Textos más cortos de Hector Hugh Munro "Saki" | pág. 5

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autor: Hector Hugh Munro "Saki"


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El Método Schartz-Metterklume

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


Para matar el tiempo hasta que al tren le diera por seguir su camino, Lady Carlotta salió al aburrido andén de la pequeña estación y lo recorrió arriba y abajo una o dos veces. Fue entonces cuando en la carretera cercana vio un caballo que luchaba con una carga más que grande, junto al que había un carretero de ésos que parecen guardar un odio resentido al animal que les ayuda a ganarse la vida. Lady Carlotta se dirigió inmediatamente a la carretera y consiguió que la lucha adoptara un cariz bastante distinto. Algunas de sus amistades acostumbraban a darle abundantes consejos con respecto a lo poco deseable de interferir en nombre de un animal afligido, pues dicha interferencia «no era asunto suyo». Sólo en una ocasión puso en práctica la doctrina de la no interferencia: fue cuando una de las exponentes más elocuentes de la doctrina se vio asediada durante casi tres horas, en un arbusto pequeño y espinoso, extremadamente incómodo, por un cerdo colérico. Entretanto ella, desde otro lado de la valla, seguía con la acuarela que estaba pintando, negándose a interferir entre el cerdo y su prisionera. Es de temer que perdiera la amistad de la dama, finalmente rescatada. En esta ocasión tan sólo perdió el tren, el cual, mostrando el primer signo de impaciencia durante todo el viaje, había partido sin ella. Lady Carlotta se tomó la deserción con indiferencia filosófica; sus amigos y parientes ya estaban habituados al hecho de que su equipaje llegara sin ella. Mandó a su destino un mensaje vago y nada comprometido en el que se limitaba a decir que llegaría «en otro tren». Antes de que tuviera tiempo de pensar qué es lo que iba a hacer, se vio frente a una dama imponentemente vestida que parecía estar realizando un prolongado inventario mental de su ropa y aspecto.

—Debe ser usted la señorita Hope, la institutriz a la que he venido a recibir —dijo la aparición en un tono que no admitía demasiadas discusiones.


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6 págs. / 10 minutos / 215 visitas.

Publicado el 13 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

Una Tarea de Vacaciones

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


Kenelm Jerton entró en el comedor del Golden Galleon Hotel en el momento de la aglomeración de la hora del almuerzo. Estaban ocupados casi todos los asientos, por lo que habían puesto unas pequeñas mesas adicionales allí donde el espacio lo permitía para acomodar a los rezagados, con el resultado de que muchas de las mesas casi se tocaban. Jerton fue conducido por un camarero hasta la única mesa libre que podía verse, tomando asiento con la incómoda idea, totalmente infundada, de que todos los que estaban allí le miraban. Era un hombre joven de aspecto ordinario, de vestido y maneras discretas, pero no podía deshacerse totalmente de la idea de que estaba intensamente iluminado ante la atención pública, como si fuera un notable o un conocido excéntrico. Tras haber pedido su almuerzo, se produjo el inevitable intervalo de espera, en el que no tenía otra cosa que hacer que mirar el jarrón de flores que había en su mesa y ser contemplado (en su imaginación) por varias jóvenes vestidas a la moda, algunas personas más maduras del mismo sexo y un judío de aspecto satírico. Con el fin de enfrentarse a la situación con cierta apariencia despreocupada, se mostró falsamente interesado por el contenido del jarrón.

—¿Sabe usted cómo se llaman estas rosas? —preguntó al camarero. El camarero estaba dispuesto en todo momento a ocultar su ignorancia respecto a los elementos de la lista de vino o del menú, pero respecto al nombre específico de las rosas era absolutamente ignorante.

—Amy Silvester Partington —dijo una voz junto al codo de Jerton.

La voz procedía de una joven de rostro agradable y bien vestida, sentada en la mesa que casi tocaba la de Jerton. Éste le agradeció, presurosa y nerviosamente, la información, añadiendo algún comentario inconsecuente acerca de las flores.


