Textos más populares este mes de Hans Christian Andersen publicados por Edu Robsy publicados el 4 de julio de 2016 que contienen 'u' | pág. 5

Mostrando 41 a 50 de 52 textos encontrados.


Buscador de títulos

autor: Hans Christian Andersen editor: Edu Robsy fecha: 04-07-2016 contiene: 'u'


23456

Los Fuegos Fatuos Están en la Ciudad, Dijo la Reina del Pantano

Hans Christian Andersen


Cuento infantil


Érase un hombre que había sabido muchos cuentos nuevos, pero se le habían escapado, según él decía. El cuento, que antes se le presentaba por propia iniciativa, había dejado de llamar a su puerta. ¿Y por qué no venía? Cierto es que el hombre llevaba muchísimo tiempo sin pensar en él, sin esperar que se presentara y llamara; se había distraído de los cuentos, pues fuera rugía la guerra, y dentro reinaban la aflicción y la miseria, compañeras inseparables de aquélla.

La cigüeña y la golondrina regresaban de su largo viaje, sin temer nada malo, y he aquí que al llegar se encontraron con sus nidos quemados, lo mismo que las casas de los hombres, y los setos en pleno desorden, cuando no desaparecidos del todo. Los caballos del enemigo piafaban sobre las viejas sepulturas. Eran tiempos duros y tenebrosos, pero todo tiene su fin.

Les ha llegado el fin, decían todos, y, no obstante, el cuento no acudía a llamar a la puerta ni daba noticias de su persona.

—Seguramente habrá muerto o se habrá marchado como tantos otros —dijo el hombre—. Pero el cuento nunca muere.

Transcurrió mucho tiempo; y él lo echaba de menos.

—¿Es posible que no vuelva y llame a la puerta?


Leer / Descargar texto


14 págs. / 25 minutos / 95 visitas.

Publicado el 4 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Lo que el Viento Cuenta de Valdemar Daae y de sus Hijas

Hans Christian Andersen


Cuento infantil


Cuando el viento pasa veloz por las praderas, la hierba ondea como una cinta; si corre entre las mieses, las agita como un mar. Es la danza del viento. Pero escúchale contar sus historias: ¡cómo alza y modula su voz! Es muy distinto su modo de sonar cuando pasa entre los árboles del bosque o cuando se introduce por los orificios, huecos y grietas de un viejo muro. ¿Ves cómo allá arriba el viento impulsa a las nubes cual si fuesen un rebaño de ovejas? ¿Lo oyes aullar aquí abajo a través de la puerta abierta, como un centinela que toca su cuerno? ¡Qué misterioso es su silbido cuando baja por la chimenea! En su presencia, el fuego se aviva y despide chispas, e ilumina la habitación, donde uno se encuentra a gusto, calentito y el oído atento. Dejadlo contar. Sabe muchas leyendas e historias, más que todos nosotros juntos. Atiende a su relato: «¡Huuui! ¡Huye, huye!». Tal es el estribillo de su canción.

—A orillas del Gran Belt se alza un antiguo castillo de gruesos muros rojos —dice el viento—. Lo conozco piedra por piedra. Las vi mucho antes, cuando constituían el castillo de Mark Stig, en Nesset. Pero lo derribaron, y con sus materiales levantaron otro, una nueva fortaleza situada en otro lugar: el castillo de Borreby, que todavía sigue en pie.

Yo vi y conocí a los nobles caballeros y damas, a las varias generaciones que allí vivieron. Voy a hablaros ahora de Valdemar Daae y de sus hijas.

Iba siempre con la frente muy erguida, pues era de sangre real. Sabía hacer algo más que cazar el ciervo y apurar una jarra de vino; y si no, al tiempo, solía decir.


Leer / Descargar texto


12 págs. / 21 minutos / 82 visitas.

Publicado el 4 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Un Tramo de la Sarta de Perlas

Hans Christian Andersen


Cuento infantil


I

El ferrocarril va de Copenhague hasta Korsör. Es un tramo de la sarta de perlas que hacen la riqueza de Europa; las más preciosas son París, Londres, Viena, Nápoles. Pero hay quien no tiene a estas grandes ciudades como las perlas más hermosas, sino una pequeña ciudad casi desconocida, que es su pequeña patria natal, donde residen sus seres queridos. A menudo es un simple cortijo, una casita oculta entre verdes setos, un punto que se desvanece rápidamente al paso del tren.

¿Cuántas perlas hay en el tramo de Copenhague a Korsör? Vamos a fijarnos sólo en seis, y muchos aprobarán nuestra elección. Los viejos recuerdos, e incluso la Poesía, realzan estas perlas.


Leer / Descargar texto


6 págs. / 12 minutos / 79 visitas.

