Textos más populares este mes de Hermanos Grimm publicados por Edu Robsy disponibles publicados el 23 de agosto de 2016 | pág. 5

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autor: Hermanos Grimm editor: Edu Robsy textos disponibles fecha: 23-08-2016


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El Oso y el Reyezuelo

Hermanos Grimm


Cuento infantil


El oso y el lobo se paseaban un día por el bosque, cuando el oso oyó cantar a un pájaro.

—Hermano lobo, le preguntó, ¿quién es ese hermoso cantor?

—Es el rey de los pájaros, contestó el lobo, debemos saludarle.

Era en efecto el reyezuelo.

—En ese caso, dijo el oso, S. M. tendrá su correspondiente palacio. Me alegraría verle.

—Eso no es tan fácil como piensas, replicó el lobo, pues es preciso aguardar a que esté en él la reina.

La reina llegó en este intermedio, la cual, lo mismo que el rey, tenía en su pico gusanillos para dar de comer a sus hijuelos. El oso los hubiera seguido con mucho gusto, pero le detuvo el lobo por la manga, diciéndole:

—No, espera a que salgan.

Tuvieron únicamente cuidado con el lugar donde se hallaba el nido, y continuaron su camino.

Mas el oso no podía parar de curiosidad hasta ver el palacio del rey de los pájaros, y no tardó en volver. El rey y la reina estaban fuera; dirigió una mirada a hurtadillas, y vio cinco o seis pajarillos acostados en el nido.

—Si es este el palacio, exclamó, es un palacio bien triste; y en cuanto a vosotros, vosotros no sois hijos de un rey, sino unas criaturas bien pequeñas e innobles.

Los reyezuelos se incomodaron mucho al oír esto y comenzaron a gritar:

—No, no, no, nosotros no somos lo que nos dices; nuestros padres son nobles; pagarás cara esta injuria.

El lobo y el oso tomaron miedo al oír esta amenaza y se refugiaron en sus agujeros.

Pero los reyezuelos continuaron gritando y haciendo ruido, y dijeron a sus padres en cuanto vinieron a traerles de comer:

—El oso ha venido a insultarnos, no nos menearemos de aquí, y no comeremos nada hasta que hayáis dejado bien puesta nuestra reputación.

—No tengáis cuidado, les dijo el rey, volveré por vuestra honra.

Y marchó volando con la reina hasta el agujero del oso, donde le gritó:


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Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

La Manirrota

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Había una vez una joven que era muy bonita, pero muy descuidada y perezosa. Cuando la hacían hilar, lo ejecutaba con tanto disgusto, que en vez de desenredar los pequeños pelotones de hilacha que se encuentran en el lino, los arrancaba a puñados que echaba en el suelo a su lado. Su criada, que era una hilandera muy trabajadora, recogía todas estas pizcas de lana, las limpiaba y las hilaba muy finas, y se llegó a hacer con ellas un bonito vestido.

Un joven pidió por mujer a la manirrota e iba ya a verificarse la boda. El día antes la activa criada bailaba muy alegre con su vestido nuevo; la novia comenzó a cantar:

Con los restos de mi hilacha
se ha arreglado mi muchacha.

El novio la preguntó lo que quería decir, y le contó que con el lino que había tirado se había hecho un vestido su criada. El joven, al saber esto, y al ver el descuido de la una y la actividad de la otra; dejó a su novia y se casó con la criada.


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Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Festín Celestial

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Un hijo de un pobre labrador oyó decir un día en la iglesia al sacerdote que quien quiere ir al cielo tiene que andar derecho. Se puso en camino, marchando siempre en línea recta por montes y por valles, sin hacer nunca ningún rodeo. Al fin de su camino llegó a una gran ciudad en medio de la cual había una hermosa iglesia donde se celebraban los oficios divinos. Admirado de la magnificencia que le rodeaba creyó haber llegado al Paraíso y se detuvo allí lleno de alegría.

Cuando se concluyeron los oficios le mandó salir el sacristán, a lo que le contestó:

—No, no saldré; he llegado al fin al cielo y me quedo en él.

El sacristán fue a buscar al cura y le dijo que había en la iglesia un niño que no quería salir y que se imaginaba estar en el Paraíso.

—Si lo cree así —dijo el cura—, hay que dejarle.

Vino en seguida donde estaba el niño y le preguntó si quería trabajar. El niño le contestó que sí y que estaba acostumbrado al trabajo, pero que no quería salir del cielo.

Se quedó en la iglesia y como veía a los fieles adorar de rodillas a una imagen del niño Jesús, creyó que aquel era Dios y dijo a la imagen:

—¡Qué delgado estás, Dios mío! de seguro esas gentes no te dan de comer, yo repartiré contigo mi pan.