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Publicado el 13 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

La Tregua

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


—Le he pedido a Latimer Springfield que pase el domingo con nosotros y se quede a pasar la noche —anunció la señora Durmot durante el desayuno.

—Creía que estaba en medio de unas elecciones —comentó su marido.

—Exactamente; las elecciones son el miércoles, y para entonces el pobre hombre habrá trabajado hasta convertirse en una sombra. Imagina cómo debe ser la campaña electoral con esta lluvia terrible que lo empapa todo, recorrer caminos rurales cubiertos de barro para hablar ante un público humedecido en un salón escolar lleno de corrientes de aire, y así un día tras otro durante quince días. El domingo por la mañana tendrá que hacer una aparición en algún lugar de culto, e inmediatamente después puede venir con nosotros a tomarse un respiro de todo lo que esté relacionado con la política. Ni siquiera voy a permitir que piense en ella. He ordenado que quiten del rellano de la escalera el cuadro de Cromwell disolviendo el Parlamento, y también el retrato que hizo «Ladas» de Lord Rosebery, que colgaba del salón de fumadores. Y Vera —añadió la señora Durmot dirigiéndose a su sobrina de dieciséis años—: ten cuidado con el color de la cinta que te pones en el pelo; por ningún motivo debe ser azul o amarillo, pues son los colores de los partidos rivales; los colores naranja o verde esmeralda son casi igual de malos, con este asunto de la independencia irlandesa que tenemos entre manos.

—En las ocasiones importantes siempre me pongo una cinta negra en el pelo —contestó Vera con dignidad aplastante.


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6 págs. / 10 minutos / 57 visitas.

Publicado el 13 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

El Alce

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


Teresa, viuda de Thropplestance, era la anciana más rica y la más intratable del condado de Woldshire. Por su manera de relacionarse con el mundo en general, parecía una mezcla de ama de guardarropa y perrero mayor, con el vocabulario de ambos. En su círculo doméstico se comportaba en la forma arbitraria que uno le atribuye, acaso sin la menor justificación, a un jefe político norteamericano en el interior de su comité. El difunto Theodore Thropplestance la había dejado, unos treinta años atrás, en absoluta posesión de una considerable fortuna, muchos bienes raíces y una galería repleta de valiosas pinturas. En el transcurso de esos años había sobrevivido a su hijo y reñido con el nieto mayor, que se había casado sin su consentimiento o aprobación. Bertie Thropplestance, su nieto menor, era el heredero designado de sus bienes; y en calidad de tal era el centro de interés e inquietud de casi medio centenar de madres ambiciosas con hijas casaderas. Bertie era un joven amable y despreocupado, muy dispuesto a casarse con cualquiera que le recomendaran favorablemente, pero no iba a perder el tiempo enamorándose de ninguna que estuviera vetada por la abuela. La recomendación favorable tendría que venir de la señora Thropplestance.


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6 págs. / 10 minutos / 92 visitas.

Publicado el 25 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Brogue

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


La estación de caza había llegado a su fin sin que los Mullet hubieran conseguido vender a Brogue. Había sido una especie de tradición en la familia durante los últimos tres o cuatro años, un tipo de esperanza fatalista, que Brogue encontraría comprador antes de que terminara la temporada de caza, pero las estaciones iban y venían sin que sucediera nada que justificara ese optimismo mal fundado. El animal había recibido el nombre de Berserker en anteriores fases de su carrera, pero había sido rebautizado como Brogue posteriormente, como reconocimiento al hecho de que, una vez adquirido, era extremadamente difícil librarse de él.


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6 págs. / 10 minutos / 33 visitas.

Publicado el 13 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

Las Siete Jarras para Crema

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


—Supongo que ya no veremos más por aquí a Wilfrid Pigeoncote, ahora que heredó la dignidad de baronet y un montón de dinero —dijo tristemente la señora de Peter Pigeoncote a su marido.

—No podemos pretenderlo —replicó él—. Siempre tratábamos de impedir que viniera a vernos cuando era un don nadie. Creo que no lo veo desde que era un niño de doce años.

