mi muy respetado y querido amigo: Recibo la grata de Vd. y la novela de Fernán Caballero, titulada Un servilón y un liberalito, acerca de la cual me pregunta Vd. ¿qué me parece? añadiéndome que lo hace con el deliberado propósito de contárselo al público.

No tema Vd. que esta última circunstancia influya para nada en mi respuesta. Fuera de que hace tiempo ambicionaba yo la honra de poner mi nombre entre los admiradores del gran novelista, estoy ya tan acostumbrado a tratar con el público, que a veces cuando le hablo, dudo si hablo conmigo a solas. Además, ¿qué podría yo decirle que él no supiera, en justa alabanza de aquel escritor eminentemente español y cristiano, y de esta obra, que es una de las joyas más preciosas que enriquecen su corona?

Usted sabe que nosotros los aficionados a los libros, escogemos amigos entre los escritores; y yo puedo asegurarle, que apenas comenzó a sonar por España el nombre de Fernán, ya le tuve por mi amigo, y no me cansaba de leer sus obras, y las leía hasta con gratitud, como es natural sentirla hacia el ser benéfico que posee el secreto de adormecer los dolores del alma, y fortalecer en sus abatimientos al espíritu contristado.

Y cierto no robaba mi atención tanto la gala del estilo; sino la nobleza de las ideas y la pureza del sentimiento: no veía yo en el incógnito escritor o escritora a la matrona deslumbrante con riquísimos joyeles, sino a la mujer sencillamente ataviada, que no ha menester otro adorno que su belleza, y en cuya sonrisa se descubre la bondad del alma, y en el mirar de sus ojos un pudor y una inocencia como si fueran del cielo.


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Dominio público
73 págs. / 2 horas, 8 minutos / 166 visitas.

Publicado el 2 de enero de 2019 por Edu Robsy.

Las Dos Gracias

Fernán Caballero


Cuento


Capítulo I

A la caída de una tarde de invierno, apenas hubieron concluido de tocar la oración las campanas de la hermosa iglesia de la ciudad de Carmona, cuando trocando la gravedad de los sonidos que llaman a la oración, en gozoso repique, anunciaron el bautismo de un recién nacido.

Poco después salió del templo una numerosa comparsa de bien acomodados menestrales, echando el que iba al lado de la madrina, que llevaba la criatura, monedas de cobre con gran profusión a una turba de chiquillos que a grandes gritos pedían el pelón.

Al cabo de media hora salió igualmente de la iglesia una mujer que llevaba también una criatura en brazos, sin más acompañamiento que un anciano al parecer, que vestía un uniforme raído, un sacerdote, y un niño.

—Entre tanto, el cura de la parroquia inscribía en sus libros: «Hoy 4 de Febrero de 184... bauticé a María de Gracia, hija de Josefa Martínez, y de Mateo López, maestro carpintero de esta ciudad».—Y en seguida con igual fecha:

«Bauticé en el mismo día a María de Gracia, hija de doña Teresa Espinosa de los Monteros, y de D. Ramón Vargas de Toledo, Caballero de Alcántara, coronel que ha sido de infantería».

La comparsa que fue acompañada por la bulliciosa turba hasta su casa, al entrar en ella se dirigió a la alcoba de la parida, a la que puso la madrina la criatura en los brazos diciéndole:

—Aquí tienes a tu hija cristiana, Dios te dé a ti salud para criarla, y a ella el salero y gracia de su madre, para que le venga bien el nombre de Gracia que se le ha puesto.


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Dominio público
91 págs. / 2 horas, 40 minutos / 150 visitas.

Publicado el 1 de enero de 2019 por Edu Robsy.

Promesa de un Soldado a la Virgen del Carmen

Fernán Caballero


Cuento


Frente al mar Océano
Un templo se alza que con santo celo
El religioso pueblo gaditano
Erigió a nuestra madre del Carmelo,
Do en culto fervoroso y esplendente
La adora y ruega su piadosa gente.

Francisco Flores Arenas


Españoles y españolas
Ya la guerra se acabó,
Demos por ello las gracias
Al divino Salvador.
¡Viva la Reina del cielo!
¡Viva la Reina Isabel!
¡Viva el ejército invicto
Y su caudillo O'Donnel!

