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Por Matar la Cachila

Javier de Viana


Cuento


Para José María Lawlor.

Después de quince leguas de trote en un día de Diciembre, bajo un sol que chamuscaba las gramíneas de las lomas; tras copiosa cena de feijoada y charque asado; al cabo de tres horas de jugada al truco, acompañado de frecuentes libaciones de caña, y luego de haber permanecido aún veinte minutos sentado al borde del catre, mientras el patrón concluía de fumar su cigarrillo de tabaco negro y daba fin á las ponderaciones de su parejero gateado, me acosté á medio desvestir, me estiré, recliné en la almohada mi cabeza, y unos segundos más tarde, roncaba á todo roncar.

Cuando don Anselmo me zamarreó apostrofándome con su voz gruesa y fuerte, calificándome de pueblero dormilón, parecióme que no había consagrado á las delicias del sueño más de un cuarto de hora; pero, por vanidad, humillado con el epíteto de pueblero—que me empeñaba en no merecer—, me incorporé en el lecho y me vestí de prisa y á obscuras. Luché para ponerme las botas, hundí la cara en el agua fresca, y no despierto del todo salí al patio. El reloj de don Anselmo—un gran gallo "batará"—, debía de haber adelantado esa noche. Las estrellas brillaban aún en el cielo puro; y, enfrente mío, en la cocina de terrón y paja, brillaba también el gran fogón, donde hervía el agua en la caldera ennegrecida por el hollín.


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21 págs. / 38 minutos / 71 visitas.

Publicado el 5 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Pata Blanca y Grandeeship

Javier de Viana


Cuento


A las siete, más o menos, todas las tardes Pata Blanca llegaba al Parque 3 de Febrero y se detenía siempre en el mismo sitio, junto a la baranda que limita el emparrado del restaurant. Cuando el patrón descendía del pescante del carricoche y cargando con las cestas de pan se internaba en el edificio, él, Pata Blanca, estiraba el pescuezo dedicándose a contemplar el gran árbol que se erguía enfrente. El patrón solía quedarse hasta cosa de una hora allá adentro, haciendo quien sabe qué, —emborrachándose tal vez;— pero esto no le interesaba a Pata Blanca, como no le interesaban los tangos tocados por la orquesta, dado que, para sus orejas refinadas, los tangos eran algo así como música en putrefacción, cebada ardida o maíz con pajarilla: serían buenos los tangos, también el cardo dicen que es bueno: pero sólo los burros lo comen. Unos bichos parecidos a hombres y otros bichos parecidos a mujeres, que entraban y salían, tampoco le interesaban. Su preocupación única era el árbol. Muchas veces tuvo tentaciones de hablarle, pensando que siendo él caballo criollo y ombú el árbol, quizá se entendieran. Sin embargo, esquivando decepciones, prefirió callar.


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3 págs. / 5 minutos / 29 visitas.

Publicado el 5 de diciembre de 2022 por Edu Robsy.

Paisanas

Javier de Viana


Cuentos, colección


La revancha

Pedro Pancho, ante la prueba abrumadora de su delito, comprendió que era inútil la defensa..

Por eso se concretó a decirle a Secundino:

—Lindo pial. Pero no olvides que una refalada no es cáida, y que de la cárcel se sale. Prepárate pa la revancha.

—En todo caso, siempre habrá lugar pa la güena,—respondió taimadamente el capataz;—empardar no es matar.

—Dejuro, correremos la güena, que a mí nunca, me gustaron las empatadas... ¡y es difícil que no la gane!...

—¡Claro! Como la cana v'a ser larga, tenés tiempo pa estudiar al naipe y marcarlo.

—Descuida: algunas cartas ya las tengo marcadas—respondió Pedro Pancho con extraña entonación que dejó pensativo a su rival.

Los peones comentaban el suceso.

—Estoy seguro que Pedro Pancho es inocente—observó uno.

—Y yo lo mismo—confirmó otro.—La contraseñalada de los borregos la hizo el mesmo capataz pa fundirlo al otro, a quien le tiene miedo.

—Ya dije yo—filosofó Dionisio—que Secundino es como coscuta en alfalfar y que ha 'e concluir con todos nosotros. Por lo pronto se va formando cercao. Ya despió a Pantaleón y a Liandro pa reemplazarlos por dos papanatas que son mancarrones de su marca. Cualesquier día nos toca a nosotros salir cantando bajito...

Transcurrió el tiempo.

Las predicciones de Dionisio se cumplieron en breve plazo. Uno con un pretexto, otro por otro, todos los antiguos peones fueron eliminados y substituidos por personas que—debiéndole el conchabo—obedecían ciegamente a Secundino.

