Textos más antiguos de Honoré de Balzac publicados por Edu Robsy etiquetados como Novela corta

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autor: Honoré de Balzac editor: Edu Robsy etiqueta: Novela corta


El Cura de Tours

Honoré de Balzac


Novela corta


A David, estatuario

La duración de la obra en que inscribo vuestro nombre, dos veces ilustre en este siglo, es muy problemática; mientras que vos grabáis el mío en el bronce, que sobrevive a las naciones aunque no haya sido batido mas que por el vulgar martillo del monedero. ¿No se verán confusos los numismáticos al hallar en vuestro taller tantas cabezas coronadas, cuando descubran entre las cenizas de París esas existencias por vos perpetuadas hasta más allá de la vida de los pueblos, y en las cuales se les antojará adivinar dinastías? Vuestro es ese divino privilegio; a mí me corresponde la gratitud.

De Balzac.

En los comienzos del otoño del año 1826, el abate Birotteau, personaje principal de esta historia, fue sorprendido por un chaparrón al volver de la casa donde había pasado la velada. Atravesaba, pues, tan rápidamente como sus carnes podían permitírselo la plazuela desierta llamada del Claustro, que se halla a espaldas del ábside de Saint-Gatien, en Tours.


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Dominio público
77 págs. / 2 horas, 15 minutos / 287 visitas.

Publicado el 12 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

El Coronel Chabert

Honoré de Balzac


Novela corta


Á la señora doña Ida del
Chatelar, condesa de
Bocarmé.

—Vaya, ya tenemos aquí á ese viejo moscardón del carrique.

Esta exclamación la lanzaba un pasante que pertenecía al género de los que se llaman en los estudios saltacharcos, el cual mordía en este momento con apetito voraz un pedazo de pan. El tal pasante tomó un poco de miga para hacer una bolita, la cual, bien dirigida y lanzada por el postigo de la ventana en que se apoyaba, rebotó hasta la altura de dicha ventana, después de haber dado en el sombrero de un desconocido que atravesaba el patio de una casa situada en la calle Vivienne, donde vivía el señor Derville, procurador.

—Vamos, Simonín, no haga usted tonterías á las gentes, ó le pondré de patitas en la calle. Por pobre que sea un cliente, siempre es hombre, ¡qué diablo! dijo el primer pasante interrumpiendo la adición de una memoria de costas.

El saltacharcos es, generalmente, como era Simonín, un muchacho de trece á catorce años, que se encuentra en todos los estudios bajo la dirección especial del primer pasante, cuyos recados y cartas amorosas le ocupan, al mismo tiempo que va á llevar citaciones á casa de los ujieres y memoriales á las audiencias. Tiene algo del pilluelo de París por sus costumbres, y del tramposo por su destino. Este muchacho es casi siempre implacable, desenfrenado, indisciplinable, decidor, chocarrero, ávido y perezoso. Sin embargo, casi todos los aprendices de pasante tienen una madre anciana que se alberga en un quinto piso y con la cual reparten los treinta ó cuarenta francos que ganan al mes.

—Si es un hombre, ¿por qué le llama usted moscardón? dijo Simonín con la actitud de un escolar que coge al maestro en un renuncio.

Y reanudó su operación de comer el pan y el queso, apoyando el hombro en el larguero de la ventana, pues permanecía de pie con una pierna cruzada y apoyada contra la otra sobre la punta del zapato.


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Dominio público
74 págs. / 2 horas, 10 minutos / 378 visitas.

Publicado el 6 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Massimilla Doni

Honoré de Balzac


Novela corta


AL SEÑOR JACQUES STRUNZ

Mi querido Strunz: Pecaría de ingratitud si no ligara vuestro nombre a una de las dos obras que yo no habría podido escribir sin vuestra paciente complacencia y vuestras atenciones. Hallad, pues, aquí, un testimonio de mi agradecida amistad, por el valor con que habéis intentado, acaso sin éxito, iniciarme en las profundidades de la ciencia musical. Mas siempre me habréis enseñado lo que el genio oculta de dificultades y de trabajos en esos poemas que son para nosotros fuente de divinos placeres. Me habéis también procurado más de una vez la pequeña diversión de reír a costa de más de un pretendido experto. Algunos me tachan de ignorancia, sin sospechar, ni los consejos que debo a uno de los mejores críticos musicales, ni vuestra concienzuda asistencia. Acaso haya, sido yo el más infiel de los secretarios. De ser así, ciertamente que me consideraría un traicionero traductor sin saberlo, mas, no obstante, quiero poder preciarme siempre de ser uno de vuestros amigos.

De Balzac.