Canto popular
 

Los sencillos moradores del pueblo de Dos—Hermanas, se quedaron sorprendidos cuando el camino de hierro que conduce de Sevilla a Cádiz vino a favorecerlos, y estáticos cuando con bronco mugir vieron venir por él el monstruo diforme sin cabeza que volaba sin alas, y arrastraba tras sí una cáfila de galeras.

Una nueva era se abría para esta tranquila y silenciosa aldea que se formó alrededor de una capilla labrada por dos hermanas.

Esta nueva era acabará con el silencio y soledad del lugar; sustituirá en muchas casas techumbres de tejas a las de aneas; pondrá todo bonito, simétrico, renovado pero el pueblo dejará de ser tan sencillo, campestre, y rústico como hoy le es, y por lo tanto no será ya tan poético para aquellas mentes que hallan la poesía y lo pintoresco campestre, en lo natural, sencillo, y rústico, y no en lo ataviado.

En una de las casas situadas al extremo opuesto del que ocupa la estación, sentadas en el patio-corral, se veían en una mañana del mes de junio sentadas varias mujeres ocupadas en faenas domésticas, cuando por la siempre abierta puerta de la calle entró una anciana diciendo:

—Dios guarde a Vds.

—Y a Vd.: por muchos años, contestaron.

—Bien decía yo, añadió una de las vecinas de la casa, que era joven y estaba cosiendo, bien decía yo que veía visita, porque rato ha que el gato se está lavando la cara. ¿Qué trae Vd. de bueno, tía Manuela?


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Dominio público
13 págs. / 23 minutos / 143 visitas.

Publicado el 30 de septiembre de 2018 por Edu Robsy.

Las Mujeres Cristianas

Fernán Caballero


Cuento


En el último extremo de la calle de un pueblecito cercano al mar, se veía, pocos años ha, una casa arruinada. La parte de la derecha, cuyo techo se había desplomado, servía de zahurda a un vecino del pueblo bien acomodado; se la había arrendado el alcalde, que disponía de aquellas ruinas, cuya posesión nadie reclamaba, por importar menos el valor de la vieja y mal situada finca que lo que devengaba al Erario por tributos y contribuciones. La parte derecha tenía aún un aposento cubierto con un techo que todavía se mantenía en su puesto gracias a unas estacas viejas y toscas que el arrendatario había puesto de cualquiera manera, para que sirviera el espacio que cobijaba de albergue al que guardaba su ganado de cerda, el menos bello e idílico de los que forman los rebaños que pueblan los campos, hermosean los paisajes y constituyen la riqueza del campesino.

La ruina del edificio era menos patente al exterior, cuya pared se mantenía aún derecha gracias a sus cimientos más sólidos, como se mantiene en pie el árbol muerto y sin savia gracias a sus raíces; pero en el interior de la casa todo yacía por tierra, sin que ni aun se hubiesen hacinado los escombros en montones para facilitar el paso o no chocar la vista.

Era triste y aun lúgubre aquel lugar, antes alegre domicilio de sus dueños, a quienes había albergado y guarecido del rigor de las estaciones sirviéndoles de nido, de fortaleza, de amparo, de descanso, y que ahora, abandonado, no hallaba lo que había prestado, y caía piedra a piedra solo y olvidado como un anciano sin hijos y sin nietos.


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Dominio público
13 págs. / 22 minutos / 133 visitas.

Publicado el 12 de mayo de 2019 por Edu Robsy.

Leonor

Fernán Caballero


Cuento


I

—Conde —decía una señora a un grande de España—, he oído hablar de vuestra galería de retratos de familia, y desearía verla, deseos que abrigan igualmente estos amigos míos.

El conde, que era un hombre tan fino como bondadoso y franco, se apresuró a acceder a un deseo que no podía menos de lisonjearle, y al día siguiente recibía en su galería, a aquellas señoras, acompañadas de algunos de sus amigos.