Rápidamente adquirió una autoridad despótica en la administración de la estancia. Don Eulalio intentó varias veces rebelarse contra aquella absorción de facultades de su subordinado.

Cedió siempre, sin embargo, bajo la presión de Eufrasia, decidida protectora del capataz.


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90 págs. / 2 horas, 38 minutos / 64 visitas.

Publicado el 9 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

Nabuco

Javier de Viana


Cuento


Era Nabuco uno de esos tipos físicamente vulgares, que no llaman la atención ni por su belleza ni por su fealdad; y para justificar el dicho de que la cara es el espejo del alma, era, moral e intelectualmente, mediocre.

Un talento indiscutible poseía, sin embargo: el de no gastar energía en lamentos y protestas después del hecho irremediablemente consumado.

—«Con rabiar y echar maldiciones,—decía,—no se saca la carreta del pantano. Lo mejor es fijarse bien en el terreno pa no volver a enterrarse en el mesmo sitio; y la rabia añubla la vista.»

Cierta vez, siendo mozo y encontrándose sin conchabo, se enganchó de milico en una policía fronteriza. Otros que se hallaban en caso igual, se lo pasaban abominando del comisario cruel, del sargento déspota y del cabo egoísta, por no haber obtenido la baja.

—¡Lindo oficio!—exclamaba uno.—Andar tuito el día al tranco, escoltando carretas de contrabandistas o tropas de cuatreros, como si juese perro, medio desnudo, comiendo pulpa flaca y cobrando un sueldo cada seis meses, pa qu'el comesario se enriquezca y el sargento tenga tropilla propia y el cabo herraje plateao!

—¿Qué pensás vos, Nabuco?—inquiría otro dolorido,

—Pienso,—respondió;—que por haberte oído el cabo hablar parecido, te ligaste el mes pasado unos talerazos del comisario y quince días de cepo.

—¿Entonces hay que sufrir la enjusticia y tragar saliva?

—Dejuro que sí cuando se sabe que alegar es pa pior.

Y Nabuco no alegó ni se quejó nunca; pero una noche que lo mandaron en comisión, le robó los dos mejores pingos al comisario, un espléndido poncho al sargento y el «chapeao» al cabo. Esa misma noche vadeó el Uruguay, se internó en el Brasil y nunca jamás volvieron a verlo en el pago.

—«El quejarse es pa los niños, y amenazar pa las mujeres»,—era otro de sus dichos.


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2 págs. / 4 minutos / 24 visitas.

Publicado el 17 de agosto de 2022 por Edu Robsy.

¡Miseria!

Javier de Viana


Cuento


Tocaba a su término el invierno aquel que había tenido, para las gentes del campo, rigores de madrastra. Días oscuros y penosos, de lluvias sin tregua y de fríos intensos; noches intranquilas pasadas al abrigo de! techo pajizo, castigado sin cesar por las rachas pampeanas que amenazaban arrancarle y esparcirle, hecho añicos, por las llanuras encharcadas donde las haciendas se inmovilizaban ateridas.

Allá en el sur, cerca del Río Negro y a varias leguas de Choele-Choel, la pulpería de Manuel González había sido el refugio de los aburridos y de los domados a lazo por la estación inclemente.

En el resguardo de la glorieta, se amontonaban los paisanos pobres, bebedores de caña y de ginebra, devotos del naipe y voluntarios narradores de aventuras moreirescas, que el galleguito dependiente escuchaba detrás de la reja con las manos en las quijadas y la boca abierta.

Adentro, en la gran pieza que servía de comedor y de sala, todas las noches había tertulia de truco, presidida por don Manuel. Nunca faltaban cuatro piernas para una partida y la botella de caña y el mate amargo, circulaban sin descanso, desde las ocho de la mañana hasta las dos o las tres de la madrugada.

Casiano solía tomar parte en el juego; pero sólo en casos de indispensable necesidad, en las raras ocasiones en que faltaba una pierna. A él le gustaba mucho el truco, pero nadie lo quería por compañero; hallaban que era muy zonzo y que no sabía mentir: cuando tenía cartas, se las estaban adivinando por el lomo y cuando se hallaba ciego, era más conocido que la fonda del pueblo. Si por casualidad ligaba treinta y tres, nadie le daba una falta; y si se aventuraba a retrucar con el bastillo, era a la fija que lo estaba esperando la espadilla para ensartarlo en un vale cuatro. Siempre había sido así Casiano: desgraciado como potrillo nacido en viernes santo.


