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La Reticencia de Lady Anne

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


Egbert entró en la amplia sala oscura con el aire de quien no sabe si entra a un palomar o a un polvorín y viene preparado para ambas contingencias. No habían rematado la pequeña disputa doméstica sostenida durante el almuerzo, y ahora la cuestión era tantear hasta qué punto lady Anne estaba de humor para renovar o abandonar las hostilidades. Su postura en el sillón junto a la mesa de té era más bien elaborada y tiesa; y en la penumbra de la tarde decembrina los anteojos de Egbert no ayudaban gran cosa a discernir la expresión de su cara.

Para romper el hielo superficial que pudiera existir, Egbert dijo algo sobre lo tenue y místico de la poca luz. Alguno de los dos solía hacer esta observación entre las 4:30 y las 6 en las tardes de invierno y finales de otoño; hacía parte de su vida conyugal. Carecía de respuesta fija, y lady Anne no adelantó ninguna.

Don Tarquinio se encontraba tendido sobre la alfombra persa, calentándose a la lumbre del hogar con majestuosa indiferencia por el posible mal humor de lady Anne. Su pedigrí era tan intachablemente persa como la alfombra, y su pelaje entraba ya en el esplendor de un segundo invierno. El criado, que tenía inclinaciones renacentistas, lo había bautizado don Tarquinio. De ser por ellos, Egbert y lady Anne de seguro le habrían puesto Pelusa; pero no eran personas obstinadas.

Egbert se sirvió el té. Como nada indicaba que el silencio fuera a ser roto por iniciativa de lady Anne, se dispuso a realizar otro esfuerzo heroico.

—Lo que dije al almuerzo tenía intenciones puramente académicas —anunció—; pero parece que le das un sentido innecesariamente personal.


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3 págs. / 5 minutos / 89 visitas.

Publicado el 25 de julio de 2016 por Edu Robsy.

La Telaraña

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


La cocina de la granja quizás estaba donde estaba por azar o accidente. Sin embargo, la ubicación bien podía haber sido proyectada por un experto estratega en arquitectura campesina. La lechería, el corral, el huerto y los demás lugares de trajín de la granja parecían tener fácil acceso a aquel refugio con piso de anchas losas, en donde había espacio para todo y en donde un par de botas embarradas dejaban huellas fáciles de barrer. Y aún así, a pesar de lo bien emplazada que estaba en el centro del tráfago humano, su única ventana, larga, enrejada, con un amplio asiento empotrado y enmarcada en un alféizar más allá de la enorme chimenea, dominaba un dilatado paisaje silvestre de colinas, brezales y boscosas cañadas. El hueco de la ventana era casi un cuartito de por sí, en realidad el más agradable de la granja en cuanto a situación y posibilidades. La joven señora Ladbruk, cuyo marido acababa de recibir la granja por herencia, había puesto los ojos en el cálido rinconcito; y los dedos le picaban por volverlo claro y acogedor con cortinas de zaraza, vasos llenos de flores y una repisa o dos con viejos platos de porcelana. La mohosa sala de la casa, que daba a un jardín adusto, melancólico y encerrado por tapias lisas y altas, no era un cuarto que se prestara con facilidad para el confort o la decoración.

—Cuando estemos más instalados voy a hacer maravillas en la cocina para que sea habitable —decía la joven mujer a las contadas visitas.

En aquellas palabras había un deseo callado, un deseo que además de callado era inconfesable. Emma Ladbruk era la señora de la granja. Junto con su marido podía tener derecho a opinar y hasta cierto punto a decidir en la conducción de sus asuntos. Pero no era la señora de la cocina.


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6 págs. / 11 minutos / 170 visitas.

Publicado el 25 de julio de 2016 por Edu Robsy.

La Tregua

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


—Le he pedido a Latimer Springfield que pase el domingo con nosotros y se quede a pasar la noche —anunció la señora Durmot durante el desayuno.

—Creía que estaba en medio de unas elecciones —comentó su marido.

—Exactamente; las elecciones son el miércoles, y para entonces el pobre hombre habrá trabajado hasta convertirse en una sombra. Imagina cómo debe ser la campaña electoral con esta lluvia terrible que lo empapa todo, recorrer caminos rurales cubiertos de barro para hablar ante un público humedecido en un salón escolar lleno de corrientes de aire, y así un día tras otro durante quince días. El domingo por la mañana tendrá que hacer una aparición en algún lugar de culto, e inmediatamente después puede venir con nosotros a tomarse un respiro de todo lo que esté relacionado con la política. Ni siquiera voy a permitir que piense en ella. He ordenado que quiten del rellano de la escalera el cuadro de Cromwell disolviendo el Parlamento, y también el retrato que hizo «Ladas» de Lord Rosebery, que colgaba del salón de fumadores. Y Vera —añadió la señora Durmot dirigiéndose a su sobrina de dieciséis años—: ten cuidado con el color de la cinta que te pones en el pelo; por ningún motivo debe ser azul o amarillo, pues son los colores de los partidos rivales; los colores naranja o verde esmeralda son casi igual de malos, con este asunto de la independencia irlandesa que tenemos entre manos.

