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Las Tres Hilanderas

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Allá en aquellos tiempos había una joven muy perezosa que no quería hilar. Su madre se incomodaba mucho; pero no podía hacerla trabajar. Un día perdió la paciencia de manera que llegó a pegarla, y su hija se puso a llorar a gritos. En aquel momento pasaba por allí la Reina, y oyendo los sollozos, mandó detener su coche y entró en la casa preguntando a la madre por qué pegaba a su hija con tanta crueldad, que se oían en la calle los lamentos de la niña. La mujer, avergonzada, no quiso contarla la pereza de su hija, y la dijo:

—No puedo hacerla que suelte el huso ni un solo instante, quiere estar hilando siempre, y yo soy tan pobre que no puedo darla el lino que necesita.

—Nada me gusta tanto como la rueca —la respondió la Reina—; el ruido del huso me encanta, dejadme llevar a vuestra hija a mi palacio, yo tengo lino suficiente e hilará todo lo que quiera. La madre consistió en ello con el mayor placer, y la Reina se llevó a la joven.

En cuanto llegaron a palacio la condujo a tres cuartos que estaban llenos de arriba abajo de un lino muy hermoso.

—Hílame todo ese lino —la dijo—, y cuando esté concluido, te casaré con mi hijo mayor. No te dé cuidado de que seas pobre; tu amor al trabajo es un dote suficiente.

La joven no contestó; pero se hallaba en su interior consternada, pues aunque hubiera trabajado trescientos años, sin dejarlo desde por la mañana hasta por la noche, no hubiera podido hilar aquellos enormes montones de estopa. Así que se quedó sola, echó a llorar, permaneció así tres días sin trabajar nada. Al tercero, vino a visitarla la Reina y se admiró de ver que no había hecho nada; pero la joven se excusó, alegando su disgusto por verse separada de su madre. La Reina aparentó quedar satisfecha con esta excusa, pero la dijo al marcharse:

—Bien, pero mañana es necesario empezar a trabajar.


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2 págs. / 4 minutos / 382 visitas.

Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Los Dos Hermanos

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Éranse una vez dos hermanos, rico uno, y el otro, pobre. El rico tenía el oficio de orfebre y era hombre de corazón duro. El pobre se ganaba la vida haciendo escobas, y era bueno y honrado. Tenía éste dos hijos, gemelos y parecidos como dos gotas de agua. Los dos niños iban de cuando en cuando a la casa del rico, donde, algunas veces, comían de las sobras de la mesa.

Sucedió que el hermano pobre, hallándose un día en el bosque, donde había ido a coger ramas secas, vio un pájaro todo de oro, y tan hermoso como nunca viera otro semejante. Cogió una piedra y se la tiró, pero sólo cayó una pluma, y el animal escapó volando. Recogió el hombre la pluma y la llevó a su hermano, quien dijo:

— Es oro puro —y le pagó su precio.

Al día siguiente encaramóse el hombre a un abedul, para cortar unas ramas. Y he aquí que del árbol echó a volar el mismo pájaro, y al examinar el hombre el lugar desde donde había levantado el vuelo, encontró un nido, y, en él, un huevo, que era de oro. Recogió el huevo y se lo llevó a su hermano, quien volvió a decir:

— Es oro puro —y le pagó su precio. Pero añadió—: Quisiera el pájaro entero.

Volvió el pobre al bosque, y vio de nuevo el ave posada en el árbol. La derribó de una pedrada y la llevó a su hermano, quien le pagó por ella un buen montón de oro.

— Ahora ya tengo para vivir —pensó el hombre, y se fue a su casa muy satisfecho.

El orfebre, que era inteligente y astuto, sabía muy bien qué clase de pájaro era aquél. Llamó a su esposa y le dijo:

— Ásame este pájaro de oro, y pon mucho cuidado en no tirar nada, pues quiero comérmelo entero yo solo.


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Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Los Seis Cisnes

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Hallándose un rey de cacería en un gran bosque, salió en persecución de una pieza con tal ardor, que ninguno de sus acompañantes pudo seguirlo. Al anochecer detuvo su caballo y dirigiendo una mirada a su alrededor, se dio cuenta de que se había extraviado y, aunque trató de buscar una salida no logró encontrar ninguna. Vio entonces a una vieja, que se le acercaba cabeceando. Era una bruja.

— Buena mujer —le dijo el Rey—, ¿no podrías indicarme un camino para salir del bosque?.

— Oh, si, Señor rey —respondió la vieja—. Si puedo, pero con una condición. Si no la aceptáis, jamás saldréis de esta selva. Y moriréis de hambre.

— ¿Y qué condición es ésa? —preguntó el Rey.

