Textos más vistos de H.P. Lovecraft publicados por Edu Robsy no disponibles | pág. 7

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autor: H.P. Lovecraft editor: Edu Robsy textos no disponibles


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En los Muros de Erix

H.P. Lovecraft


Cuento


Antes de intentar descansar escribiré unas notas preliminares para el informe que debo redactar. Lo que he descubierto es tan singular, y tan opuesto a todas las pasadas experiencias y suposiciones, que merece una descripción muy cuidadosa.

Llegué al campo de aterrizaje principal de Venus el 18 de marzo, según el cómputo terrestre; el 9, VI según el calendario de ese planeta. Cuando me destinaron al grupo de Miller, recibí mi equipo —junto con un reloj adaptado a la rotación ligeramente más rápida de Venus— y efectué los usuales ejercicios con la máscara. Dos días después me declararon apto para el servicio.

Salí del puesto que la Crystal Company tiene en Terra Nova hacia el amanecer de 12, VI y seguí la ruta sur que Anderson había trazado desde el aire. El camino era malo, ya que estas selvas se vuelven casi impracticables después de la lluvia.

Debe de ser la humedad lo que da a las enmarañadas enredaderas y plantas de tallo rastrero esa resistencia correosa; una resistencia tan grande que se tarda unos diez minutos en cortarlas con el cuchillo. Hacia mediodía, el tiempo era algo más seco; la vegetación se volvió más suave y elástica, de forma que el cu— chillo la cortaba con facilidad, pero ni aun entonces lograba ir más de prisa.

Estas máscaras Carter de oxígeno son demasiado pesadas: sólo llevarlas puestas dejan medio agotado a un hombre normal. La máscara Dubois, con depósito— esponja en vez de cilindros, proporciona un aire igual de bueno con la mitad de peso.


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38 págs. / 1 hora, 6 minutos / 129 visitas.

Publicado el 4 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Hipno

H. P. Lovecraft


Cuento


Hipno

A propósito del sueño, esa siniestra aventura de
todas nuestras noches, podríamos decir que los
hombres se acuestan diariamente con una
osadía incomprensible, si no supiéramos que es
a causa de la ignorancia del peligro.

(Baudelaire)
 

¡Ojalá los dioses misericordiosos, si existen efectivamente, protejan esas horas en que ningún poder de la voluntad, ni las drogas inventadas por el ingenio del hombre, pueden mantenerme alejado del abismo del sueño! La muerte es misericordiosa, ya que de ella no hay retorno; pero para aquel que regresa de las cámaras más profundas de la noche, extraviado y consciente, no vuelve a haber paz. Fui un loco al sumergirme con tan inmoderado frenesí en misterios que nadie ha intentado penetrar; y fue un loco, o un dios, este único amigo mío que me guió y fue delante de mí, ¡y entró al fin en terrores que pueden llegar a ser los míos!

Recuerdo que nos conocimos en una estación de ferrocarril, donde era el centro de atención de una multitud de vulgares curiosos. Estaba inconsciente, y había caído en una especie de convulsión que había sumido su cuerpo flaco y vestido de negro en una extraña rigidez. Creo que por entonces frisaba en los cuarenta, ya que había profundas arrugas en su cara pálida y consumida —aunque oval y verdaderamente hermosa—, grises estrías en su cabello ondulado y espeso, y una barba corta y ancha que en otro tiempo fue negra como un ala de cuervo. Tenía la frente blanca como el mármol de Pentélico, y alta y ancha casi como la de un dios.


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9 págs. / 15 minutos / 117 visitas.

Publicado el 16 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

Ibid

H. P. Lovecraft


Cuento


(“...como Ibid dice en su famosa Vidas de poetas”.

De un estudio erudito)
 

La errónea idea de que Ibid es el autor de las Vidas es algo tan extendido, incluso entre gentes que pretenden disfrutar de cierto grado de cultura, que hace preciso corregirla. Hay que hacer saber a todo el mundo que es Cf. el responsable de ese trabajo. La obra maestra de Ibid, por otra parte, es el famoso Op.


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Publicado el 17 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

In Memoriam: Robert Ervin Howard

H.P. Lovecraft


Obituario, Biografía, Crítica


La repentina e inesperada muerte el 11 de junio [1936] de Robert Ervin Howard, autor de relatos fantásticos de incomparable intensidad, constituye la mayor pérdida de la ficción fantástica desde el fallecimiento de Henry S. Whitehead hace cuatro años.

Howard nació en Peaster, Texas, el 22 de enero de 1906, y tenía edad para haber visto la última fase de la conquista del sudoeste; la colonización de las grandes llanuras y de la parte inferior del valle de Río Grande, y el espectacular crecimiento de la industria del petróleo con sus bulliciosas ciudades producto del boom. Su familia había vivido en el sur, el este y el oeste de Texas, y en el oeste de Oklahoma; durante los últimos años se instalaron en Cross Plains, cerca de Brownwood, Texas. Impregnado del ambiente fronterizo, Howard se convirtió desde muy joven en devoto de sus viriles tradiciones homéricas. Su conocimiento de la historia y las costumbres era profundo, y las descripciones y recuerdos contenidos en sus cartas privadas ilustran la elocuencia y la energía con que los habría celebrado en la literatura si hubiera vivido más tiempo. La familia de Howard pertenece a una estirpe de distinguidos plantadores sureños, de ascendencia escocesa-irlandesa, la mayoría de cuyos antepasados se instalaron en Georgia y Carolina del Norte en el siglo XVIII.