—En las ocasiones importantes siempre me pongo una cinta negra en el pelo —contestó Vera con dignidad aplastante.


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6 págs. / 10 minutos / 68 visitas.

Publicado el 13 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

Las Siete Jarras para Crema

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


—Supongo que ya no veremos más por aquí a Wilfrid Pigeoncote, ahora que heredó la dignidad de baronet y un montón de dinero —dijo tristemente la señora de Peter Pigeoncote a su marido.

—No podemos pretenderlo —replicó él—. Siempre tratábamos de impedir que viniera a vernos cuando era un don nadie. Creo que no lo veo desde que era un niño de doce años.

—Había una razón para no fomentar su amistad —dijo la señora de Peter—. Con ese notorio defecto suyo, no era la clase de persona con la que uno desea tener tratos.

—Bien, el defecto todavía existe, ¿no? —dijo su marido—, ¿o supones que las propiedades producen una alteración del carácter?

—Oh, por supuesto, hay siempre esa desventaja —admitió la mujer—, pero a uno le gustaría hacer amistad con la futura cabeza de la familia, aunque sea por mera curiosidad. Además, cinismo aparte, su riqueza alterará el modo en que la gente considere su defecto. Cuando un hombre es absolutamente rico, no meramente acomodado, toda sospecha de motivos sórdidos desaparece; la cosa se reduce a una desagradable enfermedad.


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6 págs. / 10 minutos / 98 visitas.

Publicado el 14 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

Los Chistes de Arlington Stringham

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


Arlington Stringham hizo un chiste en la Cámara de los Comunes. Era exiguo el número de presentes y sumamente exiguo el chiste; algo sobre los muchos ángulos que tiene la raza anglosajona. Es posible que lo haya dicho sin intención, pero un colega suyo, que no quería que lo imaginaran dormido porque sus ojos estuvieran cerrados, se rió. Uno o dos de los periódicos apuntaron entre corchetes: «Una risa», y otro, notorio por la poca seriedad de sus informaciones políticas, mencionó: «Risas». Las cosas a menudo comienzan de este modo.

—Arlington hizo un chiste en la Cámara anoche —dijo Eleanor Stringham a su madre—; en todos estos años que estuvimos casados, ninguno de los dos hizo un chiste nunca, y no me gusta empezar ahora. Me temo que sea el comienzo de la hendedura en el laúd.

—¿Qué laúd? —preguntó su madre.

—Era una cita literaria —aclaró Eleanor.

A Eleanor decir que algo era una cita le resultaba un excelente método para eliminarlo de la discusión, de la misma manera que uno siempre podía defender la mediocridad de un cordero ya avanzada la temporada, diciendo: «Es carnero».

Y, por supuesto, Arlington siguió por el espinoso camino de humor deliberado hacia el que lo precipitó el Destino.

—Se ve muy verde el campo, pero después de todo, para eso está —le dijo a su mujer dos días después.

—Eso es muy moderno y, hasta me atrevería a decir, muy ingenioso, pero temo que pierdes el tiempo conmigo —observó ella fríamente. Si hubiera sospechado el esfuerzo que esa observación costó a su marido, la habría recibido con más bondad. La tragedia del humano intento consiste en que con tanta frecuencia permanece invisible e insospechada.


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4 págs. / 7 minutos / 79 visitas.

Publicado el 14 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

Los Intrusos

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


En medio de un bosque de abigarrada vegetación, situado en un paraje de los confines orientales de los Cárpatos, cierta noche de invierno se hallaba un hombre en atenta observación y a la escucha, como a la espera de que alguna bestia selvática apareciese en su campo de visión y, más tarde, al alcance de su rifle. Pero la pieza que mantenía tan viva su atención no era de las que figuran en los calendarios de los cazadores legales y autorizados; Ulrich von Gradwitz patrullaba por el tenebroso bosque en busca de un enemigo humano.

Las tierras boscosas de Gradwitz eran de considerable extensión y estaban bien provistas de caza; la estrecha franja de abrupto y frondoso bosque que constituía una de sus lindes no se distinguía por la abundancia de caza que albergaba ni por las monterías que proporcionaba; sin embargo, de todas las posesiones territoriales de su propietario, era la más celosamente guardada. Un famoso pleito, en los días de su abuelo, lo había rescatado de la posesión ilegal de una vecina familia de pequeños terratenientes; la parte desposeída nunca había acatado la sentencia del tribunal y una larga serie de disputas por caza furtiva y escándalos similares habían agriado las relaciones entre las familias durante generaciones.


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6 págs. / 12 minutos / 86 visitas.

Publicado el 25 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Los Lobos de Cernogratz

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


—¿Y no hay viejas leyendas vinculadas al castillo? —preguntó Conrad a su hermana.

A pesar de ser un próspero comerciante de Hamburgo, Conrad era el único miembro de carácter poético de una familia eminentemente práctica.

La baronesa Gruebel alzó sus abultados hombros.