— Tengo una hija —declaró la vieja—, hermosa como no encontraríais otra igual en el mundo entero, y muy digna de ser vuestra esposa. Si os comprometéis a hacerla Reina, os mostraré el camino para salir del bosque. El Rey, aunque angustiado en su corazón, aceptó el trato, y la vieja lo condujo a su casita, donde su hija estaba sentada junto al fuego. Recibió al Rey como si lo hubiese estado esperando, y aunque el soberano pudo comprobar que era realmente muy hermosa, no le gustó, y no podía mirarla sin un secreto terror. Cuando la doncella hubo montado en la grupa del caballo, la vieja indicó el camino al Rey, y la pareja llegó, sin contratiempo, al palacio, donde poco después se celebró la boda.


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5 págs. / 9 minutos / 175 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Los Tres Pelos de Oro del Diablo

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Había una mujer que dio a luz un hijo, el cual nació de pie, por lo que la predijeron que a los catorce años se casaría con la hija del rey.

Por los mismos días pasó el rey por aquella aldea sin que nadie le conociese, y preguntando lo que había de nuevo, le respondieron que acababa de nacer un niño de pie, y que todo lo que emprendiese le saldría bien, y que le habían vaticinado que cuando tuviera catorce años se casaría con la hija del rey.

El rey tenía muy mal corazón, y esta predicción le incomodó. Fue a buscar a los padres del recién nacido, y les dijo en tono amistoso:

—Vosotros sois unos pobres; dadme a vuestro hijo, y yo cuidaré de él.

Negáronse desde luego, mas el forastero les ofreció mucho oro, y se dijeron a sí mismos: «Puesto que el niño ha nacido de pie, todo lo que le suceda será por su bien». Y acabaron por ceder y entregar a su hijo.

El rey le puso en una caja y le llevó a orillas de un río, donde le arrojó pensando que libraba a su hija de un amante con el que no contaba. Pero la caja en vez de irse a fondo, comenzó a flotar como un barquichuelo sin que entrase en ella ni una sola gota de agua; la corriente la arrastró hasta dos leguas mas allá de la capital, donde se detuvo junto a la esclusa de un molino. Un criado del molinero, que se hallaba allí por casualidad, la vio y la sacó con un garfio, esperando encontrar al abrirla grandes tesoros, pero se halló con un niño muy bonito, despierto y alegre. Le llevó al molino, y el molinero y su mujer, que no tenían hijos, le recibieron como si se le hubiera enviado Dios. Trataron muy bien al huerfanito, que creció en su casa en fuerzas y en buenas cualidades.

Sorprendido un día el rey por una tempestad, entró en el molino, y preguntó al molinero si era hijo suyo aquel joven.


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7 págs. / 12 minutos / 349 visitas.

Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Federico y Catalinita

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Había una vez un hombre llamado Federico, y una mujer llamada Catalinita, que acababan de contraer matrimonio y empezaban su vida de casados. Un día dijo el marido:

— Catalinita, me voy al campo; cuando vuelva, me tendrás en la mesa un poco de asado para calmar el hambre, y un trago fresco para apagar la sed.

— Márchate tranquilo, que cuidaré de todo.

Al acercarse la hora de comer, descolgó la mujer una salchicha de la chimenea, la echó en una sartén, la cubrió de mantequilla y la puso al fuego. La salchicha comenzó a dorarse y hacer ¡chup, chup!, mientras Catalina, sosteniendo el mango de la sartén, dejaba volar sus pensamientos. De pronto se le ocurrió: «Mientras se acaba de dorar la salchicha, bajaré a la bodega a preparar la bebida». Dejando, pues, afianzada la sartén, cogió una jarra, bajó a la bodega y abrió la espita de la cerveza; y mientras ésta fluía a la jarra, ella lo miraba. De repente pensó: « ¡Caramba! El perro no está atado; si se le ocurre robar la salchicha de la sartén, me habré lucido». Y, en un santiamén, se plantó arriba. Pero ya el chucho tenía la salchicha en la boca y se escapaba con ella, arrastrándola por el suelo. Catalinita, ni corta ni perezosa, se lanzó en su persecución y estuvo corriendo buen rato tras él por el campo; pero el perro, más ligero que Catalinita, sin soltar su presa pronto estuvo fuera de su alcance.

— ¡Lo perdido, perdido está! — exclamó Catalinita, renunciando a la morcilla; y como se había sofocado y cansado con la carrera, volvióse despacito para refrescarse. Mientras tanto seguía manando la cerveza del barril, pues la mujer se había olvidado de cerrar la espita, y cuando ya la jarra estuvo llena, el líquido empezó a correr por la bodega hasta que el barril quedó vacío. Catalinita vio el desastre desde lo alto de la escalera:

— ¡Diablos! — exclamó, — ¿qué hago yo ahora para que Federico no se dé cuenta?