Entonces oyó una voz que le dijo:

—Da a los pobres que tienen hambre y me contentarás a mí.

Una pobre anciana tendía su mano temblona a la puerta de la iglesia a los transeúntes. El niño le dio la mitad de su pan, después miró a la imagen y le pareció que se sonreía, hizo lo mismo todos los días figurándosele que la imagen estaba más contenta cada vez.

Algún tiempo después cayó malo y no se levantó de la cama en ocho días. En cuanto pudo levantarse se fue a arrodillar a los pies del niño Jesús. El cura que le seguía le oyó decir así:


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Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Joven Gigante

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Un labrador tenía un hijo tan grande como el dedo pulgar. Nunca crecía, y en muchos años su estatura no se aumentó ni en un solo dedo. Un día que iba su padre a trabajar al campo, le dijo el pequeñillo:

—Padre, quiero ir contigo.

—¿Venir conmigo? dijo el padre; ¡quédate ahí! Fuera de casa no servirías más que para incomodar; y además podrías perderte.

Pero el enano echó a llorar, y por tener paz, se le metió su padre en el bolsillo y le llevó consigo. En cuanto llegó a la tierra que iba a arar, le sentó en un surco recién abierto.

Estando allí se apareció un gigante muy grande que venía del otro lado de las montañas:

—Mira, el coco, le dijo su padre, que quería meter miedo a su hijo para que fuera más obediente; viene a cogerte. Pero el gigante, que había oído esto, llegó en dos pasos al surco, cogió al enanito y se le llevó sin decir una palabra . El padre, mudo de asombro, no tuvo fuerzas ni aun para dar un grito. Creyó perdido a su hijo, y no esperó volverle a ver más.

El gigante se le llevó a su casa, y le crió por sí mismo, y el enanito tomó de repente una gran estatura, creció y llegó a ser parecido a un gigante. Al cabo de dos años el gigante fue con él al bosque, para probarle, le dijo:

Cógeme una varilla.

El muchacho era ya tan fuerte, que arrancó de la tierra un arbolito con raíces. Pero el gigante se propuso que creciera todavía más, y llevándosele consigo, le crió todavía durante otros dos años. Al cabo de este tiempo, habían aumentado de tal modo sus fuerzas, que arrancaba de la tierra un árbol aunque fuera muy viejo. Pero esto no era suficiente para el gigante; le crió todavía durante otros dos años, al cabo de los cuales fue con él al bosque, y le dijo:

—Cógeme un palo de un tamaño regular.


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Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Pescador y su Mujer

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Había una vez un pescador que vivía con su mujer en una choza, a la orilla del mar. El pescador iba todos los días a echar su anzuelo, y le echaba y le echaba sin cesar.

Estaba un día sentado junto a su caña en la ribera, con la vista dirigida hacia su límpida agua, cuando de repente vio hundirse el anzuelo y bajar hasta lo más profundo y al sacarle tenía en la punta un barbo muy grande, el cual le dijo: —Te suplico que no me quites la vida; no soy un barbo verdadero, soy un príncipe encantado; ¿de qué te serviría matarme si no puedo serte de mucho regalo? Échame al agua y déjame nadar.

—Ciertamente, le dijo el pescador, no tenías necesidad de hablar tanto, pues no haré tampoco otra cosa que dejar nadar a sus anchas a un barbo que sabe hablar.

Le echó al agua y el barbo se sumergió en el fondo, dejando tras sí una larga huella de sangre.

El pescador se fue a la choza con su mujer: —Marido mío, le dijo, ¿no has cogido hoy nada?

—No, contestó el marido; he cogido un barbo que me ha dicho ser un príncipe encantado y le he dejado nadar lo mismo que antes.

—¿No le has pedido nada para ti? —replicó la mujer.

—No, repuso el marido; ¿y qué había de pedirle?

—¡Ah! —respondió la mujer; es tan triste, es tan triste vivir siempre en una choza tan sucia e infecta como esta; hubieras debido pedirle una casa pequeñita para nosotros; vuelve y llama al barbo, dile que quisiéramos tener una casa pequeñita, pues nos la dará de seguro.

—¡Ah! —dijo el marido, ¿y por qué he de volver?

—¿No le has cogido, continuó la mujer, y dejado nadar como antes? Pues lo harás; ve corriendo.

