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La Torre

H.P. Lovecraft


Cuento


Desde esa esquina se puede ver la torre. Si el testigo abandona por un segundo el ruido de la vida porteña, descubrirá tras las paredes circulares un aquelarre. El eco del mismo lugar que la humanidad resguarda en la penumbra bajo diferentes disfraces. La esencia de los cimientos de construcciones tan antiguas como las pirámides y Stonehenge. Allí se suceden acontecimientos —incluso próximos a lo cotidiano— que atraen a hados y demonios.

Fue lupanar y fumadero de opio. Acaso alguno de sus visitantes haya dejado el alma allí preso del puñal de un malevo. Pero fue cuando llegó aquella artista pálida, María Krum, que su esencia brotó al fin. Recuerdo que apenas salía para hacer visitas a la universidad. Fue en su biblioteca donde hojeó las páginas del prohibido Necronomicón. Mortal fue su curiosidad por la que recitó aquel hechizo. Quizá creyó que las paredes sin ángulos la protegerían de los sabuesos. Pero esas criaturas son hábiles, impetuosas, insaciables. Los vecinos oyeron el grito del día en que murió. Ahora forma parte de la superstición barrial. Pero yo sigo oyendo su sufrimiento y el jadeo de los Perros de Tíndalos que olfatean, hurgan y rastrean en la torre.


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1 pág. / 1 minuto / 3.034 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Nyarlathotep

H. P. Lovecraft


Cuento


Y al fin vino del interior de Egipto
El extraño Oscuro ante el que se inclinaban los fellás;
Silencioso, descarnado, enigmáticamente altivo
Y envuelto en telas rojas como las llamas del sol poniente.
A su alrededor se apretaban las masas, ansiosas de sus órdenes,
Pero al marcharse no podían repetir lo que habían oído;
Mientras por las naciones se propagaba la pavorosa noticia
De que las bestias salvajes le seguían lamiéndole las manos.
Pronto comenzó en el mar un nacimiento pernicioso;
Tierras olvidadas con agujas de oro cubiertas de algas;
Se abrió el suelo y auroras furiosas se abatieron
Sobre las estremecidas ciudadelas de los hombres.
Entonces, aplastando lo que había moldeado por juego,
El Caos idiota barrió el polvo de la Tierra.


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1 pág. / 1 minuto / 3.467 visitas.

Publicado el 16 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

Los Amados Muertos

H.P. Lovecraft


Cuento


Es media noche. Antes del alba darán conmigo y me encerrarán en una celda negra, donde languideceré interminablemente, mientras insaciables deseos roen mis entrañas y consumen mi corazón, hasta ser al fin uno con los muertos que amo.

Mi asiento es la fétida fosa de una vetusta tumba; mi pupitre, el envés de una lápida caída y desgastada por los siglos implacables; mi única luz es la de las estrellas y la de una angosta media luna, aunque puedo ver tan claramente como si fuera mediodía. A mi alrededor, como sepulcrales centinelas guardando descuidadas tumbas, las inclinadas y decrépitas lápidas yacen medio ocultas por masas de nauseabunda maleza en descomposición. Y sobre todo, perfilándose contra el enfurecido cielo, un solemne monumento alza su austero capitel ahusado, semejando el espectral caudillo de una horda fantasmal. El aire está enrarecido por el nocivo olor de los hongos y el hedor de la húmeda tierra mohosa, pero para mí es el aroma del Elíseo. Todo es quietud —terrorífica quietud—, con un silencio cuya intensidad promete lo solemne y lo espantoso.

De haber podido elegir mi morada, lo hubiera hecho en alguna ciudad de carne en descomposición y huesos que se deshacen, pues su proximidad brinda a mi alma escalofríos de éxtasis, acelerando la estancada sangre en mis venas y forzando a latir mi lánguido corazón con júbilo delirante… ¡Porque la presencia de la muerte es vida para mí!

Mi temprana infancia fue de una larga, prosaica y monótona apatía. Sumamente ascético, descolorido, pálido, enclenque y sujeto a prolongados raptos de mórbido ensimismamiento, fui relegado por los muchachos saludables y normales de mi propia edad. Me tildaban de aguafiestas y “vieja” porque no me interesaban los rudos juegos infantiles que ellos practicaban, o porque no poseía el suficiente vigor para participar en ellos, de haberlo deseado.