Mientras recorrían aquel recinto, parando su atención ya en uno, ya en otro de aquellos rostros conservados por la pintura, cuando nada quedaba existente de los originales, como si el corazón hubiese pedido al estable pincel el auxilio que le negaba la frágil memoria humana, dos jóvenes, considerando aquel conjunto de retratos, hacían reflexiones, moneda hoy muy corriente, pero en la que se encuentran piezas falsas, tanto como de buena ley.

—Yo —decía uno de ellos, gallardo oficial de caballería— pondría los ricos trajes, las cruces y las mitras con que se engalanan estos retratos a esqueletos, lo cual, no sólo sería incontestablemente propio y exacto, sino también una justa censura de las antiguallas y la vanidad, dos cosas que son un anacronismo patente en nuestra época y modernas tendencias. ¡Qué poesía y qué filosofía habría en colgar una banda y una cruz de los desnudos huesos de un pecho vacío, y en colocar esas mitras sobre huecas calaveras!

—Sí, por cierto —contestó su interlocutor—; pero tu pensamiento poético-filosófico y palpitante de actualidad, según la expresión moderna, es un plagio.

—¡Un plagio! ¿Cómo?


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Dominio público
19 págs. / 34 minutos / 132 visitas.

Publicado el 2 de enero de 2019 por Edu Robsy.

La Viuda del Cesante

Fernán Caballero


Cuento


Las murallas de Cádiz son un hermoso paseo, ancho, llano, sin el menor obstáculo ni tropiezo, en el que puede pasear descuidado un ciego, un distraído o el que, absorbido en contemplar la vista que ofrece, anda, como aquéllos, sin brújula. Bajando por ella desde los cuarteles, se mira a la izquierda una fila de casas altas, alineadas, fuertes y uniformes como un regimiento prusiano, y a la derecha la bahía, poblada de barcos anclados, inmóviles y mustios como presos. ¡Qué imagen de la fuerza bruta es el navío! Privado de su piloto, todo lo atropella, destroza y hunde, hasta que él mismo se pierde en desconocidas playas.

La costa opuesta aparece confusa como un recuerdo medio borrado, y al frente se extiende el mar, que la cortedad de nuestra vista hace a cierta distancia unirse al cielo, no obstante de estar allí tan distantes como lo están aquí, y esto lo creemos por fe, como debemos creer otras muchas cosas que nuestra vista no alcanza ni nuestra concepción comprende, porque la comprensión del hombre, así como su vista, son limitadas.

Paseaban por esta muralla, hace de esto algunos años, dos señores. El uno era alto, de buena presencia; el otro era más pequeño, algo agobiado, y de semblante doliente y decaído.

—Paisano —dijo en tono jovial el más alto al que lo acompañaba—, usted se hace del porvenir un monte, y yo lo veo muy llano.


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Dominio público
17 págs. / 31 minutos / 132 visitas.

Publicado el 12 de mayo de 2019 por Edu Robsy.

Los Dos Amigos

Fernán Caballero


Cuento


Lanzaba el sol sus ardientes rayos sobre una llanura de Andalucía, árida y estéril. No corrían por ella ríos ni arroyos, secas yacían las flores y tiernas plantas de la primavera; sólo verdegueaban allí algunos espinos, lentiscos y aloes, cuya dureza resiste el rigor de las estaciones. Un furioso levante formaba nubes de polvo, ardiente como lava de volcán. —El cielo puro y el día claro parecían sonreírse al dar tormentos a la tierra. —Sólo los ganados del país, con su dura piel, y el animoso e impasible español, que desprecia todo padecimiento físico, podían tolerar aquella encendida atmósfera; ellos, durmiendo, y él, cantando!

Veíanse sobre esta llanura el 20 de Agosto de 1782 las muestras de un reciente combate; caballos muertos, armas rotas, plantas pisadas y teñidas de sangre. —A lo lejos desfilaba en buen orden un destacamento inglés. — A otro lado, el comandante de un escuadrón español ocupábase en formar sus impacientes soldados y sus caballos fogosos, para perseguir a los ingleses, que, inferiores en número, se retiraban con la calma de vencedores.