El marido no hacía mucho caso; sin embargo, fue a la orilla del mar, y cuando llegó allí, la vio toda amarilla y toda verde, se acercó al agua y dijo:


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Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Señor Sabelo-todo

Hermanos Grimm


Cuento infantil


El señor Sabelo-todo era un hombre bajo y delgado, y tan trabajador, que no daba un sólo instante al descanso. Su rostro pálido y lleno de hoyos de viruelas no presentaba más desigualdad que una nariz ancha y arremangada; sus cabellos eran grises y tiesos, sus ojos lanzaban siempre chispas a derecha e izquierda. Todo lo notaba, todo lo criticaba, todo lo sabía mejor que nadie, y siempre tenía razón. Cuando iba por las calles agitaba sus brazos con tanta violencia, que un día tropezó en un cántaro que llevaba una joven en la cabeza y le hizo saltar en el aire, de modo que llenó de agua a todos los que pasaban.

—Tontuela —la dijo—, ¿no habías visto que iba yo a pasar a tu lado?

Era zapatero y cuando trabajaba, tiraba del cáñamo con tal fuerza, que daba grandes puñetazos a todos los que se le acercaban. Ningún oficial podía estar más de un mes en su casa, porque siempre tenía que criticar aún del trabajo mejor hecho. Ya eran desiguales los puntos de la costura, ya un zapato más largo o un tacón más alto que el otro.

—Espera —decía al aprendiz—; voy a enseñarte cómo se suaviza la piel.

Y le administraba dos latigazos en la espalda con el tirapié.

Llamaba a todos perezosos, sin embargo de que él no trabajaba gran cosa, pues no estaba dos minutos parado en un mismo sitio.

Si se levantaba temprano su mujer, encendía la lumbre, alzaba la cama y corría con los pies desnudos a la cocina.

—¿Quieres quemar la casa? —la gritaba. Con esa lumbre hay para asar una vaca, ¡cualquiera diría que no cuesta nada el carbón!

Si cuando las muchachas se ponían a lavar, reían juntas alrededor de la artesa, y se contaban las novedades que sabían, lo tomaba con mucha formalidad y las decía riñéndolas:

—Ya habéis comenzado a chismorrear. Con, vuestra charlatanería olvidáis vuestra obligación. ¡Malas pécoras! Bien podíais apretar las manos y callar las lenguas.


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Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Clavel

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Existía una vez una reina a quien Dios Nuestro Señor no había concedido la gracia de tener hijos. Todas las mañanas salía al jardín a rogar al cielo le otorgase la gracia de la maternidad. Un día descendió un ángel del cielo y le dijo:

— Alégrate, vas a tener un hijo dotado del don de ver cumplidos sus deseos, verá satisfechos cuanto sienta en este mundo.

La reina fue a dar a su esposo la feliz noticia, y, cuando llegó la hora, dio a luz un hijo, con gran alegría del Rey.

Cada mañana iba la Reina al parque con el niño, y se lavaba allí en una cristalina fuente. Ocurrió un día, cuando el niño estaba ya crecidito, que, teniéndolo en el regazo, la madre se quedó dormida. Entonces se acercó el viejo cocinero, que conocía el don particular del pequeño, y lo raptó; luego mató un pollo y derramó la sangre sobre el delantal y el vestido de la Reina. Luego de llevarse al niño a un lugar apartado, donde una nodriza se encargaría de amamantarlo, se presentó al Rey para acusar a su esposa de haber dejado que las fieras le robaran a su hijo. Y cuando el Rey vio el delantal manchada de sangre, dio crédito a la acusación, enfureció tanto, que hizo construir una profunda mazmorra donde no penetrase la luz del sol ni de la luna, y en ella mandó encerrar a la Reina, condenándola a permanecer allí durante siete años sin comer ni beber, para que muriese de hambre y sed. Pero Dios Nuestro Señor envió a dos ángeles del cielo en forma de palomas blancas, que bajaban volando todos los días y le llevaban la comida; y esto duró hasta que transcurrieron los siete años.

Mientras tanto, el cocinero había pensado: “Puesto que el niño está dotado del don de ver satisfechos sus deseos, estando yo aquí podría provocar mi desgracia”. Salió del palacio y se dirigió a la casa del muchachito, que ya era lo bastante crecido para saber hablar, y le dijo:


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Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Dios te Socorra

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Había una vez dos hermanas, una de las cuales era rica y sin hijos y la otra viuda con cinco niños y tan pobre que carecía de pan para ella y su familia. Obligada por la necesidad fue a buscar a su hermana y la dijo:

—Mis hijos se mueren de hambre, tú eres rica, dame un pedazo de pan.

Pero la rica que tenía un corazón de piedra, la contestó:

—No hay pan en casa—, y la despidió con dureza.