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12 págs. / 22 minutos / 188 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Memoria

H. P. Lovecraft


Cuento


En el valle de Nis, una maléfica luna menguante brilla tenue, abriéndose paso con su luz, con difusos rayos, a través de los letales follajes de los grandes árboles upas. Y en las profundidades del valle, allí donde no llega la luz, se mueven formas que no están hechas para ser contempladas. La maleza crece prieta en las laderas, allí donde las malignas enredaderas y plantas rastreras se enroscan en torno a las piedras de palacios arruinados, ciñéndose con fuerza a columnas rotas y extraños monolitos, y levantando pavimentos de mármol que fueron dispuestos por manos olvidadas. Y en los árboles, que crecen inmensos en ruinosos patios, brincan pequeños monos, mientras que, entrando y saliendo de profundas criptas llenas de tesoros, se retuercen las serpientes venenosas y seres escamosos sin nombre.

Inmensas son las piedras que dormitan bajo capas de musgo húmedo, y poderosos son los muros de los que se han desprendido. Sus constructores las erigieron para la eternidad y en verdad que aún sirven con nobleza, ya que, debajo de ellas, habita el sapo gris.

En el mismo fondo del valle se encuentra el río Than, cuyas aguas son fangosas y repletas de algas. Nace en arroyos ocultos y fluye hacia grutas subterráneas, y el Demonio del Valle no sabe por qué sus aguas son rojas, ni en dónde desemboca.

El Genio que acecha en los rayos de luna se dirigió al Demonio del Valle, diciéndole:

—Soy viejo y es mucho lo que he olvidado. Dime los hechos, aspecto y nombre de aquellos que edifican estas ruinas de piedra.

Y el Demonio repuso.


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1 pág. / 2 minutos / 1.984 visitas.

Publicado el 16 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

La Cueva Secreta

H. P. Lovecraft


Cuento


—Pórtense bien, chicos, mientras estoy fuera —dijo la señora Lee— y no hagan travesuras.

Porque los señores Lee iban a salir de casa, dejando solos a John, de diez años de edad, y Alice, de dos.

—Claro —contestó John.

Tan pronto como los Lee mayores se hubieron marchado, los jóvenes Lee bajaron al sótano y comenzaron a revolver entre los trastos. La pequeña Alice estaba apoyada en el muro, mirando a John. Mientras John fabricaba un bote con duelas de barril, la chica lanzó un grito penetrante y los ladrillos, a su espalda, cedieron. Él se precipitó hacia ella y la sacó oyendo sus gritos. Tan pronto como sus chillidos se apaciguaron, ella le dijo.

—La pared se ha caído.

John se acercó y descubrió que había un pasadizo. Le dijo a la niña.

—Voy a entrar y ver qué es esto.

—Bien —aceptó ella.

Entraron en el pasaje; cabían de pie, pero iba hasta más lejos de lo que podían ver. John subió arriba, al aparador de la cocina, cogió dos velas, algunos cerillos y luego regreso al túnel del sótano. Los dos entraron de nuevo. Había yeso en las paredes y el techo raso, y en el suelo no se veía nada, excepto una caja. Servía para sentarse y, aunque la examinaron, no encontraron nada dentro. Siguieron adelante y, de pronto, desapareció el enyesado y descubrieron que estaban en una cueva. La pequeña Alice estaba espantada al principio, y solo las afirmaciones de su hermano, acerca de que todo estaba bien, consiguieron calmar sus temores.

Pronto se toparon con una pequeña caja, que John cogió y llevó consigo.


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1 pág. / 2 minutos / 1.923 visitas.

Publicado el 16 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

El Ser del Umbral

H. P. Lovecraft


Cuento


I

Admito que he disparado seis balas la cabeza de mi mejor amigo. Ahora bien, pese a esta confesión, me propongo demostrar que no puedo considerarme un asesino. Muchos dirán que estoy loco tal vez bastante más loco que el hombre a quien di muerte en una de las celdas del manicomio de Arkham. Confió en que mis lectores juzguen los elementos que iré relatando, los contrapongan con las evidencias conocidas y lleguen a preguntarse si alguien podría haber tenido una conducta distinta a la mía frente a un horror como el que debí experimentar, ante aquel ser en el umbral.


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Publicado el 17 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

Azathoth

H.P. Lovecraft


Cuento


Cuando el mundo se sumió en la vejez, y la maravilla rehuyó la muerte de los hombres; cuando ciudades grises elevaron hacia cielos velados por el humo torres altas, temibles y feas, a cuya sombra nadie podía soñar sobre el sol ni las praderas floridas de la primavera; cuando el conocimiento despojó a la tierra de su manto de belleza, y los poetas no cantaron sino a distorsionados fantasmas, vistos a través de ojos cansados e introspectivos; cuando tales cosas tuvieron lugar y los anhelos infantiles se hubieron esfumado para siempre, hubo un hombre que empleó su vida en la búsqueda de los espacios hacia los que habían huido los sueños del mundo.