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Publicado el 13 de julio de 2018 por Edu Robsy.

La Bestia en la Cueva

H.P. Lovecraft


Cuento


La horrible conclusión que se había ido abriendo camino en mi espíritu de manera gradual era ahora una terrible certeza. Estaba perdido por completo, perdido sin esperanza en el amplio y laberíntico recinto de la caverna de Mamut. Dirigiese a donde dirigiese mi esforzada vista, no podía encontrar ningún objeto que me sirviese de punto de referencia para alcanzar el camino de salida. No podía mi razón albergar la más ligera esperanza de volver jamás a contemplar la bendita luz del día, ni de pasear por los valles y las colinas agradables del hermoso mundo exterior. La esperanza se había desvanecido. A pesar de todo, educado como estaba por una vida entera de estudios filosóficos, obtuve una satisfacción no pequeña de mi conducta desapasionada; porque, aunque había leído con frecuencia sobre el salvaje frenesí en el que caían las víctimas de situaciones similares, no experimenté nada de esto, sino que permanecí tranquilo tan pronto como comprendí que estaba perdido.

Tampoco me hizo perder ni por un momento la compostura la idea de que era probable que hubiese vagado hasta más allá de los límites en los que se me buscaría. Si había de morir —reflexioné—, aquella caverna terrible pero majestuosa sería un sepulcro mejor que el que pudiera ofrecerme cualquier cementerio; había en esta concepción una dosis mayor de tranquilidad que de desesperación.

Mi destino final sería perecer de hambre, estaba seguro de ello. Sabía que algunos se habían vuelto locos en circunstancias como esta, pero no acabaría yo así. Yo solo era el causante de mi desgracia: me había separado del grupo de visitantes sin que el guía lo advirtiera; y, después de vagar durante una hora aproximadamente por las galerías prohibidas de la caverna, me encontré incapaz de volver atrás por los mismos vericuetos tortuosos que había seguido desde que abandoné a mis compañeros.


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7 págs. / 13 minutos / 242 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

La Búsqueda de Iranon

H.P. Lovecraft


Cuento


En la ciudad granítico de Teloth vagaba un joven, coronado con hojas de vid, el pelo amarillo reluciente de mirra, y la ropa púrpura desgarrada por las zarzas de la montaña Sidrak, situada al otro lado del antiguo puente de piedra. Los hombres de Teloth son graves y sombríos, y viven en casas cuadradas; y con el ceño fruncido, preguntaron al desconocido de dónde venía y cuál era su nombre y fortuna. Y el joven contestó: — Soy Iranon y vengo de Airá, ciudad lejana que recuerdo vagamente, la que quiero encontrar otra vez. Soy cantor de canciones que aprendí en la lejana ciudad, y tengo por vocación producir belleza con las cosas recordadas de la niñez. Mi riqueza consiste en pequeños recuerdos y ensueños, y en esperanzas que canto en los jardines, cuando la luna es tierna y el viento de poniente agita los capullos de loto.


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8 págs. / 15 minutos / 166 visitas.

Publicado el 4 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

La Búsqueda en Sueños de la Ignota Kadath

H. P. Lovecraft


Novela corta


Por tres veces soñó Randolph Carter la maravillosa ciudad, y por tres veces fue súbitamente arrebatado cuando se hallaba en una elevada terraza que la dominaba. Brillaba toda con los dorados fulgores del sol poniente: las murallas, los templos, las columnatas y los puentes de veteado mármol, las fuentes de tazas plateadas y prismáticos surtidores que adornaban las grandes plazas y los perfumados jardines, las amplias avenidas bordeadas de árboles delicados, de jarrones atestados de flores, y de estatuas de marfil dispuestas en filas resplandecientes. Por las laderas del norte ascendían filas y filas de rojos tejados y viejas buhardillas picudas, entre las que quedaban protegidos los pequeños callejones empedrados, invadidos por la yerba. Había una agitación divina, un clamor de trompetas celestiales y un fragor de inmortales címbalos. El misterio envolvía la ciudad como envuelven las nubes una fabulosa montaña inexplorada; y mientras Carter, con la respiración contenida, se hallaba recostado en la balaustrada de la terraza, se sintió invadido por la angustia y la nostalgia de unos recuerdos casi olvidados, por el dolor de las cosas perdidas y por la apremiante necesidad de localizar de nuevo el que algún día fuera trascendental y pavoroso lugar.


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150 págs. / 4 horas, 22 minutos / 268 visitas.

Publicado el 17 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

La Calle

H.P. Lovecraft


Cuento


Hay quien dice que las cosas y los lugares tienen alma, y hay quien dice que no; por mi parte, no me atrevo a pronunciarme, pero quiero hablar de la Calle.