Algunas horas después volvió a su casa el marido de la hermana rica, y cuando comenzaba a partir el pan para comer, se admiró de ver que iban saliendo gotas de sangre conforme le iba partiendo. Su mujer asustada le refirió todo lo que había pasado. Se apresuró a ir a socorrer a la pobre viuda y la llevó toda la comida que tenía preparada. Cuando salió para volver a su casa, oyó un ruido muy grande y vio una nube de humo y fuego que subía hacia el cielo. Era que ardía su casa. Perdió todas sus riquezas en el incendio, su cruel mujer lanzando gritos de rabia decía:

—Nos moriremos de hambre.

—Dios socorre a los pobres—, la respondió su buena hermana, que corrió a su lado.

La que había sido rica, hubo de mendigar a su vez; pero nadie tuvo compasión de ella. Su hermana olvidando su crueldad, repartía con ella las limosnas que recibía.


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Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Hombre de la Piel de Oso

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Un joven se alistó en el ejército y se portó con mucho valor, siendo siempre el primero en todas las batallas. Todo fue bien durante la guerra, pero en cuanto se hizo la paz, recibió la licencia y orden para marcharse donde le diera la gana. Habían muerto sus padres y no tenía casa, suplicó a sus hermanos que le admitiesen en la suya hasta que volviese a comenzar la guerra; pero tenían el corazón muy duro y le respondieron que no podían hacer nada por él, que no servía para nada y que debía salir adelante como mejor pudiese. El pobre diablo no poseía más que su fusil, se lo echó a la espalda y se marchó a la ventura.

Llegó a un desierto muy grande, en el que no se veía más que un círculo de árboles. Se sentó allí a la sombra, pensando con tristeza en su suerte.

—No tengo dinero, no he aprendido ningún oficio; mientras ha habido guerra he podido servir al rey, pero ahora que se ha hecho la paz no sirvo para nada; según voy viendo tengo que morirme de hambre.

Al mismo tiempo oyó ruido y levantando los ojos, distinguió delante de sí a un desconocido vestido de verde con un traje muy lujoso, pero con un horrible pie de caballo.

—Sé lo que necesitas, le dijo el extraño, que es dinero; tendrás tanto como puedas desear, pero antes necesito saber si tienes miedo, pues no doy nada a los cobardes.

—Soldado y cobarde, respondió el joven, son dos palabras que no se han hermanado nunca. Puedes someterme a la prueba que quieras.

—Pues bien, repuso el forastero, mira detrás de ti.

El soldado se volvió y vio un enorme oso que iba a lanzarse sobre él dando horribles gruñidos.

—¡Ah! ¡ah! exclamó, voy a romperte las narices y a quitarte la gana de gruñir; y echándose el fusil a la cara, le dio un balazo en las narices y el oso cayó muerto en el acto.

—Veo, dijo el forastero, que no te falta valor, pero debes llenar además otras condiciones.


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Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Juan el Fiel

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Había una vez un rey muy viejo que cayó malo. Conociendo que iba a morir, hizo llamar al fiel Juan, que era al que más quería de sus criados, y le llamaban así porque había sido fiel a su amo toda su vida. En cuanto llegó le dijo el rey:

—Mi fiel Juan, conozco que se acerca mi fin: sólo me da cuidado la suerte de mi hijo; es todavía muy joven, y no sabrá siempre dirigirse bien; no moriré tranquilo si no me prometes velar por él, enseñarle todo lo que debe saber, y ser para él un segundo padre.

—Os prometo —respondió Juan— no abandonarle, y servirle lealmente, aunque me cueste la vida.

—Entonces, ya puedo morir en paz —dijo el viejo rey—. Después de mi muerte le enseñarás todo el palacio, todas las cercanías, las salas, los subterráneos con las riquezas en ellos encerradas; pero no le dejes entrar en la última cámara de la galería grande, donde está el retrato de la princesa de la Cúpula de Oro, pues si ve este cuadro, experimentará hacia ella un amor tan increíble que le hará exponerse a los mayores peligros. Procura librarle de esto.

El fiel Juan repitió sus promesas, y tranquilo el viejo rey, inclinó su cabeza en la almohada y expiró.

En cuanto dejaron en la tumba al anciano rey, Juan refirió a su joven sucesor lo que había prometido a su padre en el lecho de muerte.

—Estoy dispuesto a cumplirlo —añadió—, y os seré fiel como lo he sido a vuestro padre, aunque me cueste la vida.

En cuanto pasó el tiempo del luto, dijo Juan al rey:

—Ya podéis conocer vuestra herencia. Voy a enseñaros el palacio de vuestro padre.


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Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

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