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1 pág. / 2 minutos / 1.558 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

La Llamada de Cthulhu

H.P. Lovecraft


Cuento


Es imposible que tales potencias o seres hayan sobrevivido... hayan sobrevivido a una época infinitamente remota donde... la conciencia se manifestaba, quizá, bajo cuerpos y formas que ya hace tiempo se retiraron ante la marea de la ascendiente humanidad... formas de las que sólo la poesía y la leyenda han conservado un fugaz recuerdo con el nombre de dioses, monstruos, seres míticos de toda clase y especie...

Algernon Blackwood


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36 págs. / 1 hora, 4 minutos / 1.226 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

El Grabado en la Casa

H.P. Lovecraft


Cuento


Los amantes del terror frecuentan los lugares misteriosos y remotos Para ellos son las catacumbas de Ptolomeo y los labrados mausoleos de tantos y tantos mundos de pesadilla. A la luz de la luna escalan las torres de los ruinosos castillos del Rhin, y tropiezan una y otra vez por las oscuras escalinatas cubiertas de telarañas bajo las desperdigadas piedras de olvidadas ciudades de Asia. El bosque encantado y la desolada montaña son sus santuarios, y merodean en torno a los siniestros monolitos que se erigen en despobladas islas. Pero el verdadero epicúreo de lo terrible, aquel para quien un nuevo estremecimiento de inconmensurable horror representa el objetivo principal y la justificación de toda una existencia, aprecia por encima de todo las antiguas y solitarias granjas que se levantan entre los bosques de Nueva Inglaterra, pues es en esta región donde mejor se combinan los sombríos elementos de fuerza, soledad, fantasía e igno— rancia, hasta constituir la máxima expresión de lo tenebroso.

El paisaje más horrible es aquel en que pueden verse a gran distancia de los caminos transitados, casitas de madera sin pintar, generalmente agazapadas bajo alguna ladera húmeda y cubiertas de hierbas o recostadas en algún rocoso macizo de dimensiones gigantescas. Durante doscientos años, e incluso desde mucho antes, han estado recostadas o agazapadas en aquellos parajes mientras las enredaderas reptaban por el suelo y los arboles aumentaban de grosor y se multiplicaban por doquier. Hoy las casas están prácticamente ocultas entre incontenibles frondosidades de vegetación y veladoras mortajas de sombra, pero las ventanas de pequeña hoja siguen observando fijamente, como si parpadearan en medio de un estupor letal que detuviera la locura a la vez que disipara el recuerdo de las cosas inexpresables.

En tales casas han habitado generaciones de las más extrañas gentes que hayan podido poblar la tierra.


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12 págs. / 21 minutos / 171 visitas.

Publicado el 4 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

La Botellita de Cristal

H. P. Lovecraft


Cuento


—Poned la nave al pairo, hay algo flotando a sotavento.

Quien hablaba era un hombre poco fornido, de nombre William Jones. Era el capitán de una nave en la que, con un puñado de tripulantes, navegaba en el momento de comenzar esta historia.

—Sí, señor —respondió John Towers, y la nave fue puesta al pairo. El capitán Jones tendió su mano hacia el objeto, y comprobó que se trataba de una botella de cristal.

—No es más que una botella de ron que algún tripulante de algún barco ha tirado —dijo, pero, dejándose llevar por la curiosidad, le echó mano.

Era sólo una botella de ron y estuvo a punto de arrojarla, pero en ese momento se percató de que había un trozo de papel dentro. Lo sacó y leyó lo siguiente:


1 de enero de 1864

Mi nombre es John Jones y estoy escribiendo esta carta. Mi buque se hunde con un tesoro a bordo. Me hallo en el punto marcado en la carta náutica adjunta.
 

El capitán Jones le dio la hoja y vio que por el otro lado era una carta náutica en cuyo margen había escritas las siguientes palabras:

—Towers —dijo excitado el capitán Jones—, lea esto.

Towers le obedeció.

—Creo que merece la pena dirigirnos hasta ahí —dijo el capitán Jones—. ¿No cree?

—Coincido con usted —replicó Towers.

—Aprestaremos hoy mismo una embarcación —dijo el excitado capitán.

—Como mande —dijo Towers.

Así que fletaron una nave y siguieron la línea de puntos de la carta. En cuatro semanas habían alcanzado el lugar señalado y los buzos se sumergieron para volver con una botella de hierro. Dentro encontraron las siguientes palabras garabateadas en una hoja de papel pardo:


3 de diciembre de 1880

Estimado buscador; discúlpeme por la broma que le he gasto, pero eso le servirá de lección contra próximas tonterías...
 


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Publicado el 16 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

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