En el que había sido campo de batalla, un joven, sentado en una piedra al pie de un acebuche, apoyaba en el tronco su pálido rostro; mientras que otro joven, en cuya fisonomía se manifestaba la más violenta desesperación, arrodillado a sus pies, procuraba detener con un pañuelo la sangre que le corría del pecho por una ancha herida.

—¡Ah, Félix, Félix! —exclamaba con la mayor angustia—. ¡Vas a morir, y por mi causa! Has recibido en tu fiel pecho el golpe que me estaba destinado. ¿Por qué, generoso amigo, me libraste de una gloriosa muerte, para entregarme a una vida de desesperación y de dolor?


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9 págs. / 16 minutos / 114 visitas.

Publicado el 28 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Más Largo es el Tiempo que la Fortuna

Fernán Caballero


Cuento


Preséntase el tiempo al hombre de tres maneras; llega lentamente el futuro, pasa rápidamente el presente, y párase inmóvil el pasado

No hay ruego ni ansia que hagan acelerar su marcha al primero; no hay instancia ni fuerza que detengan al segundo; no hay arrepentimiento ni hechizo que muevan al tercero.

¿Quieres concluir felizmente el viaje de la vida? Toma por consejero al futuro, no escojas por amigo al presente, ni te hagas enemigo al pasado.

(Sentencia de Confucio, traducida libremente de una versión alemana)


El ladrón que no se deja coger, pasa por hombre honrado.

(Refrán turco)


A dos leguas de la orilla del mar, sobre la plataforma de una colina, se asienta Jerez, rico, robusto y predilecto hijo de Baco y de Ceres. Rodéanle como un soberbio cinturón sus famosas viñas, cuidadas como princesas, y sus campos de trigo, cuyas cañas inclinan sus doradas cabezas. Extiende sus inmensos Propios por las comarcas cercanas, que murmuran de esta invasión del coloso rural, y pierde la cuenta de sus montes, como un potentado.

Jerez, noble como el que más, lleva al frente el precioso y bien conservado castillo moruno, perteneciente a la ilustre familia de los Villavicencios, y que ha sido testigo de tantas hazañas; conserva anales que forman páginas de oro en la historia de España; ostenta suntuosos templos, obras magnas de la fe, obras maestras del arte, y ve con dolor a su lado desmoronarse su magnífica Cartuja, admiración de cuantos la vieron viva, dolor y escándalo de cuantos la ven cadáver!


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42 págs. / 1 hora, 15 minutos / 105 visitas.

Publicado el 28 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

No Transige la Conciencia

Fernán Caballero


Cuento


¿Por qué, pues, el mortal ciego se lanza
tras mentida ilusión que poco dura?
Sólo asegurará su bienandanza
la paz del alma y la conciencia pura.

Francisco Javier de Burgos.


Un seul printemps suffit a la nature,
a reproduire ses fleurs et sa verdure;
hélas! jamais la vie ne reproduit
la paix de cour qu'un seul instant détruit.

Bástale a la naturaleza una primavera para recobrar sus flores y su lozanía; pero ¡ay! que no alcanza la vida del hombre para devolver al corazón la paz que puede destruir un solo instante.

Capítulo I

Así como en las desiertas costas del mar se ve blanquear un nido de gaviotas en la concavidad de una peña, así aparece Cádiz en la concavidad de sus murallas. Hanla labrado tan denodadamente entre las olas, que la tierra alarga un brazo para asirla. Lleva este angosto brazo de piedra y arena, como un brazalete, la Cortadura, esto es, una fortaleza construida en tiempo de la gloriosa guerra de la Independencia; separa las violentas olas del Océano de las tranquilas aguas de la bahía, y conduce a la ciudad de San Fernando, que en el fondo de la ensenada abre sus arsenales de la Carraca, como hospitales, a los barcos que, heridos y maltratados en sus azarosas carreras, regresan a sus lares. ¡Pobres barcos, a los que los huracanes dicen: ¡Marcha! ¡marcha!, como los acontecimientos se lo gritan a los hombres, y que al llegar a su patria se asen a ella con sus áncoras, como niños con sus manos al cuello de su madre!


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Dominio público
35 págs. / 1 hora, 2 minutos / 74 visitas.

Publicado el 28 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

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