Publicado el 4 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Una Historia de las Dunas

Hans Christian Andersen


Cuento infantil


Es ésta una historia de las dunas de Jutlandia, pero no comienza allí, no, sino muy lejos de ellas, mucho más al Sur; en España. El mar es un gran camino para ir de un país a otro. Trasládate, pues, con la imaginación, a España. Es una tierra espléndida, inundada de sol; el aire es tibio y del suelo brotan las flores del granado, rojas como fuego, entre los oscuros laureles. De las montañas desciende una brisa refrescante a los naranjales y a los magníficos patios árabes, con sus doradas cúpulas y sus pintadas paredes. Los niños recorren en procesión las calles, con cirios y ondeantes banderas, y sobre sus cabezas se extiende, alto y claro, el cielo cuajado de estrellas rutilantes. Suenan cantos y castañuelas, los mozos y las muchachas se balancean bailando bajo las acacias en flor, mientras el mendigo, sentado sobre el bloque de mármol tallado, calma su sed sorbiendo una jugosa sandía y se pasa la vida soñando. Todo es como un hermoso sueño. ¡Ay; quién pudiera abandonarse a él! Pues eso hacían dos jóvenes recién casados, a los que la suerte había colmado con todos sus dones: salud, alegría, riquezas y honores.

—¿Quién ha sido nunca más feliz que nosotros? —decían desde el fondo del corazón. Sólo un último peldaño les faltaba para alcanzar la cumbre de la dicha: que Dios les diese un hijo, parecido a ellos en cuerpo y alma.

¡Con qué júbilo lo habrían recibido! ¡Con qué amor lo cuidarían! Para él sería toda la felicidad que pueden dar el dinero y la distinción.

Pasaban para ellos los días como una fiesta continua.

—La vida es, de suyo, un don inestimable de la gracia divina —decía la esposa—; y esta bienaventuranza, el hombre la quiere mayor todavía en una existencia futura, y que dure toda la eternidad. No llego a comprender este pensamiento.


Leer / Descargar texto


15 págs. / 27 minutos / 108 visitas.

Publicado el 4 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Una Rosa de la Tumba de Homero

Hans Christian Andersen


Cuento infantil


En todos los cantos de Oriente suena el amor del ruiseñor por la rosa; en las noches silenciosas y cuajadas de estrellas, el alado cantor dedica una serenata a la fragante reina de las flores.

No lejos de Esmirna, bajo los altos plátanos adonde el mercader guía sus cargados camellos, que levantan altivos el largo cuello y caminan pesadamente sobre una tierra sagrada, vi un rosal florido; palomas torcaces revoloteaban entre las ramas de los corpulentos árboles, y sus alas, al resbalar sobre ellas los oblicuos rayos del sol, despedían un brillo como de madreperla.

Tenía el rosal una flor más bella que todas las demás, y a ella le cantaba el ruiseñor su cuita amorosa; pero la rosa permanecía callada; ni una gota de rocío se veía en sus pétalos, como una lágrima de compasión; inclinaba la rama sobre unas grandes piedras.

—Aquí reposa el más grande de los cantores —dijo la rosa—. Quiero perfumar su tumba, esparcir sobre ella mis hojas cuando la tempestad me deshoje. El cantor de la Ilíada se tornó tierra, en esta tierra de la que yo he brotado. Yo, rosa de la tumba de Homero, soy demasiado sagrada para florecer sólo para un pobre ruiseñor.

Y el ruiseñor siguió cantando hasta morir.

Llegó el camellero, con sus cargados animales y sus negros esclavos; su hijito encontró el pájaro muerto, y lo enterró en la misma sepultura del gran Homero; la rosa temblaba al viento. Vino la noche, la flor cerró su cáliz y soñó:


Leer / Descargar texto


1 pág. / 2 minutos / 212 visitas.

Publicado el 4 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Tía Dolor de Muelas

Hans Christian Andersen


Cuento infantil


¿Qué de dónde hemos sacado esta historia? ¿Quieres saberlo?

Pues la hemos sacado del barril que contiene el papel viejo.

Más de un libro bueno y raro ha ido a parar a la mantequería y a la abacería, no precisamente para ser leído, sino como articulo utilitario. Lo emplean para liar cucuruchos de almidón y café o para envolver arenques, mantequilla y queso. Las hojas escritas son también útiles.

Y a menudo ocurre que va a parar al cubo lo que no debiera.

Conozco a un dependiente de una verdulería, hijo de un mantequero; ascendió de la bodega a la planta baja; es hombre muy leído, con cultura de bolsas de abacería, tanto impresas como manuscritas. Posee una interesante colección, de la que forman parte notables documentos extraídos de la papelera de tal o cual funcionario demasiado ocupado y distraído; cartas confidenciales de un amigo a la amiga; comunicaciones escandalosas que no debieran circular ni ser comentadas por nadie.