París, mayo 1839.


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96 págs. / 2 horas, 48 minutos / 83 visitas.

Publicado el 1 de abril de 2017 por Edu Robsy.

Gambara

Honoré de Balzac


Novela corta


Al Señor Conde AUGUSTO-BENJAMIN DE BELLOY

Mi querido conde:

Es al rincón del fuego, en un misterioso y espléndido retiro que ya no existe, pero que vivirá en nuestro recuerdo y de donde nuestros ojos descubrían París, desde las colinas de Bellevue hasta el Arco de Triunfo de la Estrella, que, cierta mañana regada de té, y a través de las mil ideas que nacen y se extinguen como cohetes en vuestra centelleante conversación, que usted, pródigo de espíritu, arrojó bajo mi pluma a este personaje digno de Hoffmann, ese portador de tesoros ignotos, ese peregrino sentado a la puerta del paraíso, con oídos para escuchar los cantos de los ángeles y que, no teniendo lengua para repetirlos agitando sobre las teclas de marfil dedos rotos por las contracciones de la inspiración divina, creyendo expresar la música del cielo a estupefactos auditores. Vos habéis creado a Gambara; yo solamente lo he vestido. Permitidme dar al César lo que pertenece al César, lamentando que no esgrimáis la pluma en una época en que los gentilhombres deben servirse tan bien de ella como de su espada, a fin de salvar su país. Vos podéis no pensar en vos mismo, pero, sin embargo, nos debéis vuestro talento.

Vuestro sincero amigo,

De Balzac

En los Jardies, febrero de 1839


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70 págs. / 2 horas, 3 minutos / 163 visitas.

Publicado el 1 de abril de 2017 por Edu Robsy.

Alberto Savarus

Honoré de Balzac


Novela corta


A la señora Emilia de Girardin

Uno de los salones en los que se dejaba ver el arzobispo de Besanzón y el que gozaba de sus preferencias, en tiempos de la Restauración, era el de la señora baronesa de Watteville. Diremos unas palabras acerca de esta señora, el personaje femenino tal vez más importante de Besanzón.

El señor de Watteville, sobrino del famoso Watteville, el feliz y el más ilustre de los asesinos y renegados cuyas extraordinarias aventuras son demasiado conocidas para que aquí las relatemos, era tranquilo como turbulento había sido su tío. Después de haber vivido en el Franco Condado como una cucaracha en una grieta, casó con la heredera de la célebre familia de Rupt. La señorita de Rupt unió 20000 francos de renta en tierras a los 10000 francos de renta en bienes raíces del barón de Watteville. El escudo de armas del gentilhombre suizo, porque los Watteville son de Suiza, desapareció bajo el viejo escudo de los Rupt. Este casamiento, decidido desde el año 1802, efectuóse en 1815, después de la segunda Restauración. Transcurridos tres años del nacimiento de una hija, todos los abuelos de la señora de Watteville habían muerto y sus herencias liquidadas. Vendieron entonces la casa del señor de Watteville para establecerse en la calle de la Prefectura, en el hermoso hotel de Rupt, cuyo vasto jardín se extiende hacia la calle del Perron. La señora de Watteville, joven devota, fue más devota después de su boda. Es una de las reinas de la santa cofradía que confiere a la alta sociedad de Besanzón un aire sombrío y unas maneras gazmoñas en consonancia con el carácter de esta ciudad.


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131 págs. / 3 horas, 49 minutos / 136 visitas.

Publicado el 13 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

La Muchacha de los Ojos de Oro

Honoré de Balzac


Novela corta


A Eugène Delacroix, pintor

I. Fisonomías parisinas

Uno de los espectáculos que más espanto puede causar es, sin duda alguna, el aspecto general del vecindario parisino, gente feísima de ver y de color quebrada, gente amarilla y curtida. ¿No es acaso París un campo amplísimo que trastorna continuamente una tempestad de intereses bajo la que gira el torbellino de una cosecha de hombres que la muerte siega con mayor frecuencia que en otros lugares y vuelven a nacer en idéntica estrechez, hombres cuyos rostros enrevesados y tortuosos rezuman por todos los poros el alma, los deseos, los venenos que preñan sus cerebros, no ya rostros, sino máscaras, máscaras de flaqueza, máscaras de fuerza, máscaras de miseria, máscaras de alegría, máscaras de hipocresía, todas ellas exhaustas, todas ellas impregnadas de las marcas indelebles de una anhelante avidez? ¿Qué ansían? ¿Oro o placer?


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89 págs. / 2 horas, 36 minutos / 225 visitas.

Publicado el 15 de mayo de 2017 por Edu Robsy.