La ausencia de Mr. Glass
La consulta del doctor Orion
Hood, el eminente criminólogo y especialista en ciertos desordenes
morales, tenía vista al mar y estaba situada en Scarborough. Desde sus
ventanas de estilo francés, grandes y bien iluminadas, se podía
contemplar el mar del Norte como un infinito muro exterior de mármol
azul verdoso. En un lugar así, el mar tenía algo de la monotonía de un
friso monocromo, pues en las estancias regía una terrible pulcritud, no
muy diferente a la del mar. No debe suponerse, sin embargo, que el
apartamento del Dr. Hood carecía de lujo o, incluso, de poesía. Todo lo
contrario, se podían percibir claramente, pero uno sentía que no se les
permitía salir de allí. El lujo estaba presente: sobre una mesa había
ocho o diez cajas de los mejores cigarros, aunque situadas de tal modo
que los más fuertes siempre estaban más cerca de la pared y los más
suaves de la ventana. Asimismo, un mueble bar, que contenía tres tipos
de licores excelentes, permanecía siempre sobre la lujosa mesa. Pero la
moda mandaba que el whisky, el brandy y el ron siempre parecieran
situados al mismo nivel. La poesía también estaba presente: en una
esquina de la habitación se alineaban los clásicos ingleses, en otra los
fisiólogos ingleses y extranjeros. Pero si alguien tomaba un volumen de
Chaucer o de Shelley de uno de los anaqueles, su ausencia irritaba
tanto la mirada como la falta de un diente delantero en una persona. No
se podría decir si esos libros se habían leído alguna vez, probablemente
si, pero su ser mismo parecía encadenarlos a sus sitios, como las
biblias en las iglesias antiguas. El doctor Hood trataba sus anaqueles
como si fueran la biblioteca pública.
Información texto 'La Sabiduría del Padre Brown'