Textos más descargados de Gustavo Adolfo Bécquer publicados por Edu Robsy | pág. 4

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autor: Gustavo Adolfo Bécquer editor: Edu Robsy


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¡Es Raro!

Gustavo Adolfo Bécquer


Cuento


Tomábamos el té en casa de una señora amiga mía, y se hablaba de esos dramas sociales que se desarrollan ignorados del mundo, y cuyos protagonistas hemos conocido, si es que no hemos hecho un papel en alguna de sus escenas.

Entre otras muchas personas que no recuerdo, se encontraba allí una niña rubia, blanca y esbelta, que á tener una corona de flores en lugar del legañoso perrillo, que gruñía medio oculto entre los anchos pliegues de su falda, hubiérasela comparado sin exagerar con la Ofelia de Shakespeare.

Tan puros eran el blanco de su frente y el azul de sus ojos.

De pie, apoyada una mano en la cánsense de terciopelo azul que ocupaba la niña rubia, y acariciando con la otra los preciosos dijes de su cadena de oro, hablaba con ella un joven, en cuya afectada pronunciación se notaba un leve acento extranjero, á pesar de que su aire y su tipo eran tan españoles como los del Cid ó Bernardo del Carpió.

Un señor de cierta edad, alto, seco, de maneras distinguidas y afables, y que parecía seriamente preocupado en la operación de dulcificar á punto su taza de té, completaba el grupo de las personas más próximas á la chimenea, al calor de la cual me senté para contar esta historia. Esta historia parece un cuento, pero no lo es: de ella pudiera hacerse un libro; yo lo he hecho algunas veces en mi imaginación. No obstante, la referiré en pocas palabras, pues para el que haya de comprenderla, todavía sobrarán algunas.

I

Andrés, porque así se llamaba el héroe de mi narración, era uno de esos hombres en cuya alma rebosan el sentimiento que no han gastado nunca, y el cariño que no pueden depositar en nadie.

Huérfano casi al nacer, quedó al cuidado de unos parientes. Ignoro los detalles de su niñez: sólo puedo decir que cuando le hablaban de ella, se oscurecía su frente, y exclamaba con un suspiro: ¡Ya pasó aquello!


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10 págs. / 18 minutos / 321 visitas.

Publicado el 19 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Entre Sueños

Gustavo Adolfo Bécquer


Cuento


Hace pocos días entré en una tienda de tiroleses, y como había de fijarme en otra cosa, me fijé en un reloj de pared y pregunté el precio.

—Quince duros —me dijo el dueño.

¡Quince duros! —repetí yo en voz baja y como dudando si me decidiría o no a comprarle.

—Es una ganga —se apresuró a añadir mi interlocutor para acabar de decidirme—. Ya ve usted, por quince duros un reloj de péndulo. Esto acompaña por las noches.

—Esto acompaña —exclamé yo entonces—; he aquí lo que yo busco: algo que me acompañe en mis largas horas de fastidio; algo que rompa el triste silencio de mis eternas noches de insomnio. Y sin meterme en más averiguaciones, compré el reloj y lo llevé a mi casa. En hora aciaga lo hice. Razón tienen los que aseguran que más vale estar solo que mal acompañado. Pero no adelantemos el discurso. Vamos por partes, que la cosa merece ser referida punto por punto. Llevé, como dejo dicho, el reloj a mi casa, lo colgué en mi alcoba, le di cuerda y comenzó a moverse el péndulo.


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Dominio público
7 págs. / 12 minutos / 393 visitas.

Publicado el 29 de junio de 2020 por Edu Robsy.

Creed en Dios

Gustavo Adolfo Bécquer


Cuento


CANTIGA PROVENZAL

Yo fui el verdadero Teobaldo de Montagut,
barón do Forteastell. Noble ó
villano, señor ó pechero, tú, cualquiera
que seas, que te detienes un instante al
borde de mi sepultura, cree en Dios, como yo he
creido, y ruégale por mí».

I

Nobles aventureros, que puesta la lanza en la cuja, caída la visera del casco y jinetes sobre un corcel poderoso, recorréis la tierra sin más patrimonio que vuestro nombre clarísimo y vuestro montante, buscando honra y prez en la profesión de las armas; si al atravesar el quebrado valle de Alontagut os han sorprendido en él la tormenta y la noche, y habéis encontrado un refugio en las ruinas del monasterio que aún se ve en su fondo, oidme.

II

Pastores, que seguís con lento paso vuestras ovejas que pacen derramadas por las colinas y las llanuras; si al conducirlas al borde del trasparente riachuelo que corre, forcejea y salta por entre los peñascos del valle de Montagut en el rigor del verano, y en una siesta de fuego habéis encontrado la sombra y el reposo al pie de las derruidas arcadas del monasterio, cuyos musgosos pilares besan las ondas, oidme.

III

Niñas de las cercanas aldeas, lirios silvestres que crecéis felices al abrigo de vuestra humildad; si en la mañana del santo Patrono de estos lugares, al bajar al valle de Montagut á coger tréboles y margaritas con que embellecer su retablo, venciendo el temor que os inspira el sombrío monasterio que se alza en sus peñas, habéis penetrado en su claustro mudo y desierto para vagar entre sus abandonadas tumbas, á cuyos bordes crecen las margaritas más dobles y los jacintos más azules, oidme.


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11 págs. / 20 minutos / 499 visitas.

Publicado el 19 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

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