Textos más vistos de Hermanos Grimm publicados por Edu Robsy publicados el 26 de agosto de 2016 | pág. 4

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autor: Hermanos Grimm editor: Edu Robsy fecha: 26-08-2016


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El Señor Padrino

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Un hombre pobre tenía tantos hijos, que ya no sabía a quién nombrar padrino cuando le nació otro; no le quedaban más conocidos a quienes dirigirse. Con la cabeza llena de preocupaciones, se fue a acostar. Mientras dormía, soñó lo que debía hacer en su caso: salir a la puerta de su casa y pedir al primero que pasara aceptase ser padrino de su hijo. Así lo hizo en cuanto despertó; y el primer desconocido que pasó, aceptó su ofrecimiento. El desconocido regaló a su ahijado un vasito con agua, diciéndole:

— Ésta es un agua milagrosa, con la cual podrás curar a los enfermos; sólo debes mirar dónde está la Muerte. Si está en la cabecera, darás agua al enfermo, y éste sanará; pero si está en los pies, nada hay que hacer: ha sonado su última hora.

En lo sucesivo, el hombre pudo predecir siempre si un enfermo tenía o no salvación; cobró grandísima fama por su arte y ganó mucho dinero. Un día lo llamaron a la vera del hijo del Rey. Al entrar en la habitación, viendo a la Muerte a la cabecera, le administró el agua milagrosa, y el enfermo salió; y lo mismo sucedió la segunda vez. Pero la tercera, la Muerte estaba a los pies de la cama, y el niño hubo de morir.

Un día le entraron al hombre deseos de visitar a su padrino, para contarle sus experiencias con el agua prodigiosa. Pero al llegar a su casa, encontróse con un cuadro verdaderamente extraño. En el primer tramo de escalera estaban peleándose la pala y la escoba, aporreándose de lo lindo. Preguntóles:

— ¿Dónde vive el señor padrino?

Y la escoba respondió:

— Un tramo más arriba.

Al llegar al segundo rellano vio en el suelo un gran número de dedos muertos. Preguntóles:

— ¿Dónde vive el señor padrino?

Y contestó uno de los dedos:

— Un tramo más arriba.


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1 pág. / 3 minutos / 140 visitas.

Publicado el 26 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Tambor

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Un anochecer caminaba un joven tambor por el campo, completamente solo, y, al llegar a la orilla de un lago, vio tendidas en ellas tres diminutas prendas de ropa blanca. «Vaya unas prendas bonitas!», se dijo, y se guardó una en el bolsillo. Al llegar a su casa, metióse en la cama, sin acordarse, ni por un momento, de su hallazgo. Pero cuando estaba a punto de dormirse, parecióle que alguien pronunciaba su nombre. Aguzó el oído y pudo percibir una voz dulce y suave que le decía:

— ¡Tambor, tambor, despierta!

Como era noche oscura, no pudo ver a nadie; pero tuvo la impresión de que una figura se movía delante de su cama.

— ¿Qué quieres? —preguntó.

— Devuélveme mi camisita —respondió la voz—; la que me quitaste anoche junto al lago.

— Te la daré sí me dices quién eres —respondió el tambor.

— ¡Ah! clamó la voz—. Soy la hija de un poderoso rey; pero caí en poder de una bruja y vivo desterrada en la montaña de cristal. Todos los días, mis dos hermanas y yo hemos de ir a bañarnos al lago; pero sin mi camisita no puedo reemprender el vuelo. Mis hermanas se marcharon ya; pero yo tuve que quedarme. Devuélveme la camisita, te lo ruego.

— Tranquilízate, pobre niña —dijo el tambor—. Te la daré con mucho gusto—. Y, sacándosela del bolsillo, se la alargó en la oscuridad. Cogióla ella y se dispuso a retirarse.

— Aguarda un momento —dijo el muchacho—. Tal vez pueda yo ayudarte.

— Sólo podrías hacerlo subiendo a la cumbre de la montaña de cristal y arrancándome del poder de la bruja. Pero a la montaña no podrás llegar; aún suponiendo que llegaras al pie, jamás lograrías escalar la cumbre.