—Había una razón para no fomentar su amistad —dijo la señora de Peter—. Con ese notorio defecto suyo, no era la clase de persona con la que uno desea tener tratos.

—Bien, el defecto todavía existe, ¿no? —dijo su marido—, ¿o supones que las propiedades producen una alteración del carácter?

—Oh, por supuesto, hay siempre esa desventaja —admitió la mujer—, pero a uno le gustaría hacer amistad con la futura cabeza de la familia, aunque sea por mera curiosidad. Además, cinismo aparte, su riqueza alterará el modo en que la gente considere su defecto. Cuando un hombre es absolutamente rico, no meramente acomodado, toda sospecha de motivos sórdidos desaparece; la cosa se reduce a una desagradable enfermedad.


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6 págs. / 10 minutos / 79 visitas.

Publicado el 14 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

La Gallina

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


—Dora Bittholz viene el jueves —dijo la señora Sangrail.

—¿Este jueves? —preguntó Clovis.

Su madre asintió.

—Menuda papeleta, ¿eh? —dijo riendo entre dientes—. Jane Mardet sólo lleva aquí cinco días, y no se queda nunca menos de quince aunque haya dicho claramente que viene por una semana. Nunca conseguirás sacarla de la casa para el jueves.

—¿Y por qué iba a hacerlo? —preguntó la señora Sangrail—. Dora y ella son buenas amigas, ¿no es así? O solían serlo, por lo que recuerdo.

—Solían serlo; por eso ahora están más resentidas. Cada una de ellas siente que ha alimentado una víbora en su pecho. Nada estimula más la llama del resentimiento humano como el descubrimiento de que el propio pecho ha sido utilizado como un criadero de serpientes.

—¿Pero qué ha sucedido? ¿Alguna de ellas ha hecho algo mal?

—No exactamente —contestó Clovis—. Una gallina se interpuso entre ellas.

—¿Una gallina? ¿Qué gallina?

—Fue una Leghorn oscura, o una de esas de raza exótica, que Dora le vendió a Jane a un precio también bastante exótico. Como ya sabes, ambas tienen afición por las aves de precio, y Jane pensó que recuperaría su dinero teniendo una gran familia de gallinas de pedigrí. Pero resultó que ese ave se abstenía de la costumbre de poner huevos, y me han contado que las cartas que se cruzaron fueron una revelación en cuanto a las invectivas que es posible poner sobre una hoja de papel.

—¡Qué ridículo! —exclamó la señora Sangrail—. ¿Y ninguno de sus amigos pudo zanjar la disputa?


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6 págs. / 10 minutos / 132 visitas.

Publicado el 13 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

El Cuentista

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


Era una tarde calurosa y el vagón del tren también estaba caliente; la siguiente parada, Templecombe, estaba casi a una hora de distancia. Los ocupantes del vagón eran una niña pequeña, otra niña aún más pequeña y un niño también pequeño. Una tía, que pertenecía a los niños, ocupaba un asiento de la esquina; el otro asiento de la esquina, del lado opuesto, estaba ocupado por un hombre soltero que era un extraño ante aquella fiesta, pero las niñas pequeñas y el niño pequeño ocupaban, enfáticamente, el compartimiento. Tanto la tía como los niños conversaban de manera limitada pero persistente, recordando las atenciones de una mosca que se niega a ser rechazada. La mayoría de los comentarios de la tía empezaban por «No», y casi todos los de los niños por «¿Por qué?». El hombre soltero no decía nada en voz alta.

—No, Cyril, no —exclamó la tía cuando el niño empezó a golpear los cojines del asiento, provocando una nube de polvo con cada golpe—. Ven a mirar por la ventanilla —añadió.

El niño se desplazó hacia la ventilla con desgana.

—¿Por qué sacan a esas ovejas fuera de ese campo? —preguntó.

—Supongo que las llevan a otro campo en el que hay más hierba —respondió la tía débilmente.