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4 págs. / 7 minutos / 33 visitas.

Publicado el 4 de noviembre de 2022 por Edu Robsy.

Mientras Llueve

Javier de Viana


Cuento


Rueda de fogón.

Un fogón inmenso, como cuadra allí, donde el bosque de ñandubays se va insolentamente sobre «las casas».

Y el ñandubay, la leña noble, que arde sin humo y hace brasas como hierro de fragua, que iluminan el galpón con luces purpúreas, vence el frío y la obscuridad que reinan fuera, en el campo abofeteado por lluvia torrencial.

Es poco más de mediodía.

Cuanto más; la hora aproximada es imposible saberlo, pues que el sol, reloj preciso y único, está invisible.

Por otra parte, como no hay nada que hacer, fuera del gozo de mirar la lluvia bajo abrigado techo, nada interesa la medida del tiempo.

Circula sin tregua el cimarrón; el humo de los cigarrillos forma una corona de ascendentes espirales azules, y en el sitio de honor, repantigado en una silla de vaqueta que humilla a los bancos de ceibo, el viejo Aldao, el sabio agreste que, como el Daniel de la Biblia, sabe soltar dudas y desatar preguntas, explica marcas; indica el yuyo con que se cura la «culebrilla» y el amuleto contra el dolor de muelas; explica el modo de «componer» un naipe y «cargar una taba» sin que el más ladino advierta el engaño; y luego, a pedido general cuenta un cuento.

—«Les vi'a contar—comenzó,—cómo el ñato Lucas Piedra le ganó una carrera al Diablo.

«Ustedes, que son unos charavones, no conocieron a Lucas Piedra, que supo ser el pierna más pierna en este pago, ande quien no era rayo era centella y el más zonzo rejucilo.

«Lucas Piedra era carrerista de profesión, y si alguna vez le ganaban una carrera, no había peligro de que perdiese. Pa jugar, a cualquier juego era más sucio que bajera'e negro y con más letra menuda que un precurador de campaña, y cuando vía qu'iba a perderla la jugada a los tajos, y como era baquiano pa la daga y como luz pal cuerpeo y de güen coraje, le costaba poco estropiar un cristiano o hacer un dijunto.


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2 págs. / 4 minutos / 91 visitas.

Publicado el 11 de agosto de 2022 por Edu Robsy.

Mi Prima Ulogia

Javier de Viana


Cuento


Al doctor Claudio Willintan.


La pulpería de Umpiérrez, en la Cuchilla Brava, cerca del Arerunguá Chico, era casi un cubo, y á la distancia, aislada como estaba en la cumbre de la loma, sin un árbol á su alrededor, parecía inmenso y pulido bloque de piedra blanca, plantado sobre la felpa verde de la colina.

Sin embargo, en aquel dorado domingo de enero, el habitual aspecto de la pulpería había cambiado. A su alrededor, blanqueaba un escuadrón de carpas y negreaban las enramadas, construidas en un día con cuatro horcones de blanquillo y varias carradas de ramaje de laurel y chalchal.

Además, veíanse desparramados por el contorno, carretas y carros, caballos y bueyes; y mientras de costumbre reinaba un silencio adusto, entonces, era todo bullicio: chocar de arreos de plata; sonoras interjecciones de gauchos y de perros, chillidos de acordeón y de mujeres; lloriqueos de guitarras y de niños; lamentables mugidos de bueyes hambrientos, y sonoros relinchos de parejeros ansiosos de lucha...

Junto á un ombú, un paisanito empurpurado, balbuceando frases de amor al oído de una chinita derretida...

Junto á las casas, un bullicioso grupo de jugadores de taba....

Junto á un carretón, una vieja friendo tortas y pasteles, rodeada de parroquianos y lanzando zafadurías por sus labios de pergamino, sin dejar caer el cigarro de chala...

Más allá, la pista, alisada, peinada como criolla en noche de baile, y varios profesionales que la recorren, estudiándola en todos los detalles de las trescientas varas comprendidas entre la «largada» y la «raya».

Y sobre todo eso, sobre el cubo blanco, sobre las carpas grises, sobre los hombres, sobre los animales, el sol, el gran sol de enero, derramaba fuego.


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3 págs. / 5 minutos / 35 visitas.

Publicado el 25 de agosto de 2022 por Edu Robsy.

Mamá aquí’stá la Ropa

Javier de Viana


Cuento


Era un sábado.

Poco después de mediodía, bajo un blanco cielo de invierno, Belarmina envolvía su linda cabeza en floreado pañuelo de algodón, y, disponiéndose a transponer el guardapatio, despidióse alegremente:

—Hasta lueguito, mama.