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Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Juanita y Juanito

Hermanos Grimm


Cuento infantil


En medio de un espeso bosque había un antiguo castillo habitado únicamente por una anciana, la cual era hechicera, por el día se convertía en gato o ave nocturna, mas por la noche volvía a tomar su forma humana. Cogía caza y pájaros, los mataba, los cocía y se los comía; si se acercaba alguien a cien pasos de su castillo, se quedaba parado en el sitio por donde se había acercado; del cual no se podía mover, hasta que ella se lo permitía; si era una doncella la que entraba en aquel círculo, la convertía en pájaro, la encerraba en una jaula y la llevaba a una habitación del castillo donde había llegado a reunir unas setecientas jaulas de este género.

Había por entonces una doncella, llamada Juanita, que era mucho más hermosa que todas las doncellas de su edad, la cual se hallaba prometida a un joven, también muy buen mozo, llamado Juanito; hallábanse próximos a contraer matrimonio y no tenían más placer que estar juntos, y para poder hablar con mas confianza, iban al bosque a pasearse.

—Guárdate, la decía Juanito, de acercarte mucho al castillo.

Pero una hermosa tarde, cuando el sol iluminaba la verde yerba del bosque a través de las copas de los árboles, y las tórtolas expresaban sus quejas en animados gorjeos, Juanita se puso a escucharlas y comenzó a llorar y al verla Juanito echó a llorar también. Estaban tan turbados como si se hallaran próximos a la muerte; miraron a su alrededor, se habían perdido e ignoraban por dónde debían volver a su casa. El sol estaba ocultándose detrás de la montaña; Juanito miró a través de los árboles y vio que se hallaban próximos a las viejas paredes del castillo, se asustó y quedó pálido y desfallecido. Juanita comenzó a cantar:


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Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

La Alondra de León Cantarina y Saltarina

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Érase una vez un hombre que tenía proyectado hacer un largo viaje; al despedirse, preguntó a sus hijas qué querían que les trajera a su vuelta. La mayor quería perlas, la segunda quería diamantes, pero la tercera dijo:

—Querido padre, yo deseo una alondra de león cantarina y saltarina.

El padre dijo

—Bueno, si puedo encontrarla, te la traeré.

Besó a las tres y emprendió su viaje. Cuando llegó el momento de regresar a casa, tenía compradas las perlas y los diamantes para las dos mayores, pero no llevaba la alondra de león cantarina y saltarina para la pequeña. La había buscado por todas partes, pero todo fue en vano, y eso le hacía sentirse triste, pues era su hija preferida.

El camino lo condujo por un bosque, en medio del cual había un hermoso palacio; cerca del palacio había un árbol y, arriba del todo, en la cima del árbol, vio una alondra de león que cantaba y saltaba.

—Pero qué a tiro me vienes —dijo él totalmente satisfecho.

Llamó a su sirviente para que se subiera al árbol y apresara al animalito, pero cuando éste se acercó al árbol saltó un león, moviendo furiosamente su melena, y rugió de tal manera que tembló el follaje del árbol.

—Al que intente robarme mi alondra de león cantarina y saltarina —gritó— lo devoraré.

A esto, respondió el hombre:

—No sabia que el pájaro era tuyo; quiero reparar mi falta y liberarme por una buena cantidad de oro; sólo te pido que me perdones la vida.

El león dijo:

—Podrás salvarte si me prometes darme en propiedad lo primero que te encuentres al llegar a tu casa; si lo haces, te perdono la vida y, además, te daré el pájaro para tu hija.

El hombre rehusó tal propuesta, diciendo:

—Puede ser mi hija menor, que es la que más me quiere y la que sale siempre a mi encuentro cuando llego a casa.

El sirviente, sin embargo, tenía miedo y dijo:


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Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

La Bota de Piel de Búfalo

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Un soldado que nada teme, tampoco se apura por nada. El de nuestro cuento había recibido su licencia y, como no sabía ningún oficio y era incapaz de ganarse el sustento, iba por el mundo a la ventura, viviendo de las limosnas de las gentes compasivas. Colgaba de sus hombros una vieja capa, y calzaba botas de montar, de piel de búfalo; era cuanto le había quedado. Un día que caminaba a la buena de Dios, llegó a un bosque. Ignoraba cuál era aquel sitio, y he aquí que vio sentado, sobre un árbol caído, a un hombre bien vestido que llevaba una cazadora verde. Tendióle la mano el soldado y, sentándose en la hierba a su lado, alargó las piernas para mayor comodidad.

— Veo que llevas botas muy brillantes —dijo al cazador—; pero si tuvieses que vagar por el mundo como yo, no te durarían mucho tiempo. Fíjate en las mías; son de piel de búfalo, y ya he andado mucho con ellas por toda clase de terrenos—. Al cabo de un rato, levantóse: — No puedo continuar aquí —dijo—; el hambre me empuja. ¿Adónde lleva este camino, amigo Botaslimpias?