Es una especie de estación de salvamento para una parte no despreciable de la literatura, y su campo de acción es muy amplio, pues dispone de la tienda de sus padres y de la del dueño, donde ha salvado más de un libro, u hojas de él, que bien merecían ser leídas y releídas.

Me enseñó su colección de cosas impresas y manuscritas sacadas del cubo, la mayoría de ellas de la mantequería. Había allí varias hojas de un cuaderno relativamente abultado, del que me llamó la atención el carácter de letra, muy cuidado y claro.

—Lo escribió un estudiante —me dijo—. Un estudiante que vivía enfrente y que murió hace un mes. Padecía mucho de dolor de muelas, por lo que aquí se ve. ¡Es muy divertida su lectura! Esto es sólo una pequeña parte de lo que escribió, pues había todo un libro y aún algo más. Por él, mis padres dieron a la patrona del estudiante media libra de jabón verde. Esto es todo lo que pude salvar.


Leer / Descargar texto


6 págs. / 10 minutos / 124 visitas.

Publicado el 4 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Los Verdezuelos

Hans Christian Andersen


Cuento infantil


Había un rosal en la ventana. Hasta hace poco estaba verde y lozano, mas ahora tenía un aspecto enfermizo; algo debía ocurrirle.

Lo que le pasaba es que habían llegado soldados y tenía que alojarlos. Los recién llegados se lo comían vivo, a pesar de tratarse de una tropa muy respetable, en uniforme verde.

Hablé con uno de los alojados, que aunque sólo contaba tres días de edad, era ya bisabuelo. ¿Sabes lo que me dijo? Pues me contó muchas cosas de él y de toda la tropa.

—Somos el regimiento más notable entre todas las criaturas de la Tierra. Cuando hace calor damos a luz hijos vivos, pues entonces el tiempo se presta a ello; nos casamos enseguida y celebramos la boda. Cuando hace frío ponemos huevos; así los pequeños están calientes. El más sabio de todos los animales, la hormiga, a la que respetamos sobremanera, nos estudia y aprecia. No se nos come, sino que coge nuestros huevos, los pone entre los suyos y en el piso inferior de su casa, los coloca por orden numérico en hileras y en capas, de manera que cada día pueda salir uno del huevo. Entonces nos llevan al establo y, sujetándonos las patas posteriores, nos ordeñan hasta que morimos: es una sensación agradabilísima. Nos dan el nombre más hermoso imaginable: «dulce vaquita lechera». Éste es el nombre que nos dan los animales inteligentes como las hormigas; sólo los hombres no lo hacen, lo cual es una ofensa capaz de hacernos perder la ecuanimidad. ¿No podría escribir nada para arreglar esta embarazoso situación y poner las cosas en su punto?

Nos miran estúpidamente, y, además, con ojos coléricos, total porque nos comemos unos pétalos de rosa, cuando ellos devoran todos los seres vivos, todo lo que verdea y florece. Nos dan el nombre más despectivo y más odioso que quepa imaginar; no me atrevo a decirlo, ¡puh! Me mareo sólo al pensarlo. No puedo repetirlo, al menos cuando voy de uniforme; y como nunca me lo quito...


Leer / Descargar texto


2 págs. / 3 minutos / 79 visitas.

Publicado el 4 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Una Historia

Hans Christian Andersen


Cuento infantil


En el jardín florecían todos los manzanos; se habían apresurado a echar flores antes de tener hojas verdes; todos los patitos estaban en la era, y el gato con ellos, relamiéndose el resplandor del sol, relamiéndoselo de su propia pata. Y si uno dirigía la mirada a los campos, veía lucir el trigo con un verde precioso, y todo era trinar y piar de mil pajarillos, como si se celebrase una gran fiesta; y de verdad lo era, pues había llegado el domingo. Tocaban las campanas, y las gentes, vestidas con sus mejores prendas, se encaminaban a la iglesia, tan orondas y satisfechas. Sí, en todo se reflejaba la alegría; era un día tan tibio y tan magnífico, que bien podía decirse:

—Verdaderamente, Dios Nuestro Señor es de una bondad infinita para con sus criaturas.

En el interior de la iglesia, el pastor, desde el púlpito, hablaba, sin embargo, con voz muy recia y airada; se lamentaba de que todos los hombres fueran unos descreídos y los amenazaba con el castigo divino, pues cuando los malos mueren, van al infierno, a quemarse eternamente; y decía además que su gusano no moriría, ni su fuego se apagaría nunca, y que jamás encontrarían la paz y el reposo. ¡Daba pavor oírlo, y se expresaba, además, con tanta convicción...! Describía a los feligreses el infierno como una cueva apestosa, donde confluye toda la inmundicia del mundo; allí no hay más aire que el de la llama ardiente del azufre, ni suelo tampoco: todos se hundirían continuamente, en eterno silencio. Era horrible oír todo aquello, pero el párroco lo decía con toda su alma, y todos los presentes se sentían sobrecogidos de espanto. Y, sin embargo, allá fuera los pajarillos cantaban tan alegres, y el sol enviaba su calor, y cada florecilla parecía decir: «Dios es infinitamente bueno para todos nosotros». Sí, allá fuera las cosas eran muy distintas de como las pintaba el párroco.