—En estos viejos sitios no faltan las leyendas. Son fáciles de inventar y no cuestan nada. En el caso presente, dicen que cuando alguien muere en el castillo todos los perros de la aldea y las fieras del bosque aúllan la noche entera. No sería agradable escucharlo, ¿verdad?

—Sería misterioso y romántico —dijo el comerciante de Hamburgo.

—De todos modos no es verdad —dijo la baronesa, llena de complacencia—. Desde que adquirimos el lugar hemos podido comprobar que nada de eso ocurre. Cuando mi buena suegra murió en la pasada primavera todos prestamos atención, pero no hubo aullidos. Se trata simplemente de un cuento que le imprime dignidad al lugar sin costo alguno.

—La leyenda no es como usted la ha contado —dijo Amalie, la vieja y peliblanca institutriz.

Todos volvieron hacia ella la cabeza, llenos de asombro. De costumbre se sentaba a la mesa en silencio, compuesta y apartada, sin hablar nunca, a menos que alguien le dirigiera la palabra; y eran pocos los que se tomaban la molestia de entablar conversación con ella. Hoy la invadía una locuacidad insólita. Siguió hablando, con voz rápida y excitada, mirando al frente y al parecer sin dirigirse a nadie en particular.


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5 págs. / 9 minutos / 63 visitas.

Publicado el 25 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Tendencias Encontradas

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


Vanessa Pennington tenía un marido que era pobre, con pocos atenuantes, y un enamorado que, si bien era holgadamente rico, tenía el inconveniente de ser escrupuloso. Su fortuna lo hacía aceptable a los ojos de Vanessa, pero su código de honor lo impulsaba a alejarse y olvidarla, o cuando más a recordarla al hacer una pausa entre las muchas otras ocupaciones que tenía. Y aunque Alaric Clyde amaba a Vanessa y creía que la amaría por siempre, sin darse cuenta se fue dejando cortejar y conquistar por una amante más seductora: se figuraba que su continua huida del trato de los hombres era un exilio que él mismo se había impuesto, pero su corazón estaba preso en el hechizo de la naturaleza, y la naturaleza se le mostraba amable y bella. Cuando se es libre, joven y robusto, las tierras primitivas pueden ser muy amables y muy bellas. Lo prueban las legiones de hombres que una vez fueron libres, jóvenes y robustos, y que ahora sacan de la basura el alimento de sus almas; porque, habiendo antaño conocido y amado a la naturaleza, se desprendieron de sus lazos y se desviaron por caminos trillados.


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7 págs. / 12 minutos / 62 visitas.

Publicado el 25 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Un Toque de Realismo

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


—Espero que venga lleno de sugerencias para la Navidad —dijo lady Blonze al último en llegar de sus invitados—. Ya hemos tenido muchas Navidades a la antigua y Navidades puestas al día. Este año quiero algo realmente original.

—El mes pasado estuve con los Matheson y tuvimos una idea muy buena —intervino Blanche Boveal con ilusión—. Cada uno de los invitados a la fiesta era un personaje y se tenía que comportar coherentemente con él todo el tiempo; al final, había que adivinar cuál era el personaje de cada uno. Aquel al que se le adivinaba qué personaje había representado, ganaba un premio.

—Parece divertido —comentó lady Blonze.

—Yo era San Francisco de Asís —siguió diciendo Blanche—. No era necesario que el personaje fuera de nuestro sexo. Me levantaba en mitad de una comida y echaba de comer a los pájaros; ya sabéis, lo que más recuerda uno de San Francisco es que estaba enamorado de los pájaros. Pero todos fueron muy estúpidos y pensaron que yo era el anciano que da de comer a los gorriones en los jardines de las Tullerías. El coronel Pentley era el Alegre Miller a las orillas del Dee.

—¿Y cómo pudo representarlo? —preguntó Bertie van Tahn.

—Se pasaba todo el tiempo riendo y cantando, de la mañana a la noche —explicó Blanche.

—Pues qué terrible para los demás —comentó Bertie—. Y además no estaba a las orillas del Dee.

—Eso teníamos que imaginárnoslo —respondió Blanche.

—Pues si se podía imaginar esto, también se podía imaginar que el ganado estaba a la otra orilla y él lo llamaba para que volviera a casa a través de las arenas del Dee. O se podía cambiar el río por el Yarrow e imaginar que estaba encima, y decir que era Willie, o como quiera qué se llamase, ahogado en el Yarrow.


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Publicado el 13 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

Brogue

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


La estación de caza había llegado a su fin sin que los Mullet hubieran conseguido vender a Brogue. Había sido una especie de tradición en la familia durante los últimos tres o cuatro años, un tipo de esperanza fatalista, que Brogue encontraría comprador antes de que terminara la temporada de caza, pero las estaciones iban y venían sin que sucediera nada que justificara ese optimismo mal fundado. El animal había recibido el nombre de Berserker en anteriores fases de su carrera, pero había sido rebautizado como Brogue posteriormente, como reconocimiento al hecho de que, una vez adquirido, era extremadamente difícil librarse de él.


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Publicado el 13 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

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