— Para mí, querer es poder —dijo el tambor—. Me inspiras lástima, y yo no le temo a nada. Pero no sé el camino que conduce a la montaña.


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5 págs. / 9 minutos / 164 visitas.

Publicado el 26 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Viejo Rinkrank

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Érase una vez un rey que tenía una hija. Se hizo construir una montaña de cristal y dijo:

— El que sea capaz de correr por ella sin caerse, se casará con mi hija.

He aquí que se presentó un pretendiente y preguntó al Rey si podría obtener la mano de la princesa.

— Sí —respondióle el Rey—; si eres capaz de subir corriendo a la montaña sin caerte, la princesa será tuya.

Dijo entonces la hija del Rey que subiría con él y lo sostendría si se caía. Emprendieron el ascenso, y, al llegar a media cuesta, la princesa resbaló y cayó y, abriéndose la montaña, precipitóse en sus entrañas, sin que el pretendiente pudiese ver dónde había ido a parar, pues el monte se había vuelto a cerrar enseguida. Lamentóse y lloró el mozo lo indecible, y también el Rey se puso muy triste, y dio orden de romper y excavar la montaña con la esperanza de rescatar a su hija; pero no hubo modo de encontrar el lugar por el que había caído.

Entretanto, la princesa, rodando por el abismo, había ido a dar en una cueva profundísima y enorme, donde salió a su encuentro un personaje muy viejo, de luenga barba blanca, y le dijo que le salvaría la vida si se avenía a servirle de criada y a hacer cuanto le mandase; de lo contrario, la mataría. Ella cumplió todas sus órdenes.

Al llegar la mañana, el individuo se sacó una escalera del bolsillo y, apoyándola contra la montaña, subióse por ella y salió al exterior, cuidando luego de volver a recoger la escalera. Ella hubo de cocinar su comida, hacer su cama y mil trabajos más; y así cada día; y cada vez que regresaba el hombre, traía consigo un montón de oro y plata. Al cabo de muchos años de seguir así las cosas y haber envejecido él en extremo, dio en llamarla «Dama Mansrot», y le mandó que ella lo llamase a él «Viejo Rinkrank».


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2 págs. / 3 minutos / 108 visitas.

Publicado el 26 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Elsa la Lista

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Érase un hombre cuya hija no daba un solo paso sin usar su cabeza, por lo que le llamaban Elsa la Lista.

En cuanto fue mayor, su padre dijo:

—Es tiempo de que se case.

Y la madre dijo:

—Sí, con tal que alguien la quiera.

Por aquel entonces llegó de muy lejos un joven campesina quien llamaban Juan, y éste dijo:

—Sí, me casaré con la muchacha, a condición de que sea tan lista como dicen.

—¡Oh —dijo el padre—, nuestra Elsa no es ninguna tonta!

Y la madre dijo:

—¡Ay, qué gran verdad es ésa! De tan lista como es, puede ver al viento cuando viene calle abajo. Y además, hasta oye toser a las moscas.

—Bueno, ya se verá —dijo Juan—. Pero si no es lista, no me caso.

Sentados ya a la mesa, la madre dijo:

—Elsa, baja al sótano y trae cerveza.

La lista muchacha tomó el jarro del estante y se fue trota que trota escaleras abajo, haciendo sonar vivamente la tapa por el camino para no perder el tiempo.

Una vez en el sótano buscó un taburete, lo puso frente al barril y se sentó para no tener que agacharse, no fuera a ser que, a lo mejor, le diese un dolor en la espalda.

Luego colocó el jarro en su sitio y le dio vuelta a la llave.

Pero mientras esperaba a que se llenase el jarro, para no tener los ojos sin hacer nada empezó a mirar por todas partes, pared por pared, hasta llegar al techo. ¡Y descubrió, justo encima de su cabeza, una piqueta que los albañiles habían dejado allí por descuido!

Y ya tienen ustedes a Elsa la Lista llorando a más no poder mientras pensaba: «Si me caso con Juan y tenemos un hijito y, cuando sea mayor, lo mandamos a buscar cerveza aquí abajo, ¡esa piqueta puede muy bien caerle en la cabeza y matarlo!»

Y allí se quedó sentada llora que te llora a todo pulmón por el posible accidente.


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Publicado el 26 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

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