Esa Calle la crearon hombres fuertes y de honor; hombres buenos y esforzados, de nuestra sangre, llegados de las Islas Bienaventuradas, al otro lado del mar. Al principio no fue más que un sendero hollado por aguadores que iban del manantial del bosque al puñado de casas que había junto a la playa. Luego, al llegar más hombres al creciente grupo de casas en busca de un lugar donde vivir, se construyeron chozas en la parte norte, y cabañas de recios troncos de roble y albañilería en el lado del bosque, dado que por allí les hostigaban los indios con sus flechas. Años más tarde, los hombres levantaron cabañas también en la parte sur de la Calle.

Por la Calle paseaban arriba y abajo hombres graves de cónicos sombreros, cargados casi siempre con mosquetes y armas de caza. Y también paseaban sus esposas en sombreradas y sus hijos serios. Por la noche, los hombres se sentaban, con sus esposas e hijos alrededor de gigantescas chimeneas, y leían y charlaban. Muy simples eran las cosas sobre las que leían y hablaban, pero les infundían aliento y bondad, y les ayudaban durante el dia a someter el bosque y los campos. Y los hijos escuchaban y aprendían las leyes y las proezas de otros tiempos, y cosas de la querida Inglaterra que nunca habían visto o no podían recordar.

Hubo una guerra, y los indios no volvieron a turbar la Calle. Los hombres, entregados a su trabajo, prosperaron y fueron todo lo felices que sabían ser.


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7 págs. / 12 minutos / 202 visitas.

Publicado el 4 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

La Casa Maldita

H.P. Lovecraft


Cuento


I

Rara vez deja de haber ironía incluso en el mayor de los horrores. Algunas veces forma parte directa de la trama de los sucesos, mientras que otras sólo atañe a la posición fortuita de éstos entre las personas y los 1ugares Un magnífico ejemplo de este último caso puede encontrarse en la antigua ciudad de Providence, donde acostumbraba a ir Edgar Allan Poe, a mediados del siglo pasado, durante su infructuoso galanteo a Mrs.

Whitman, poeta de excelentes dotes. Poe solía parar en la Mansión House —nuevo nombre de la Hostería de la Bola de Oro, cuyo techo cobijó a Washington, a Jefferson y a Lafayette —, y su paseo preferido era hacia el Norte, por la misma calle, donde se encontraban la casa de Mts. Whitman y el vecino cementerio de St. John, situado en la falda de la colina, cuyo recoleto recinto, con abundancia de lápidas del siglo XVII, le fascinaba de manera especial.

Lo irónico del caso es que en el curso de aquel paseo, tantas veces repetido, el más grande maestro de lo terrible y de lo fantástico tenía que pasar por delante de cierta casa situada en el lado oriental de la calle; un edificio deslucido y anticuado que se hallaba posado sobre la brusca subida de la ladera de la colina, con un amplio y descuidado jardín que databa de la época en que la región era en parte campo abierto. No parece que Poe escri— biera o hablara nunca de la casa, ni se tiene noticia de que hubiera reparado en ella. y, sin embargo, aquella morada para las dos personas en posesión de cierta información, iguala o supera en horror a las más descabelladas fantasías del genio que con tanta frecuencia pasó por delante de ella sin saber lo que ocultaba y se alza con mirada maliciosa y rígida como símbolo de todo lo que es indeciblemente espantoso.


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35 págs. / 1 hora, 2 minutos / 205 visitas.

Publicado el 4 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

La Decisión de Randolph Carter

H.P. Lovecraft


Cuento


Les repito que no sé qué ha sido de Harley Warren, aunque pienso —y casi espero— que ya disfruta de la paz del olvido, si es que semejante bendición existe en alguna parte. Es cierto que durante cinco años fui su más íntimo amigo, y que he compartido parcialmente sus terribles investigaciones sobre lo desconocido. No negaré, aunque mis recuerdos son inciertos y confusos, que este testigo de ustedes pueda habernos visto juntos como dice, a las once y media de aquella terrible noche, por la carretera de Gainsville, camino del pantano del Gran Ciprés. Incluso puedo afirmar que llevábamos linternas y palas, y un curioso rollo de cable unido a ciertos instrumentos, pues todas estas cosas han desempeñado un papel en esa única y espantosa escena que permanece grabada en mi trastornada memoria. Pero debo insistir en que, de lo que sucedió después, y de la razón por la cual me encontraron solo y aturdido a la orilla del pantano a la mañana siguiente, no sé más que lo que he repetido una y otra vez. Ustedes me dicen que no hay nada en el pantano ni en sus alrededores que hubiera podido servir de escenario de aquel terrible episodio. Y yo respondo que no sé más de lo que vi. Ya fuera visión o pesadilla —deseo fervientemente que así haya sido—, es todo cuanto puedo recordar de aquellas horribles horas que viví, después de haber dejado atrás el mundo de los hombres. Pero por qué no regresó Harley Warren es cosa que sólo él, o su sombra —o alguna innombrable criatura que no me es posible describir—, podrían contar.


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7 págs. / 12 minutos / 216 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

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