—Pero en ese campo hay montones de hierba —protestó el niño—; no hay otra cosa que no sea hierba. Tía, en ese campo hay montones de hierba.

—Quizá la hierba de otro campo es mejor —sugirió la tía neciamente.

—¿Por qué es mejor? —fue la inevitable y rápida pregunta.

—¡Oh, mira esas vacas! —exclamó la tía.

Casi todos los campos por los que pasaba la línea de tren tenían vacas o toros, pero ella lo dijo como si estuviera llamando la atención ante una novedad.

—¿Por qué es mejor la hierba del otro campo? —persistió Cyril.


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Publicado el 25 de julio de 2016 por Edu Robsy.

A Prueba

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


De todos los bohemios auténticos que se dejan caer de vez en cuando en el supuesto círculo bohemio del restaurante Nuremberg, de la calle Owl, en el Soho, ninguno tan interesante ni esquivo como Gebhard Knopfschrank. No tenía amigos, y aunque trataba como conocidos a todos los que frecuentaban el restaurante, nunca pareció que deseara llevar ese conocimiento más allá de la puerta que conducía a la calle Owl y al mundo exterior. Trataba con ellos de manera bastante parecida a como una vendedora del mercado trataría con quienes acertaran a pasar por su puesto, mostrando sus mercancías y charlando sobre el clima y lo flojo que va el negocio, a veces sobre el reumatismo, pero sin mostrar nunca el deseo de penetrar en sus vidas cotidianas o analizar sus ambiciones.

Se creía que pertenecía a una familia de granjeros oriundos de algún lugar de Pomerania. Hace unos dos años, según todo lo que se sabe de él, había abandonado el trabajo y la responsabilidad de criar cerdos y gansos para probar fortuna como artista en Londres.

—¿Pero por qué Londres, y no París o Munich? —le preguntaban los curiosos.

Bueno, pues había un barco que iba de Stolpmünde a Londres dos veces al mes, y aunque llevaba pocos pasajeros el precio era barato; no eran baratos, en cambio, los billetes de ferrocarril a Munich o a París. Por eso eligió Londres como escenario de su gran aventura.


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Publicado el 13 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

Un Toque de Realismo

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


—Espero que venga lleno de sugerencias para la Navidad —dijo lady Blonze al último en llegar de sus invitados—. Ya hemos tenido muchas Navidades a la antigua y Navidades puestas al día. Este año quiero algo realmente original.

—El mes pasado estuve con los Matheson y tuvimos una idea muy buena —intervino Blanche Boveal con ilusión—. Cada uno de los invitados a la fiesta era un personaje y se tenía que comportar coherentemente con él todo el tiempo; al final, había que adivinar cuál era el personaje de cada uno. Aquel al que se le adivinaba qué personaje había representado, ganaba un premio.

—Parece divertido —comentó lady Blonze.

—Yo era San Francisco de Asís —siguió diciendo Blanche—. No era necesario que el personaje fuera de nuestro sexo. Me levantaba en mitad de una comida y echaba de comer a los pájaros; ya sabéis, lo que más recuerda uno de San Francisco es que estaba enamorado de los pájaros. Pero todos fueron muy estúpidos y pensaron que yo era el anciano que da de comer a los gorriones en los jardines de las Tullerías. El coronel Pentley era el Alegre Miller a las orillas del Dee.

—¿Y cómo pudo representarlo? —preguntó Bertie van Tahn.

—Se pasaba todo el tiempo riendo y cantando, de la mañana a la noche —explicó Blanche.

—Pues qué terrible para los demás —comentó Bertie—. Y además no estaba a las orillas del Dee.

—Eso teníamos que imaginárnoslo —respondió Blanche.

—Pues si se podía imaginar esto, también se podía imaginar que el ganado estaba a la otra orilla y él lo llamaba para que volviera a casa a través de las arenas del Dee. O se podía cambiar el río por el Yarrow e imaginar que estaba encima, y decir que era Willie, o como quiera qué se llamase, ahogado en el Yarrow.


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Publicado el 13 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

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