—No dilatés la güelta —aconsejó la madre;— la noche cae de golpe en este tiempo y no es güeno que te agarre pu’el campo.

Rió la chica.

—¡Cuidado, no me vayan a comer los lobinzones! —dijo— y agregó en serio: —No hago más que enjugar la ropa que dejé asoliándose esta mañana y en seguidita me güelvo.

Y alegre y gallarda, echó a andar por la loma reverdecida en dirección al arroyuelo que corría a pocas cuadras de allí.

El bosquecillo que custodiaba el arroyo engordado con las frecuentes lluvias invernales, tenía un aspecto huraño. Los árboles, representados por talas y sauces, raleaban; pero, en cambio, la chirca, la espadaña y las múltiples zarzas crecidas con lujuria en la constante humedad del suelo, formaban compacta muralla de verdura, rasgada a trechos, a manera de agrietamientos, por angostas y culebreantes sendas, que abrieron los vacunos en el cotidiano bajar a la aguada.

Por uno de esos túneles penetró Belarmina, yendo a salir a pequeñísima playa. Al borde del arroyo, en cuclillas, arremangada hasta el codo, entregóse afanosamente a la tarea, trinando al mismo tiempo, en contrapunto con las calandrias y los zorzales que revoloteaban sobre su cabeza.


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2 págs. / 3 minutos / 43 visitas.

Publicado el 10 de noviembre de 2022 por Edu Robsy.

Lucha a Muerte

Javier de Viana


Cuento


Don Adriano Aguilar supo tener una estancia sobre el Arroyo del Medio, en las inmediaciones de San Nicolás.

Era una estancia chiquita, enhorquedada entre dos colosales heredades, cada una de las cuales sumaba leguas y contenían hacienda como pasto. Una de ellas, la de don Cayetano Saldías, llámase «Los Cinco Ombúes»; la otra, «Los Tres Ombúes». Don Adriano, que sólo poseía un ejemplar del árbol símbolo, bautizó modestamente su propiedad: «El Ombú».

Era uno solo; pero ninguno de los otros ocho lo aventajaba en corpulencia y arrogancia.

El viejo paisano experimentaba intenso cariño y grande orgullo por el coloso guardián de su rancho. En la dilatada llanura, donde las escasas poblaciones estaban tan distantes las unas de las otras que «no se veían las caras», el «ombú de don Adriano» era obligada señal de referencia para el viajero desconocedor del pago que indagaba la ubicación de una propiedad.

—«Siga derecho pu'este camino, y como a cosa 'e dos leguas va ver el ombú de don Adriano; déjelo a la izquierda, agarre una senda que gambetea entre un cardal y que lo va llevar hasta la mesma glorieta de la pulpería de don Pepino...»

—«¿L'azotea 'e los Laras?... Corte p'abajo, costee el esteral que llaman de los aperiases, y enderece pa la zurda, dejando a la derecha el ombú de don Adriano...»

—«¿Pancho Silva?... Pasando el ombú de don Adriano, ya va ver los ranchos, pegados al arroyo».

Y así sin término.


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3 págs. / 6 minutos / 44 visitas.

Publicado el 10 de agosto de 2022 por Edu Robsy.

Los Yuyos

Javier de Viana


Cuento


En el momento de encerrar los terneros en el chiquero, uno de ellos, juguetón más que rebelde, obligaba al peón a perseguirlo por entre el yuyal del antiguo basurero. Flagelados sus desnudos pies por las espinas de cepacaballo y la cáustica pelusa de las ortigas, al volver al galpón lamentábase así: —“¡Malditos yuyos!... ¿Pa qué habrá criado Dios semejante sabandija?”— Y el anciano filósofo campesino, enseñó: —“Dios no ha criado cosa inútil. Culpa es de la desidia, de la incapacidad o del orgullo del hombre, que algunas lo dañen en vez de servirle. Yuyos fueron las más bellas plantas que el cultivo ha transformado en encanto de los jardines, en materia industrial y en defensor de nuestra salud. También es un yuyo cada niño, y continuará siendo un yuyo inútil y perjudicial, si el hombre no lo transforma por medio del cultivo intelectual y moral”...ps://twitter.com/IB3noticies/status/1580266026687639552?s=20&t=ViNIBVcNShimskv3pFrg-Ahttps://twitter.com/IB3noticies/status/1580266026687639552?s=20&t=ViNIBVcNShimskv3pFrg-A


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1 pág. / 1 minuto / 47 visitas.

Publicado el 12 de octubre de 2022 por Edu Robsy.

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