Leer / Descargar texto


5 págs. / 9 minutos / 90 visitas.

Publicado el 4 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Visión del Baluarte

Hans Christian Andersen


Cuento infantil


Es otoño. Estamos en lo alto del baluarte contemplando el mar, surcado por numerosos barcos, y, a lo lejos, la costa sueca, que se destaca, altiva, a la luz del sol poniente. A nuestra espalda desciende, abrupto, el bosque, y nos rodean árboles magníficos, cuyo amarillo follaje va desprendiéndose de las ramas. Al fondo hay casas lóbregas, con empalizadas, y en el interior, donde el centinela efectúa su monótono paseo, todo es angosto y tétrico; pero más tenebroso es todavía del otro lado de la enrejada cárcel, donde se hallan los presidiarios, los delincuentes peores.

Un rayo del sol poniente entra en la desnuda celda, pues el sol brilla sobre los buenos y los malos. El preso, hosco y rudo, dirige una mirada de odio al tibio rayo. Un pajarillo vuela hasta la reja. El pájaro canta para los buenos y los malos. Su canto es un breve trino, pero el pájaro se queda allí, agitando las alas. Se arranca una pluma y se esponja las del cuello; y el mal hombre encadenado lo mira. Una expresión más dulce se dibuja en su hosca cara; un pensamiento que él mismo no comprende claramente, brota en su pecho; un pensamiento que tiene algo de común con el rayo de sol que entra por la reja, y con las violetas que tan abundantes crecen allá fuera en primavera. Luego resuena el cuerno de los cazadores, melódicos y vigorosos. El pájaro se asusta y se echa a volar, alejándose de la reja del preso; el rayo de sol desaparece, y vuelve a reinar la oscuridad en la celda, la oscuridad en el corazón de aquel hombre malo; pero el sol ha brillado, y el pájaro ha cantado.

¡Segan resonando, hermosos toques del cuerno de caza! El atardecer es apacible, el mar está en calma, terso como un espejo.

La aguja de zurcir

Érase una vez una aguja de zurcir tan fina y puntiaguda, que se creía ser una aguja de coser.


Leer / Descargar texto


4 págs. / 8 minutos / 117 visitas.

Publicado el 4 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Los Corredores

Hans Christian Andersen


Cuento infantil


Se había concedido un premio o, mejor dicho, dos premios: uno, pequeño, y otro, mayor, para los corredores que fueran más veloces; pero no en una sola carrera, sino en el transcurso de todo un año.

—Yo he ganado el primer premio —dijo la liebre—. Es natural que se imponga la justicia, cuando en el jurado hay parientes y buenos amigos. Pero eso de que el caracol obtuviera el segundo premio resulta casi ofensivo para mí.

—De ningún modo —contestó la estaca, que había actuado como testigo en el acto de la distribución premios.

También hay que tener en cuenta la diligencia y la buena voluntad.

Así dijeron muchas personas de peso, y estuve de acuerdo con ellas. Cierto que el caracol necesitó medio año para salvar el dintel de la puerta, pero con las prisas se fracturó el muslo, pues para él aquello era ir deprisa. Ha vivido única y exclusivamente para su carrera, y además llevaba la casa a cuestas. Todo esto merecía ser tenido en cuenta. Por eso le dieron el segundo premio.

—También habrían podido fijarse en mí —dijo la golondrina—. Creo que nadie me ha superado en velocidad de vuelo e impulso. ¿Dónde no he llegado yo? Lejos y cada vez más lejos.

—Sí, y ahí está su desgracia —replicó la estaca—. Da usted demasiadas vueltas. Siempre se marcha a otras tierras cuando aquí empieza el frío. No demuestra el menor patriotismo. No se puede tomar en consideración.

—¿Y qué ocurriría si durante todo el invierno me quedara en el cenagal? Si me lo pasase todo él durmiendo, ¿me tomarían en cuenta? —preguntó la golondrina.

—Procúrese un certificado de la señora del pantano, acreditando que se ha pasado la mitad del tiempo durmiendo en la patria, y será admitida al concurso.


Leer / Descargar texto


3 págs. / 6 minutos / 91 visitas.

Publicado el 4 de julio de 2016 por Edu Robsy.

23456