— No lo sé —respondió el cazador—, me he extraviado en el bosque.

— Entonces estamos igual. Cada oveja, con su pareja; buscaremos juntos el camino.

El cazador esbozó una leve sonrisa, y, juntos, se marcharon, andando sin parar hasta que cerró la noche.

— No saldremos del bosque —observó el soldado—; mas veo una luz que brilla en la lejanía; allí habrá algo de comer.

Llegaron a una casa de piedra y, a su llamada, acudió a abrir una vieja.

— Buscamos albergue para esta noche —dijo el soldado— y algo que echar al estómago, pues, al menos yo, lo tengo vacío como una mochila vieja.

— Aquí no podéis quedaros —respondió la mujer—. Esto es una guarida de ladrones, y lo mejor que podéis hacer es largaros antes de que vuelvan, pues si os encuentran, estáis perdidos.


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Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

La Dama Duende

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Vivió hace mucho tiempo, en un país muy lejano, una linda muchachita curiosa, indiscreta y desobediente. Sus padres no conseguían sacar partido de ella, tan rebelde como era, y les preocupaba que siguiera creciendo sin poder domar su testarudez. Un día se dirigió a ellos con estas palabras: — Mamá, papá, he decidido ir a conocer a la famosa Dama Duende.

— ¡No vayas hija mía!, — Le advirtieron ellos — Pues su fama proviene de su maldad. Es una mujer siniestra que no guarda nada bueno y no será una visita provechosa para ti. — Sin embargo, — contestó la muchacha — yo he oído que es capaz de hacer prodigios y que dispone de poderes mágicos que le permiten realizar las mayores maravillas. ¡Iré a conocerla!

De nada sirvieron las advertencias, súplicas y consejos de sus progenitores, y a la mañana siguiente la chiquilla partió en busca de la misteriosa Dama Duende. Caminando por la vereda que conducía a lo más recóndito del bosque, al fín halló la cabaña donde habitaba la extraña mujer: — Entra y cálmate, estás temblando como un ratoncillo asustado — Observó la enigmática Dama al verla.

— Señora, viniendo hacia aquí he encontrado a un hombre verde que me ha dado un susto de muerte — Explicó la muchacha. — No había razón para tanto miedo, seguramente sería un cazador. — Alegó la dama dulcemente. — También me topé con un hombre negro que me hizo temblar. — Sería un carbonero, no había motivo para temerle. — Razonó la mujer acercándose a la niña.

— Dama Duende, debo deciros que mientras venía hacia aquí para conoceros hubo otro incidente que me provocó mucho miedo: se cruzó en mi camino un hombre rojo. — A buen seguro era un carnicero: no había motivo para tu miedo. — Respondía la Dama Duende con paciencia. En su cara, una enigmática mueca comenzaba a perfilarse y su voz se tornaba más zalamera con cada palabra pronunciada.


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Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Las Tres Hojas de la Serpiente

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Vivía una vez un hombre tan pobre, que pasaba apuros para alimentar a su único hijo. Díjole entonces éste:

— Padre mío, estáis muy necesitado, y soy una carga para vos. Mejor será que me marche a buscar el modo de ganarme el pan.

Dióle el padre su bendición y se despidió de él con honda tristeza.

Sucedió que por aquellos días el Rey sostenía una guerra con un imperio muy poderoso. El joven se alistó en su ejército y partió para la guerra. Apenas llegado al campo de batalla, se trabó un combate. El peligro era grande, y llovían muchas balas; el mozo veía caer a sus camaradas de todos lados, y, al sucumbir también el general, los demás se dispusieron a emprender la fuga. Adelantóse él entonces, los animó diciendo:

— ¡No vamos a permitir que se hunda nuestra patria!

Seguido de los demás, lanzóse a la pelea y derrotó al enemigo. Al saber el Rey que sólo a él le debía la victoria, ascendiólo por encima de todos, dióle grandes tesoros y lo nombró el primero del reino.

Tenía el monarca una hija hermosísima, pero muy caprichosa. Había hecho voto de no aceptar a nadie por marido y señor, que no prometiese antes solemnemente que, en caso de morir ella, se haría enterrar vivo en su misma sepultura: «Si de verdad me ama —decía la princesa—, ¿para qué querrá seguir viviendo?». Por su parte, ella se comprometía a hacer lo mismo si moría antes el marido. Hasta aquel momento, el singularísimo voto había ahuyentado a todos los pretendientes; pero su hermosura impresionó en tal grado al joven, que, sin pensarlo un instante, la pidió a su padre.

— ¿Sabes la promesa que has de hacer? —le preguntó el Rey.

— Que debo bajar con ella a la tumba, si muere antes que yo —respondió el mozo—. Tan grande es mi amor, que no me arredra este peligro.

Consintió entonces el Rey, y se celebró la boda con gran solemnidad y esplendor.


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Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

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